domingo, 14 de agosto de 2016

Pasando calor en la playa nudista (2ª parte)



En la entrada anterior hablé de cómo me masturbé frente a una mujer en la playa, a la vez que ella se masturbaba para mí al lado de su pareja. Tras dejarme su número de móvil escrito en la arena, le envié un whatsapp y quedamos para cenar ese mismo día en su casa, pues me dio su dirección. Eso sí, no tenía claro si sería a solas con ella o en compañía de su pareja, si es que lo era. Dejé la historia cuando armado de unos vinos y unos condones me dirigía en coche a su casa, desde donde la retomo.


Llegué a la dirección que me dio sin problemas, lo malo fue aparcar. En verano y en una zona de playa la cosa se complica. Pero como había salido con tiempo, al final encontré un hueco más o menos cerca y fui andando hasta el portal. Era un dúplex con un jardín en la parte delantera, si bien no se podía ver su interior porque tenía una verja llena de pequeños arbustos. Llegué a la puerta y toqué el timbre. Poco después una sensual voz femenina me habló:


- ¿Quién es?


- Soy el pajillero que vengo a cenar. – Le contesté.


- Adelante pajillero, pero pocas pajas aquí… - Me respondió ella riendo a la vez que se abría la puerta.

viernes, 12 de agosto de 2016

Pasando calor en la playa nudista (1ª parte)



Estamos en verano, es tiempo de ir a la playa y darse un refrescante chapuzón, pero por desgracia, como es verano, hay tanta aglomeración que cuesta dar un paso sin pisar a nadie sobre la arena. Al menos eso aún no ocurre en la mayor parte de playas nudistas. Ir solo a una playa nudista es una actividad altamente recomendable. Nada como disfrutar de los rayos del sol y de la frescura del agua sin que nada de ropa ni nadie te moleste. Eso sí, a la hora de ponerse el protector solar la cosa es complicada si no eres muy flexible, o si no hay una buena samaritana cerca que se preste claro.


Por eso hace poco volví a ir a mi playa nudista favorita. Fui a eso de las cinco de la tarde, cuando los rayos del sol ya empiezan a bajar su intensidad. Había poca gente, aun así, busqué un lugar sin nadie cerca para extender mi toalla. Me saqué las chanclas, el bañador y la camiseta para disponerme a untarme la crema protectora yo solo. Me tumbé un rato y poco después me di un chapuzón en el agua. Cuando volví me senté con las manos apoyadas en la toalla, por detrás de mí. Estaba así, pertrechado tras mis gafas de sol, disfrutando de la tranquilidad del mar, cuando apareció una pareja que se aposentó a escasos metros de mí.