domingo, 14 de agosto de 2016

Pasando calor en la playa nudista (2ª parte)



En la entrada anterior hablé de cómo me masturbé frente a una mujer en la playa, a la vez que ella se masturbaba para mí al lado de su pareja. Tras dejarme su número de móvil escrito en la arena, le envié un whatsapp y quedamos para cenar ese mismo día en su casa, pues me dio su dirección. Eso sí, no tenía claro si sería a solas con ella o en compañía de su pareja, si es que lo era. Dejé la historia cuando armado de unos vinos y unos condones me dirigía en coche a su casa, desde donde la retomo.


Llegué a la dirección que me dio sin problemas, lo malo fue aparcar. En verano y en una zona de playa la cosa se complica. Pero como había salido con tiempo, al final encontré un hueco más o menos cerca y fui andando hasta el portal. Era un dúplex con un jardín en la parte delantera, si bien no se podía ver su interior porque tenía una verja llena de pequeños arbustos. Llegué a la puerta y toqué el timbre. Poco después una sensual voz femenina me habló:


- ¿Quién es?


- Soy el pajillero que vengo a cenar. – Le contesté.


- Adelante pajillero, pero pocas pajas aquí… - Me respondió ella riendo a la vez que se abría la puerta.


Cerré la puerta tras de mí y crucé el jardín hasta llegar a la puerta de la casa, que se abrió antes de que pudiese tocar. Lo que vi me dejó atónito e hizo que se me removiese la entrepierna. Allí estaba ella, pero con un atuendo tremendamente sexy mientras sujetaba la puerta. Iba descalza con el pelo recogido en una cola. Y sobre su cuerpo un conjunto de una pieza, aunque yo no entendía muy bien cómo se lo había podido poner sin romperlo. El conjunto, que era negro, estaba formado por unas medias de rejilla fina, desde sus pies hasta los muslos, con unos dibujos de encaje desde la rodilla para arriba. Arriba llevaba un corpiño ceñido también de rejilla fina y con los dibujos de encaje a la altura del abdomen. Unos tirantes impedían que se cayese desde la altura de sus pechos, estirando desde sus hombros, preciosos, por cierto. De la parte de abajo a las medias había una especie de cintas en plan liguero, lo que hacía que todo fuese una única pieza. Tremendamente sexy, mucho más que estar desnuda. Ella mostraba así sus grandes pechos, con sus pezones desafiantes y por supuesto su sexo depilado, pues nada lo cubría, ya que no llevaba ninguna prenda ahí…


Tras dejarme verla bien se dio la vuelta para entrar, invitándome a seguirla. Así pude ver su culo, y me dieron unas ganas enormes de sobarlo mientras mi pene se endurecía más dentro del pantalón, ya que sólo se lo cubrían las cintas que, en plan liguero, unían también por detrás las medias con el corpiño. Al pasar dentro pude que ver que también estaba él, su pareja, allí y que estaba como en la playa totalmente desnudo.


Nos saludamos y nos presentamos los tres. Me aclararon por fin que eran pareja y que lo hacían todo juntos, por lo que me quedó ya claro que lo que ocurriría esa noche sería un trío, un morboso trío pensé. Me contaron también que eran nudistas y que por eso andaban desnudos por su casa, que ella en ese momento no, porque tenían previsto jugar esa noche conmigo, ya que en la playa les parecí muy caliente y juguetón. Yo asentí añadiendo que así era. Además, me pidieron que yo los imitase, por lo que me saqué la camisa, las sandalias y los vaqueros con toda la sensualidad de que pude hacer gala. Pero cuando empecé a bajarme el tanga ella me dijo:


- ¡No! Déjatelo puesto, te queda muy bien, estás sexy, y así no seré la única que va desnuda estando vestida.


- De acuerdo, como quieras. – Le contesté mientras me lo subía del todo, sin poder evitar que del tanga sobresaliese mi polla, que además se veía bien a través de la rejilla roja.


Tras esto les ofrecí la bolsa con los vinos que había dejado en el suelo, pidiéndoles que pusiesen a enfriar un poco el blanco si queríamos tomarlo en la cena. Como se dice en estos casos, me dijeron que no era necesario que hubiese llevado nada, pero pusieron el blanco a enfriar y abrieron el tinto para que se oxigenase. 


Me invitaron a pasar al salón donde me dijeron que cenaríamos. Lo atravesamos para entrar al jardín, pues allí me dijeron que tomaríamos un pequeño aperitivo previo. Me aseguraron que no me preocupase por andar prácticamente desnudo por el jardín, ya que desde fuera no podían ver nada y desde las dos casas vecinas tampoco porque la carpa que teníamos encima no les dejaba ver. Me explicaron que de día normalmente no la ponían, sobre todo si querían tomar el sol, y que, si a los vecinos les parecía mal verlos desnudos en el jardín, que no mirasen que para eso estaban en su casa, o más bien su dúplex alquilado para el verano, pues eran de fuera. Yo les dije que tenían mucha razón, cada cual es quien debe decidir cómo se viste o se desviste en su casa.


Entre los tres preparamos un aperitivo en el que destacaban las gambas y las ostras, diciéndome él que ya sabíamos que eran afrodisiacas mientras me guiñaba el ojo. Cuando estuvo todo sobre la mesa, sacamos el vino blanco. Lo abrí y serví la copa de cada uno de los tres, para después brindar porque fuese una noche muy caliente. Mientras nos comimos el aperitivo estuvimos hablando de lo sucedido en la playa, por lo que las dos pollas se empalmaron, como imagino que también se mantuvo encendida la entrepierna de ella. Pero todavía más cuando me contaron que después de masturbarnos ella y yo, cuando se metieron al agua estuvieron hablando de la posibilidad de hacer un trío conmigo, poniéndose él tan caliente que ella lo tuvo que pajear, hasta que follaron intensamente dentro del agua, moviéndose acompasados por el leve oleaje que había, hasta acabar ambos dejando el coño de ella empapado, no sólo por el agua del mar…


Cayó el aperitivo, cayó la botella de vino y nos levantamos para preparar la cena. Ya estaba todo listo, por lo que sólo había que preparar la mesa. Como íbamos a cenar en el salón, les ayudé a recoger todo lo del jardín y luego a llevar la cena a la mesa de dentro. Íbamos a comernos una ensalada templada y unos solomillos en salsa que tenían una pinta estupenda. Todo eso regado con un buen tinto y salpicado por una conversación picante como el aperitivo. Según lo íbamos llevando todo, ella me dijo que el postre ya veríamos si era necesario sacarlo o lo teníamos bajo la mesa, lo que hizo que mi verga diese un buen respingo. La verdad es que, en ese momento, de lo único que yo tenía ganas era de cenármela a ella, comérmela bien en su propia salsa.


Una vez preparado todo, volví a servir vino, el tinto claro, en las tres copas y nos sentamos a la mesa. De la misma forma que antes, en el jardín, nos habíamos sentado separados, ellos a un lado de la mesa y yo al otro, en esta ocasión nos sentamos los tres al mismo lado. Ella se sentó entre él y yo, estando yo a su derecha, de modo que yo tenía una gran perspectiva de sus pechos y de sus muslos. Me gustaban esas tetas que tenía, grandes y colgantes. Durante la cena, el vino nos fue poniendo a tono, pero todavía más la conversación. Ellos contaron sus gustos y parte de sus aventuras sexuales. Eran una pareja ya de bastantes años y muy desinhibidos en el plano sexual, pues lo probaban todo en cuanto al sexo, siempre que tuviese morbo. Entre otras cosas, habían hechos tríos MHM y HMH, lo habían hecho con alguna otra pareja, les gustaba ser voyeurs, así como exhibicionistas si les miraba alguien interesante, les gustaban los juegos de sumisión y no tenían problema en intercambiar el rol de dominante y sumiso entre ellos dos. Decían que había que probarlo todo, algo en lo que yo estuve de acuerdo con ellos. 


También me dijeron que no era la primera vez que se masturbaban con alguien mirando en la playa, pero que no les servía cualquiera, que tenía que ponerla a ella, lo que no conseguían todos los que se habían hecho pajas mirándola. Además, ella añadió que yo la había puesto cachonda desde el principio, mirándola con las gafas de sol y más cuando empecé a masturbarme sensualmente viéndolos jugar a ellos. Una vez más mi pene se removió intranquilo dentro de mi tanga, era demasiado deseo el que sentía por ella. Mientras acabábamos de cenar, y de tomarnos el vino, yo les conté mi experiencia, los pocos tríos, comparado con ellos, que había hecho, algunos de los cuales ya los he contado aquí, mis pocas experiencias de sumisión y también algunas de mis aventuras sexuales para que viesen mis gustos, dejando clara mi heterosexualidad para no dar lugar a equívocos.


Tal y como yo acababa de contarlo, vi cómo él llevaba su mano al muslo de ella. La iba acariciando hacia arriba hasta que la mano llegó a la entrepierna. Ella dejó escapar un gemido satisfactorio y él empezó a frotar su sexo con los dedos. Para facilitar su acceso, ella abrió sus piernas sentada en la silla, separando sus muslos, lo que hizo que también mejorase mi visión de la masturbación. Yo, tímidamente, empecé a acariciarme la polla por encima de la rejilla del tanga, sin dejar de mirar, hasta que él me dijo:


- Venga, no estás aquí para pajearte otra vez, ayúdame a saciar a este pedazo de hembra caliente.


- Siiiiiiii. – Le contesté. – Lo estaba deseando…


- Pues lánzate. – Añadió ella.


Eso hice. Lo imité a él y llevé mi mano hacia el otro muslo de ella. La fui acariciando haciendo una ligera presión con mis uñas, mientras sus ojos se clavaban en los míos mostrándome el mismo deseo que dejarían entrever mis expresivos ojos. Llegué a su coño, notando el roce de los dedos de él, y notando también que ella lo tenía mojado. Bajé la vista y vi cómo él llevaba sus dedos al clítoris poniéndose a acariciárselo, por lo que yo llevé un dedo a su entrada, y sin apenas empujar se fue metiendo dentro, así que introduje otro dedo, poniéndome a follarla con los dos. Ella suspiraba de placer según su pareja seguía masajeándole el clítoris mientras yo metía y sacaba mis dos dedos de su mojado coño.


En un momento dado hizo como una seña de que parásemos y se echó hacia adelante. Nuestras manos siguieron en su entrepierna moviéndose lentamente, sin parar del todo a la vez que ella cogía la botella de vino y echaba lo poco que quedaba en su copa. Se bebió todo lo que le quedaba en la copa, que tampoco era mucho y, sin abrir su boca, se dirigió hacia mí. Pegó sus labios a los míos. Al abrir mi boca para besarnos noté cómo el vino pasaba de ella a mí. Su lengua buscaba la mía para bailar con ella placenteramente, lo que hizo que mi polla se pusiera más dura. La sensación de tener su lengua jugando con la mía envuelta en el sabor del vino era increíble. Es más, no sé cómo no me corrí cuando llevó su mano a mi entrepierna y empezó a apretarme la verga por encima de la tela.


Seguíamos jugando con el vino, pasándolo de boca en boca, mezclándolo con nuestras salivas y jugando con nuestras lenguas, cuando echó hacia atrás mi tanga y sacó mi polla. Se puso a acariciármela con su mano, arriba y abajo, me bajó la piel dejando libre todo el glande. Cuando sus dedos me lo rozaron noté tal placer que me tragué el vino que estaba en mi boca para dejar escapar un buen gemido. Ella hizo lo mismo, tragando su parte, para sonreírme a continuación, sin dejar de pajearme.


Nos volvió a pedir que parásemos, llegando esta vez a apartarnos las manos de su sexo mojado diciendo:


- Como no paréis me corro ahora mismo, y no quiero hacerlo aún.


Una vez retiramos nuestras manos, ella llevó las suyas a nuestras pollas. Con una mano en cada una, se puso a masturbarnos a la vez. Las subía y las bajaba en ambas vergas, apretando y aflojando, arriba y abajo. Su mirada de vicio se iba alternando entre su pareja y yo. Esos ojos transmitían fuego, lo mismo que el masajeo de su mano. De repente ella dijo:


- ¡Me encanta! Soy una buena mamporrera.


- Sí cariño, lo eres. – Le contestó él.


- Pajeas de cine. – Acerté a afirmar yo.


Sin dejar de masturbarnos, ella se giró para besar a su pareja. Imagino que sus lenguas jugarían como lo habían hecho antes las nuestras, pero sin vino claro. Yo aproveché para llevar nuevamente mis dedos a su entrepierna, y sin tiempo de reacción me puse a rozar su clítoris. Dado que ella había dicho que estaba cerca de correrse, yo quería que lo hiciese, pues no es muy bueno aguantarse las ganas. Ella dejó de besarlo a él, soltó ambas pollas y me dijo:


- Eres muy malo, me has dejado a punto. Ahora termina el trabajo, ¡cómemelo todo!


Tras decir eso, se echó hacia su pareja, quedando su cabeza sobre el muslo de él. Además, levantó su pierna izquierda apoyándola en el respaldo de la silla. Él aprovechó para meter sus manos por debajo del corpiño de ella, poniéndose a apretar sus pechos mientras ella suspiraba. Yo me arrodillé ante su entrepierna, pero al mirar me llevé una sorpresa, pues donde debería estar su ano libre y abierto, me encontré una especie de bola de color violeta.


- ¡Vaya! ¡Llevas bolas anales! – Exclamé.


- No. – Me contestó él. – Es un plug anal, para que estuviese lista para todo tipo de juegos esta noche.

Sonreí ante la respuesta y llevé mi boca a su coño. Lo lamí de abajo a arriba y luego de arriba a abajo, ella gimió al sentir el tacto de mi lengua en su zona más íntima. Di unas cuantas pasadas más de lengua antes de llevar mis manos a su sexo. Con mis dedos abrí sus pliegues bien, de manera que pude meterle la lengua en su jugoso coño. La metí y la saqué unas veces antes de llevarla a su clítoris hinchado. Cuando se lo rocé con mi lengua volvió a gemir. Alcé un poco la vista y comprobé que su pareja le estaba pellizcando los dos pezones. Me volví a centrar y me puse a lamer su clítoris circularmente con mi lengua, con rapidez, rozándoselo bien, dándole vueltas mientras mis dedos jugaban con la entrada de su coño ya muy mojada. Ella gemía cada vez más, por lo que vi que no iba a tardar en correrse. Lamí, se lo rocé un poco más, hasta que un momento después se puso a subir y bajar la pelvis mientras gritaba:


- ¡Qué gustoooooo! Me corrooooooooo. ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!


No dejé de lamerla mientras se agitaba sobre la silla, gemía y jadeaba como una perra según se corría en mi boca. Sus piernas temblaban. Yo recogía sus jugos en mi boca con placer, la verdad es que me gustaba su sabor más que el del vino que había tenido antes en la boca, el sabor de una hembra en celo. De tanto agitarse, su pierna izquierda resbaló y cayó sobre mí, por lo que con el golpe dejé de lamerla, de todas formas, ya la había saboreado bien. Me volví a sentar en la silla y ella tras unos instantes en que estuvo recuperando el resuello, se levantó y se sentó nuevamente entre los dos, una vez su pareja quitó las manos de su pecho. Se acercó hacia mí dándome otro beso, con el que seguro que se llevó parte de su sabor de mi boca. Tras ello nos miró a los dos y dijo:


- ¡Qué bien me lo has comido! – Para añadir. – Veo que vuestras pollas aún siguen duras, pero tal vez un poco menos. Voy a solucionar eso.


Otra vez llevó una mano a cada una de nuestras vergas y se puso a pajearnos con rapidez. Después de subir y bajar sus manos unas cuantas veces, nos soltó, se levantó de la silla, se arrodilló en el suelo del salón de cara a nosotros y nos llamó pícaramente con los dedos. Rápidamente nos levantamos de las sillas, llegando él antes porque yo me entretuve en sacar mi tanga. Cuando me lo saqué lo iba a dejar en la mesa, pero ella me paró diciéndome:


- ¡Nooooo! Dámelo que te vas a llevar tú un regalo cuando te vayas…


Se lo di, dejándome alucinado lo que hizo a continuación con él. Separó sus muslos arrodillada como estaba, con una mano abrió los labios de su coño, mientras con la otra empezó a introducírselo dentro, empujando con sus dedos. No me podía creer lo que ella estaba haciendo, era algo que nunca había visto, y confirmaba que no estaba ante una mujer cualquiera, sino una perversa de verdad, con la complicidad de su pareja. Cuando apenas dejó un trozo de cinta fuera, se giró para coger el rabo de su pareja, y volviéndose hacia mí, sin soltar la polla, me dijo:


- Ven aquí, que quiero disfrutar de las dos buenas pollas que tengo esta noche para mí.


Me acerqué. Ella cogió mi verga con su otra mano, para poder acercarse las dos a su boca. Sacó la lengua y empezó a pegar lametones al capullo de su pareja, al mío, al suyo, al mío… Se estaba comportando de tal manera, lamía y lo hacía todo con tanta pasión, que mi deseo por ella aumentaba de forma incontrolada, incluso llegué a pensar en la suerte que tenía él de tener una hembra tan calentorra, ¡yo quería una así para mí!


De repente dejó de lamer y estiró de nuestras pollas, metiéndose los dos capullos en su boca. Pude sentir tanto la caricia de su lengua por todo mi glande, ensalivándolo, como el roce del capullo de él sobre el mío. Después de un rato jugando así con nosotros y sacándonos suspiros a ambos, se sacó las vergas de la boca para empezar a mamarnos por turnos. Con una mano sujetaba la polla de uno de los dos, mientras con la otra masturbaba al otro a la vez que se la chupaba. Estaba un poco así y cambiaba de rabo, repitiendo lo mismo con la otra polla. Otro rato así y cambiaba de nuevo. Eso sí, cada vez su mamada era más profunda, cada vez su lengua daba más placer sobre el capullo al rozarlo todo… Hasta que paró, soltó los dos rabos y se levantó dirigiéndose al sofá.


- ¡Necesito follar ya! Estoy muy cachonda, vamos pollas mías, venid conmigo…


Se sentó en el sofá mientras se sacaba el plug del culo con un gemido sostenido, hasta que salió del todo. La verdad que era una buena pieza violeta de forma cónica. Lo dejó a su lado y esperó a que fuésemos. Él me preguntó si llevaba condones, yo le contesté que sí, yendo a por ellos a mi cartera. Los saqué todos, cogí uno y abriendo el sobrecito me lo puse asegurándome que quedaba bien. Cuando ella me vio con el preservativo puesto levantó sus piernas y las separó bien. Llevó una mano a su entrepierna y sacó poco a poco mi tanga. Una vez lo sacó todo, lo miró bien y me lo tiró. Yo lo cogí en el aire, lo acerqué a mi nariz y dije:


- Sin duda que me has regalado todo tu aroma.


Ella me sonrió con esos labios tan sensuales que ya había besado y yo me di la vuelta para dejarlo sobre mis pantalones, no quería perder ni una gota de sus jugos en el suelo.


- ¡Venga! Que te está esperando, ¡fóllatela ya! – Me apremió él.


Asentí. A paso rápido, tanto que casi resbalo y caigo sobre ella, me puse delante del sofá, ante ella que me ofrecía su coño jugoso. Me di un par de meneos en la polla y la acerqué a su entrepierna. Antes de metérsela, me incliné hacia delante, le di unos golpecitos con mi verga sobre su raja, para después separar sus labios y frotarla entre ellos, rozando su clítoris con mi glande. Sin más esperas, la llevé para atrás y de golpe se la metí hasta los huevos, gimiendo ella por el placer que sintió. Me quedé quieto para empezar a bombear lenta pero profundamente. Una y otra vez, una y otra vez, sin parar, aguantando sus piernas con mis manos sin dejar de embestirla, gozando de su coño, escuchando el chapoteo de entrar y salir, esa música de la pasión…


Entonces llegó él. Se subió al sofá y se arrodilló, dándose la vuelta para quedar de espaldas a ella. Se echó hacia delante para quedar a cuatro patas mientras yo seguía embistiéndola a ella con brío, dentro, fuera, dentro, fuera, sintiendo el placer de penetrar su coño por fin… Ella se empezó a lamer un dedo, ensalivándolo bien, y entonces, para mi sorpresa, lo llevó al ano de él. Lo paseó alrededor del orificio, para luego meter la puntita, la sacó y lo volvió a pasear, metiendo después un poco más. Yo no dejaba de follarla, había bajado el ritmo para que ella pudiese trabajar bien el ano de su pareja, pero mi verga no dejaba de entrar y salir de su coño, embestidas más lentas, pero seguían siendo profundas, disfrutando de cada entrada tanto ella como yo.


Se volvió a chupar el dedo para volverlo a llevar a su ano. De nuevo el mismo juego, lo rodeaba ensalivándolo para meter cada vez un trozo mayor de dedo, hasta que se lo metió entero. Pero no estaba contenta, lo sacó y se lo volvió a llevar a la boca, aunque esta vez ensalivó dos dedos en lugar de uno sólo. Yo seguía a lo mío, follándola suavemente sin perder detalle de lo que ocurría, sin dejar de sujetar sus piernas delante de mí, por lo que de vez en cuando también le daba algún lametón sobre las medias, dejando escapar ella gruñidos de aprobación. Llevó sus dos dedos y poco a poco los fue metiendo en el ano de él. Cuando los tuvo bien dentro, empezó a girarlos a izquierda y a derecha, hasta que consideró que estaba listo, momento en que cogió el plug que había sacado de su propio ano y lo llevó a su boca.


En ese momento yo bajé tanto el ritmo de la follada que apenas si me movía en su interior, pues quería disfrutar de la escena, y que ella no tuviese más distracción en lo que imaginaba que iba a hacer, así que, moviéndome suavemente fui viendo cómo se metía todo el plug en la boca, cómo lo lamía bien y lo dejaba listo para metérselo a él. Lo acercó a su ano, apoyó y fue presionando, hasta que entró todo mientras él dejaba escapar algún gemido a la vez que se masturbaba, cosa que no le había visto hacer hasta ese momento. Tenía claro que no era la primera vez que ella le metía algo por el culo a él, había mucha complicidad entre ellos hasta para eso.


Una vez lo sintió bien dentro, él se dio la vuelta y llevó su polla a la boca de ella, por debajo de la pierna en la que yo me apoyaba. Ella empezó a chupársela con ansia. Yo volví a embestirla con la misma pasión que estaba poniendo ella en mamársela a él. De nuevo entraba salvajemente en su coño, pero también salía rápidamente de él. Me encontraba desatado por lo que había visto y por estar con ella claro. Dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera… Cada vez más rápido hasta que ella se sacó la verga de la boca y me gritó con voz entrecortada:


- ¡Para! Siéntate ahí en el sofá, ¡quiero una doble!


Le hice caso. La saqué de ella para sentarme en el sofá a su lado a la vez que él se bajaba y se plantaba en el suelo tocándose la polla. Ella se giró pasando una pierna por encima de mí hasta quedar con una a cada lado, de cara a mí. Me cogió la polla y la guio hasta la entrada de su coño, dejándose caer despacio mientras gruñía. Yo también gemí por el placer que me produjo esa nueva entrada tan lenta. Entonces se echó hacia mí y empezó a besarme. Notaba la presión de sus pechos sobre mí, incluso se me clavaban sus pezones a pesar de la tela, una tela que de haber tenido más confianza con ellos habría roto para dejar sus tetas libres y que colgasen bamboleándose en la follada que iba a venir.


Él se acercó por detrás y pude ver cómo cambiaba la expresión de ella a una mezcla de placer y dolor, según se la metía, hasta que dio un grito placentero señal de que ya se la había metido toda. Tras el grito, me pegó un buen mordisco en el labio inferior y estiró de él. Reconozco que sentí dolor, pero también me gustó. Es más, faltó poco para que dejara escapar ya mi leche, pero no. Ella empezó a moverse adelante y atrás sobre mí según el ritmo de la enculada de su pareja. Yo con dificultades trataba de colaborar en la doble jodienda levantando y bajando mi pelvis según ella iba adelante y atrás.


La veía gozar de verdad, sus gemidos eran constantes, mientras que los de su pareja y míos más espaciados. Pero tras un rato embistiendo así, escuchándola jadear en mi oreja, mis gemidos fueron a más, mi respiración más acelerada. Ella se dio cuenta de que me iba a correr, y en lugar de gemir, empezó a decir en mi oído con cada embestida:


- Aguantaaa, aguantaaa, aguaaaaaanta…


Lo que funcionó un rato hasta que, con una enorme embestida, chocando las tetas de ella contra mi cara, su pareja gritó:


- Me corroooooooooooo, te lleno el culo, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.


Noté unas embestidas más, mientras yo también daba mis últimos empujones, hasta que ella grito:


- Siiiiiii, cariño, siiiiiii, noto tu leche mojarme el culo, siiiiiii, me voy a correeeeeer…


Y en ese momento yo grité:


- ¡Aaaaaaaaaaaaaah! Jodeeeeeeeeeer, siiiiiiiiiiiiiiiiii.


Me corría. Soltaba mis chorros de leche notando ya cómo su coño apretaba y aflojaba sobre mi polla mientras se corría ella también. Sus ojos se desorbitaron, sus mejillas pasaron a ser de rojo fuego, y sus piernas temblaron a la vez que ella gritaba:


- Dioooooooooooooooooooooos, yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…


Hasta que se desplomó y cayó rendida sobre mí. Estuvimos un rato así, recuperándonos, volviendo a respirar normalmente. Vi cómo él se echaba atrás, sacando su polla del culo de ella, que tardó un poco en levantarse, sintiendo cómo yo cogía su cara entre mis manos y le besaba las mejillas, para luego comerle una vez más sus labios. Ella me devolvía el beso por supuesto. Tras un poco así, por fin se levantó. Poco a poco se sacó mi polla de dentro hasta que cuando estuvo toda fuera bajó del sofá. Mientras me miraba dijo:


- ¡Todavía la tienes dura! Me encanta eso…


- Sí. – Le contesté. – Es algo que me suele pasar cuando estoy muy caliente, cuando deseo hasta morir a la mujer con la que estoy.


- Ummmmm, sabes cómo hacer que una mujer se sienta especial. – Me respondió ella.


Tras ello se acercó de nuevo a mí. Llevó sus manos a mi polla y sujetando bien fuerte el condón desde arriba con una mano, lo fue sacando desde abajo rápidamente para evitar que mi leche se derramase. Cuando lo sacó del todo mi verga quedó temblando en el aire, mojada por mi propia corrida. Ella la vio brillante y, sin soltar el preservativo cargado, se arrodilló poniéndose a lamérmela toda, desde su base hasta arriba. Abrió su boca y engulló mi capullo, para ponerse a limpiármela bien así. Un poco después sacó la boca y relamiéndose dijo:


- Así, bien limpita y yo disfrutando del sabor de tu leche. Sabe bien, es algo que deberíais probar los dos.


Tras decir eso se volvió hacia su pareja y llevó la base del preservativo a su boca. Pude ver cómo parte de mi corrida se escurría por dentro cayendo en el interior de sus labios. Apretó el condón para que no cayese más, se lo apartó de su boca y le besó a él. El la cogió entre sus brazos mientras la besaba, seguro que sintiendo el sabor de mi semen en su boca.


Ella se separó de él, se giró hacia mí y repitió la operación. Abocó lo que quedaba de mi corrida en el condón estrujando el condón de la punta a la base. Cuando ya lo dejó casi seco, lo apartó de su boca y vino hacia mí. Yo me levanté del sofá y la volví a besar sintiendo el sabor de mi propia leche en su boca. Su lengua se metió entre mis labios, después la mía entre los suyos, hasta que separamos nuestras bocas. Entonces vi cómo ella tragaba lo que le quedaba y después abrió su boca ante mí para que viese que no quedaba nada. La verdad, es que no puedo dejar de decir lo caliente y morbosa que era esa mujer…


Se acercó a la mesa y dejó el preservativo usado sobre su plato, para después ponerse en cuclillas delante de su pareja. Le cogió la polla para ponerse a limpiársela con la lengua y con los labios tal como me acababa de hacer a mí. En ese momento me fijé en que él no la tenía muy dura, no como la mía, por lo que pensé que tal vez mis palabras sobre el deseo hacia ella no habían sido apropiadas, pero bueno, ya estaba dicho y a él no parecía haberle sentado mal. Ella se afanaba en limpiar bien la verga de él, con más empeño que conmigo, y por más tiempo, tanto que empecé a ver cómo se le ponía más dura de nuevo.


Cuando se la dejó bien limpia se levantó y le besó otra vez, compartiendo el sabor de su leche. Al verla de pie otra vez, me fijé en que parte de la corrida de él salía de su culo y caía por sus muslos, por las medias. Ella también la sentía caer, ya que cuando acabó de besarle pasó sus dedos por sus muslos recogiendo parte de la leche de su macho para lamerla y dejar sus dedos limpios. Además, llevó un dedo a su culo y sacó más volviendo a llevarlo a su boca. Entonces se dirigió hacia mí y me besó. En ese momento notaba el sabor de la corrida de él, un sabor diferente al mío, extraño, sobre todo porque al mío yo estaba acostumbrado. Una vez terminó de besarme hizo lo mismo que antes, se tragó toda la leche que le quedaba, mostrándole a él su boca abierta vacía. Y tras ello dijo:


- Ha estado muy bien de momento, pero esto aún o se ha acabado.


- ¡Menos mal! – Contesté yo. – Eres una mujer tremendamente morbosa. Increíblemente caliente y parece que tienes pilas sexuales inagotables…


Ella se rio, mientras el me respondió:


- Sí, bien que lo sé yo. No sabes la suerte que tuve de encontrarla, gracias a ella he probado una cantidad de cosas que para mí parecían fantasías irrealizables. No toda mujer lo acepta así sin más, aunque veas que tiene el coño bien abierto, su mente lo está más.


Al instante respondió ella:


- Casi la misma suerte que tuve yo de encontrarle, pues es muy imaginativo, siempre está con nuevas ideas. Gracias a él, yo he evolucionado mucho.


- Pues habéis sido muy afortunados los dos por encontraros y compartir una vida sexual tan plena. – Añadí yo. – Pero que sepáis que el que más suerte ha tenido hoy soy yo.


Tras decir eso reímos los tres, nos vino bien echar unas risas. Cuando se nos pasaron las ganas de reír, dijo ella:


- Bueno, voy arriba un momento. Cuando baje quiero que vuestras pollas, esas pollas que me pertenecen esta noche, estén bien duras para mí. Así que pajearos, ya vosotros decidís si os lo hacéis uno al otro, o cada uno con su polla.


Tras decir eso se encaminó hacia la escalera y subió al piso de arriba. Él y yo nos miramos. Debió ver una mueca de preocupación en su cara porque me dijo:


- Tranquilo. Cada uno se encarga de su polla. Eso sí tenemos que hacerlo porque ahora no hay que desobedecerla, aunque vamos a utilizar una ayuda.


Yo asentí agradecido. Él abrió un cajón del mueble del salón y sacó un pen drive, que conectó al televisor. Lo encendió y se puso a buscar un vídeo entre los que tenía. Le dio y pude ver que eran ellos dos. Aparecía él que conectaba la cámara y se dirigía hacia la cama, donde lo esperaba ella a cuatro patas. Se subió a la cama y se la metió de golpe, empezando a follársela así.


Nos sentamos los dos en el sofá y empezamos a masturbarnos mirando el vídeo, escuchando los gemidos que salían del televisor. Se me hacía un poco raro verlo a él ahí conmigo, pajeándose a mi lado. Miré y vi que movía su mano frenéticamente sobre su verga, y sí, ya la tenía durísima. Así que yo le imité, me masturbé salvajemente mientras miraba el vídeo, poniéndomela también muy dura.


Estábamos así cuando ella bajó por la escalera. Se había quitado la especie de body que llevaba antes, por lo que estaba desnuda, con excepción de un arnés tipo braga, negro, que se había puesto. Y ese arnés llevaba un pene de plástico negro de buen tamaño. Bajó del todo y se acercó a nosotros, por lo que pude ver que en una mano llevaba un tubo de lubricante y en la otra mano una fusta de sado. Miró hacia el televisor y dijo:


- Veo que estáis disfrutando de lo que veis, pero también veo que me habéis y os estáis pajeando bien. ¡Muy bien! 


Y dirigiéndose a mí, añadió:


- Ahora me toca a mí ser la dominante, y digo ahora, porque hasta esta tarde yo era la sumisa. Y su última orden fue que fuese a la playa con él, buscase un chico que me gustase y lo provocase hasta conseguir que nos masturbásemos los dos. Y contigo lo he conseguido, por lo que desde entonces él pasaba a ser mi sumiso. Lo primero que le pedí fue pasar una buena noche contigo y él aceptó en la playa. Pero ahora me vais a tener que obedecer los dos en más cosas, salvo que queráis que os deje la fusta marcada en vuestro culo o en vuestra polla. Pero lo primero es pajearme como vosotros, y vosotros lo haréis al ritmo que yo marque.


Me gustó el giro que acababan de dar los acontecimientos. Ella dejó la fusta sobre la mesa y abrió el tubo de lubricante, echando una generosa cantidad sobre su pene de plástico. Entonces se puso a esparcirlo por todo el pene, como masturbándose lentamente, por lo que nosotros nos pajeamos de la misma forma. Luego aceleró y nosotros igual, aceleramos el movimiento de nuestras manos sobre nuestras pollas. Por último, ella bajó el ritmo y masturbó su pene lentamente, como hicimos nosotros. Hasta que paró del todo y ordenó:


- ¡Ya está! Ahora quiero que os pongáis a cuatro patas y seáis mis perritos. Caminaréis siguiendo el camino que marque mi fusta. – Y añadió dirigiéndose a su pareja. – Pero antes apaga el televisor, no quiero que se escuchen más gemidos que los que demos aquí ahora.


Él la obedeció y lo apagó con el mando a distancia. Después nos pusimos los dos a cuatro patas en el suelo. Ella cogió la fusta y con ligeros toques tanto en mi culo como en el de su pareja nos fue llevando en paralelo caminando así por el salón. Al llegar delante de una pared nos puso la fusta delante y nos ordenó parar, quedando los dos a cuatro patas de cara a la pared. De reojo vi que fue hacia la mesa y dejó la fusta volviendo a coger el tubo de lubricante. A continuación, se arrodilló detrás de nosotros, más exactamente detrás de él. Giré la cabeza para ver lo que hacía y vi cómo estaba sacando el plug del culo de su pareja. Cuando lo sacó lo dejó en el suelo y se puso lubricante en los dedos, llevándolos a su culo. Imaginé que hizo lo mismo que con la saliva antes, le estaría preparando el culo. Poco después apoyó su pene de plástico en el culo de él y fue empujando. Él gruñía al notar cómo le entraba todo por su ano, hasta que ella paró de empujar. Me miró y me gritó:


- ¿Te gusta mirar? ¿O es que tienes envidia y quieres que te rompa tu culo? ¿Es eso lo que quieres perro?


- No. – Le contesté yo.


- Pues te salvarás de esto. – Me contestó. – Pero haré contigo una prueba. ¡No mires perro!


La obedecí girando la cabeza para mirar de nuevo hacia la pared. Entonces noté como uno de los dedos de ella se ponía a jugar con mi ano. Sentía como hacía giros en la entrada y se metía un poco, volvía a girar para meter un poco más, hasta que me lo metió todo entero. Mi polla tembló ante la penetración.


- ¡Vaya! Veo que te alegras perrito. – Me dijo. – Se te mueve el rabo de la alegría, me gusta eso. 


Sin duda dijo eso refiriéndose a los temblores de mi polla dura. Luego añadió:


- Y por ello te voy a dar un premio. Quiero que me folles mi culo tragón perrito. No hace falta mucha preparación porque lo tengo bien abierto de antes, de la polla de este otro perro. Quiero que con cada embestida tuya yo le rompa el culo a mi perro, así que dame bien fuerte que quiero que sienta que te lo estás follando a él. Así que, ¡levántate, enfúndate la polla y jódeme el culo perro!


Le hice caso. Lo primero que hice fue coger otro preservativo y ponérmelo bien, cogí también el tubo de lubricante y me arrodillé tras ella. Entonces vi bien que el arnés iba todo abierto por la entrepierna, por lo que tenía ofrecidos tanto el ano como el coño de ella desde atrás. Me puse algo de lubricante en los dedos y se lo metí un poco con ellos. Vi que ella giraba la cabeza como pidiéndome prisa, por lo que quité los dedos, apunté mi glande en su culo y despacio le fui metiendo toda mi verga. Ella gemía con cada empujoncito.


Apoye mis manos en sus caderas. Cuando estuvo toda dentro. Se la saqué casi toda despacio, para metérsela más rápido. Volví a sacársela y esta vez noté como a la vez ella se echaba hacia atrás. La embestí con mi polla más fuerte, ella a la vez lo embistió a él y otra vez lo mismo, sacaba mi polla despacio, ella también sacaba su pene del culo de él, y cuando yo embestía fuerte, ella se lo metía a él bien fuerte ayudada por mi empujón. Tan fuerte eran los movimientos que él puso las manos en la pared para evitar que se golpease en ella con la cabeza, momento en que ella le dijo:


- Perro, apoya sólo una mano y pajéate con la otra, quiero que tu polla siga dura en todo momento.


Él la obedeció. Yo seguía a lo mío, reventándole su estrecho culo, donde mi verga estaba recibiendo un enorme placer. Seguía con mi mete saca, ya la sacaba y la metía todo lo rápido y todo lo fuerte que podía. Me eché hacia delante y llevé mis manos a sus tetas, apretándoselas. Estábamos así sin parar, metiendo y sacando, metiendo y sacando, con fuerza… Yo suspiraba dejando escapar algún gemido, ella gemía, señal de que disfrutaba con el sexo anal, y a él lo escuchaba también gruñir y gemir. 


Nuestra jodienda anal seguía, dentro, fuera, dentro, fuera. Yo cada vez embestía más fuerte, por lo que él sentía una penetración más fuerte de ella, como si fuera yo sí. Mis gemidos fueron siendo cada vez más fuertes, por lo que ella me gritó con la voz entrecortada por el placer:


- Sigue, sigue bien fuerte. Quiero que te corras. Lléname el culo con tu leche, quiero sentir los espasmos de tu polla mientras te corres en mi culo. ¡Córrete ya perro!


Escuchar eso mientras penetraba salvajemente su culo estrecho hizo que no aguantase mucho más. Unas embestidas más y grité:


- Siiiiiiii, no puedo más, me corrooooooo… ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaah!


Sentí cómo me volvía a correr dentro del condón, cómo su culo apretaba mi dura polla según mis disparos de leche caliente salían a la vez que ella gemía con mis últimos apretones. Me quedé un poco dentro de ella, hasta que me recuperé un poco. Solté sus pechos y fui sacando mi verga de su culo con cuidado de que no se quedase el condón relleno de mi corrida.


Me levanté. Ella sacó su negro pene del culo de él también y se puso de pie. Se sacó el arnés bajándolo hasta el suelo por sus piernas y allí se quedó. Entonces me dijo:


- Tú ahora simplemente mira y disfruta.


Yo sonreí y me quedé pensando en que ahora mi polla ya estaba dejando de estar dura, era la tercera corrida del día, y el roce de su estrecho culo había sido demasiado placentero como para que no me pidiese un descanso. Me saqué el condón y lo dejé sobre mi plato, para volverme a observar el final.


Ella fue y se apoyó en la pared, de espaldas, diciéndole a su pareja:


- Ven, levántate y fóllame bien fuerte, salvaje, como tú sabes. Empótrame contra la pared perrito que te lo has ganado al dejar que rompiese así tu culo.


Él la obedeció. En un momento se levantó y de pie se la metió de golpe al haber separado ella las piernas. Una vez ensartada ella pasó sus brazos sobre los hombros de su pareja y se anudó un poco con sus piernas a la cintura de él, que le dijo:


- ¡Qué encharcado lo tienes! Se nota que has disfrutado un montón hoy.


- Siiiiiiiii. Así es. – Le contestó ella.


Él empezó bombear salvajemente, con una fuerza brutal. Se escuchaba tanto el chapoteo de su polla en su coño, como el golpeo de las nalgas de ella contra la pared. La estaba empotrando de verdad, era una auténtica bestia. Ella gemía con fuerza, pero él también sin dejar de embestirla, metiendo y sacando su verga dura de ella. Estuvieron así un poco. La polla de él entraba y salía, entraba y salía, cada vez gemían más fuerte, hasta que ella gritó entre jadeos:


- No puedo más. Me voy a correr. Dame así, fuerte, fuerte…


- Siiiiiiiii. – Gritó él. – Toma, toma, toma, ¡no puedo maaaaaaaas!


- ¡Jodeeeeeeeeeeeeeeeer, siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!. – Gritó ella mientras se corría temblando todo su cuerpo y dejando sus ojos en blanco.


- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! – Gritó él al correrse dentro de ella.


Tras correrse ambos, ella se desplomó exhausta sobre él, quien también se derrumbó sobre la pared, con cuidado para no aplastarla. Estuvieron un rato así según fueron recuperando una respiración normal. Entonces ella se soltó de él y le pidió que le limpiase el coño mojado con la lengua. Él por supuesto la obedeció, pues estuvo un rato pegándole buenos lengüetazos hasta que se lo dejó bien limpio.


Después nos sentamos un rato los tres en el sofá. Comentamos todo lo sucedido y lo mucho que nos había gustado a los tres, quedando en que habría que repetirlo. Ya era bastante tarde, y aunque me ofrecieron quedarme en su casa a dormir, rechacé su ofrecimiento diciéndoles que quería aprovechar algo de la mañana, pues tenía cosas que hacer en mi pueblo. Lo entendieron y no insistieron, por lo que me vestí, eso sí, sin ponerme mi tanga mojado con todos los jugos de ella, el que guardé en mi bolsillo ante el regocijo de ella. Nos despedimos entre besos y abrazos, mientras me acompañaban a la puerta exterior de la casa. 


Una vez fuera, caminé hasta mi coche y me fui de camino a casa, pensando en todo lo sucedido. Cuando llegué, me desnudé y me fui a la cama. Me puse el tanga con el aroma de ella sobre la almohada para dormir, y así, oliendo a una mujer tan caliente me dormí cansado de un día duro de sexo duro.

8 comentarios:

  1. Guauuu que sumiso!!! Adoro los hombres dominantes, No los q acceden a mis pedidos!! Sino aquellos q me hacen gozar dominando mi mente y ni cuerpo!!! Hubo mucho d mente morbosa pero me no me calentó. Me parece poco femenino q una mujer penetre a un hombre. Y menos dominar a dos y como lectora y aveces sintiendo el flash bac note al personaje y escritor muy gay. No me excito para nada.

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    1. ¡Hola Susana!
      Lamento que no te haya gustado la historia y que no te haya excitado nada, una pena. De todas formas, tienes unos cuantas historias más en el blog para disfrutar sin que haya sumisión masculina de por medio.
      Por supuesto, cada uno tiene sus gustos, y eso yo nunca lo voy a juzgar. Hay mujeres a las que les gusta ser dominadas como a ti, pero también las hay a las que les gusta dominar. Y lo mismo pasa con los hombres, que también los hay sumisos y dominantes. Es más, también hay personas que cambian de rol, como la pareja que me encontré en la playa, y no hay ningún problema con ello. Jugar con el morbo es lo que tiene...
      Respecto al punto del escritor "muy gay". En primer lugar no sé en qué lugar ves eso, pues en ningún momento hay alguna interacción sexual entre él y yo. Es un trío con bastante morbo y en el cual la sumisión masculina aparece en la última parte de la historia.
      Y en segundo lugar, aunque en la historia deje claro que soy heterosexual, eso no me impide poder disfrutar del sexo abiertamente. Es más, no considero nada mal el hecho de que un hombre pueda ser gay, aunque yo no lo sea. El mundo está lleno de personas de cualquier orientación sexual: hay heterosexuales, bisexuales, gays, lesbianas, transexuales, etc, y tengo buenas amistades de todos los grupos, sin que me importe cuál sea su orientación.
      De nuevo, lamento que no te calentase mi historia.
      ¡Gracias por tu comentario Susana!
      Besos morbosos.
      Eros

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  2. Ufff! a mi me ha calentado y mucho, es una de las fantasías que me gustaría poner en practica el penetrar a un hombre y poder dominar y sentir lo que sienten ellos cuando nos follan aunque sea con una de plástico, y el estar con dos hombres y que me den y darles placer. Vamos que parece que me hayas leído mis pensamientos mas oscuros.Me he tenido que masturbar de lo caliente que me he puesto y esa excitación a durado muchos días. No dejes de escribir que hay mucha gente que espera ansiosa tus relatos. VENUS

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    1. ¡Hola Venus!
      Me alegra que te haya calentado tanto que te hayas tenido que masturbar. Por lo que sé no eres la única mujer que tiene esa fantasía, las hay que las han llevado a cabo y que las disfrutan. ¿Por qué no te atreves a probar?
      No estoy en el cuerpo de una mujer claro, pero desde la perspectiva de un hombre, cuando embistes así por detrás realmente tienes el control tanto de tu placer como el de ella, no sé si cuando lo hace una mujer siente lo mismo, pero quiero pensar que sí.
      No creo haber leído tus pensamientos más oscuros, pero es que los míos también lo son, y claro, la gente que tiene la sangre tan caliente, al final coincide en esos pensamientos llenos de morbo y perversión.
      Me alegra que haya durado tu excitación varios días, eso es que tienes una gran imaginación. Trataré de escribir más regularmente, pero no prometo nada, aunque sabiendo que hay gente que espera ansiosa mis relatos, exageración bienintencionada, tal vez deba tardar más para generar más necesidad, ja, ja, ja.
      ¡Muchas gracias por tu comentario Venus!
      Besos morbosos.
      Eros

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  3. Hola Eros, me gusta mucho esta entrada, me he sentido muy identificada. Y sí, también me gusta mucho el pegging.
    Ese juego de sumisión y dominación es muy excitante para ambos jugadores. Doy fe de ello!
    No sé bien cómo he llegado hasta tu blog pero... ya que estoy aquí voy a echar una ojeada a todos tus rincones sensuales! Saludos

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    1. ¡Hola Pandora!
      Me alegra que te haya gustado esta entrada y que te hayas sentido tan identificada. Reconozco que el pegging tiene un morbo especial, eso de que la mujer sea la que embista y domine la situación...
      Desde mi punto de vista, todo juego que le guste a ambos jugadores hay que probarlo, y sí, es muy excitante ese juego. Si das fe, debes ser una experta, me alegro. Hay que saber disfrutar de la vida.
      Bueno, rincones oscuros como el mío, al final son encontrados por las mentes morbosas, por la gente de sangre caliente, y por suerte es así, je, je. Me hace gracia lo de no saber cómo lo encontraste, pero es lo que tiene Internet, pinchando de aquí para allá al final encuentras algo que te sorprende. Espero que te guste lo que explores por mis rincones sensuales y tenerte por aquí como lectora.
      ¡Muchas gracias por tu comentario Pandora!
      Un saludo.
      Besos morbosos.
      Eros

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  4. Wow eros, no hay relato tuyo que no me excite a pleno, diosss que historia me encantó!!!! Genial trio mucho mejores que los mios, eso si que es gozar de verdad jejjee, me fascina el morbo que creas, ya te digo quemeentran ganas de visitar una playa nudista y ver si me encuentro a alguno de ustedes tres jjeje... Un besote muy muy morboso y sigue escribiendo por favor!!!!

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    1. ¡Hola de nuevo Diosa Enamorada!
      Gracias por tus palabras. Me encanta que te calienten mis historias, para eso las escribo, para excitar a quien me lee y que se caliente hasta el límite.
      A las playas nudistas no suelen ir buscando sexo, pero hay gente que sí, o que desean ser vistos mientras lo hacen con su pareja, cada cual tiene sus gustos... A la playa nudista se va a disfrutar de sentirte libre y desnudo, pues así nacemos, pero luego nos avergüenza nuestra propia desnudez, o las costumbres, o esta sociedad, en fin... Hay que ir, y si se tercia algo morboso, ¿por qué no aprovecharlo? ¡A nadie le amarga un dulce!
      Cuando acudas a la playa puedes buscarnos, pero ahora está complicado que veas a cualquiera de los tres, ya que es invierno por aquí, je, je.
      ¡Muchas gracias por tu comentario!
      Besos morbosos,
      Eros

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