martes, 28 de junio de 2016

Aventuras con mi novia



Noe era como yo llamaba a mi novia Noelia, y digo llamaba porque hace ya bastantes años que pasó a ser exnovia en lugar de novia. Era una de esas relaciones que parecía tener un futuro prometedor, sin embargo, un día me di cuenta de que Noe ya no era la persona de la que me había enamorado, aunque mis amigos desde el principio habían dicho que ella y yo éramos muy distintos, al final tenían razón. Con el tiempo, Noe se transformó en una criatura oscura de la noche, y no me refiero a una vampiresa que extrajese todo mi jugo con su boca no, sino a que empezamos a vivir la noche a diario, saliendo todas las noches de marcha, y lo que es peor, viendo yo como ella se empapaba continuamente en alcohol. Pero eso no era todo, cuando no bebía como una esponja, me fijé en que hacía demasiadas visitas al baño hasta que me confirmó que se metía cocaína.


Yo hasta ahora me he mantenido alejado de esos temas, por lo que, en aquel momento, no me gustó nada. Traté de ayudarla, aunque nunca se dejó. Incluso después de cortar con Noe, mi mano siguió tendida hacia ella, pero no la cogió, es más, se fue perdiendo más y más hasta que desapareció. Nunca supe por qué cambió de esa forma, pero mi intuición me decía que tenía que ver con un antiguo, y de mala vida, ex de Noe, con fácil acceso a todo tipo de drogas. Ella me lo negaba, pero años después supe que ésa fue la razón. De todas formas, mis recuerdos de la vida con Noe son francamente buenos, salvo el final claro. Lo pasamos muy bien entre los dos. Es más, ella fue la que más me abrió los ojos en el plano sexual, pues era una auténtica bomba. Recuerdo cantidad de aventuras con ella, pero sobre todo una de forma especial, que es la que voy a contar.

lunes, 13 de junio de 2016

Congreso de infieles



Cuando Andrés, el jefe de grupo del momento, nos pidió, a mi compañero Tony y a mí, que le acompañásemos a un congreso a exponer el nuevo proyecto en que estábamos trabajando, ambos nos miramos con complicidad. Sabíamos que eso significaba pasar cuatro o cinco días fuera, en un buen hotel, con buena comida y, por supuesto, con buena diversión. Por lo que aceptamos al instante. Estaba claro que tendríamos que trabajarnos una buena presentación, pero había compensación de sobra.

Tony y yo trabajamos duro a la vez que planificamos qué hacer en nuestro tiempo libre. Al final sólo íbamos a estar tres días en Barcelona, donde se celebraba el congreso, pero pensábamos aprovecharlos muy bien. Sin embargo, un par de días antes de irnos Tony se puso enfermo, cogió un virus que lo dejó en cama, por lo que nuestros planes se fastidiaron. Andrés me comunicó que, dado que ningún otro miembro del grupo podría encargarse de la presentación, lo haríamos entre él y yo. También me dijo que, como ya había pagado la habitación doble para Tony y para mí, además de la individual para él, se llevaría a su mujer Silvia. Ellos se quedarían en nuestra doble y yo pasaba a su individual. Pensé que serían tres días de ponencias y poco margen de diversión, pues, aunque ya conocía a Silvia de anteriores reuniones y siempre me había parecido una mujer preciosa, era la mujer del jefe, por lo que cuando Andrés asistiese a reuniones a las que yo no tenía que ir, no iba a llevármela a ella de marcha. Así que eché en mi maleta mi portátil junto a unos libros para quedarme descansando, leyendo, y tal vez escribiendo en la habitación.

jueves, 2 de junio de 2016

La cena de la clase del colegio


Cuando te agregan a un grupo de whatsapp nunca sabes si es para bien o para mal. Yo les tengo mucha manía. La mayor parte de grupos en que me han metido sin avisar han acabado silenciados, si es que no me he salido de ellos tras unos días. No puedo con ellos. Por eso, cuando hace un par de años vi que me habían agregado a un grupo llamado “Cena de clase”, lo miré con escepticismo. Tras mirarlo bien, vi que el grupo era de la clase, pero no de la universidad no, sino de la clase del colegio. ¡Hacía más de veinte años que no había visto a la mayoría de gente que estaba en el grupo! Seguía teniendo contacto con un par de compañeros, pero la vida nos había llevado por caminos muy diferentes, y de los demás apenas sabía nada. Lo pensé bien y sonreí, podría estar bien la cena, me apetecía verlos a todos, por lo que contesté que yo sería uno de los que acudiría a la cena de la clase.

Después de unas semanas concretando, por fin llegó el día de la cena. Antes de cenar nos fuimos saludando todos y contándonos nuestras vidas, buenas vidas salvo excepciones. Me fui fijando en el aspecto de la gente y vi que el paso del tiempo se dejaba notar en los rostros de la mayoría, ya que algunas arrugas adornaban sus rostros, por no hablar de la calvicie de algunos de ellos. Por suerte yo me encontraba entre los mejor conservados, pero claro, como a mí siempre me dicen, yo he pactado con el diablo, aunque la verdad, siempre pienso que es que la gente no se cuida, porque hoy día, a los cuarenta, uno se puede mantener muy bien.