sábado, 7 de julio de 2012

¿Me secas?


Hoy me ha venido a la mente el recuerdo de un viaje que hice para desconectar de todo. El motivo tal vez sea que necesite otro viaje de ese tipo y olvidarme de todo por un tiempo.
Sin pensarlo, miré por internet, encontrando un hotel de esos con encanto a buen precio, así que hice las maletas, las metí en el coche y para allá que me fui.
Nada más llegar me registré, subí a mi habitación, colgué la ropa, me di una ducha y bajé a dar una vuelta por el hotel antes de que se hiciese la hora de la cena. La verdad es que el sitio estaba bastante bien, nada de ruido, amplios salones, una piscina estupenda y un personal que parecía bastante agradable.


Me dispuse a descansar en el salón, y entonces me fijé en una mujer que parecía estar peleándose con su portátil. Me acerqué a ver si necesitaba ayuda. Mosqueada con su ordenador me dijo que lo tiraría a la basura, miré un poco a ver qué le pasaba diciéndole cuál era el problema, hizo lo que le dije y todo se arregló. Ella entre agradecimientos me dijo que necesitaba a alguien como yo cerca puesto que cada dos por tres tenía problemas con el portátil. A lo que yo le dije que iba a estar el fin de semana en el hotel que si tenía algún problema me avisase para lo que le di mi tarjeta con mi número de móvil. Ella me dijo que se llamaba Amanda y también me pasó su móvil, para un instante después desaparecer con una sonrisa.
Mientras se iba yo la observaba alejarse, era una mujer mayor que yo pero se la veía estupenda, unas piernas bien torneadas hasta donde su pequeña falda dejaba ver, y un movimiento de caderas que me hechizaba… La aparté de mi mente, me fui a cenar, y luego volví a mi habitación.
Me puse a ver la tele, pero nada valía la pena. Además no me podía quitar de mi mente a esa mujer, esas piernas tan bonitas, ese movimiento, su sonrisa, su mirada agradecida, y por qué no decirlo, un escote que se adivinaba generoso. Así que tras meditarlo un poco me decidí a enviarle un sms a ver si le apetecía salir a dar una vuelta…
Le escribí: ¡Hola Amanda! ¿Algún problema nuevo con el portátil? 
Tras unos segundos que se me hicieron eternos me contestó: No, pero gracias. Ahora estoy de relax, dándome un baño nocturno en la piscina.


Entonces, ¿ya no vas a necesitar mi ayuda hoy? ¡Qué pena!, le contesté.
Tras un instante recibí: No voy a tardar en salir. Me secaré y tal vez encienda el portátil…
Bueno, yo no sólo sé de ordenadores, también se me da bien secar cosas delicadas. Si quieres te seco yo. Le dije.
Estaría bien, así no haría falta que estirara mis brazos para secarme entera… Me contestó Amanda.
A lo que yo ya lanzado le dije: ¿Y prefieres que me baje una toalla para hacerlo o te seco con mi lengua?
¿Se te da bien secar a una mujer con la lengua?, me preguntó.
, le dije. Mi lengua no se cansaría de recorrer toda tu piel para dejarla bien seca, sin olvidar ningún rincón…
Entonces me secarás bien con la lengua pues voy a llegar a mi cuarto bastante mojada. Habitación 203, dame 10 minutos y ven, me contestó.
Sorprendido por el desarrollo de los acontecimientos, me vestí, mis mejores vaqueros con una camisa negra que me queda muy bien, y esperé esos 10 minutos que se me hicieron eternos. La verdad es que Amanda me había gustado, pero no esperaba acabar así tan fácilmente, al menos esas cosas no me ocurrían a mí normalmente.
Me dirigí a su puerta, y toqué. En un instante me abrió, y allí estaba ella. La verdad es que estaba muy seductora, y era más bella de lo que yo recordaba. Llevaba el pelo algo húmedo y suelto, formando unos suaves rizos que caían sobre sus hombros desnudos. Sus ojos verdes me encantaban, muy expresivos, mostrando su deseo por mí, el mismo que debían estar enseñándole los míos. Sobre su cuerpo llevaba enrollada una toalla blanca con las iniciales del hotel, que iba desde un poco más arriba de su pecho hasta mediados sus muslos, de piel morena, como el resto de sus estupendas piernas que observé con detenimiento hasta terminar en sus pies. Realmente era una imagen seductora, al menos yo estaba más que seducido y con ganas de disfrutar de ese delicado bombón.

Así que volví a centrar mi mirada en sus ojos, y acerqué mi cara a la suya, notando como el tiempo pasaba más despacio mientras mis labios se acercaban a los suyos para besarlos. Los volví a besar pues esperaban más. Mi lengua acariciaba sus labios hasta que fue recibida por la suya, para juguetear ambas lenguas primero en su boca, luego en la mía. Tras un tiempo, Amanda se separó de mí, me miró y me dijo:
Parece que en verdad sabes usar la lengua, eso me gusta… No estaba segura de si los jóvenes de hoy día la sabían usar. Pero bueno, has venido a secarme, ¿no? Y tras decir esto, soltó su toalla que cayó al suelo dejando para mí la visión de su cuerpo desnudo, diciéndome: ¿Me secas? Ya ves que mi cuerpo sigue mojado…

La miré cada vez con más deseo de arriba abajo. Era guapa, tenía unos labios exquisitos como ya sabía, pero ahora la tenía desnuda frente a mí. Podía ver sus pechos, como adiviné grandes, pero no en exceso, francamente bien para una mujer de 38 años, diez más de los 28 que yo tenía entonces. También me fijé en su vientre plano, en su pequeña cintura, y sus caderas provocativas. Bajé más mi mirada y encontré su entrepierna, sin vello totalmente depilada. Ella al ver que la miraba así, se dio la vuelta para que viese también su trasero, no llamativo, pero sí un poquito respingón, estaba estupenda, me gustaba, la deseaba, como ya hacía notar el bulto que se había formado en mis vaqueros. Terminó de dar su vuelta, y me repitió: ¿Me secas o no?
Y a eso fui. La abracé desnuda como estaba. Volví a saborear sus labios y su lengua, para lanzarme a secarla. Besé su frente, su sien, su mejilla, dando también algún lametón. Me fui hacia atrás y lamí su pequeña oreja, su lóbulo, al que di algún mordisquito.
Empecé a acariciar sus muslos, duros y suaves, mientras mis labios bajaban por su cuello. Le daba besos, entre lametón y lametón, además de vez en cuando algún mordisquito estirando su piel. Otro lametón, otro mordisquito, y escuché un gemido al lado de mi oído que ya empezaba a lamerme ella también.

Sus manos recorrían mi espalda, después pasaron delante para ir desabrochando mi camisa botón a botón. Una vez desabrochada, la echó para atrás y yo ayudé para que cayese al suelo. Se puso con mi correa, la soltó, y de un tirón desabrochó todos los botones de mi pantalón. De otro tirón, me lo bajó, mientras miraba la tienda de campaña que había quedado en el bóxer que yo llevaba. 
Me quité el pantalón. Me volví a acercar a ella y la eché con cuidado sobre la cama, para echarme yo sobre ella. Seguí donde me había quedado, di un mordisco más en su cuello, y empecé a bajar mi lengua por su piel, hasta que llegué a uno de sus pechos. Mi lengua lo subió como si fuese una colina, hasta llegar a la cima, su pezoncito que ya estaba duro. Lo mordisqueé con mis labios, volviendo a lamerlo para seguir hacia la otra colina, que subí con mi lengua para dar un suave mordisco con mis dientes a su otro pezón. 
Amanda volvió a gemir. Seguí con el juego de mi boca en sus pechos. En el que no estaba mi lengua se hallaba mi mano, lo apretaba, lo acariciaba. Me gustaba hacer eso, tenía unos pechos del tamaño de mi mano, que me encantaba apretar. Pero ella tampoco era manca. Su mano jugaba por encima de la tela de mi bóxer, hasta que decidió colarse dentro. Empezó a acariciar mi miembro, que reaccionaba a sus caricias poniéndose cada vez más duro. Yo para ayudarla decidí quitarme el bóxer, quedando los dos desnudos y llenos de deseo…
Me arqueé sobre ella. Me gustaba lo que me hacía su mano en la entrepierna y no quería que se escapase, pero también quería seguir secándola. Así que descendí de sus pechos, pasé mi lengua por su vientre, rodeé su ombligo, y lo besé. Seguí mi descenso, hasta llegar a la altura de su entrepierna, que ya notaba palpitante.
Entonces me levanté llevando mis labios a su pierna derecha, lamí su pantorrilla mientras subía, llegué a su muslo y lo lamí entero, hasta llegar de nuevo a su entrepierna. De nuevo me separé, y fui a la otra pierna, para subir lamiéndola entera, hasta llegar de nuevo a la entrada de su cueva. Miré a Amanda, sus ojos me decían, ¿por qué no sigues? Eso hice claro. Llevé mi mano, y lo acaricié, estaba caliente y mojadito. Se notaba que estaba cachonda por mi culpa, como yo por la suya. Pasé la punta de mi dedo de arriba abajo mientras ella se estremeció. 
Ella seguía acariciando mi miembro, que ya estaba bien duro. Empezó a subir y bajar su mano por él, masturbándome, apretándomelo. De vez en cuando jugaba con los dedos con la punta de mi capullo y lo que empezaba a salir de él.
Yo por mi parte llevé mi boca a su entrepierna. Lamí de abajo a arriba su rajita deseosa, tan mojada... Ella gemía al tocarla, y eso me encendía. Bajé con mi lengua para volver a subir, hasta llegar a su botoncito, que se ofrecía para ser tocado. Le di un mordisquito, nuevo gemido de Amanda y apretón a mi miembro. Llevé mis manos a la entrada de su cueva y separé sus labios. Allí apoyé mi lengua y empujé metiéndola un poco, penetrándola con ella, para sacarla y meterla unas cuantas veces…

De vez en cuando daba un mordisquito a su clítoris. Le daba algún lametón. Al final la penetré con un dedo que entró fácilmente por lo mojada que se encontraba, luego dos dedos, los sacaba volvía a lamerla, un nuevo mordisco… Así estuve un rato, hasta que me dijo:
¡Fóllame! ¡Quiero sentirte dentro de mí!
Y eso hice. La verdad es que lo tenía bien duro por el tratamiento de su mano que había estado recibiendo y por el deseo que sentía por Amanda. La puse en la entrada de su cueva, y empujé, despacio, entraba sin problemas. Empujé más, llegué hasta el fondo y ella gimió de nuevo. Despacio nuevamente la saqué y volví a meterla, para volverla a sacar. Empecé a acelerar mis embestidas, cada vez más rápido, cada vez más fuerte, cada vez más dentro… A ella la notaba más y más cachonda, pero yo seguía con mi mete-saca, una y otra vez, sin parar, acelerando hasta parar y tumbarme yo en la cama.
Ella lo entendió. En un instante estaba sobre mí con un pie a cada lado. Descendía sobre mí, mientras su mano guiaba mi pene a la entrada de su cueva. En esa posición podía ver perfectamente su entrepierna, sus labios abiertos, rosados, y su agujero mojado, como ya lo estaba mi capullo. Se lo introdujo, y empezó a moverse sobre mí mientras yo apretaba sus nalgas…

Ella subía y bajaba sobre mí. Su respiración se entrecortaba entre jadeos, y yo la ayudaba empujando cada vez que ella bajaba. Era muy excitante verla subir y bajar, así como ver sus pechos bailar delante de mí… Yo la apretaba sobre mí cada vez que bajaba como si quisiera atravesarla, ella gemía cada vez más fuerte, hasta que se escuchó:
¡Me voy a correr! Sigue, sigue, sigue…¡Aaaaaaaah! ¡Dios! Mmmmmmmmmmmm…
Mientras me miraba mordiéndose el labio inferior, yo seguía bombeando, sabía que no me faltaba mucho para acabar, por ello cada vez la empujaba con más fuerza. Ella colaboraba subiendo y bajando una y otra vez, con ese contoneo de sus pechos…
¡Ummmmm! Me falta poco, dije.
A lo que Amanda respondió: Para, que la quiero sobre mis pechos, quiero notar ahí su calor…
Acto seguido se quitó de encima de mí y se arrodilló al lado. Llevó sus manos a mi pene duro y palpitante... Empezó a masturbarme. Acercó sus pechos y me acarició con ellos. Luegó acercó su boca. Me lamió todo el tronco, el capullo, hasta metérselo en la boca, succionando con fuerza. Su boca y sus manos subían y bajaban por mi erecto pene, hasta que tras unas pocas veces le dije:
¡Ya me viene!
Amanda se apartó y puso sus pechos delante de mí, mientras me masturbaba con fuerza, con velocidad…
¡Aaaaaaaaaaaaah! Yaaaaa, sííííííiíííiííí, ummmmmmmmmm, ¡aaaaaaaaaah!
Mi leche caliente y espesa empezó a saltar hasta caer por su cuello, sus pechos, en varios chorretones que se deslizaban por su piel…

Ella se restregó mi leche por sus pechos. Se llevó un dedo a la boca, lo lamió con mi leche en él y dijo:
Ummmmm, ¡qué rico!
Luego acarició con sus pechos mi pene, suavemente, aún recuerdo su tacto.
Así nos echamos juntos en la cama, hablamos hasta quedarnos dormidos. Tras el buen descanso estuvimos dispuestos para repetir esos momentos de pasión con los que tanto disfrutamos Amanda y yo ese fin de semana de mi desconexión. Reconozco que para nada pensé en mis problemas… Pero esos nuevos momentos son parte de otras historias que no toca contar ahora, tal vez en el futuro.
Lo que sí voy a decir es que a Amanda y a mí la vida nos llevó por caminos diferentes, aunque ambos recordamos con agrado aquellos momentos. De hecho, cada cierto tiempo todavía recibo un sms a mi móvil que dice: ¿Me secas? Al que yo contesto, mientras la sangre va a mi entrepierna: ¿Con la toalla o con la lengua?
Espero que os haya gustado tanto como a mí recordar todo esto, y que me lo hagáis llegar en forma de comentarios.

4 comentarios:

  1. excitada, mojada, deseando que me sequen, ¿te parece buena sensacion?

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  2. Me ha gustado, excitado y ha echo meterme en el papel de la protagonista. Sigue escribiendo Eros.

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  3. Gracias por leerme anónima. Me alegra haber provocado eso. Pues ya sabes, haz que te sequen...
    Eros

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  4. Gracias por leerme fantasia. La excitación debería estar siempre en nuestras vidas. Si mis palabras hicieron eso ya me doy por satisfecho.
    Eros

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