Hoy me ha venido a la
mente el recuerdo de un viaje que hice para desconectar de todo. El motivo tal
vez sea que necesite otro viaje de ese tipo y olvidarme de todo por un tiempo.
Sin pensarlo, miré por
internet, encontrando un hotel de esos con encanto a buen precio, así que hice
las maletas, las metí en el coche y para allá que me fui.
Nada más llegar me
registré, subí a mi habitación, colgué la ropa, me di una ducha y bajé a dar
una vuelta por el hotel antes de que se hiciese la hora de la cena. La verdad
es que el sitio estaba bastante bien, nada de ruido, amplios salones, una
piscina estupenda y un personal que parecía bastante agradable.
Me dispuse a descansar
en el salón, y entonces me fijé en una mujer que parecía estar peleándose con
su portátil. Me acerqué a ver si necesitaba ayuda. Mosqueada con su ordenador
me dijo que lo tiraría a la basura, miré un poco a ver qué le pasaba diciéndole
cuál era el problema, hizo lo que le dije y todo se arregló. Ella entre
agradecimientos me dijo que necesitaba a alguien como yo cerca puesto que cada
dos por tres tenía problemas con el portátil. A lo que yo le dije que
iba a estar el fin de semana en el hotel que si tenía algún problema me avisase
para lo que le di mi tarjeta con mi número de móvil. Ella me dijo que se
llamaba Amanda y también me pasó su móvil, para un instante después desaparecer
con una sonrisa.
Mientras se iba yo la
observaba alejarse, era una mujer mayor que yo pero se la veía estupenda, unas
piernas bien torneadas hasta donde su pequeña falda dejaba ver, y un movimiento
de caderas que me hechizaba… La aparté de mi mente, me fui a cenar, y luego
volví a mi habitación.
Me puse a ver la tele,
pero nada valía la pena. Además no me podía quitar de mi mente a esa mujer,
esas piernas tan bonitas, ese movimiento, su sonrisa, su mirada agradecida, y
por qué no decirlo, un escote que se adivinaba generoso. Así que tras meditarlo
un poco me decidí a enviarle un sms a ver si le apetecía salir a dar una vuelta…
Le escribí: ¡Hola
Amanda! ¿Algún problema nuevo con el portátil?
Tras unos segundos que
se me hicieron eternos me contestó: No, pero gracias. Ahora estoy de relax, dándome
un baño nocturno en la piscina.
Entonces, ¿ya no vas a
necesitar mi ayuda hoy? ¡Qué pena!, le contesté.
Tras un instante
recibí: No voy a tardar en salir. Me secaré y tal vez encienda el portátil…
Bueno, yo no sólo sé de
ordenadores, también se me da bien secar cosas delicadas. Si quieres te seco
yo. Le dije.
Estaría bien, así no
haría falta que estirara mis brazos para secarme entera… Me contestó Amanda.
A lo que yo ya lanzado
le dije: ¿Y prefieres que me baje una toalla para hacerlo o te seco con mi
lengua?
¿Se te da bien secar a
una mujer con la lengua?, me preguntó.
Sí, le dije. Mi lengua
no se cansaría de recorrer toda tu piel para dejarla bien seca, sin olvidar
ningún rincón…
Entonces me
secarás bien con la lengua pues voy a llegar a mi cuarto bastante mojada.
Habitación 203, dame 10 minutos y ven, me contestó.
Sorprendido por el desarrollo
de los acontecimientos, me vestí, mis mejores vaqueros con una camisa negra que
me queda muy bien, y esperé esos 10 minutos que se me hicieron eternos. La
verdad es que Amanda me había gustado, pero no esperaba acabar así tan
fácilmente, al menos esas cosas no me ocurrían a mí normalmente.
Me dirigí a su puerta,
y toqué. En un instante me abrió, y allí estaba ella. La verdad es que estaba
muy seductora, y era más bella de lo que yo recordaba. Llevaba el pelo algo húmedo
y suelto, formando unos suaves rizos que caían sobre sus hombros desnudos. Sus ojos
verdes me encantaban, muy expresivos, mostrando su deseo por mí, el mismo que
debían estar enseñándole los míos. Sobre su cuerpo llevaba enrollada una toalla
blanca con las iniciales del hotel, que iba desde un poco más arriba de su
pecho hasta mediados sus muslos, de piel morena, como el resto de sus
estupendas piernas que observé con detenimiento hasta terminar en sus pies.
Realmente era una imagen seductora, al menos yo estaba más que seducido y con ganas de
disfrutar de ese delicado bombón.
Así que volví a centrar
mi mirada en sus ojos, y acerqué mi cara a la suya, notando como el tiempo
pasaba más despacio mientras mis labios se acercaban a los suyos para besarlos. Los volví a besar pues esperaban más. Mi lengua acariciaba sus labios hasta
que fue recibida por la suya, para juguetear ambas lenguas primero en su boca,
luego en la mía. Tras un tiempo, Amanda se separó de mí, me miró y me dijo:
Parece que en verdad
sabes usar la lengua, eso me gusta… No estaba segura de si los jóvenes de hoy
día la sabían usar. Pero bueno, has venido a secarme, ¿no? Y tras decir esto,
soltó su toalla que cayó al suelo dejando para mí la visión de su cuerpo
desnudo, diciéndome: ¿Me secas? Ya ves que mi cuerpo sigue mojado…
La miré cada vez con
más deseo de arriba abajo. Era guapa, tenía unos labios exquisitos como ya
sabía, pero ahora la tenía desnuda frente a mí. Podía ver sus pechos, como
adiviné grandes, pero no en exceso, francamente bien para una mujer de 38
años, diez más de los 28 que yo tenía entonces. También me fijé en su vientre
plano, en su pequeña cintura, y sus caderas provocativas. Bajé más mi mirada y
encontré su entrepierna, sin vello totalmente depilada. Ella al ver que la miraba
así, se dio la vuelta para que viese también su trasero, no llamativo, pero sí
un poquito respingón, estaba estupenda, me gustaba, la deseaba, como ya hacía
notar el bulto que se había formado en mis vaqueros. Terminó de dar su vuelta, y
me repitió: ¿Me secas o no?
Y a eso fui. La abracé
desnuda como estaba. Volví a saborear sus labios y su lengua, para lanzarme a
secarla. Besé su frente, su sien, su mejilla, dando también algún lametón. Me fui
hacia atrás y lamí su pequeña oreja, su lóbulo, al que di algún mordisquito.
Empecé a acariciar sus
muslos, duros y suaves, mientras mis labios bajaban por su cuello. Le daba
besos, entre lametón y lametón, además de vez en cuando algún mordisquito estirando
su piel. Otro lametón, otro mordisquito, y escuché un gemido al lado de mi oído
que ya empezaba a lamerme ella también.
Sus manos recorrían mi
espalda, después pasaron delante para ir desabrochando mi camisa botón a botón. Una
vez desabrochada, la echó para atrás y yo ayudé para que cayese al suelo. Se
puso con mi correa, la soltó, y de un tirón desabrochó todos los botones de mi
pantalón. De otro tirón, me lo bajó, mientras miraba la tienda de campaña que
había quedado en el bóxer que yo llevaba.
Me quité el pantalón.
Me volví a acercar a ella y la eché con cuidado sobre la cama, para echarme yo
sobre ella. Seguí donde me había quedado, di un mordisco más en su cuello, y
empecé a bajar mi lengua por su piel, hasta que llegué a uno de sus pechos. Mi
lengua lo subió como si fuese una colina, hasta llegar a la cima, su pezoncito
que ya estaba duro. Lo mordisqueé con mis labios, volviendo a lamerlo para seguir
hacia la otra colina, que subí con mi lengua para dar un suave mordisco con mis
dientes a su otro pezón.
Amanda volvió a gemir.
Seguí con el juego de mi boca en sus pechos. En el que no estaba mi lengua se
hallaba mi mano, lo apretaba, lo acariciaba. Me gustaba hacer eso, tenía unos
pechos del tamaño de mi mano, que me encantaba apretar. Pero ella tampoco era
manca. Su mano jugaba por encima de la tela de mi bóxer, hasta que
decidió colarse dentro. Empezó a acariciar mi miembro, que reaccionaba a sus
caricias poniéndose cada vez más duro. Yo para ayudarla decidí quitarme el
bóxer, quedando los dos desnudos y llenos de deseo…
Me arqueé sobre ella. Me gustaba lo que me hacía su mano en la entrepierna y no quería que se
escapase, pero también quería seguir secándola. Así que descendí de sus pechos, pasé mi lengua por su vientre, rodeé su ombligo, y lo besé. Seguí mi
descenso, hasta llegar a la altura de su entrepierna, que ya notaba palpitante.
Entonces me levanté llevando mis labios a su pierna derecha, lamí su pantorrilla mientras subía,
llegué a su muslo y lo lamí entero, hasta llegar de nuevo a su entrepierna. De nuevo
me separé, y fui a la otra pierna, para subir lamiéndola entera, hasta llegar
de nuevo a la entrada de su cueva. Miré a Amanda, sus ojos me decían, ¿por qué no
sigues? Eso hice claro. Llevé mi mano, y lo acaricié, estaba caliente y
mojadito. Se notaba que estaba cachonda por mi culpa, como yo por la suya. Pasé
la punta de mi dedo de arriba abajo mientras ella se estremeció.
Ella seguía acariciando
mi miembro, que ya estaba bien duro. Empezó a subir y bajar su mano por él, masturbándome,
apretándomelo. De vez en cuando jugaba con los dedos con la punta de mi
capullo y lo que empezaba a salir de él.
Yo por mi parte llevé
mi boca a su entrepierna. Lamí de abajo a arriba su rajita deseosa, tan
mojada... Ella gemía al tocarla, y eso me encendía. Bajé con mi lengua para volver a
subir, hasta llegar a su botoncito, que se ofrecía para ser tocado. Le di un
mordisquito, nuevo gemido de Amanda y apretón a mi miembro. Llevé mis manos a
la entrada de su cueva y separé sus labios. Allí apoyé mi lengua y empujé metiéndola
un poco, penetrándola con ella, para sacarla y meterla unas cuantas veces…
De vez en
cuando daba un mordisquito a su clítoris. Le daba algún lametón. Al final la penetré con un dedo
que entró fácilmente por lo mojada que se encontraba, luego dos dedos, los
sacaba volvía a lamerla, un nuevo mordisco… Así estuve un rato, hasta que me
dijo:
¡Fóllame! ¡Quiero
sentirte dentro de mí!
Y eso hice. La verdad
es que lo tenía bien duro por el tratamiento de su mano que había estado
recibiendo y por el deseo que sentía por Amanda. La puse en la entrada de su
cueva, y empujé, despacio, entraba sin problemas. Empujé más, llegué hasta el
fondo y ella gimió de nuevo. Despacio nuevamente la saqué y volví a meterla,
para volverla a sacar. Empecé a acelerar mis embestidas, cada vez más rápido,
cada vez más fuerte, cada vez más dentro… A ella la notaba más y más cachonda,
pero yo seguía con mi mete-saca, una y otra vez, sin parar, acelerando hasta parar y tumbarme yo en la cama.
Ella lo entendió. En
un instante estaba sobre mí con un pie a cada lado. Descendía sobre
mí, mientras su mano guiaba mi pene a la entrada de su cueva. En esa posición
podía ver perfectamente su entrepierna, sus labios abiertos, rosados, y su
agujero mojado, como ya lo estaba mi capullo. Se lo introdujo, y empezó a
moverse sobre mí mientras yo apretaba sus nalgas…
Ella subía y bajaba
sobre mí. Su respiración se entrecortaba entre jadeos, y yo la ayudaba
empujando cada vez que ella bajaba. Era muy excitante verla subir y bajar, así como ver
sus pechos bailar delante de mí… Yo la apretaba sobre mí cada vez que bajaba
como si quisiera atravesarla, ella gemía cada vez más fuerte, hasta que se
escuchó:
¡Me voy a correr!
Sigue, sigue, sigue…¡Aaaaaaaah! ¡Dios! Mmmmmmmmmmmm…
Mientras me miraba
mordiéndose el labio inferior, yo seguía bombeando, sabía que no me faltaba
mucho para acabar, por ello cada vez la empujaba con más fuerza. Ella
colaboraba subiendo y bajando una y otra vez, con ese contoneo de sus pechos…
¡Ummmmm! Me falta poco,
dije.
A lo que Amanda
respondió: Para, que la quiero sobre mis pechos, quiero notar ahí su calor…
Acto seguido se quitó
de encima de mí y se arrodilló al lado. Llevó sus manos a mi pene duro y
palpitante... Empezó a masturbarme. Acercó sus pechos y me acarició con ellos. Luegó acercó su boca. Me lamió todo el tronco, el capullo, hasta metérselo en la
boca, succionando con fuerza. Su boca y sus manos subían y bajaban por mi
erecto pene, hasta que tras unas pocas veces le dije:
¡Ya me viene!
Amanda se apartó y puso
sus pechos delante de mí, mientras me masturbaba con fuerza, con velocidad…
¡Aaaaaaaaaaaaah!
Yaaaaa, sííííííiíííiííí, ummmmmmmmmm, ¡aaaaaaaaaah!
Mi leche caliente y
espesa empezó a saltar hasta caer por su cuello, sus pechos, en varios
chorretones que se deslizaban por su piel…
Ella se restregó mi
leche por sus pechos. Se llevó un dedo a la boca, lo lamió con mi leche en él
y dijo:
Ummmmm, ¡qué rico!
Luego acarició con sus
pechos mi pene, suavemente, aún recuerdo su tacto.
Así nos echamos
juntos en la cama, hablamos hasta quedarnos dormidos. Tras el buen descanso
estuvimos dispuestos para repetir esos momentos de pasión con los que tanto
disfrutamos Amanda y yo ese fin de semana de mi desconexión. Reconozco que para
nada pensé en mis problemas… Pero esos nuevos momentos son parte de otras
historias que no toca contar ahora, tal vez en el futuro.
Lo que sí voy a decir
es que a Amanda y a mí la vida nos llevó por caminos diferentes, aunque ambos
recordamos con agrado aquellos momentos. De hecho, cada cierto tiempo todavía
recibo un sms a mi móvil que dice: ¿Me secas? Al que yo contesto, mientras la
sangre va a mi entrepierna: ¿Con la toalla o con la lengua?
Espero que os haya
gustado tanto como a mí recordar todo esto, y que me lo hagáis llegar en forma
de comentarios.
excitada, mojada, deseando que me sequen, ¿te parece buena sensacion?
ResponderEliminarMe ha gustado, excitado y ha echo meterme en el papel de la protagonista. Sigue escribiendo Eros.
ResponderEliminarGracias por leerme anónima. Me alegra haber provocado eso. Pues ya sabes, haz que te sequen...
ResponderEliminarEros
Gracias por leerme fantasia. La excitación debería estar siempre en nuestras vidas. Si mis palabras hicieron eso ya me doy por satisfecho.
ResponderEliminarEros