martes, 5 de abril de 2016

Un lavado automático (La deuda de boda 1)



Hace algún tiempo recibí una inesperada propuesta de mi compañera de trabajo Mamen. Quienes siguen las historias que cuento en mi blog, posiblemente recordarán que ella es la compañera con la que me lie en una cena de trabajo. Desde entonces tenemos una buena relación de amistad y hemos compartido buenas veladas de sexo, además de aquella tan intensa que ya conté aquí. Supongo que por ello hay compañeros que nos toman por una pareja, pero en verdad no es así, tan sólo somos buenos amigos que mantienen una relación basada en el sexo, pero con libertad para practicar sexo con quienes queramos, es lo que hay quienes llaman follamigos.


Bien, volviendo al tema, la propuesta que me hizo Mamen fue la siguiente: me pidió que la acompañase a la boda de una prima suya que tendría lugar dos semanas después, y que lo hiciese como su pareja. Cuando me lo dijo yo me quedé perplejo, por lo que ella, riéndose, me aclaró que no quería formalizar la relación conmigo, pero que toda su familia, con excepción de su madre, la consideraba la oveja negra negrísima, y en esa boda quería demostrar que no lo era, que todo le iba muy bien, y que era la mujer más feliz del mundo conmigo. Es más, me dijo que tenía previsto ser de lo que más se hablase en la boda, llamar la atención tanto que la estrella fuese ella y no la estúpida de su prima. 

viernes, 1 de abril de 2016

Abrasado por el fuego mexicano



En la entrada anterior empecé a contar la historia de mis calientes vacaciones por México, de cómo mi idea inicial de disfrutar una vez más de mi amiga con derecho a roce Nuria se frustró rápidamente y de cómo tras dedicarme únicamente a hacer turismo por el país, al final de mi estancia tuve la agradable sorpresa de conocer a Desirée, con quien disfruté de una gran mañana de sexo inesperado.

Tras ello comí con mi amiga Nuria, y por la tarde nos fuimos a hacer turismo por la capital. Visitamos el Coyoacan, el Castillo de Chapultepec y algunos museos, para luego perdernos por el centro histórico hasta la hora de cenar. Por supuesto visitamos también algunos bares para seguir saboreando unos buenos tequilas.

Yo, como siempre, cada cierto tiempo le lanzaba algún comentario subido de tono a Nuria, que ella me devolvía todavía más subido, pero claro como todo el viaje, sin ninguna esperanza de tener nada con ella al saberla prometida. Pero además, ahora Nuria ya no era mi obsesión, pues a pesar de haberme enseñado su precioso culo esa misma mañana, el cuerpo que me absorbía la mente era el de Desirée: sus ojos, sus labios, sus manos, sus piernas, su culo respingón, sus pechos con pezones de chocolate, y cómo no, su coño tan acogedor. No podía dejar de pensar en ella.