Ésta es la continuación a un relato que dejé interrumpido hace ya tiempo y que esperaba su final. La primera parte se puede leer aquí. Y sin más ahí va el desenlace.
Fueron pasando días en
que iba, la veía y me excitaba. Llegamos a un punto en que nos acariciábamos
disimuladamente por encima de la tela. Yo acariciaba mi polla cuando ella
miraba, y ella sus pechos con algún roce a su entrepierna al mirar yo. Todo
ello lo hacíamos sin que nadie más de la playa se pudiese percatar, y por
supuesto en ausencia de su marido. Cuando él llegaba, lo único que podíamos
hacer era dedicarnos alguna mirada clandestina, y poco después yo me iba para
no hacer nada peligroso.