viernes, 30 de septiembre de 2016

Diversión sobre dos ruedas

Cada cierto tiempo me gusta hacer un pequeño viaje para mí mismo, sin compañía, con la intención de descansar de todo. Me gusta perderme por la naturaleza, buscar rutas, caminar y correr por la montaña, siempre que me sea posible. Por ello, tras una temporada lesionado y con muchas ganas de recuperar el tiempo perdido, me busqué una pequeña casa rural por el norte de España para las pasadas vacaciones. Eso sí, previamente ya había hecho rutas por mi zona para prepararme un poco antes de irme al norte, no soy tan inconsciente de ir sin preparación. Una vez allí, tenía previsto hacer unas cuantas rutas, eso sí, sin forzar la máquina, primero andando y si los últimos días me encontraba con fuerzas, pues corriendo.

Cuando me establecí en la casa, dejé aparcado el coche en el garaje, sin intención alguna de tocarlo durante la semana que iba a permanecer allí. Esa misma tarde ya salí a hacer unos cuantos kilómetros. Cuando regresé, tras una buena ducha, me puse a preparar una ruta para el día siguiente, unos cuarenta kilómetros, con algunos picos y rodeado de verde. Era un buen plan y tenía muchas ganas de probarme con una ruta de cierto nivel, por lo que me dormí plácidamente pensando en ello.

Tras despertarme pronto al día siguiente, me di una ducha refrescante, me tomé un buen desayuno y me vestí. Me puse un pantalón de deporte negro junto a una camiseta transpirable verde fosforito, por supuesto también calcetines y zapatillas, no me iba a pegar semejante tute descalzo claro. Después lo preparé todo en la mochila: agua, comida, cortavientos, chubasquero, batería externa, todo lo que dejé listo por la noche. Cuando estuve preparado, activé la ruta en mi móvil y salí caminando, tranquilamente, pues la distancia era larga. A la hora de parar a comer ya llevaba más de la mitad del recorrido. Pero luego la cosa se complicó, sobre todo cuando me topé con una senda cortada que no pude franquear de ninguna manera, por lo que me dispuse a dar un rodeo.