En la primera parte de
esta historia dejé a Mistress Gladyx fusta en mano y con un consolador en la otra
mano. Tenía la intención de penetrar con él por primera vez mi culo. Su idea
era colgar en él un rabo para que yo al pasear con él puesto pareciese un
auténtico perro de verdad. Me había preguntado si me gustaba la idea de tener
ese consolador en mi culo. Y yo me había quedado pensativo, con los miedos
lógicos a la primera vez, antes de responderle. Es aquí donde retomo la
historia repasando lo que le había ocurrido a mi ano previamente.
A parte de alguna
exploración anal que me habían tenido que realizar los médicos, y alguna mujer,
que con algo de curiosidad, había metido un dedo en mi ano mientras me pajeaba,
no había tenido nada similar en el interior de mi culo. Es cierto que el
consolador era más bien fino, salvo en su punta, pero no me gustaba la idea.
Por lo que por fin le contesté: