domingo, 19 de enero de 2020

El arte de la infidelidad


En la primera parte de esta historia, sin comerlo ni beberlo, aunque con plena colaboración por mi parte, exploré con Marta, la mujer de mi antiguo amigo Josan, las diferentes formas de masturbación que se nos ocurrieron. Pero eso sí, sin follar, sin ponerle los cuernos a mi amigo claro, quien me había invitado a pasar el fin de semana en su casa de Cuenca después de unos veinte años sin vernos. Tras ello me vestí y salí disparado hacia el bar donde me esperaba Josan con sus amigos.

Iba todo lo rápido que podía, como si por llegar pronto de su casa al bar, fuese a borrar lo que acababa de suceder entre Marta y yo, que, aunque no hubiesen sido cuernos según nosotros, se parecía bastante. Siguiendo el itinerario con el móvil, gracias a la ubicación que Josan me acaba de enviar, llegué en unos diez minutos al local donde se encontraban. Nada más entrar, me vio y vino hacia mí la mar de efusivo. Tras darme un abrazo me dijo:

—Un poco más y no llegas, ¿qué estarías haciendo bribón? Ya, ya, dormir, ¡menuda siesta!

Según decía esto, yo miré hacia su cabeza, más que nada por si asomaban dos pequeños cuernecitos, pero no. Mientras lo hacía pensaba en que si supiera lo que había estado haciendo de verdad ya no me trataría así, tan agradablemente, pero eso ya no tenía remedio, por suerte para mí.