Cada cierto tiempo me
gusta hacer un pequeño viaje para mí mismo, sin compañía, con la intención de descansar
de todo. Me gusta perderme por la naturaleza, buscar rutas, caminar y correr
por la montaña, siempre que me sea posible. Por ello, tras una temporada
lesionado y con muchas ganas de recuperar el tiempo perdido, me busqué una
pequeña casa rural por el norte de España para las pasadas vacaciones. Eso sí,
previamente ya había hecho rutas por mi zona para prepararme un poco antes de
irme al norte, no soy tan inconsciente de ir sin preparación. Una vez allí,
tenía previsto hacer unas cuantas rutas, eso sí, sin forzar la máquina, primero
andando y si los últimos días me encontraba con fuerzas, pues corriendo.
Cuando me establecí en la
casa, dejé aparcado el coche en el garaje, sin intención alguna de tocarlo
durante la semana que iba a permanecer allí. Esa misma tarde ya salí a hacer
unos cuantos kilómetros. Cuando regresé, tras una buena ducha, me puse a
preparar una ruta para el día siguiente, unos cuarenta kilómetros, con algunos
picos y rodeado de verde. Era un buen plan y tenía muchas ganas de probarme con
una ruta de cierto nivel, por lo que me dormí plácidamente pensando en ello.
Tras despertarme pronto
al día siguiente, me di una ducha refrescante, me tomé un buen desayuno y me
vestí. Me puse un pantalón de deporte negro junto a una camiseta transpirable
verde fosforito, por supuesto también calcetines y zapatillas, no me iba a
pegar semejante tute descalzo claro. Después lo preparé todo en la mochila: agua,
comida, cortavientos, chubasquero, batería externa, todo lo que dejé listo por
la noche. Cuando estuve preparado, activé la ruta en mi móvil y salí caminando,
tranquilamente, pues la distancia era larga. A la hora de parar a comer ya llevaba
más de la mitad del recorrido. Pero luego la cosa se complicó, sobre todo cuando
me topé con una senda cortada que no pude franquear de ninguna manera, por lo
que me dispuse a dar un rodeo.
Lo malo de la montaña es
que tiene esos imprevistos, y más si nunca has estado por la zona, aunque por
otro lado es lo mejor, esa sensación de aventura… Consultando los mapas que me
había descargado escogí otra ruta para enlazar más tarde a la que tenía
prevista, aunque iban a ser algunos kilómetros más y ya notaba algo de
cansancio, por lo que bajé el ritmo e hice más paradas. Lo importante era
llegar a casa bien, si era necesario ya descansaría al día siguiente. Para
empeorar mi situación, unos kilómetros después la batería del móvil empezó a
pitar diciéndome que llegaba a su fin, y lo que era peor, por más veces que le
conecté la batería externa no hubo manera de que se empezase a cargar. Traté de
memorizar la ruta fijándome en puntos a mi alrededor. Decidí que lo mejor era
subir dos cimas más y en la bajada de la segunda enlazar con una carretera que
me llevaría a casa, pues al menos así llegaría seguro.
Seguí caminando y, a
pesar de haber desconectado el GPS del móvil, un rato después la batería murió.
Tampoco era grave, no hacía tantos años que usaba el móvil en la montaña, por
lo que sabía orientarme bien. Eso sí, tuve que volver alguna vez sobre mis
pasos porque veía que me apartaba de mi objetivo, lo que alargó aún más mi
recorrido. La noche empezó a caer, cerrándose sobre mí mientras subía la última
cima. Ya iba con el frontal encendido para poder verme bien, lo que evitó algún
tropezón en la bajada, pero lo conseguí, llegué a la carretera. Desde allí me
quedarían algo más de seis kilómetros, por lo que ya podía llegar
tranquilamente… Además, dado que no me gusta mucho ir con calzado de montaña
por el asfalto, si pasaba algún coche le pediría que me llevase.
Pasaron dos coches
mientras iba caminando, pero, aunque les hice señas no pararon, así que seguí
avanzando. Un rato después volví a escuchar un motor a lo lejos, me giré y vi
un único faro. Entre eso y el sonido de su motor tuve claro que era una moto,
por lo que decidí no hacerle señas, ya que, si no me llevaban en coche, menos
aún me iban a llevar de paquete en una moto. Pero para mi sorpresa, noté cómo
la moto aflojaba hasta llegar a mi altura, frenando del todo a mi lado. Me giré
y pude ver una enorme moto negra, pilotada por un motero que llevaba un mono
negro, rematado con un casco negro también. Todo de lo más oscuro. Se levantó la
visera del casco y me habló. Para mi sorpresa no era un motero, sino una motera
que me dijo:
- ¡Hola! Es un poco tarde
para que vayas caminando por esta carretera. ¿Te has perdido?
- ¡Hola! – Le contesté. –
No me he perdido, pero sí que se me ha hecho tarde, la caminata se me ha
alargado de más, pero ya me queda poco, voy a las afueras del próximo pueblo.
- Pues aún te queda un
buen rato, - me dijo, - si quieres te llevo.
- ¡Vale! Te lo agradezco.
– Le respondí. – Así llegaré a casa más descansado.
Tras contestarle, paró el
motor apoyando la moto sobre su caballete. Se bajó, abrió la maleta trasera que
llevaba y me dio un casco. Lo cogí, me saqué el frontal guardándolo en mi
mochila y, mientras ella se volvía a subir a la moto, me lo puse. Me hizo un
gesto para que subiese tras ella, lo que hice torpemente por la falta de
práctica. Acerté a poner los pies en las estriberas en la oscuridad, pero no
conseguí sujetarme con las manos sobre la moto, por lo que tuve que echarme
sobre ella y pasar mis brazos por su cintura, lo que a ella no pareció
importarle, pero, como motera acostumbrada a llevar a gente de paquete, sí que
guio mis manos hasta el depósito, quedando mis palmas sobre él.
Dado que era una
carretera de montaña llena de curvas, aunque ella conducía con cuidado, en cada
curva me movía detrás de ella. Como tan sólo llevaba el pantalón de deporte, el
roce contra su culo, aunque llevase el mono puesto, me estaba calentando.
Esperaba que ella no notase la erección que se estaba produciendo dentro de mi
pantalón, pero no lo podía evitar. Tampoco ayudaba mucho el hecho de tener mis brazos
rodeando su cintura con las manos entre sus muslos. Las curvas hacían que mis
manos se fuesen deslizando sobre sus ellos siguiendo la inercia de cada giro. Cada
vez que aceleraba mis manos resbalaban hacia atrás por el interior de sus
muslos. En alguna ocasión noté que mis manos llegaban a su entrepierna
rozándosela sin querer, pero otras veces el roce fue más profundo y voluntario.
Además, cuando frenaba ocurría lo opuesto, mis manos avanzaban y mi entrepierna
chocaba contra su trasero, como si la embistiese sexualmente, por lo que me
puse a imaginar que me la follaba así con la moto en marcha. Es lo malo de
tener la sangre caliente, en algunas situaciones mi imaginación se dispara, ¿o
es lo bueno?
Así fue todo el trayecto,
no sé cómo no le atravesé el mono cada vez que frenaba y yo chocaba contra ella
con toda mi calentura. Tras unas tórridas curvas más llegamos a las
inmediaciones de mi casa, por lo que le hice señas para indicarle dónde era.
Una vez allí bajé con cuidado de su moto con una evidente tienda de campaña en
mi pantalón. Me saqué la mochila rápidamente y con una mano la sostuve delante
de mi entrepierna para evitar que ella se diese cuenta de mi estado. Con la
otra mano me quité el casco y se lo devolví. Ella bajó de su moto, lo cogió y
lo guardó en su maleta. Se levantó la visera y me dijo:
- Bueno, ya estás en
casa. ¿Ves que pronto has llegado?
- Sí, muchas gracias. –
Le respondí. – De no ser por ti, todavía me quedaría un buen rato para llegar y
ya debe ser bastante tarde. Gracias de nuevo, no sé si has cenado, pero lo
menos que puedo hacer es invitarte a cenar o a tomar algo.
- Te lo agradezco, - me
contestó, - pero tengo que seguir mi camino.
- Insisto. – Le dije. –
No tendrás tanta prisa si has parado para recogerme, y es lo menos que te debo.
¿A dónde vas?
- A ningún sitio. – Dijo
ella para mi sorpresa. – Simplemente quiero estar lejos de mi realidad mañana
por la mañana. Además, me gusta pilotar de noche, evadirme con mi moto,
disfrutar de las curvas…
- Entonces no tienes
excusa. – La corté yo. – Aquí también te puedes evadir un rato mientras
picoteas algo, luego ya disfrutarás de las curvas y las rectas, - añadí
guiñándole un ojo pícaramente.
- Está bien, tú ganas. –
Cedió por fin ella. – Me quedaré un rato, pero poco tiempo, de paso revisaré un
par de cosas porque me ha hecho un ruidito raro.
Le abrí el garaje,
encendí la luz y le dije que la metiese dentro para estar más cómoda. Cuando
paró su moto dentro, se bajó y se sacó el casco. Por fin le pude ver la cara.
Tenía unos ojos oscuros e intensos, tremendamente expresivos, unos labios
carnosos, de esos que apetece tanto besarlos como morderlos, y todo ello
rematado por una preciosa melena negra que caía revuelta sobre su mono. Si la
seguía viendo así, tan deseable con su melena y su mono ajustado, mi erección,
que había decaído, iba a volver a ser evidente, por lo que me acerqué, le di
dos besos y me presenté, haciendo ella lo propio. Me dijo que se llamaba Montse,
para a continuación decirle yo que me iba a dar una ducha rápida y volvía
enseguida. Ella asintió mientras volvía a abrir la maleta, de donde sacó una
especie de caballete plegable con el que levantó la moto desde atrás. Yo pensé
que sería para que su moto estuviese más estable mientras la revisaba y salí
del garaje para irme al baño.
Ya dentro del baño me
saqué las zapatillas y la ropa a la velocidad del rayo para meterme en la
ducha. Abrí el grifo, mientras el agua caía sobre mi piel desnuda pensé en
pajearme rápidamente para no tener la calentura a flor de piel mientras tomaba
algo con Montse, pero lo descarté porque tardaría más de lo previsto y porque
si tenía suerte tal vez pudiese disparar mis balas sobre la mujer que tenía esa
noche en casa en lugar de dejarlas caer sobre el plato de ducha. De nuevo mi
pene se removió con esos pensamientos, por lo que, para ayudarme a apartarlos
de mi mente, me puse toda el agua fría y acabé de ducharme. Luego me sequé bien
dejando mi pelo mojado y revuelto, me puse un bóxer, un vaquero rasgado y una
camisa blanca. Me calcé unas chanclas y de nuevo fui al garaje para ver cómo le
iba a Montse.
Cuando abrí la puerta y
entré al garaje, me llevé una de las mayores sorpresas de mi vida. Montse
estaba sobre su moto, pero no probándola no. Tenía la cremallera de su mono
abierta hasta la entrepierna y se estaba deslizando sobre el sillín de la moto,
como masturbándose con ese roce adelante y atrás. Con una mano se apoyaba en el
manillar para moverse mejor, mientras con la otra se estaba sobando los pechos
por debajo del mono. Bueno, no tan debajo porque al tener el mono abierto podía
ver cómo la mano iba de un pecho al otro, pechos que intuía generosos por lo
que llegaba a ver. Evidentemente esa visión me volvió a calentar pues noté la
presión de mi polla contra el vaquero, y no era para menos, Montse se arqueaba,
se sobaba, se deslizaba sin parar sobre su moto entre gemidos.
Decidí hacerle saber que
estaba ya allí, por si no se había dado cuenta. Tras un ligero carraspeo ella
clavó sus ojos en mí. Yo me acerqué lentamente y le di la vuelta a la moto
mirándola de arriba a abajo. Ella me seguía con la mirada, girando su cabeza.
En la distancia corta vi por primera vez sus pezones, estaban durísimos, como
para cortar cristal, futo de su excitación. Acerqué mi cabeza a la suya, pude
olfatear ese aroma que sólo tienen las mujeres que están calientes, como en
celo, en su caso lo desprendía hasta por su cabello. Acerqué mi nariz a su
cuello mientras ella levantaba la cabeza. Sentir el aroma de su piel mezclado
con el del cuero de su mono me puso a mil. Me alejé un poco de ella y le dije
con sorna:
- Veo que le estás
haciendo una buena revisión a la moto, disculpa si te interrumpo. ¿Necesitas
ayuda?
Montse volvió a dirigir
su mirada hacia mí. Sin dejar de moverse adelante y atrás, sin dejar de tocarse
su pecho, se mordisqueó el labio inferior antes de decirme:
- No interrumpes nada. Es
más, es culpa tuya, tanto sobeo que me has dado sobre la moto, la presión que
notaba cada vez que frenaba sobre mi culo, esa erección que no has disimulado
ni por asomo con la mochila cuando has bajado de la moto, y que una ya es muy
caliente de por sí… Todo ello hace que me encuentres así, dándome placer con mi
máquina.
- Pues me alegro de que
haya sido culpa mía. – Le contesté. - Sí, veo que te has dado cuenta de que en
la moto con el roce de tu culo me he puesto burro, y sí, al bajar mi polla ha
sido muy indiscreta diciendo cuál era su estado. Por eso en la ducha he pensado
en masturbarme para cenar tranquilamente contigo, sin estar pensando todo el
tiempo en que me apetecería follarte…
- Menos mal que no lo has
hecho y tus ganas han vuelto intactas. – Me respondió Montse.
- Sí, menos mal porque
así puedo disfrutar de esta tórrida escena con la polla dura. – Dije. – Y no creas
que ha sido fácil, porque en mi mente tenía tu mono ceñido, tu melena, tus
ojos, tus labios tan deseables…
- Y aquí sigues teniendo
todo eso. – Añadió ella. – Aunque no tengo muy claro que el mono me vaya a
durar mucho puesto, eso sí, espero que tu ropa tampoco porque antes parecías
tenerlo todo mucho más accesible.
- Eso tiene fácil
solución. – Le respondí mientras lanzaba las chanclas al aire y me quitaba los
vaqueros rápidamente.
Luego me saqué la camisa
para a continuación quitarme el bóxer, como los vaqueros antes, a la pata coja.
Del cansancio de la paliza que me había dado ya no quedaba nada en las piernas,
al menos en mi mente, pues lo único que ocupaba mi pensamiento era Montse, y es
que la deseaba enormemente. La veía moverse sobre su moto, sin parar, hasta que
al verme desnudo se decidió a imitarme. Se quedó quieta para empezar a quitarse
el mono con la ayuda de sus manos. Primero lo apartó de su hombro izquierdo,
luego del derecho para dejarlo caer hacia atrás.
Por primera vez la vi
desnuda de cintura para arriba, ya que su mono seguía puesto de ahí para abajo.
Pude ver que le sobraban algunos kilos, pero le sentaban bien porque los tenía
bien repartidos. Sus pechos eran más bien grandes, con esa caída natural que
tanto me pone. Estaban rematados por unos pezones más oscuros y bien duros, como
ya había visto. De nuevo se empezó a mover adelante y atrás, pero ya no
acariciaba sus pechos, sino que había llevado una mano a su entrepierna para
masturbarse por debajo del mono. Yo la imité, mi polla estaba dura, desafiando
a la gravedad manteniéndose por encima de la horizontal, por lo que llevé mi
mano a ella y empecé a moverla lentamente, adelante y atrás, adelante y atrás…
Montse volvió a parar su
movimiento y, mientras se mordía el labio inferior de nuevo, me hizo con un
dedo el gesto de que me acercase. Le hice caso al instante. Con un par de
zancadas ya estaba a su lado, dispuesto a hacer lo que llevaba un rato
deseando, y más desde que le había olfateado el cuello, besarla, besarla
apasionadamente con todas mis ganas. Cuando sentí el calor de sus labios en los
míos me encantó. Nos fundimos en un largo beso hasta que ella abrió su boca y
mi lengua pudo pasar entre sus labios para encontrar su lengua, enroscándose
con ella compartiendo un jugoso baile.
Tras separar nuestros
labios nos miramos a los ojos, su mirada era muy ardiente, como imagino que la
mía en ese momento, pues la deseaba enormemente, quería disfrutar con esa
motera, y lo iba a hacer. Llevé mis manos a sus grandes pechos y se los magreé
a conciencia, apretándoselos bien. Me gustaba su tacto blando y cálido. Con
esas caricias ella dejó escapar algún gemido y pasó a la acción. Llevó una mano
a mi dura verga, que al notar su roce tembló entre sus dedos y su otra mano la
llevó nuevamente a su entrepierna para volver a masturbarse por debajo del
mono. En esa posición, me llegaba perfectamente el aroma de su deseo mezclado
nuevamente con ese olor tan inconfundible a cuero de su mono…
La volví a besar de
nuevo, mientras sus gemidos salían ahogados hacia mi boca. Mis manos seguían
magreando sus tetas, disfrutando de ellas, de igual modo que empezaba a
disfrutar ya del movimiento de sus dedos sobre mi polla, llevando su mano
adelante y atrás a lo largo de toda ella. Por supuesto ella también disfrutaba,
notaba el movimiento de su brazo mientras se masturbaba, sin duda frotando su
clítoris a conciencia. Empecé a pellizcar sus pezones a conciencia, estirando
de ellos. Sus manos no dejaban de moverse rítmicamente tanto sobre mi verga
como en su entrepierna. Estiré de sus pezones apretándoselos a la vez. Montse
separó sus labios de los míos y gimió, momento en que aproveché para morder yo
su labio inferior. Ella no aguantó más y dijo:
- Así, así, me voy a
correr…
Volví a morder su labio
apretando un poco más, pellizqué nuevamente sus pezones y noté cómo su mano
apretaba con fuerza mi polla. Su otro brazo se agitaba rápidamente hasta que
separando su boca de la mía gritó:
-
¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii! Dioooooooooooooooooos. ¡Aaaaaaaaaaaaah!
Montse se empezó a agitar
sobre la moto sin dejar de estrujar mi rabo. Escuchaba sus gemidos y sus jadeos
en mi oído, pues tenía apoyada mi cara sobre la suya, por lo que noté cómo le
subía el calor hasta sus mejillas. Aproveché y le di un suave mordisco en el
cuello bajando mi cabeza. Ella gimió de nuevo no tan intensamente, pero sí de
manera más larga. Poco a poco su respiración volvió la normalidad, quedándose
quieta, a la vez que aflojó la presión sobre mi polla dura.
Cuando se relajó, nos
miramos a los ojos y nos volvimos a besar. Tras ello me aparté de ella, lo que
aprovechó para levantarse y bajarse de la moto. Yo la miraba. Estaba
sorprendido de lo caliente que era esa motera, aunque he de reconocer que
siempre me han dado morbo las mujeres que llevan buenas motos entre sus
piernas, tal vez porque eso me hace suponer que son apasionadas, aunque no
tanto como Montse me estaba demostrando en ese momento.
Me aparté un poco más
para admirarla mejor pajeándome nuevamente. Ella se agachó para desabrochar sus
botas y sacárselas. En esa posición vi cómo le colgaban las tetas y cómo se
movían mientras se esforzaba en hacerlo, aunque un poco tapadas por su negra
melena. Aproveché la sexy imagen para pajearme con más ganas dejando escapar
algún suspiro de aprobación. A continuación, se puso a sacarse el mono
bajándolo lentamente por sus piernas, hasta que apoyándose en la moto se lo
sacó del todo. Ahí tenía a Montse completamente desnuda para mí, pues debajo
del mono no llevaba nada, lo usaba como una segunda piel sobre su cuerpo, que era
una auténtica tentación para mí. Quería apretar esos muslos y por supuesto
llevar mi mano a su sexo depilado que estaría muy mojado en ese momento tras su
corrida. Me volví a acercar a ella con la intención de hacerlo, pero fue ella
la que llevó su mano a la entrepierna. Con los dedos estiró de un hilo que
sobresalía de su brillante rajita y que había pasado desapercibido para mí
hasta ese momento. Según estiraba del hilo, entre pequeños gemidos fueron
apareciendo unas gruesas bolas chinas, muy mojadas por sus jugos por supuesto.
- No hay nada como ir en
moto con esto dentro. – Dijo mirándome. – Es una sensación increíble que
transmite todas las vibraciones de la moto a mi coño.
- Lo imagino… - Le
respondí.
Montse llevó las bolas a
su boca y le dio un lametón para ofreciéndomelo decirme:
- ¿Quieres compartir mi
sabor?
- ¡Por supuesto! – Le
contesté.
Fui hacia ella y le di
lengüetazos a las bolas que colgaban de su mano. Disfruté de su sabor, ese
sabor de hembra en celo que acababa de destilar esa motera para mí. Lamí las
bolas hasta dejarlas bien limpias mientras me acariciaba la polla. Cuando ya no
quedaba ningún resto de sus jugos sobre ellas, se giró y sacó una cajita de la
maleta, donde las guardó. Empezaba a pensar que esa maleta era el baúl de un
mago, pues sacaba de todo de ahí dentro. Es más, creo que apretó un botón o
algo porque tras unos segundos sacaba la maleta y la dejaba en el suelo. Después
se volvió a girar hacia mí y yo le pregunté:
- ¿Quieres tú mi sabor en
tu boca?
- Claro, ponte aquí. – Me
contestó palmeando con su mano el sillín de su moto.
Me subí a la moto mirando
hacia atrás y me tumbé con la espalda sobre el depósito. Mi polla dura quedó
apuntando al techo del garaje y Montse rápidamente se encaminó hacia ella. Con
su mano derecha se puso a pajearme, subiendo y bajando la mano por todo el
tronco, mientras que con su mano izquierda me acariciaba los huevos. Sin dejar
de subir y bajar su mano por mi verga, llevó su boca a mi glande, sacó su
lengua para empezar a lamerme con avidez, lo que me arrancó mis primeros
gemidos. Movía su lengua circularmente sobre mi capullo, a la vez que sus manos
seguían moviéndose sobre mi polla y sobre mis huevos.
De repente abrió sus
labios para engullir todo mi glande. Me lo succionaba mientras su lengua lo
rozaba dentro de su boca, no pude evitar dejar escapar algún gemido más. Montse
me miró a los ojos y con su mirada fija en la mía se puso a mamar mi polla de
forma deliciosa, subiendo y bajando sus labios por mi capullo, a la vez que su
mano subía y bajaba por todo el tronco, retorciéndomelo para darme más placer.
Mi respiración se aceleró transformándose en jadeos. Entonces ella apartó la
mano de mis huevos para llevarla a su sexo, donde vi que empezaba a frotarse
con ella. Pero eso sí, sin dejar de darme esa estupenda mamada. Sentía cada uno
de sus movimientos, el de su mano apretando, subiendo y bajando, y el de sus
labios rozando placenteramente mi glande mientras su lengua jugaba en la punta.
Me puse a gemir más seguido, hasta que, en un momento dado, la avisé:
- Como sigas así me corro
ya…
- Prefiero que lo hagas
en mi coño. – Me contestó la motera.
Montse se apartó de mí y
me indicó que me levantase, para, a continuación, subirse ella a la moto y
ponerse en la posición en que había estado yo justo antes, eso sí, con el culo
más hacia atrás para que me la pusiese follar bien. Levantó sus piernas y las
abrió quedando bien ofrecida para mí. Pero antes de ponerme a penetrarla
preferí degustar sus jugos directamente de su sexo, así que llevé mi mano a su
coño y se lo acaricié. Después abrí bien sus pliegues para llevar la otra mano
y meter un dedo en su jugoso sexo, lo estuve moviendo adentro y afuera mientras
con el pulgar le rozaba su clítoris. Ella no pudo evitar volver a gemir, y más
aún cuando me incliné para que mi lengua sustituyese a mi dedo en su coño. Hice
unas pasadas de arriba abajo y de abajo a arriba, saboreándolo bien, hasta que
mi lengua se quedó arriba. Me puse a jugar con su clítoris ya hinchado,
rozándolo circularmente, para después mordisquearlo suavemente, lo que hizo que
Montse diese un fuerte respingo entre gemidos. Se lo lamí una vez, dejándolo
listo para lo siguiente.
Y eso no fue otra cosa
que pasar una pierna por encima de la moto, para quedar con una pierna a cada
lado. Me puse sobre ella y llevé mi verga a su entrepierna. Le di unos
golpecitos con mi glande en su clítoris y a continuación apunté en su entrada,
le tenía muchas ganas, por lo que se la metí toda de golpe, así, sin avisar.
Montse soltó un buen gemido. Yo empecé a bombear el interior de ese coño mojado
y deseoso de mi dura polla. Salía lentamente para metérsela de golpe, así una y
otra vez, dentro, fuera, dentro, fuera, escuchando sus gemidos mezclados con
mis jadeos. Tenía mis manos apoyadas en su cintura, pero las llevé a sus tetas
sin dejar de embestirla furiosamente. La follaba mientras estrujaba sus pechos
acompañado por la música de sus gemidos y el gruñido de la suspensión con cada
empujón.
Ya estaba entrando y
saliendo de ella cada vez con más velocidad, cada vez con más fuerza, tanto al
salir como al entrar, una y otra vez, una y otra vez… Sus gemidos ya eran
auténticos gritos, y los míos eran más fuertes. Solté sus tetas y me dejé caer
sobre ella, lo que aprovechó para enlazarme con sus piernas por detrás de mi
zona lumbar. Me abrazó también pasando sus manos por mi espalda. Yo la besé
apasionadamente, jugueteando ambos con nuestras lenguas, sin dejar de follarla
claro. Bajé mi boca a su cuello, y le di un mordisco, momento en que ella me
clavó fuertemente las uñas en mi espalda para ir descendiendo sus manos,
notando yo como me arañaba la espalda a su paso, fruto de la pasión desbordada.
Le di un mordisco más fuerte en su cuello, y me incorporé un poco para volver a
embestirla con toda mi fuerza. La follaba salvajemente, tratando de atravesarla
con mi polla dura, cada vez más rápido, dentro, fuera, cada vez más salvaje,
dentro, fuera, hasta que no pude más y le dije entre fuertes jadeos:
- Me voy a correr, estoy
a punto, uffff.
- Sí, hazlo, ¡lléname! Yo
tampoco puedo más… - Me contestó ella.
Seguí bombeando en su
mojado coño un poco más hasta que noté que ya me corría:
- ¡Aaaaaaaaaaaah!
Siiiiiiiiiiiiiii, toma mi leche caliente, toda para ti, ¡aaaaaaaaaaah!
Notaba como mi polla
disparaba chorros de leche en su interior, una buena cantidad, a la vez que
noté que las paredes de su coño empezaban a apretar y aflojar sobre mi verga,
que sus piernas se separaron de mi espalda y comenzaron a temblar, que su
cuerpo se agitaba debajo del mío y que gritaba:
- Diooooooooos,
siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, me corro contigoooo, ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Yo continué moviéndome en
su interior más lentamente, vaciándome, saboreando los espasmos de su coño
sobre mi polla, hasta que caí rendido sobre su cuerpo, con mi pecho aplastando
sus pechos. Estuvimos así un poco, recuperando el aliento, hasta que me moví
para levantarme, pero Montse me cogió por la espalda y me dijo:
- No, por favor, quédate
así un poco, dentro de mí, no la saques…
Le hice caso. Me eché de
nuevo sobre ella, con la polla refugiada en su interior. Me puse a lamerle el
cuello y los hombros mientras estaba así, escuchando sus suspiros al lado de mi
oído. Ella me demostró el enorme control que tenía de su vagina, pues pude
sentir como me la apretaba y me la aflojaba dentro a voluntad, parecía que me
estaba ordeñando sin hacerlo con la mano, sino con su coño. Descansamos así un
rato, hasta que me ofreció su boca una vez más. Nos volvimos a besar jugando con
nuestras lenguas, mordisqueando nuestros labios, hasta que nos soltamos. En ese
momento me incorporé ya definitivamente, con un placentero picor en la espalda
fruto de sus arañazos.
Mi pene salió de ella
fácilmente, empapado tanto de sus jugos como de los míos. No estaba totalmente
duro pero tampoco flácido, manteniendo parte de su erección a pesar de haber
estado un tiempo quieto dentro de ella. Descabalgué de la moto y Montse miró
hacia mi entrepierna diciendo:
- Me gusta como la
tienes, empapada, y seguro que muy sensible por tu reciente corrida. Así es
como la quiero saborear otra vez.
Dicho esto, se levantó y
bajó de su moto para venir hacia mí. Se arrodilló y empezó a besarme la verga.
Primero besitos suaves, viendo cómo reaccionaba mi glande, luego lametones más largos,
limpiándome bien, disfrutando de todo el sabor que quedaba en mí, tanto suyo
como mío. Con semejante tratamiento, poco a poco consiguió ponérmela dura del
todo otra vez, pero dura de verdad. Sobre todo, cuando se puso a mamármela con
toda su lascivia.
- Sí, me gusta cuando una
buena polla me muestra su cariño resucitando para mí en mi boca. – Me dijo,
para añadir. - ¿Te apetece tumbarte de nuevo sobre mi moto? Ahora te quiero
pilotar a ti.
- Claro que sí. – Le
contesté. – A una mujer tan caliente como tú no se le puede decir que no.
Me tumbé sobre la moto, con
la espalda encima del depósito y mi verga apuntando al techo otra vez. Montse apoyó
un pie en la estribera, y, de espaldas a mí, se subió. Su culazo quedó ante mí,
lo que aproveché para soltarle un buen azote. Ella gimió al sentirlo, le había
gustado, por lo que le di un azote todavía más fuerte en la otra nalga. Un
nuevo gemido de ella me volvió a decir que lo había disfrutado, por lo que le
di uno más que fue seguido por otro gemido.
Tras ello fue bajando su
culo sobre mí. Yo guie mi dura polla a su sexo y cuando la sintió ahí se dejó
caer. Gemimos al unísono al sentir esa placentera penetración. Al principio se
quedó quieta sobre mí, pero pronto empezó a moverse con sus manos apoyadas en
mis muslos. Desde atrás podía ver cómo mi verga aparecía y desaparecía en su
coño según subía y bajaba. Y también el movimiento de sus nalgas, que se
bamboleaban con cada cabalgada. Pocos traseros he visto tan apetecibles como
ese sobre mí.
Pero ella seguía
moviéndose ajena a mis pensamientos, subiendo, bajando, subiendo, bajando,
dejando escapar gemidos de placer que se mezclaban con mis suspiros. Cada vez
aceleraba más su movimiento de vaivén, arriba y abajo, arriba y abajo, dándole
placer a mi polla que sentía cada una de sus caídas. Se escuchaba perfectamente
el chapoteo de su coño mientras me cabalgaba, como también los sonidos propios
de la suspensión de la moto. Acaricié su espalda con mis uñas sin que ella
dejase de moverse, apreté un poco más arañándola suavemente. Montse no dejaba
de gemir al cabalgarme, hasta que le di una nueva nalgada y paró en seco.
Rápidamente se levantó y
saltó de la moto, para darse la vuelta y volver a subir de cara a mí, de nuevo
con los pies en las estriberas se dejó caer sobre mí, guiando ella en esta
ocasión mi verga hasta su coño. Nuevos gemidos cuando mi verga se abrió camino
dentro de ella, esta vez hasta el fondo, pues la posición lo permitía. En esta
ocasión apoyó sus manos en mi pecho antes de empezar a cabalgarme con auténtica
furia. Su movimiento se convirtió en un auténtico frenesí, arriba, abajo,
arriba, abajo, sin parar, gimiendo cada vez que bajaba. Yo desde abajo podía
ver el baile de sus tetas, ese bamboleo que nos vuelve loco a los hombres
cuando nos cabalgan, pero en ese caso lo era más porque el leve movimiento de
la moto le daba un plus que lo hacía todavía más excitante, que me ponía a mil,
de seguir así era capaz de hacerme correr otra vez rápidamente. ¡Cómo se movían
sus pechos! Lo pienso y aún me excito…
En un momento dado Montse
se echó para adelante y sus pechos quedaron a la altura de mi boca. No
desaproveché la oportunidad y cogiéndolos con mis manos fui llevando a mis
labios primero uno y después el otro, alternativamente. Los lamía, los volvía a
lamer, mordisqueaba sus durísimos pezones, los succionaba… Ella seguía
moviéndose, pero en ese momento lo que hacía era mover su pelvis adelante y
atrás, con tranquilidad, haciéndome sentir a mí un enorme placer, lo mismo que
a ella, dados los gemidos que dejaba escapar. Estuvo un poco más así, hasta que
se volvió a levantar para moverse circularmente sobre mí, sin levantarse,
arrastrándose. Cuando se echaba para atrás, se rozaba bien conmigo gimiendo
más. Llegó un momento en que no pudo más y volvió a cabalgarme. Empezó poco a
poco hasta que lo hizo salvajemente como antes, como si me quisiera aplastar,
subía despacio y se dejaba caer con fuerza, volvía a subir para lanzarse contra
mí.
- Ufff. ¡No puedo más! –
Gritó Montse. – Me voy a correr otra vez…
- Sí, ¡hazlo! – Le
contesté. – Yo tampoco tardaré porque me pones a mil con tu pasión, con tu
movimiento salvaje.
Siguió cabalgándome con
furia, con toda su energía, subiendo y bajando, subiendo y bajando hasta que se
dejó caer una última vez. Sus piernas escaparon de las estriberas, resopló y
gimió fuertemente hasta que gritó:
-
Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, díoooooooooooos, díooooooooooos… ¡Aaaaaaaaaaaaaaaah!
Montse se corrió de
nuevo. Una vez más se agitó, en este caso sobre mí, tembló, tuvo espasmos, llegué
a ver sus mejillas enrojecidas, su boca abierta jadeando y sus ojos en blanco.
Fue un señor orgasmo que mojó mi polla, pero no sólo eso, los movimientos de su
vagina de nuevo apretaban y aflojaban mi verga, que ya necesitaba poco para
disparar. Por ello traté de moverme yo para bombear en su coño, pero sobre la
moto no me fue fácil. Aun así, conseguí subir y bajar mi pelvis levemente, unas
cuantas veces, mientras ella seguía recuperándose de su corrida. Poco después
era yo el que decía:
- Me corro, me corro, me
corro… Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii, ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
De nuevo disparaba en el
interior de la motera mis chorros de leche caliente. Menos cantidad que antes,
pero todavía bastante, sobre todo por lo que me calentaba Montse, me estaba volviendo
loco con ella, disfrutando de una buena sesión del mejor sexo sobre una moto. Volvió
a exprimirme la polla con los movimientos de su coño, lo que hacía que mi
erección no bajase tanto como podía suceder. Pronto recuperamos el resuello,
pero ella no se levantó, sino que se dejó caer sobre mí, empezando a besarme la
cara, el cuello, los hombros… No contenta con ello se puso a susurrarme cosas a
un oído y al otro, cosas como: “esto no se ha acabado aquí”, “tu polla no puede
relajarse ahora”, “mi coño necesita más leche, tiene mucha hambre”, “quiero esa
polla dura”, “me vas a follar hasta que no puedas más”, etc.
Lo último que hizo antes
de levantarse fue darme un fuerte mordisco en el hombro, que no me disgustó,
pero que me pilló por sorpresa.
- Veo que te va el sexo
duro. – Le dije.
- No lo sabes tú bien. –
Me respondió Montse.
Cuando se levantó, mi
pene salió de su coño encharcado, aún seguía algo duro, pero ya daba señales de
que iba a decaer pronto, por lo que se me ocurrió repetir la escena inicial que
había provocado mi calentura. Así que le dije:
- ¿Por qué no te subes a
la moto así desnuda y me llevas de paquete otra vez?
- ¿Te ha gustado eh? – Me
contestó. – Pues allá voy.
Montse se subió a su moto
y se puso con las manos en el manillar como si fuese a llevarme. Yo también me
subí, poniendo los pies en las estriberas. Me senté tras ella y dejé caer
saliva sobre su la raja de su culo, esparciéndola con los dedos. Cuando vi que
deslizaba bien acerqué mi polla casi morcillona y la puse entre sus dos nalgas.
Me acerqué más a ella y apreté. Llevé mis brazos adelante como cuando me trajo,
pero en lugar de apoyarme en su cintura lo que hice fue coger sus tetas entre
mis manos. Una vez así me puse a imitar sus movimientos de frenada. Empujaba
con mi pelvis hacia delante, aflojaba y volvía a empujar como si ella estuviese
frenando. A Montse le hizo gracia, pues empezó a reírse, lo que también me
contagió a mí.
Poco después ella empezó
a colaborar con mis empujones. Cada vez que yo apretaba para adelante, ella
hacía lo mismo para atrás. De vez en cuando yo dejaba caer más saliva sobre su
raja del culo para facilitar mi movimiento, y poco a poco, entre risas y morbo,
mi verga recuperó su dureza, venga a rozarla contra su culazo. Había veces en
que los empujones hacia atrás de Montse eran tan fuertes, que parecía que
colocaba el culo en pompa como ofreciéndomelo, por lo que le dije:
- ¿Es que me estás
ofreciendo tu culo para follártelo?
- Sí, - dijo ella, - todo
lo mío es para tu disfrute hoy, el culo también.
- Gracias. – Le contesté
yo. – Y todo lo mío es para que tú también disfrutes, por lo que, si quieres que
te folle el culo, te lo voy a hacer, te voy a romper ese pedazo de culo que
tienes…
Tras decir eso. Me puse a
lamer y ensalivar uno de mis dedos, llevando la saliva a la entrada de su ano,
metiendo la punta del dedo. Poco a poco fui introduciendo más dedo en su culo
porque estaba más dilatado. Empecé a girarlo en su interior mientras ella
gruñía de aprobación. Con mi otra mano me pajeaba la polla para que no perdiese
nada de su erección renovada. Y me di cuenta de que ella estaba haciendo lo
mismo, estaba restregándose una mano por su entrepierna.
Cuando noté su ano lo
suficientemente dilatado, empecé a meterle dos dedos en su culo, los giraba,
los metía y los sacaba con cuidado, y cuando consideré que estuvo listo, lo que
hice fue apuntar mi capullo sobre su ano. Empujé lentamente para que mi polla
dura fuese abriéndose paso dentro de su ano, conseguí meterle hasta la mitad
entre los gruñidos y gemidos placenteros que dejaba escapar ella, que no había
dejado de masturbarse. Me puse a bombear en su culo, metiendo y sacando el
trozo de verga que tenía dentro, pero es que no podía meter más por lo incómodo
de la posición. Estuve así un poco más, metiendo y sacando, metiendo y sacando,
hasta que le dije:
- Así no te puedo romper
bien tu culazo, baja y ponte apoyada detrás de tu moto, y verás lo que es sexo
duro…
Ella asintió mientras yo
sacaba mi rabo de su culo. Bajé de la moto y me puse detrás, haciendo ella lo
mismo poco después. Le dije que apoyara sus manos en el portamaletas y me
obedeció. Se quedó así ofrecida mientras yo cogí un rollo de cinta americana
que había en una estantería del garaje y, sin apretar demasiado, le enrollé su
mano derecha a la barra del portamaletas. Corté con los dientes la cinta y
repetí lo mismo con la otra mano. Cuando ya no podía separar las manos de su
moto le dije:
- ¡Ahora sí que eres mía!
Te voy a hacer lo que yo quiera.
Ella asintió. La verdad
es que yo no tenía intención de hacerle daño, pero sí que me apeteció jugar un
poco con ella, al ver la cinta en la estantería, ni me lo pensé.
Me puse a masturbarme
detrás de ella, sin decirle nada, para que Montse no supiese lo que yo tramaba.
Sin avisar le di un fuerte azote en su culo. Ella dejó escapar un fuerte gemido
más. Poco después le di otro azote en la otra nalga, Montse volvió a gemir. Y
así, sin que se lo esperase, me puse detrás de ella para, de un solo empujón,
meterle toda mi polla dura en su coño, que seguía chorreando. Poniendo mis
manos en sus caderas me puse a embestirla con fuerza, entrando y saliendo de
ella a buen ritmo. Estuve un rato así, follándola fuertemente, escuchando sus
gemidos, sus suspiros de placer que de vez en cuando se mezclaban con los míos.
No paraba, dentro, fuera, dentro, fuera, con energía. Separé mi mano derecha de
su cadera y ensalivé nuevamente mis dos dedos para llevarlos de nuevo a su ano.
Comprobé que seguía bastante dilatado por lo que no hubo problema en que se lo
follase con ellos a la vez que mi verga le bombeaba el coño a un ritmo
frenético.
Paré para tomarme un
descanso y le di dos azotes más, sus gemidos fueron más intensos, señal de que
estaba disfrutando. Me arrodillé tras ella y llevé mi lengua a su entrepierna,
subiendo y bajándola por toda su raja, para después subir por su perineo hasta
llegar a su ano que lamí con ganas, rodeándolo y metiendo la punta de mi lengua
en él. Después me levanté y llevé mi polla hasta su ano que estaba bien
ensalivado y dilatado. Poco a poco fui empujando mientras toda la verga iba
entrando, hasta que mis huevos chocaron con ella, que dejaba escapar algún
gruñido. Y por fin me puse a bombear en su culo.
Empecé con una cadencia
suave, para poco a poco ir acelerando. Sacaba casi toda mi polla de su culo
para meterla con más fuerza, así una y otra vez, una y otra vez, dentro, fuera,
dentro, fuera, cada vez con más ímpetu, follando por fin su culo en
condiciones. Llevé una mano a su entrepierna y me puse a rozarle su clítoris
con mis dedos. Los gemidos de ella iban en aumento, como también los míos al
estar rozando intensamente mi capullo en las paredes de su estrecho culo.
Sin dejar de masturbarla,
saqué mi verga de su ano y la llevé a su sexo. Se la metí de golpe, le di tres
o cuatro embestidas salvajes, para volver a su culo y hacer lo mismo. Otra vez
saqué la polla de su ano y se la ensarté en su coño, que ya chorreaba. La
embestía así con fuerza, del culo al coño, del coño al culo, hasta que sus
gemidos me indicaron que estaba cerca de correrse de nuevo. Le di un fuerte
azote y la agarré del pelo, haciendo que levantara la cabeza, pero cuidando de
no estirarle demasiado. Seguí mi frenético mete saca en su coño, sin descanso,
cada vez más fuerte, gimiendo yo, hasta que Montse gritó una vez más:
- Me voy a correr, ¡qué
placer me estás dando! Sigue, sigue, siiiiiiigue…
Al verla al límite la
saqué de su coño más que empapado y se le metí de golpe en el culo, momento en
que ya gritó:
-
¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! Dios mío, qué gozada, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah.
Ella se estaba corriendo
una vez más. Le solté el pelo porque vi que con los enormes temblores de sus
piernas se iba a venir abajo, por lo que la sujeté por sus caderas sin dejar de
bombear su culo con fuerza. Su orgasmo fue largo, arqueaba su espalda ante mí
de forma intermitente. Notaba su placer incluso en las contracciones de su ano
sobre mi polla que estaba disfrutando de lo lindo ahí dentro. Mientras duró su
orgasmo no dejé de follarla bien fuerte por el culo. Ella seguía gruñendo y
gimiendo sin descanso, pero yo también lo hacía ya, por lo que la avisé:
- Estoy a punto de
correrme en tu culo, de reventártelo con mi leche, ¿la quieres?
- Siiiiiiiiiiiiiiii,
dámela, ¡llénamelo! – Me gritó Montse.
Yo seguí embistiéndola
fuertemente, dentro, fuera, dentro, fuera, hasta que ya no pude más, y entre
jadeos y fuertes gemidos grité:
- ¡Aaaaaaaaaaaaah!
Siiiiiiiiiiiiiii, toma mi leche, ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!
Corriéndome por última
vez en ella. A mi polla todavía le quedaron fuerzas para disparar unos cuantos
chorros más dentro de su culo. Empecé a moverme despacio, recuperándome, hasta
que paré del todo, dejando que mi verga reposase en el interior de su ano. Ella
también tenía la respiración agitada. Su último orgasmo había sido realmente
intenso, pero el mío también había sido muy placentero.
Cuando me recuperé saqué
la polla de su culo, esta vez ya bastante morcillona y muy sensible. Sentí algo
de dolor al sacarla, también notaba mis huevos algo doloridos por las tres
corridas, pero eso es algo necesario cuando se quiere disfrutar sin medida como
había hecho con la motera esa noche.
Le di una nalgada
cariñosa en el culo y le pregunté:
- ¿Te ha gustado?
- ¡Enormemente!
Siiiiiiiiiiiiii. – Me contestó arqueando su espalda.
- Como a mí. – Le añadí.
Tras ello me fui a la cocina
a por unas tijeras y volví para cortar con ellas la cinta adhesiva de sus
muñecas con cuidado. Cuando se la saqué se dio la vuelta rápidamente y
abrazándome fuertemente me besó, beso que yo le devolví apasionadamente claro.
Me dijo que necesitaba
una buena ducha, por lo que la acompañé al baño. Le ofrecí unas toallas limpias
y la dejé allí mientras yo iba a preparar unos sándwiches para comer algo y
recuperar fuerzas tras unas intensas horas de sexo, por no hablar ya de mi
caminata casi olvidada tras una increíble sesión de puro placer.
Un rato después Montse
apareció en la cocina con el mono ya puesto, mientras yo seguía desnudo.
Comimos así y estuvimos hablando. Le conté que había venido para estar una
semana de vacaciones disfrutando de la combinación de soledad y montaña. Ella me
explicó un poco de qué se quería evadir, que no era otra cosa que la situación
en su casa, con un marido por el que ya no sentía nada y al que no había
abandonado porque sus hijos eran pequeños. Me contó también que hacía mucho
tiempo que no tenía sexo con él, por lo que disfrutaba del sexo únicamente con
sus juguetes y sobre su moto. A la que, por cierto, se encaminó poco después de
terminar de comer, diciéndome que debía seguir su camino, que posiblemente
fuese a regresar ya a casa porque había desconectado más que de sobra conmigo.
Traté de convencerla de que se quedase y durmiese unas horas, pero se negó en
redondo, diciéndome que si se quedaba tampoco iba a dormir, y yo pensé que no
le faltaba razón, pues los dos juntos en la casa…
Arregló todo lo que había
sacado de su moto, y tras ello nos despedimos con un fuerte abrazo. Nos dimos
un último beso antes de que subiese en su moto para salir de mi garaje y que la
viese perderse a lo lejos mientras se escuchaba el sonido de su motor.
Woow y re woow!!!! Me fascinaron el alpinista y la motera!!!! Me encantó el relato!!! Diossss que intensidad!! Cuanta pasión.. Mmm creo que quiero una moto!! Jaja
ResponderEliminarLo de las bolas chinas no me lo esperaba.. Me tomó de sorpresa y me pareció súper sexy
Un beso Eros!! Cada día más morboso
¡Hola Diosa Enamorada!
EliminarMe alegra que hayas visitado mi blog y que te haya gustado esta historia. Sí, la verdad que fue una historia muy caliente, por eso no es fácil de olvidar. No sé si todas las moteras son tan calientes como Montse, pero no estaría mal que lo fuesen.
Si te compras una moto y experimentas con bolas chinas, huevos vaginales o lo que quieras, házmelo saber, je, je.
Espero que sigas disfrutando de mis historias...
Muchas gracias por tu comentario Diosa Enamorada.
Besos morbosos,
Eros
Cuando leo tus relatos mi cuerpo se calienta, mis pezones se ponen duros y mi sexo se moja, es inevitable que mis manos se pierdan acariciándome y termine con un buen orgasmo gracias a ti. Me gustan tus relatos y ya me gustaría que me follasen así. No tardes tanto en escribir que espero con impaciencia tus historias. PRECOP
ResponderEliminar¡Hola Anónima lectora!
EliminarMe encanta saber que mis historias te llevan a disfrutar de un buen orgasmo tras leerme. Es el mejor final para cada una de ellas: calentura, humedad y orgasmo.
Me alegra que te gusten mis historias, espero que sigas por aquí disfrutando de lo que escribo. Eso sí, escribo cuando puedo, por lo que a veces hay que esperar un poco, y otras veces no tanto...
¡Muchas gracias por tu comentario!
Besos morbosos,
Eros