Estamos en verano, es
tiempo de ir a la playa y darse un refrescante chapuzón, pero por desgracia,
como es verano, hay tanta aglomeración que cuesta dar un paso sin pisar a nadie
sobre la arena. Al menos eso aún no ocurre en la mayor parte de playas
nudistas. Ir solo a una playa nudista es una actividad altamente recomendable.
Nada como disfrutar de los rayos del sol y de la frescura del agua sin que nada
de ropa ni nadie te moleste. Eso sí, a la hora de ponerse el protector solar la
cosa es complicada si no eres muy flexible, o si no hay una buena samaritana
cerca que se preste claro.
Por eso hace poco volví a
ir a mi playa nudista favorita. Fui a eso de las cinco de la tarde, cuando los
rayos del sol ya empiezan a bajar su intensidad. Había poca gente, aun así,
busqué un lugar sin nadie cerca para extender mi toalla. Me saqué las chanclas,
el bañador y la camiseta para disponerme a untarme la crema protectora yo solo.
Me tumbé un rato y poco después me di un chapuzón en el agua. Cuando volví me
senté con las manos apoyadas en la toalla, por detrás de mí. Estaba así,
pertrechado tras mis gafas de sol, disfrutando de la tranquilidad del mar,
cuando apareció una pareja que se aposentó a escasos metros de mí.
Giré mi cabeza hacia
ellos y observé cómo lo iban preparando todo, bolsas, toallas… Tras tenerlo
listo se desvistieron ambos quedando totalmente desnudos, lo propio del lugar,
y me saludaron, devolviéndoles yo el saludo. Eran una pareja que estaría por
los treinta y tantos años, con cuerpos normales y corrientes, como somos la
mayoría de los mortales que disfrutamos de las playas nudistas claro.
Él era alto, ni gordo ni
flaco, con un buen miembro que le colgaba morcillón, de cabello negro y con vello
por todo el cuerpo, sin depilar vamos, mientras que ella iba totalmente
depilada. La mujer era más baja que él. Su pelo era rizado, castaño con algunos
reflejos de tonalidad caoba, y largo, hasta media espalda. Tenía una mirada
intensa con unos labios que invitaban a pensar maldades, las que yo soy muy
dado a pensar… Sus pechos eran grandes, eso sí caídos tanto por efecto de la
gravedad como por una vida natural sin sujetador, o eso imaginé yo. Sus piernas
me daban ganas de sobarlas terminaban en un buen culo, que sin ser grande me
pareció muy apetecible. Por supuesto, por delante al ir depilada pude apreciar
bien su sexo, con unos labios gruesos que todavía vi mejor cuando ella se
agachó para ir ordenando sus cosas sobre la arena. Sí, es evidente que me fijé
mucho más en ella que en él, pero ¿qué queréis que os diga? ¡Me gustan las
mujeres!
Cuando estuvieron listos
se pusieron el protector ayudándose uno al otro. Dada la intensidad de esos
roces mientras se embadurnaban y dada mi caliente imaginación, mi pene empezó a
crecer, por lo que decidí ponerme boca abajo para que no se viese toda mi
erección apuntando al cielo. No era cómodo mantener eso aplastado debajo de mí,
pero al menos no se notaba. Una vez terminaron, se cogieron de la mano y me
pidieron que le echase uno ojo a sus cosas mientras iban a dar un paseo. Les
contesté que no había problema y se marcharon caminando mientras yo los seguía
con la mirada. Ciertamente ella no era una mujer de bandera, pero a mí me
parecía que estaba bien, además, tenía algo que me calentaba e impedía que le
quitase los ojos de encima. Me gustaba el movimiento de sus caderas al andar,
ese movimiento felino que tenía. Estaba claro que así no se me iba a pasar la
excitación…
Vi cómo se perdían
caminando por la orilla por lo que me centré en mis pensamientos. Pero ella no
se me iba de la cabeza, de no haber tenido pareja habría sido una buena
conquista. Pronto volvieron a aparecer en mi línea de visión. Se metieron en al
agua y se bañaron. Estuvieron un rato jugando dentro del agua, hasta que
salieron y volvieron agarrados por la cintura. Me saludaron mientras se
sentaban uno junto al otro, cada uno en su toalla, pero tocándose. La erección
de él era muy evidente, por lo que los juegos dentro del agua debieron ser muy
tórridos.
Los juegos también
siguieron allí, pues mientras cuchicheaban, sus manos se iban repasando los
muslos. Incluso pude ver como la mano de ella manoseaba el miembro de él. Yo me
seguía calentando boca abajo, pero claro, visto que ellos eran muy exhibicionistas,
no tendría por qué ocultar mi erección, así que me di la vuelta y me senté, no
de cara hacia ellos, pero sí un poco de lado para poder mirar bien la escena
que ofrecían. Vi cómo se besaban y cómo él acariciaba los pechos de ella, por
lo que yo no pude evitar llevar la mano derecha a mi polla endurecida para
empezar a masturbarme lentamente.
Miraba tan descaradamente
que ella se dio cuenta de que no les quitaba ojo, y supongo que de mi
excitación. Pero no le importó, es más, se giró y quedó sentada de cara a mí.
Aunque ella llevaba gafas de sol podía sentir su mirada clavada en mí. Yo
también la miraba a ella fijamente, sin parar de subir y bajar la mano por mi
verga. Ella veía lo que yo estaba haciendo, claro, pero no le importaba, al
contrario, yo diría que le gustaba que lo hiciera por su sonrisa. Dejó de tocar
a su pareja para ponerse a tocarse ella, jugando conmigo.
Me estaba excitando esa
mujer. No sabía lo que sentiría realmente, pero imaginaba que su excitación en
ese momento ya no era por su pareja, sino por mí. Él se había tumbado y ella
permanecía sentada frente a mí. Yo desde mi posición la veía perfectamente,
pero todavía más cuando abrió sus piernas para que yo pudiera ver bien su sexo
abierto y depilado. En ese momento se me puso dura del todo. Mi mano subía y
bajaba calmadamente, sintiendo el movimiento por todo mi miembro a la vez que
la veía a ella jugar con su cuerpo. Se acariciaba sus pechos, entreteniéndose
en sus pezones, pero también la veía frotarse su sexo. Se estaba masturbando
para mí, a la vez que yo para ella. Era como si entre ella y yo hubiese un hilo
de deseo que tocaba al otro, unido a mucho morbo por masturbarnos en la playa.
Podía ver cómo su mano cambiaba
de un pecho a otro, se lo apretaba, se lo masajeaba, estiraba de su pezón.
Incluso la escuchaba gemir levemente según se frotaba su entrepierna. La veía
mover su mano acelerando el ritmo, seguro que, masajeando su clítoris, de la
misma forma que yo me pajeaba más rápido, siguiendo su ritmo, como si
estuviésemos follando. Yo arriba, abajo, ella adelante y atrás, metiendo
también un dedo en su coño de vez en cuando. Se escuchaban más sus gemidos
mientras yo suspiraba. Me pareció ver que su pareja miraba, pero me dio igual
en ese momento.
Ella se arqueó para atrás
dejándose llevar, con una mano abrió sus pliegues mientras con la otra se
frotaba frenéticamente. Todo me decía que estaba disfrutando, que su orgasmo
estaba cercano, por lo que yo también aceleré los movimientos de mi mano. La
subía y la bajaba cada vez con más rapidez, rozando también mi glande, lo que
me producía un enorme placer. Llevé mi otra mano hacia abajo, me acaricié el
escroto y presioné en mi perineo. El placer era inmenso, y más viendo cómo ella
seguía agitando su mano sobre su coño con desesperación. Bastaron unos
movimientos más de mi mano presionando mi rabo fuertemente para que me empezara
a correr.
- ¡Aaaaaaaaaaaaah! – Dejé
escapar un grito ahogado mientras los chorros de mi leche caliente salían
disparados hacia arriba para terminar cayendo sobre mi piel.
Ella lo vio y sonrió
mientras rozaba su clítoris con más intensidad. Poco después se arqueó aún más.
Elevó la pelvis sin dejar de masturbarse, para empezar a subirla y bajarla
rápidamente según su mano se movía.
- ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiiiii!
– Escuché cómo gritó ella. Se quedó con su pelvis elevada mientras vi temblar
sus piernas. Los movimientos de su mano fueron ralentizándose hasta que
alargando las piernas dejó caer su culo sobre la toalla.
Nos quedamos así, quietos
durante un rato. A pesar de llevar ambos gafas de sol oscuras, tenía claro que
nos estábamos mirando fijamente, como transmitiéndonos las ganas que teníamos
uno del otro, al menos yo de ella, que lo tenía muy claro. Tras dejar de
mirarnos nos relajamos, entonces ella pasó la mano por toda su entrepierna
metiéndose un dedo en su mojado coño. A continuación, sacó el dedo y me lo
mostró, como enseñándome lo mojado que estaba para luego llevárselo a la boca,
donde lo lamió y lo saboreó hasta dejarlo bien limpio.
Yo la imité. Pasé mi dedo
por el glande recogiendo parte del semen que había disparado, pero como era
poco, descendí por todo mi miembro con él hasta llegar a mi abdomen, donde
quedaban más restos de mi corrida. Lo restregué bien hasta que se empapó en mi
jugo para, como ella, mostrárselo ofreciéndoselo, y luego llevármelo a mi boca.
Lo lamí a conciencia notando el sabor de mi propio semen. Le mostré la lengua
para luego meterla en la boca y tragarme lo que había en ella.
Sonreímos los dos una vez
saboreamos nuestros jugos. Entonces ella se giró hacia su pareja y le besó.
Cuchichearon algo para después levantarse y dirigirse al agua otra vez. Yo
también necesitaba lavarme para eliminar los restos de corrida sobre mi piel,
pero como me pidieron que le volviese a echar un vistazo a sus cosas me esperé.
Según pasaron por delante de mí, no pude evitar fijarme en que el pene de él
estaba gordo y grande, por lo que me quedó claro que vio bien lo que había
pasado. Eso sí, cuando volvieron también me fijé en que ya no estaba erecto,
sin duda porque habría eyaculado en el agua, eso sí no sabía cómo habría sido,
pero seguro que una mujer tan caliente como ella tuvo que ser de buena ayuda.
Se tumbaron para secarse
al sol, por lo que yo aproveché para meterme en el mar. Nadé un poco y me
limpié bien todos los restos de semen que vi. Me fijé en que la pareja se
estaba vistiendo, por lo que salí para que no se fuesen sin poder despedirnos.
Cuando llegué me senté sobre mi toalla y los miré recoger sus cosas. Vi que
ella se puso a dibujar algo sobre la arena, hasta que se levantó y
despidiéndose ambos de mí con la mano se marcharon. Eso sí, según se levantaba
ella me señaló con un dedo lo que acababa de dibujar. Por lo que cuando se
fueron me acerqué para ver qué había hecho.
Al ponerme sobre el
dibujo vi que no era tal, puesto que no había dibujado, sino escrito. Empezaba
con el número 6 seguido por ocho dígitos más. Me quedó claro que era el número
de móvil de ella, por lo que cogí mi móvil y guardé su número en mi agenda
poniéndole de nombre Nudista Caliente. Un rato después me limpié y me sequé
bien para vestirme e irme a casa. Durante el trayecto en coche fui pensando en
lo sucedido y en ellos claro. Pensaba que serían pareja, pero tal vez fuesen
follamigos o algo así. No tenía muy claro para qué me habría dejado ella su
número escrito sobre la arena, pero por supuesto me iba a poner en contacto con
ella. Me había excitado y tenía muchas ganas de metérsela, no sólo masturbarme con
ella. Quizás si eran pareja, lo que querían era un trío, pero como él no
intervino en nada de nuestra masturbación playera, lo descarté. Para mí era
mejor pensar que se había calentado tanto como yo y ella quería un buen rato de
sexo conmigo.
Cuando llegué a casa me
di una buena ducha y me sequé. Pero tras ello no me pude aguantar más y cogí mi
móvil. Pensé en llamarla, pero igual le venía mal la llamada, por lo que vi que
tenía whatsapp y le escribí:
- ¡Hola!
- Soy el pajillero de la
playa. ¿Cómo estás?
A lo que poco tiempo
después, ella me contestó:
- ¡Hola pajillero!
- Aquí la otra pajillera.
- Bien, por cierto, ¿te
apetece venir a cenar esta noche a mi casa? Si no tienes otro plan mejor claro…
- No, no tengo plan y no
lo podría tener mejor que el de cenar contigo.
- De acuerdo. Entonces,
si te parece bien, ven a casa a eso de las nueve.
- ¿Te va bien?
- Perfecto, a las nueve
estaré en tu casa.
Tras ello, me escribió su
dirección, que era del pueblo donde estaba la playa, y nos despedimos hasta la
hora de la cena con unos whatsapps más.
Me quedé pensando en lo
que podría suceder, por lo que de nuevo me empalmé al imaginar en el cuerpo de
esa mujer disfrutando de mis manos, de mi lengua, y de mi polla dura, en lugar
de disfrutar de su mano como en la playa. Pero no quise hacer nada para
solucionar mi empalme, quería que mi pene estuviera en plena forma por la
noche, ya que mucho se deberían torcer las cosas para no disfrutar de una buena
velada de sexo con la pajillera de la playa.
Pensé también, otra vez, qué
pasaba con él, con su pareja. ¿Sería realmente su pareja? ¿Sería un amigo con
derecho a roce? No tenía nada claro, y la verdad, por whatsapp no le había
preguntado nada a pesar de haber pensado ya sobre ello anteriormente, de camino
a mi casa, por lo que tampoco sabía si él estaría en la cena, o estaríamos sólo
ella y yo. Era una cuestión importante, pues de ello dependía si iba a tener
sexo en pareja, o si, por el contrario, con lo que me iba a encontrar era con
un trío con ellos dos. Pero bueno, mi mente siempre ha sido abierta, así que no
le di tampoco mayor importancia al tema. Si tenía sexo con ella fantástico, y
si, por el contrario, lo que hacía era compartirla con la polla de su pareja,
pues más morbo todavía. Y es que una mentalidad abierta siempre gana en una
situación morbosa…
Decidí arreglarme para ir
a la cena, pues tampoco quedaba mucho tiempo. Me di un toque picante en el
interior poniéndome un tanga. Escogí uno con el tejido de la entrepierna de
rejilla semitransparente, de color rojo con las cintas negras. Aunque me gusta
mucho más llevar bóxer, reconozco que ese tanga me sienta de cine, y por ello
me lo puse para esa cena. Luego añadí un vaquero de esos agujereados, una
camisa fresca negra de manga larga, aunque con las mangas bien remangadas, y
por último unas sandalias negras elegantes. Como no quería llegar con las manos
vacías, y no tenía tiempo para ir a comprar nada, fui a mi pequeña bodega para
escoger un buen vino tinto, y de la nevera cogí otro blanco fresquito. Además,
me acordé de coger unos preservativos del cajón de mi mesilla y los guardé en
mi cartera. Tras ello ya puse la dirección que me había dado ella en el
navegador de mi móvil, me fui al coche y me puse en camino a su casa. Lo que sucedió allí fue increíblemente
morboso, puro fuego, pero lo contaré en mi próxima entrada, espero no haceros
esperar mucho para leerlo.
Eres un pajillero al que me encantaría cruzar en una playa jejeje. Ya mismo me paso a la segunda parte que no puedo esperar!!!
ResponderEliminar¡Hola Diosa Enamorada!
EliminarPues sí, está bien eso, porque lo de ser un pajillero solitario en una playa no está mal, pero no es lo más. Lo mejor es cuando frente a ti se pone otra pajillera, lo que da pie a que de paja se pase a mucho más. Es lo bueno de cruzarse con un pajillero en la playa, ja, ja, ja.
¡Gracias por tu comentario!
Besos morbosos,
Eros