jueves, 21 de julio de 2016

Confesiones (La deuda de boda 2)



La primera parte de esta historia acabó cuando Mamen, mi sexy y caliente compañera de trabajo, y yo, retomábamos el viaje en coche para ir a la boda de su estúpida prima. Acababa de hacerme una mamada increíble dentro del túnel de lavado, por lo que tanto mi coche como mis bajos iban limpios y secos. Sin embargo, Mamen, dado que su vestido rojo de tipo sirena no me dejó acceder a su entrepierna, seguía caliente. Es más, me había dicho que tenía una deuda con ella, una deuda de orgasmo y que se cobraría cuando ella quisiera.

Teníamos una hora de camino hasta llegar a la iglesia. Durante el trayecto alguna que otra vez pensaba en cómo se cobraría la deuda Mamen y la miraba. Sus pechos destacando apretados por el vestido rojo en su delgado cuerpo, su pelo rubio recogido con las mechas colgando a los lados, sus ojos azul claro que me derretían, sus labios carnosos y su lengua, que me sacaba graciosamente cada vez que me pillaba mirándola, junto a ir pensando en la deuda, hacían que me mantuviese caliente, pero a la vez concentrado en la carretera, no habría estado bien dejar volar mi mente y tener un accidente.

De camino fuimos charlando de forma amena, con alguna que otra pulla subida de tono para que no bajase la calentura claro, sobre todo la suya, aunque dudo mucho que hubiera bajado sin decirnos nada. Debido a ir de charla, el viaje no se hizo pesado por lo que llegamos allí frescos como lechugas. Tras aparcar cerca fuimos caminando hasta la iglesia. Se escuchaba el bullicio desde lejos. Mamen se había puesto el abrigo negro encima porque hacía algo de fresco, mientras que yo con la chaqueta del traje abrochada iba bien.

Cuando llegamos se me hizo pesado. Todo era saludar gente y presentarme a todo el mundo como una maravilla, claro era parte de su plan. Casi nadie esperaba que Mamen fuese con pareja porque la consideraban una bala perdida en su familia, y ella esperaba ser la reina para fastidiarlos a todos, pero más aún a su prima, la que se casaba.

La novia se hizo esperar un rato, pero al final bajó de un coche en la puerta. Iba radiante, bien maquillada y con un bonito vestido blanco. Mamen aprovechó el momento de su llegada para sacarse el abrigo. Me lo dio y quedó con su entallado vestido rojo, con sus encajes, con su increíble escote en la espalda, por no hablar del delantero… Una buena parte de los invitados dejaron de mirar a la novia para mirar a Mamen, quien feliz, sonreía por estar quitándole parte del protagonismo a su prima. La verdad es que yo no tenía muy claro el porqué de ese odio familiar, pero sí sabía que se solían portar con ella bastante mal, por lo que buscaba su pequeña venganza en la boda.

Su prima la atravesó con la mirada mientras todos los invitados íbamos ya a sentarnos en los bancos de la iglesia. Mamen y yo nos sentamos por la parte posterior. Cuando la novia pasó me susurró al oído: 

- Mírala, ¡es gilipollas!

Sonreímos y esperamos a que toda la comitiva llegase al altar para sentarnos en un banco lateral, un poco apartado. Durante la ceremonia no se puede decir que prestásemos mucha atención al sacerdote, porque Mamen se dedicó a susurrarme cosas al oído:

- ¿Recuerdas que llevas pantalón de vestir y que si te empalmas se notará cuando te levantes? – Me dijo para empezar.

Lo que hizo que mi pene se empezase a mover dentro del suave pantalón. Yo puse mi mano en su muslo para ir subiéndola poco a poco por encima del vestido y susurrarle:

- ¿Recuerdas tú que a mí me hiciste correr hace un rato y que tengo que devolverte el orgasmo para compensar? ¿Recuerdas que seguro que tú estás aquí más caliente que yo?

Mamen se mordió ligeramente su labio inferior y me dijo al oído:

- Sí, y podría pedirte ahora el pago de tu deuda de orgasmo ante la vista de todos, ¿no tienes fantasías exhibicionistas?

- Claro que las tengo, y lo sabes. – Le susurré yo en respuesta, para apretándole fuertemente su muslo añadir. – Además, tú también las tienes, o eso o tienes mucho frío aquí en la iglesia, porque tus pezones se quieren salir del vestido…

Ella acarició mi muslo por encima del pantalón para añadir:

- Sí, seguro que sobresalen de mí, más que nada porque con este vestido, el sujetador brilla por su ausencia, pero no tanto como lo que te sobresale a ti en la entrepierna.

Tras un vistazo comprobé que así era. Los pantalones de vestir a veces se arrugan por la entrepierna, pero eso tampoco disimulaba mi erección. No hay nada que excite más que susurrarse al oído cosas calientes con una mujer a la que deseas con locura, la prueba estaba en el centro de mi pantalón, pues me había empalmado. Para disimular y que nadie se diese cuenta, me saqué la chaqueta haciendo un gesto como de que hacía calor, para dejarla doblada sobre mi entrepierna.

Durante toda la ceremonia seguimos susurrándonos todo tipo de comentarios calientes, por lo que no aparté la chaqueta de encima de mí. Incluso mientras hacíamos las típicas sentadillas de iglesia, en que todos se levantan y se asientan a la vez, me la tenía que poner delante de la entrepierna para disimular. Mamen me veía sufrir con la chaqueta en la mano y se reía pícaramente.

Como en la mayor parte de las bodas, los novios se dieron el sí quiero y se casaron felizmente. Luego vino el turno de darle la enhorabuena a los novios, seguido por la posterior sesión de fotos con ellos. Dado que en las fotografías no habría estado bien visto salir sin chaqueta, me coloqué el pene de lado para que disimulase la erección, pero aun así se notaba, por lo que perdí un poco de tiempo dando un rodeo por los laterales de la iglesia. Lógicamente, mirando retablos e imágenes el empalme bajó.

Nos hicimos todas las fotos de rigor, para luego mientras la gente salía a la calle, sacerdote incluido, pasear por la iglesia. Mamen me iba explicando algo de historia de algunas imágenes, pues conocía el lugar. Su explicación era la excusa para ir calentándome de nuevo con sus comentarios, muy sexuales y que seguro no formaban parte de la tradición original. Según dábamos la vuelta vimos un par de confesonarios, y luego otro en un lateral más apartado de la puerta por donde salió todo el mundo. De repente dejó tanto su abrigo como el bolso de mano en un banco cercano y abrió la puerta del confesonario para meterse dentro, desde donde me dijo poniendo una voz grave:

- ¡Eeeeeeh! ¡Pecador! Seguro que tienes algo que confesar… Como que te pones cachondo en la iglesia mirando a tu compañera de banco. ¿Todavía tienes la polla dura por ella?

- Shhhhhhhh. Calla Mamen que te van a oír. – Le respondí. – Y sí, va durilla, porque alguien no quiere que baje la calentura contándome cómo era el sexo en los tiempos de las imágenes…

- Pues ponla dura del todo, – me contestó ella, - que aquí hay una mujer bien caliente que quiere tenerla dentro. ¡Vamos! Quiero cobrar tu deuda aquí y ahora, así que entra y fóllame.

Tras escuchar eso se me puso más dura todavía. Miré hacia atrás para ver si había alguien, pero no, todos estaban fuera. Aunque había que ser rápido, por lo que abrí la puerta y me metí al confesonario con ella. Dentro vi que Mamen se había sacado el vestido y lo había dejado sobre la silla del sacerdote. Estaba apoyada con las manos contra un lateral del confesonario de madera, con sólo los zapatos de tacón puestos y un tanga rojo de encaje. Era una imagen tremendamente sensual, además que ella me hacía notar su excitación mirándome con sus ojos azules y contoneando su cuerpo, presa del deseo.

Me saqué la chaqueta y la dejé sobre su vestido para acercarme a ella por detrás, metiendo la corbata dentro de la camisa. También me desabroché el cinturón y la bragueta de mi pantalón, que cayó a mis pies. Luego bajé mi bóxer semitransparente para sacarme la verga, bastante dura ya. Lamí toda su espalda desde su culo hasta la nuca, de una tirada, sin parar, mientras ella suspiraba deseosa.

Besé su cuello, incluso lo mordisqueé, hasta que decidí apagar sus suspiros con mis labios. Nos besamos apasionadamente. Ella me cogió la polla con su mano para empezar a masturbarme, subiendo y bajando, mientras nuestras lenguas jugaban entrelazadas en su boca o en la mía. Apreté y magreé sus pechos desde atrás, pellizqué sus pezones ya erectos. Mamen gimió ahogadamente dentro de mi boca, pero sin dejar de pajearme intensamente, para luego decirme:

- Me gusta cómo se te pone dura entre mis dedos.

- Con las ganas con las que estás subiendo y bajando tu mano por ella, no sólo me la vas a poner durísima, - le contesté, - sino que eres capaz de hacerme correr tan rápido que batirías tu récord de velocidad del coche.

- Pues no es lo que quiero. – Me respondió. – Lo que quiero es correrme yo con tu polla dura dentro de mi coño.

Tras escuchar eso se me endureció aún más si cabe. Llevé una mano a su entrepierna notando mojada la tela de su tanga, que aparté para rozar su sexo y meterle un dedo. Lo saqué mojado, perfecto para saborearlo, como así hice ante la mirada de deseo de Mamen.

- No sé qué tiene tu sabor que me encanta. – Le dije.

- Pues ya ves lo cachonda que estoy, - me contestó, - y en mi mano yo tengo algo durísimo. Ya sabes qué hacer…

Y lo hice. Solté mi verga de su mano para llevarla a su sexo. Allí con el tanga apartado sobre su nalga, rocé mi glande por toda su raja y por su clítoris. Tras unos roces más, apunté a su entrada para ir metiendo toda mi polla lentamente, hasta que yo no entró más. Mamen arqueaba su cuerpo según me iba abriendo paso en su mojado interior. Una vez así, le di un azote procurando que no sonase mucho, aunque no tuve éxito, pues sonó bien fuerte y ella volvió a gemir. A continuación, apoyé mis manos en sus caderas para ponerme a bombear en su más que húmedo coño. 

Entre gemidos ahogados por unos labios casi cerrados empecé a mover lentamente mi rabo hacia atrás, hasta casi sacarlo del todo, para luego metérselo todo de golpe. Así una y otra vez, saliendo lentamente, entrando de golpe, saliendo despacio, entrando con fuerza… Con cada una de mis embestidas Mamen dejaba escapar un gemido que se unía al mío. Cada vez que la penetraba daba la impresión de que quería meterle hasta mis huevos dentro, era una follada bien profunda. Se notaba que ella estaba muy caliente, pero yo también tras toda la tarde diciéndome guarradas.

Desde que la conocí, la había deseado bien, pero ese día mi deseo por ella no tenía límite. Por ello seguía metiendo y sacando mi polla de ella con toda la energía que podía. Era un mete saca realmente apasionado, dentro, fuera, dentro, fuera…, con toda la intensidad que podía, aumentando la velocidad tanto a la salida como a la entrada. El ritmo de los jadeos hacía que la follase con más fuerza, sin parar, adelante, atrás, adelante, atrás…

- Vamos, me falta poco. – Me animaba ella con voz entrecortada.

Yo no necesitaba ánimos, pero redoblé mis esfuerzos. Le daba tan fuerte que notaba el movimiento del confesonario, si había alguien cerca, era seguro que sabían lo que pasaba dentro. Pero ya nada importaba, lo único que tenía en mente era seguir embistiéndola salvajemente, como si quisiera reventarla metiendo y sacando mi dura polla una y otra vez de ese coño que me volvía loco de placer.
Mamen separó una mano del lateral y la llevó a su entrepierna quedando apoyada con una sola mano. Seguro que quería aumentar la intensidad de su orgasmo ayudándose de sus dedos en su clítoris. Yo seguía a lo mío, follándola con toda la intensidad que me era posible. Llevé mis manos a sus firmes pechos para apretárselos bien mientras la embestía. Mi polla iba y venía en su coño encharcado cada vez más rápido, más, más, más… No podría aguantar mucho así, pero ella todavía menos, pues sus gemidos y jadeos, cada vez más seguidos, me avisaban de lo cerca que estaba. Es más, tras unas fuertes embestidas más, volvió a apoyar su otra mano en el confesonario, arqueó su espalda echando su culo para atrás, y girándose me dijo con voz entrecortada:

- Sigue, sigue, sigue, me viene ya, siiiiiii…

Por supuesto, yo seguí bombeando su coño con fiereza, disfrutando de cada profunda penetración, hasta que Mamen medio gritó:

- ¡Me corrooooooo! ¡Diooooooooooos! ¡Siiiiiiiiiiiiiii! 

Vi cómo su cabeza se agitaba locamente, su cuerpo se estremecía y sus piernas temblaban de puro placer, a la vez que jadeaba. Yo seguí follándomela todavía más rápido mientras sentía las contracciones de las paredes de su coño, apretando y aflojando mi polla con cada espasmo. Llegué a notar como su flujo me mojaba porque su orgasmo fue bestial. Eso fue demasiado placer ya para mí, así que tras unas embestidas más escuchando ese chapoteo no pude aguantar y entre gemidos dije tratando de no gritar mucho:

 - ¡Aaaaaaaaaaah! Me corro en ti siiiiiiiiii. Siente toda mi leche caliente, siéntela, ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!

Empujé unas veces más mientras mis calientes chorros llenaban bien su coño hasta que paré del todo cuando ya no me quedó más leche que dispararle dentro entre gemidos. Tanto ella como yo respirábamos con dificultad sin dejar de jadear. Había sido un polvo muy intenso. Ella me miró feliz ensartada por mi polla, que seguía en su interior sintiendo lo encharcada que estaba tanto por sus fluidos como por los míos.  

Tras disfrutar de unos momentos así, mientras nos recuperábamos, saqué mi pene de ella y todavía duro lo guardé de nuevo dentro de mi bóxer. La besé como cualquiera besaría a una mujer que le da tanto placer, con toda la pasión que pude. Ella me devolvió el beso con más ganas aun, mordiendo incluso mi labio inferior. Tras ello me subí los pantalones, me lo abroché todo, cogí la chaqueta y le dije:

- Te espero fuera ahí fuera mientras vigilo. Vístete tranquila.

Salí, me puse la chaqueta, arreglé mi corbata y me senté en el extremo de un banco. Comprobé que no había nadie dentro, por lo que respiré aliviado. Un poco después salió ella, con su impresionante vestido rojo, que ahora hacía juego con sus enrojecidas mejillas. Se sentó a mi lado, y me dijo:

- ¿Sabes? Hay algo con lo que no contaba. Menos mal que llevaba pañuelos de papel para secarme un poco, porque de lo contrario se habría manchado el vestido. He soltado demasiado flujo esta vez, y junto a tu leche ahí dentro de mí, es una mezcla que se va hacer notar. Me he puesto un pañuelo en plan tampón, pero no creo que funcione mucho tiempo. Debería ir a un aseo en breve, aquí al lado hay un bar.

- Pues sí, tienes razón, son cosas del directo. – Le contesté riendo. – Además, querías llamar la atención, y te aseguro que un buen manchurrón a la altura de tu culo daría mucho que hablar…

- Claro, claro… - Añadió ella sonriendo. – Venga, vamos que me aseé un poco.

- Sí, vamos. – Le dije. – Pero espera que te brilla el sudor.

Con un pañuelo de tela, de esos que ya pocos llevamos, le sequé un poco la frente y el cuello. Luego me lo pasé yo por toda mi cara y mi cuello, suponiendo que yo también habría sudado con semejante esfuerzo. Tras ello cogí su abrigo y nos levantamos para salir, pero escuchamos:

- ¿Qué hacéis aquí dentro todavía? Iba a cambiarme para cerrar porque todos los invitados se marchan ya al salón de bodas.

Era el sacerdote. Habíamos tenido suerte de que se entretuviese y no nos pillase. Mamen le respondió:

- Pues menos mal que nos ha escuchado don Antonio. Dado que mi novio nunca ha estado aquí estaba contándole un poco el origen de algunas piezas que hay por aquí. Son historias muy interesantes.

- Sí, lo son. – Contestó don Antonio. – Pero hoy no es el día para ellos. Venga, salid que se hará tardé. Nos vemos allí y os contaré más historias si os interesa…

- Por supuesto don Antonio. – Le contestó Mamen. – Y disculpe, ya nos vamos.

El sacerdote se despidió con la mano y se fue hacia la sacristía. Nosotros nos cogimos de la mano y salimos. Mientras avanzábamos hacia la puerta nos miramos, suspiramos con alivio para acabar riendo. La cosa había estado cerca. No tenía ni idea del tiempo que había pasado mientras lo hacíamos, pero seguro que, aunque poco, fue demasiado para el riesgo que corríamos. Por suerte nos habíamos salvado de ser pillados en nuestra salvaje confesión.

Tras salir vimos que los novios ya se habían marchado para la típica sesión de fotos. El resto de la gente empezaba a desfilar ya para ir a buscar sus coches. Nosotros les indicamos que no tardaríamos y entramos al bar. Mamen me dio su abrigo nada más entrar y yo pedí una botella de agua en la barra mientras ella se dirigía rápidamente al aseo. Un rato después salió radiante del aseo. Sin duda se había arreglado y limpiado bien. Se acercó a mí sonriente y metió su mano en un bolsillo de mi chaqueta.

- Ya no hay peligro. – Me confesó. – Ya me he dejado como nueva. Lo malo es que mi tanga ya se estaba empapando, por lo que me lo he tenido que quitar o no habría servido de nada el secarme. Eso es lo que acabo de dejar en tu bolsillo.

La miré con sorpresa mientras ella ponía esa cara de cachonda que tan bien le salía. Metí mi mano en el bolsillo para comprobar que no me había engañado y toqué su tanga, que sí, estaba bien mojado como había dicho. Luego me llevé la mano a mis labios y lamí los dedos húmedos mirando a sus ojos, para después decirle con sorna:

- Bien, bien, bien. Así que ahora sólo llevas el vestido, esto promete. Va a ser una noche muy interesante, pero al menos ahora ya no tengo una deuda contigo, por lo que no tendré por qué satisfacer tus deseos cuando a ti te plazca, ja, ja, ja.

- ¿Cómo qué no? – Me respondió al instante Mamen. – Claro que tienes una deuda de orgasmo conmigo.

- Pero si ya te he hecho correr en el confesonario, que era lo que te debía. – Añadí.

- Sí, - me contestó, - pero tú también te has corrido, y salvo que no sepas contar, la cuenta está dos a uno, por lo que me sigues debiendo otro orgasmo. Y por supuesto, sí será cuando yo quiera, en el momento que yo elija, ¡no lo olvides!

Tras ello reímos y saliendo del bar nos fuimos hacia el coche. Nos sentamos dentro y le di al contacto. Miré a Mamen una vez más mientras pensaba si habría planificado todo ese juego antes de recogerla en su casa, conociendo su mente caliente casi estaba seguro de ello. El coche se puso en marcha y nos dirigimos al salón de bodas. De camino volví a pensar en cómo se cobraría Mamen la nueva deuda. Claro que también pensaba que nunca en la vida volvería a ver un confesonario como un lugar al que la gente acude a confesar sus pecados, sino a cometerlos.

4 comentarios:

  1. El morbo del peligro, de que te puedan pillar, es algo que aumenta todas las sensaciones. Suena muy morboso eso de acabar follando dentro de una iglesia, pero no es algo que haya hecho nunca. Pero tiene esos toques que siempre ponen, aromas a incienso, velitas. Tal vez alguna vez debería tratar de hacerlo ahí dentro, no debe ser muy distinto de un probador. Buscaré algún voluntario que se atreva y que sea morboso, y que no tenga miedo de llamr la atención al hacerlo con una mujer escandalosa.
    Necesito saber la continuación de la historia, ¿siempre pagas tus deudad Eros?
    Un beso

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola Dama!
      Sí, el peligro da mucho morbo, y por eso a veces sobrepasamos el límite, ya sea por el lugar elegido o por hacerlo con gente demasiado cerca. Ese morbo hace que todo sea mucho más intenso, como en el confesonario, la pasión se deborda y nos tornamos más salvajes.
      No creo que tengas problemas para encontrar voluntarios, ¿verdad? Lo difícil será encontrar una iglesia en la que lo puedas hacer sin problemas.
      La historia va poco a poco, ten paciencia. Y respecto a las deudas, sí, no tengo ninguna porque todas están pagadas. Y las de índole sexual, con intereses, que añado yo voluntariamente.
      Muchas gracias por tu comentario Dama.
      Besos morbosos.
      Eros

      Eliminar
  2. He aprovechado en leer la primer parte, pero la que más me resultó interesante es ésta, pues la delicia de ser descubiertos te lleva a hacer locuras inimaginables, incluso el saberte en público lo hace más exitante; una vivencia pasada me llevo a disfrutar de un oral en pleno día en medio del tráfico, las miradas de los extraños exitaban más mis ansias de gozar su mirada de deseo y temor me pidió continuar hasta el fin de nuestro trayecto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Hola AprilLinahz!
      Gracias por haberme leído y por tu comentario.
      Bueno, esta parte sí que tiene eso, el morbo del riesgo, y más donde era, con tanta gente que podría haber vuelto a por algo y haber escuchado nuestro placer. Totalmente de acuerdo contigo, se hacen increíbles locuras cuando sabes que te pueden pillar...
      Lo que tú cuentas, por ejemplo, es una de esas locuras. En un coche, conduciendo, con coches, furgones y camiones alrededor. Todos miran y se sorprenden de lo que ven. Y tú tienes un orgasmo increíble por ello, sí, sí, sí...
      De nuevo muchas gracias por tu comentario.
      Besos morbosos.
      Eros

      Eliminar

Si lo que acabas de leer te ha provocado alguna sensación, ¡no lo dudes y cuéntamelo!
Gracias