Ésta es la continuación a un relato que dejé interrumpido hace ya tiempo y que esperaba su final. La primera parte se puede leer aquí. Y sin más ahí va el desenlace.
Fueron pasando días en
que iba, la veía y me excitaba. Llegamos a un punto en que nos acariciábamos
disimuladamente por encima de la tela. Yo acariciaba mi polla cuando ella
miraba, y ella sus pechos con algún roce a su entrepierna al mirar yo. Todo
ello lo hacíamos sin que nadie más de la playa se pudiese percatar, y por
supuesto en ausencia de su marido. Cuando él llegaba, lo único que podíamos
hacer era dedicarnos alguna mirada clandestina, y poco después yo me iba para
no hacer nada peligroso.
Cada vez que llegaba a
casa lo hacía empalmado. Me tenía que acariciar pensando en ella. Imaginaba que
ella lo hacía también, que llegaba de la playa y se tenía que esconder en el
aseo para tocarse por mí. Disfrutaba imaginándola quitándose la ropa, dejando
caer su bañador y quedando desnuda, ¡cómo me ponía eso!, mmmmmmm. Abría el
grifo de la ducha, y una vez debajo de ella, el agua corría por su pelo negro y
se deslizaba por toda su piel desnuda, su mano la ayudaba en su recorrido.
En ese momento la
imaginaba con sus manos acariciando su cuello. Delicadamente bajaban hacia sus
pechos. Los masajeaba, jugaba con ellos, se entretenía en rozar sus pezones
duros por sus caricias y se mordía el labio pensando que sus manos eran las
mías, mmmmmmm. Seguía acariciándose por el abdomen. Llevaba una mano hacia
atrás y la sentía en su culo. La otra mano llegaba al mismo sitio por el otro
lado, se lo acariciaba como si fuese yo, mientras el agua corría por su cuerpo.
Volvía con sus manos hacia delante. Masajeaba sus muslos, iba subiendo despacio
para arriba. Separó las piernas y siguió subiendo, hasta que llegó a su rajita,
la acarició, y la notó mojada, pero no por el agua, sino por la calentura que
tenía por mí. Seguía tocándose, mientras se estremecía. Apretaba su clítoris
entre sus dedos, lo rozaba, y gemía, cada vez más excitada, mmmmmmmm.
Pero no podía estar
eternamente en la ducha pues no estaba sola, por lo que aceleraba sus
movimientos, y metía un dedo en su vagina, fácilmente, despacio. De nuevo gemía,
mmmmmm. Volvía a acariciarse, frotaba sus dedos contra su clítoris, mientras su
respiración se aceleraba. Ahora eran dos dedos los que entraban y salían de su
mojado coñito. Lo sentía cerca, por eso lo hacía con fuerza. Su otra mano dejó
de rozar su clítoris y fue a su pecho. Se lo estrujaba de nuevo, entre gemidos,
mmmmm, mmmmmmmm. Hasta que no aguantaba más. Deslizando sus dedos fuera, se
centro en rozar su pepita, con fuerza, mmmm, más roce, mmmmm, estaba llegando,
siiiiiii. Y mordiéndose el labio para ahogar un grito delator se corría entre
espasmos de placer. Por supuesto, yo tras imaginar eso me corría abundantemente
derramando mi leche para ella, mmmmmmmmm.
Un día, tras nuestro
juego de miradas y roces en la playa. Se levantó, recogió sus cosas y cuando
pasaba a mi lado me miró dejando caer una cosa a mi lado, mientras seguía
caminando alejándose de mí. Miré lo que había caído y vi que era un papel
doblado. Lo cogí abriéndolo con disimulo. En él ponía: Esta noche estaré sola.
Si te interesa nos vemos en el muelle a las ocho. Un beso.
Fui invadido por un
cosquilleo mientras una sonrisa se dibujaba en mis labios. Me volví y la miré
alejarse del todo. Ese cuerpo iba a ser mío, esas caderas que se alejaban
moviéndose con su sensual cadencia estarían entre mis manos, ¡por fin! Tenía
que hacer que la noche fuese digna de ser recordada.
Estuve nervioso toda la
tarde en mi casa hasta que se acercaba la hora de la cita. ¡Ella iba a ser mía!
Solo eso me excitaba, pero debía calmarme… Tras ducharme y arreglarme, me puse
mis mejores vaqueros con una camisa negra, que me quedaba muy bien y salí hacia
el lugar de nuestra cita.
A las ocho ya estaba yo
en el muelle y poco después apareció ella. Llevaba un vestido blanco tipo
ibicenco y unas sandalias a juego con el bolso. Su pelo negro caía a ambos
lados de su cabeza, sobre sus hombros desnudos. Me acerqué a ella y la saludé.
Cuando iba a besarla me dijo: Aquí no. ¿Tienes coche? Asentí y me pidió que nos
fuésemos a algún lugar donde no la pudiesen conocer.
Subimos al coche y
decidí llevarla a otro pueblo a media hora. Durante el trayecto me contó que se
llamaba Eva, aunque sinceramente pienso que no era su auténtico nombre. Me
relató un poco su historia diciéndome que eran de fuera y que se encontraban en
mi pueblo por vacaciones, pero que la próxima semana ya se marcharían. Me
explicó que la relación con su marido se estaba basando en la rutina y que ella
buscaba extras fuera del matrimonio, y que yo le había gustado. La verdad es
que me sorprendió que fuese tan directa y así se lo dije, a lo que ella me
contestó, que dadas sus circunstancias apenas disponía de tiempo para sus
aventuras por lo que debía ser así. Además añadió ante alguna pregunta mía, que
cuanto menos supiese yo de ella, más segura se sentiría, puesto que no quería
complicaciones que destruyesen su relación, lo acepté y tras aparcar nos fuimos
a cenar.
Durante la cena
hablamos de todo un poco, aunque de nada serio. A pesar de eso la conversación
era muy amena, y poco a poco iba subiendo de tono, sobre todo recordando
nuestros episodios de la playa. Acabada la cena, le dije que la iba a llevar a
un lugar que iba a recordar siempre. Subió a mi coche y la llevé a una cala que
solo conocemos los lugareños, y que por suerte esa noche estaba desierta.
Le gustó, era un sitio
tranquilo, donde se escuchaba bien como rompían las olas bajo el brillo de la
luna. De repente Eva se sacó las sandalias y se metió en el agua, hasta que le
llegó a las pantorrillas. Yo decidí poner música suave, le di volumen y ella la
escuchó empezando a mover su cuerpo despacio al ritmo de la música. Se dejó
llevar, estaba bailando dentro del agua mientras los bajos del vestido se le
mojaban.
Yo me senté en la
orilla observándola. Era una imagen realmente sensual. Eva bailando en el agua,
moviendo sus caderas mientras sus brazos se iban deslizando por los lados de su
cuerpo, tocando su vestido blanco que destacaba en la noche. Se daba la vuelta,
y se la volvía a dar. Hasta que con el dedo me dijo que fuese y yo fui tras
sacarme los zapatos. Llegué hasta ella con los pantalones mojados y la abracé,
tenía ganas de hacerlo. Su cuerpo estaba caliente y mojado por el agua, pero
por fin entre mis manos.
Ahora sí, la besé y Eva
me dejó hacerlo, devolviéndome el beso. Nuestros labios se pegaban entre sí.
Las lenguas se buscaban con deseo y se encontraban. Ese roce húmedo me gustaba.
Llevé una mano sobre su pecho y ella gimió al sentirla, mmmmm. Ambos nos
deseábamos enormemente, queríamos comernos con avidez.
Mi entrepierna se
estaba endureciendo, Eva lo notó y me apretó contra ella. Dejé de besarla y
lamí su mejilla. Con una mano rozaba su cuello, con la punta de mis uñas,
mientras con mis labios besaba el otro lado de su cuello y lo lamía. Así iba
descendiendo hasta que llegué a sus hombros. En ese momento Eva me dijo que si
seguíamos ahí la ropa se nos iba a empapar, a lo que yo le dije que eso no
pasaría si nos la quitábamos, y eso hicimos, quedando ambos desnudos.
Tras llevar la ropa al
coche volví y la miré. Estaba realmente excitante y brillante salpicada por el
agua y bajo la única luz de la luna. Ella también se debió fijar en que mi
polla una vez liberada estaba desafiando a la gravedad, dura por ella. Me
acerqué y seguí por donde lo habíamos dejado. La abracé. Ella me abrazó a mí
para al poco llevar su mano a mi polla, la que tocó y acarició. Yo besaba su
cuello, descendiendo a sus hombros con una mano en su pecho.
Su pecho era suave, con
un pezón muy sensible a mi tacto. Cada vez que se lo pellizcaba Eva dejaba
escapar un gemido, mmmmmm. Lo volvía a pellizcar y de nuevo gemía, mmmm. Dejé
caer mis manos por su piel hasta llegar a sus caderas, y de ahí las llevé hacia
atrás notando el tacto de su culo desnudo. Lo acaricié, lo sentí bajo las yemas
de mis dedos, y lo apreté mientras ella dejaba escapar otro gemido, mmmm.
Eso sí, Eva tampoco
paraba quieta. Su mano seguía en mi entrepierna acariciando mi polla y de paso
también mis huevos, pero en lo que más se entretenía era en mi polla, más dura
cada vez entre los dedos de su mano. Pero es que su caricia no me podía dejar
indiferente, subiendo y bajando la mano por ella, mmmm.
Si alguien nos viese
desde fuera seguramente disfrutaría de una imagen sensual, nuestros cuerpos
entrelazados metidos en el agua hasta media pierna, moviéndonos un poco al
compás de las olas. Y me vería a mí inclinarme hacia ella un poco más, llevando
mi boca hacia sus pechos. Subir con mi lengua por esa colina hasta su cima,
lamiendo toda su piel, hasta llegar a su pezón, duro ya por las caricias, y
lamerlo, mientras Eva gemía de nuevo, mmmm, mordisquearlo, mmmmm. A
continuación repetirlo con su otro pecho, lamerlo bien, en círculo, ir
ascendiendo a su cima, hasta de nuevo darle un mordisquito a su pezón, mmmmm,
gimió Eva de nuevo.
Ella seguía con la mano
en mi polla, masajeándola suavemente, mmmm. Me gustaba la sensación de tener su
mano sobre ella. Tantas veces me había masturbado pensando en ella y ahora era
ella la que me lo hacía a mí, la mujer que yo imaginaba prohibida para mí… Yo no
fui menos y bajé la mano hacia su entrepierna. La acaricié y la encontré
mojadita, mmmm. Incluso metí un dedo en su coñito que entró sin problemas, lo
metí y lo saqué despacio unas cuantas veces mientras ella gemía, mmmmm, mmmmm.
Hasta que Eva me dijo al oído:
- ¡No puedo más!
¡Necesito que me folles! ¡Métemela ya!
Y yo obediente no me
hice de rogar. Tal como estábamos los dos de pie la cogí por debajo de su culo
y la levanté mientras ella, con su mano todavía en mi polla dura, la iba
guiando hasta la entrada de su coñito mojado. Antes de ello rozó mi capullo por
su clítoris, lo paseó arriba y abajo unas cuantas veces hasta que sin aviso lo
apuntó en su coño y metió la punta dentro. Yo aproveché y empujé para meter la
parte de mi polla que pudo entrar en ella en esa posición mientras se escucharon
los gemidos de los dos, mmm, mmmmmm.
Empecé a levantarla y
bajarla así sostenida por mis manos en su culo y ella agarrada a mí por mis
hombros. Cada vez que bajaba yo aprovechaba para empujar hacia delante de modo
que mi polla entrase lo máximo en todo su coño, mmmmm. Y así entre gemidos me
la estaba follando hasta que la combinación de la complicada posición más el
movimiento de las olas dando en mis pantorrillas, hicieron que yo perdiese el
equilibrio y cayésemos hacia atrás. Por suerte el agua amortiguó nuestra caída.
- ¿Te has hecho daño? –
me preguntó Eva.
- No, por suerte no. ¿Y
tú? – le pregunté yo.
- Tampoco, - me
contestó -, eso sí, con la caída tu polla ya no está dentro de mí. Podíamos
aprovechar esta posición, ¿no?
Y tras decir esto, Eva
se levantó un poco sobre sus rodillas y cogiendo mi polla todavía dura se la
volvió a meter dejándose caer sobre mí, mmmmm, y empezó a cabalgarme. Yo estaba
con los codos apoyados en la arena del fondo para no ahogarme claro, así que
poco podía ayudar en esa posición, lo único mantener mi polla bien dura para
que ella subiese y bajase por ella. Eso no era difícil pues verla subir y bajar
sobre mí a la luz de la luna, con sus tetas bamboleándose según se movía me
mantenían más que excitado.
Eva no paraba. Se
levantaba sacándose casi toda mi polla de su coño para dejarse caer de nuevo
sobre mí metiéndosela toda mientras gemía, mmmm, mmmmm. Sus manos estaban
apoyadas sobre mi pecho. En un momento dado dejó de subir y bajar y empezó a
mover sus caderas hacia adelante y hacia atrás, rozándose sobre mi pubis. Cada
vez sus gemidos eran más seguidos, mmmm, mmmm, mmmm, y se entremezclaban con
los míos, mmmmm, mmmmmm. Yo estaba disfrutando de lo lindo con su manera de
hacerlo, mmmmm, cada vez más caliente, cada vez más excitado.
De nuevo volvió a
levantarse y a dejarse caer sobre mí, pero empezó a hacerlo cada vez más
rápido, de igual modo que iba gimiendo más, mmmm, mmmm, mmmmmm. Yo notaba como
mi polla entraba y salía de su coño, como mi capullo se rozaba en su interior
en cada movimiento, y entre eso, sus gemidos entremezclados con los míos, mmmm,
mmmmm, y la increíble visión del movimiento de sus pechos botando sobre mí no
iba a aguantar mucho sin correrme. Por lo que la avisé:
- Si sigues así no voy
a tardar en correrme Eva.
- ¿Y crees que yo sí? –
Me replicó ella. – Yo estoy a mil con esta follada, mmmmm, no te preocupes y
lléname el coño con tu leche, lo estoy deseando y estoy a punto…
Dicho esto, aceleró más
sus movimientos. Entre gemidos empezó a subir y bajar más rápido sobre mí,
arriba y abajo, mmmmm, mi polla entrando y saliendo de su coño por su
cabalgada, mmmmm, arriba y abajo, mmmm, más rápido, sus tetas rebotando, mmmmm.
Mi respiración estaba cada vez más agitada, como la suya, dejando escapar más
gemidos, mmmm.
- Siiiiiiiii, ¡qué
gusto! – Gritó Eva. – Me corroooooo, siiiiiiiiiii, aaaaaaah, aaaaaaah.
No dejó de moverse. Las
paredes de su vagina apretaban y soltaban mi polla con los espasmos de su
corrida. Y yo me corrí sin remedio unos instantes después de ella.
- Uuuuuuuuf, me corro,
siiiiiiiiii, - gritaba yo mientras mis
chorros escapaban de mi polla para llenarle su coño caliente, - siiiiiiiiii,
siiiiiii, aaaah, aaaah, aaaaaaaaah…
Y así, entre suspiros y
gemidos cada vez más distanciados nos fuimos relajando tras habernos corrido
placenteramente. Eva seguía sobre mí, mi polla seguía dentro de su coño, poco a
poco perdiendo su dureza. Se echó hacia mí y me besó. Fue un beso apasionado,
que yo le devolví. Nuestros labios se buscaron con la satisfacción del orgasmo
reciente. Nuestras lenguas se rozaron. Hasta que separamos nuestros labios.
- Ha estado bien Eva. –
Dije yo mientras ella asentía. – Pero como nos quedemos aquí mucho tiempo nos
vamos a enfriar. ¿Vamos al coche? Allí tengo unas toallas que siempre llevo
conmigo.
- Muy bien, - me
contestó, - vamos a secarnos.
Nos levantamos y le di
la mano para salir fuera del agua. Fuimos andando cogidos de la mano hasta que llegamos
al coche. Abrí el maletero y le acerqué una toalla quedándome yo otra.
Estábamos mojados y llenos de arena, por lo que había que aplicarse para
limpiarse bien, aunque nada iba a evitar una ducha porque a la arena siempre le
gusta quedarse pegada a la piel.
Aún así, ayudé a Eva a
secarse con la toalla y aproveché para sobarla bien mientras ella sonreía consciente
del motivo por el que la ayudaba. Sequé sus pies, sus piernas, sus muslos, su
culo, su entrepierna por supuesto, su abdomen, su espalda y su pecho, dejando
bien limpia cada una de sus tetas, hasta llegar a sus hombros y su cuello.
Luego ella lo repitió conmigo, al llegar a la altura de la entrepierna se
entretuvo y notó como se endurecía un poco…
- No, no, no, - dijo
sonriendo, - es tarde, y aunque tengo ganas de más. Mañana temprano tendré
batalla. Así que es mejor que me acerques a casa.
Yo asentí y ella me
acabó de secar. Después nos vestimos, admirando yo como ella se ponía su ropa
interior y su vestido blanco a la luz de la luna, mientras yo también me ponía
mis vaqueros, todavía mojados por bajo, y mi camisa negra.
Subimos al coche.
Mientras llegábamos íbamos charlando animadamente de lo sucedido y de lo que
podría venir. El viaje se me hice realmente corto. Cuando estábamos cerca de
donde ella vivía me pidió bajarse ahí. Paré el coche y nos besamos como si el
mundo se fuese acabar y ya no hubiese más besos. Después bajó del coche y me
dijo:
- Ha sido un gran
placer. Nos vemos mañana en la playa, ¿no?
- Un gran placer
igualmente. – Le contesté. – Por supuesto que nos veremos.
Y desde mi coche estuve
mirando cómo se iba alejando caminando calle abajo, moviendo las caderas de esa
forma tan sensual dentro de su vestido ibicenco, hasta que en una esquina giró
y desapareció de mi vista.
No es bueno dejar las cosas inacabadas. Has hecho bien en terminar esta historia. Este verano, en la playa, te buscaré entre la gente.
ResponderEliminarEva.
¡Hola Eva!
ResponderEliminarLo sé, nunca hay que dejar a nada ni a nadie a medias. Me ha costado pero acabé nuestra historia.
Y este verano, ya sabes el lugar en que yo tomo el sol.
Gracias por tu comentario. Un saludo.
Eros