sábado, 11 de julio de 2015

Un toque de sumisión (2ª parte)



En la primera parte de esta historia dejé a Mistress Gladyx fusta en mano y con un consolador en la otra mano. Tenía la intención de penetrar con él por primera vez mi culo. Su idea era colgar en él un rabo para que yo al pasear con él puesto pareciese un auténtico perro de verdad. Me había preguntado si me gustaba la idea de tener ese consolador en mi culo. Y yo me había quedado pensativo, con los miedos lógicos a la primera vez, antes de responderle. Es aquí donde retomo la historia repasando lo que le había ocurrido a mi ano previamente.

A parte de alguna exploración anal que me habían tenido que realizar los médicos, y alguna mujer, que con algo de curiosidad, había metido un dedo en mi ano mientras me pajeaba, no había tenido nada similar en el interior de mi culo. Es cierto que el consolador era más bien fino, salvo en su punta, pero no me gustaba la idea. Por lo que por fin le contesté:


- No. No me gusta la idea Mistress Gladyx. No hemos hablado nada de penetración anal, eso me va a doler. Por favor noooo, Mistress Gladyx…

Dicho esto me azotó en la nalga con la fusta. Me picó un poco. A continuación me dijo:

- No me repliques perro malo si no quieres que te dé más así. Antes de entrar aquí te he recordado que tu cuerpo sería mío aquí dentro, y que lo podría usar a mi antojo, para mi placer, así que no te puedes negar aquí dentro ya no. Además te he preguntado antes si habías roto el culo de una mujer, y cuando me has contestado que sí, te he dicho que había que estar dispuesto a dar y a recibir placer, pues ahora es cuando a ti te toca recibir. Sentirás lo que han sentido esas mujeres cuando lo hacías tú.

- Por favor, no Mistress Gladyx. – Le repliqué y justo después recibía otro fustazo en la otra nalga que me escoció más que el anterior.

- ¡Te he dicho que no me repliques perro! – Me gritó. – Además, como antes te has portado muy bien deseándome lo haré con cuidado para que no te duela. Recuerdo que acordamos que no habría dolor, tu ama no olvida esas cosas. Así que aprende a confiar en ella perro. Primero te abriré el culo con mis dedos y luego ya llevarás puesto esto.

Al decir eso me estaba mostrando el consolador. Yo no alcanzaba imaginar cómo podía tener todo eso dentro de mi culo sin que me doliese, pero he de decir que Mistress Gladyx cumplió su palabra y apenas me dolió.

La vi poner algo de lubricante en uno de sus dedos y noté cómo me ponía algo más en mi orificio cerrado. Llevó ahí su dedo y de forma experta empezó a masajearme circularmente. Empezó a meter la punta de su dedo poco a poco, hasta que yo noté que en verdad no dolía tanto y empecé a relajarme, lo que ella aprovecho para meter más su dedo. Estuvo así moviéndolo un rato hasta que lo sacó entero. De nuevo volvió a empujar, pero esta vez noté que no era un dedo sino dos. Poco a poco fueron entrando con algo de molestia, hasta que los tuvo dentro por completo. Empezó a mover y girar sus dedos dentro de mi ano y yo fui preparándome para lo peor. Le estaba dando mi culo por primera vez a una mujer, mi culo estaba siendo follado por sus dedos, y lo peor del caso es que no me disgustaba tanto como pensaba.

Mistress Gladyx sacó sus dedos de mi ano. Los puso delante de mi boca y yo entendí lo que quería por lo que los lamí hasta dejarlos limpios. A continuación cogió el consolador. Yo me estremecí al ver que ponía algo más de lubricante en él y que llegaba el momento. Cuando lo apoyo en el agujero de mi culo lo noté más frío que su guante antes. Empezó a empujar, y como la punta era algo más gruesa me dolió un poco cuando entró. Ella siguió empujando poco a poco hasta que entró todo. Movió un par de veces adelante y atrás hasta que lo dejó todo bien dentro. La verdad es que sorprendentemente me estaba gustando el roce del consolador en mi interior. Además, su curvatura estaba bien diseñada pues su punta presionaba en mi próstata, lo que se supone que es el punto G de los hombres. Por ello, mi polla empezó a empalmarse de nuevo. Y Mistress Gladyx se dio cuenta diciéndome:

- Vaya con el perrito. Al final le ha gustado que le meta algo en el culo. Seguro que con el tiempo esa mierda de polla que tienes es capaz de reaccionar así a cada uno de mis movimientos, sean o no  de penetración. Ahora es cuando le voy a atar el rabo a mi perrito para que pasee como un auténtico perro obediente. Y quiero que me muestre lo feliz que es ladrando mientras camina…

Una vez dijo esto cogió el rabo de la cama y lo ató a la anilla exterior del consolador, quedando colgando entre mis nalgas. Luego agarró la correa y empezó a tirar de ella para que yo caminase a cuatro patas, lo que yo empecé a hacer. Pronto empecé a ladrar y noté que cada vez que lo hacía, Mistress Gladyx dejaba escapar un gemido, parecían gustarle mucho mis ladridos. Era decir yo:

- ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!

Y ella soltaba un gemido. Me gustó mucho saber que ella estaba disfrutando con mi sumisión. Sin duda le debía haber gustado jugar con mi culo. Y mientras seguía paseándome yo, entre ladridos y gemidos, me preguntaba qué más me tendría preparado Mistress Gladyx.

Tras darme unas cuantas vueltas por la habitación, se cansó de pasearme y desató el rabo del consolador. La verdad es que sin el peso del rabo yo me sentía más cómodo, pues antes pensaba que se me iba a salir del culo el consolador. Después de desatármelo ella se sentó en una silla de la habitación y soltando mi correa me dijo:

- Muy bien perrito. Veo que ya has aprendido a pasear como es debido. Ahora me vas a demostrar todo lo que me admiras. – Y señalando hacia sus botas añadió. – Venga perrito bueno, enséñame lo que me quieres.

Entendí bien lo que quería. Por lo que me acerqué hacia su bota izquierda y la empecé a lamer. Lamía con cuidado su punta, su empeine, su tacón… A continuación fui subiendo por toda la bota hasta llegar a arriba del todo, para bajar otra vez a su tobillo. Mistress Gladyx puso la otra pierna por encima de su rodilla y yo entendí que quería que lamiese ahora esa bota. Por supuesto que lo hice, con el mismo cuidado de antes, sin dejarme nada: la punta, el tacón… Todo de arriba debajo de nuevo, hasta que con la fusta levantada me indicó que parase y me dijo:

- Perfecto perrito. Ahora demuéstrame esa admiración internamente. Sácame las botas y repite lo mismo.

La obedecí. Saqué primero su bota derecha, bajando la cremallera y estirando. Cambió de pierna. Volví a bajar la cremallera de la otra bota para sacársela a continuación. Sus pies quedaron ante mí enfundados en sus medias de rejilla. Sin pérdida de tiempo me agaché hacia el pie que me ofrecía tras volver a cruzar su pierna y lo lamí. Me fui introduciendo dedo a dedo en la boca, lamiéndolos y succionándolos. Lamí por debajo el arco de su bonito pie, luego su empeine, su tobillo, nada quedaba sin ser recorrido por mi lengua. Seguí por su pantorrilla, subiendo poco a poco hasta llegar a su muslo, para bajar delicadamente de nuevo escuchando algún que otro suspiro placentero. Al llegar a bajo cambió la pierna cruzada ofreciéndome su otro pie. Repetí exactamente lo mismo, lamiéndolo por completo sus dos piernas, escuchando algún que otro suspiro más. En un momento dado, Mistress Gladyx me paró y dijo:

- De nuevo te has portado bien perrito. Ahora es cuando llega el momento de tu placer. Quiero que te pajees y te des placer mientras me miras, siente la sensualidad de mis piernas, de mis pies. Vamos, date fuerte y disfruta perrito.

Cuando acabó de hablar me puse de rodillas y empecé a masturbarme mirándola bien. Me encantaban sus ojos severos pero llenos de deseo, sus labios, sus pechos oprimidos por el corsé, el trocito que veía de su tanga, su liguero, sus medias de rejilla sobre sus preciosas piernas, y por supuesto, sus bonitos pies. La miraba de arriba abajo una y otra vez mientras subía y bajaba mi mano por la polla, siempre con su aprobación. El consolador presionando en mi culo ayudaba a que mi excitación fuese mayor, por lo que mi dureza fue total más pronto que antes. Yo seguía pajeándome, mano adelante, mano atrás, delante de nuevo para acariciar suavemente mi capullo, sobre el que ya asomaban las primeras gotitas de placer. Aceleré mis movimientos para disfrutar de un buen orgasmo, me apetecía llenar sus pies envueltos por las medias con mi leche. 

Me pajeé con más velocidad a la vez que mi respiración se agitaba dejando escapar algún gemido, cuando de nuevo, como antes, un fustazo dio en mi mano y la apartó de mi polla dura. De nuevo me quedé frustrado y cariacontecido. Mi polla dura temblando en el aire a punto de correrme. Entonces Mistress Gladyx me dijo:

- ¿Otra vez perrito malo? Te he dicho que te pajees, no que te corras. ¿Es que tú no aprendes? Te has ganado un castigo mayor al anterior perro malo. Vamos, vuelve a calzarme mis botas.

La obedecí sin rechistar. Tenía unas ganas enormes de correrme, pero mi ama no me dejaba hacerlo, no quería que soltase mi leche, me estaba haciendo sufrir así. Y encima sentía mi culo penetrado. Realmente estaba haciendo muchas cosas que yo nunca habría hecho. Y ahora venía un castigo mayor, ¿qué sería?

Tras ponerle sus botas Mistress Gladyx se levanto y me puso de nuevo a cuatro patas. Dirigiéndome con la correa me llevó hasta la pared de enfrente donde había un banquito también para sentarse.

- Ahora levántate perro malo. – Me dijo. – Quiero que agarres ese banco y lo pongas en el centro de la habitación. 

Me levanté. Cogí el banco, y sujeto por la correa, lo llevé y lo coloqué en el lugar que Mistress Gladyx me había dicho.

- Colócate sobre él boca abajo con los brazos y piernas separados a cada lado del banco perro.

Así lo hice. Me fijé en que por la posición mi culo quedaba levantado, puesto que las piernas son más largas que los brazos claro. A continuación Mistress Gladyx fue cogiendo los trozos de tela de antes y me fue atando las manos y los tobillos a las cuatro patas del banco. Ahora sí que estaba inmovilizado de verdad, salvo que rompiese las patas del banco claro.

A continuación se puso delante de mí, de espaldas, e inclinándose hacia delante fue estirando de su tanga mientras yo lo veía bajar sin poder hacer nada. Podía ver su culo delicioso y también su rajita, que para mi sorpresa brillaba en su centro, sin duda prueba de que ella también lo estaba pasando bien. Se bajó el tanga del todo y, levantando primero un pie y luego el otro, se lo sacó por debajo de sus botas, diciéndome:

- Seguro que te ha gustado lo que has visto perro, pero eso no es para ti. Lo único que te voy a dar es este tanga usado por mí. ¡Lámelo perro!

Lo extendió con sus manos, aún enfundadas en sus guantes de látex, y lo puso delante de mi boca. Yo la obedecí y sacando mi lengua empecé a darle lametones a la tela de su tanga. Quería saborear a mi ama, pero con la tela no conseguía apreciarla bien. Tras unos lametones más, Mistress Gladyx añadió:

- ¡Abre bien tu boca perro!

Y cuando lo hice arrugó su tanga y me lo fue metiendo todo en mi boca. Una vez todo dentro cogió mi mandíbula y me hizo cerrar la boca. Dejándome así se fue caminando de nuevo hasta el baño, que quedaba a mi espalda. Lo único que yo escuchaba eran sus taconeos sobre el suelo de la habitación, hasta que se paró, y un poco después el sonido de sus tacones me decía que se acercaba. Se puso delante de mí y me dijo:

- ¿Te gusta el sabor de mi tanga perro malo? No me contestes. Espero que así sea, pues debes adorar tanto a tu ama como a todo lo que te ofrezca. Abre la boca, que lo quiero recuperar…

Abrí la boca y con sus dedos sacó el tanga completamente mojado por mi saliva. Diciendo que menos mal que aún llevaba los guantes lo tiró hacia la cama y de repente me puso una mordaza en la boca. Era de ésas que llevan una bola que se introduce en la boca, y luego unas cintas que anudó por detrás de mi nuca.

- Ahora así perrito. No podrán molestarme tus ladridos cuando te dé tu merecido castigo por tratar de correrte sin mi permiso. – Me dijo.

A continuación me enseñó algo que yo no sabía muy bien lo que era. Parecía como un doble consolador, con un pene de plástico pequeñito y otro más largo. Eran de color rosa y formaban un ángulo como de unos noventa grados. Mistress Gladyx cogió de nuevo el lubricante y echó sobre el artefacto, esparciéndolo con sus manos. Cuando terminó me dijo:

- Por si no lo sabes perro, esto es un arnés sin correa, y con él es con lo que sí te voy a follar y romperte el culo, como el puto perro sumiso que eres. Te has ganado que te folle, y lo voy a hacer quieras o no, pero yo pienso disfrutar mientras lo hago. 

Cuando acabó de hablar separó las piernas delante de mí y por primera vez pude ver bien su coñito. Pero la verdad es que en lugar de apetecerme lamerlo o follarlo, lo único en que podía pensar es en que me iba a follar ella a mí, y yo no quería porque ese consolador sí era más grueso y me daba miedo. Ella lo vio en mis ojos y seguro que escucho mis gemidos tratando de decir que no, pero no podía por la maldita bola en mi boca. Con una sonrisa malévola se introdujo el pene pequeño del arnés en su coño, metiéndolo bien. Una vez dentro, cuando cerró las piernas le quedaba como la polla de un hombre erecta y lista para follar.

Mistress Gladyx empezó a andar y se encamino hacia mi parte trasera, ahí ya no podía ver lo que hacía. Noté que se puso detrás de mí y me dio una palmada en el culo. Sacó despacio el consolador que yo tenía en el culo y yo quedé esperando lo peor. Tras unos segundos que se me hicieron eternos noté algo apoyarse en mi ano nuevamente. Sin duda era el capullo de ese nuevo consolador, más grueso y más terrorífico para mí. Traté de mover mis piernas para huir pero las tenía bien atadas. Ella empezó a empujar despacio, intentaba penetrarme delicadamente para que no me doliese demasiado, pero por más que ya tenía el esfínter dilatado y relajado por el que había tenido dentro, algo sí me dolía.

Poco a poco fue empujando y penetrándome más, hasta que tuve un buen trozo dentro. Notaba mi culo lleno, y no me sentía bien, más bien humillado, Mistress Gladyx estaba follando mi culo, ahora sí de verdad. Ella empezó a moverse hacia atrás saliendo parte del arnés que yo tenía dentro, para volver a empujar y meter un poco más. Su polla de plástico en mí. Por mi cabeza pasaban las veces que yo me había follado a alguna mujer así a cuatro patas, pero ahora era yo el que estaba ofrecido. 

Cuando con su movimiento de mete saca consiguió llegar ya a la profundidad que quería, Mistress Gladyx apoyó sus manos sobre mi culo y aceleró su follada, porque sí, me estaba follando, y yo no dejaba de pensarlo mientras su polla de plástico entraba y salía de mí, dentro fuera, dentro fuera, sin parar, a un ritmo que ya era algo rápido. Yo además la oía gemir y de vez en cuando me gritaba:

- ¡Ahora sí eres mi perro sumiso! Como te disfruto, como disfruto follándote ese culo recién estrenado que tienes. Eres un buen perro sí…

Noté como apartaba sus manos de mí y escuché el sonido característico de desenfundar un objeto de plástico. Instantes después vi pasar sus guantes y noté como sus manos desnudas acariciaban la piel de mi espalda. Mientras me enculaba algunas de esas caricias se convirtieron en suaves arañazos. Seguía escuchando de vez en cuando algún gemido suyo fruto del placer que le estaba dando la otra parte del arnés a ella, o de lo que estaba disfrutando con mi entrega.

Siguió embistiendo mi culo un rato más, adelante y atrás, adelante y atrás, mientras yo notaba bambolear mi polla morcillona y mis huevos al ritmo que marcaba. En un momento dado con sus manos apretó mi cuello como ahogándome y tras unos empujones más sacó su polla de plástico de mi culo. Taconeando de nuevo se puso delante de mí, y con el arnés aún metido en su coño que seguro que estaba mucho más mojado que antes, me dijo:

- ¿Ves? No ha sido para tanto perrito. Y te has portado muy bien, tanto que te voy a dar lo que seguro deseabas. Me ha encantado follarte perro.

Escuchar eso de los labios de mi ama me gustó, pero no reparó del todo el sentimiento de humillación que tenía. Estaba en un estado en que no me apetecía luchar con ella, Mistress Gladyx era capaz de follarme mi culo, eso no lo había hecho nadie. Así que para que no volviese a suceder haría lo que me pidiese y sólo lo que me pidiese. Tenía sensaciones cruzadas: realmente me estaba gustando ser humillado por ella, ser sólo su juguete sin voluntad, pero por otro lado no me gustaba nada esa misma sensación de humillación con el dolor que sentía en mi ano.

Mistress Gladyx dejó caer al suelo su arnés y me sacó la mordaza de la boca. Luego desató mis manos y mis pies diciéndome:

- Levántate perrito bueno. Ahora quiero que te tumbes en el banco pero boca arriba. ¡Hazlo!

Yo me levanté y me di la vuelta quedando como ella quería. A continuación Mistress Gladyx pasó una pierna por encima de mí, quedando yo entre sus dos piernas. Fue avanzando hasta tener su coño frente a mi cara y entonces se sentó. Tanto mi nariz como mi boca estaban atrapadas por su entrepierna, apenas podía respirar y ella empezó a moverse adelante y atrás mientras gemía.

- Cómeme bien este coño perro. – Me dijo. – Quiero que me hagas correr con el roce de tu lengua, quiero que me folles con tu lengua. ¡Métemela bien perro!

Y yo la obedecía como podía, pues mes sentía muy oprimido al estar sentada sobre mi cara. Cada vez que se separaba un poco lamía su coño de arriba abajo y de abajo a arriba. Le rozaba su clítoris como podía, mientras ella gemía cada vez más seguido. De vez en cuando cogía mi cabeza y la empujaba con fuerza para pegarla más a su coño. Sus gemidos cada vez eran más cercanos, Mistress Gladyx arqueaba su cuerpo sobre mí respirando aceleradamente. Eran señales de que su orgasmo estaba cercano, por lo que empecé a frotar con más velocidad su clítoris hasta que gritó:

- Siiiii, no pares ahora perrooooooo. Me voy a correr, siiiiiiiiii, esa lengua que tienes me encanta. ¡Jodeeeeeeeeer! Siiiiiiiiiiiiiii, mmmmmmmmmmmmmmm.

Tras ello se estremeció y se agitó. Sus fluidos resbalaron desde su coño a mi cara, incluso se fueron hacia su culo. Se corrió de lo lindo, y a mí me encantó. Poco a poco su respiración fue retornando a la normalidad. Por fin podía disfrutar del auténtico sabor de mi ama y me encantaba, tanto que me estaba empezando a excitar después de todo.

- Límpiame bien perro. – Dijo Mistress Gladyx. – Tienes buena lengua, úsala para dejar mi coño sin restos de mi corrida.

Mientras yo la obedecía hasta que dejé bastante seca toda su rajita. Cuando ella creyó que había terminado de limpiarla se inclinó un poco hacia atrás y ofreciéndome su ano añadió:

- No te olvides de esto perrito. Lo quiero todo bien limpio.

Por supuesto que la obedecí. Con mi lengua fui recorriendo la parte accesible de sus nalgas para luego centrarme bien en su ano. Lo lamí todo bien, hasta que no quedó nada de los restos de su corrida. En ese momento Mistress Gladyx se levantó y me miró. Vio que mi polla se encontraba empalmada y me dijo:

- Veo que después de todo te ha gustado esta experiencia. Habrá que darle solución a eso que tienes ahí.

Eso que tenía ahí era mi verga empalmada. Mistress Gladyx se fue hacia la silla donde ya se había sentado antes, y se volvió a sentar. Desde allí me llamó:

- ¡Perrito! Levántate y ven. Ven aquí, eso es, y ahora pajéate para mí. Muéstrame bien cuánto deseas a Mistress Gladyx. Vamos menéate la polla para mí, así sí…

Yo me había ido acercando a ella según hablaba. Al llegar y siguiendo sus órdenes empecé a masturbarme mirando de nuevo todo su cuerpo. Ella se encontraba sentada sobre la silla, con las piernas abiertas, con sus botas… Yo podía ver su coñito abierto, sus pechos que ya se medio salían de su corsé tras todo el ajetreo, sus labios, y sobre todo sus ojos fijos en mí. Eso hizo que empezase a masturbarme con más vigor. El placer que sentía al subir y bajar mi mano por toda la polla estaba haciendo que olvidase el dolor que dejaba de sentir en mi culo.

No dejaba de pajearme mirándola, la deseaba, y lo que era peor en ese momento lo que más deseaba era follarme ese coño que veía ahí entreabierto. Subía y bajaba la mano una y otra vez por el tronco de mi polla. A veces llegaba hasta la punta y acariciaba suavemente todo mi capullo, ya algo humedecido por las babillas que empezaban a salir de nuevo. Siendo la tercera vez que me pajeaba mi verga parecía que iba a estallar, mis huevos tenían ganas de soltar de una vez toda su carga. Confiaba en que esta vez Mistress Gladyx me dejará por fin correrme, así que empecé a acelerar de nuevo los movimientos de mi mano sobre la polla.

- Muy bien perrito. – Me dijo ella por fin. - Sigue pajeándote para mí. No sabes lo que me gusta ver a un hombre como tú masturbarse delante de mí, deseándome, queriéndome dar toda su leche. Sigue perrito, no pares hasta que te corras. Te doy permiso para que lo hagas así como para hablarme.

Y yo seguí acelerando los movimientos de mi mano, me masturbaba ya con todas las ganas que tenía. Mi respiración se aceleraba de nuevo, mis gemidos eran más fuertes. No podía más, necesitaba correrme ya, era demasiado…

- Estoy a punto. Me voy a correr Mistress Gladyx. – Le dije.

- Hazlo ya perrito. – Me contestó. – Dame toda tu leche caliente.

Me pajeé a toda velocidad y tras unos movimientos más de mi mano, por fin descargué toda mi leche, gritando:

- Siiiiiiiiiii. Me corroooo. Siiiiiiiiiiii. Jodeeeeeeeeeeer, jodeeeeeeer. Uffffffffffffffffff.

De mi polla salieron varios disparos que cayeron sobre el suelo, pero también sobre las botas de Mistress Gladyx. Mientras me corría pude ver la cara de satisfacción de mi ama, sus ojos fijos en os míos como haciendo mi placer suyo. Cuando terminé de ordeñar bien mi polla y sacar toda la leche me dijo:

- Te has portado muy bien perrito. Se nota que has disfrutado porque ha sido una buena corrida. Pero ahora falta una última cosa. Fíjate cómo has dejado mis botas con tus charquitos. No las quiero así. Así que como el buen perro que has demostrado ser lámelas y déjalas tan limpias como antes de empezar todo.

Eso fue lo que hice tras terminar de hablar Mistress Gladyx. Con mi lengua fui lamiendo los restos de mi corrida de cada una de sus botas. Ya conocía mi sabor, pero no mezclado con la textura del cuero. Reconozco que me gustó. Tras unos cuantos lametones le dejé las botas tan relucientes como cuando las vi por primera vez.

En ese momento Mistress Gladyx se levantó, se acercó a mí y me dio un apasionado beso en los labios diciéndome:

- Muy bien perrito. Te has ganado este beso. Te has portado estupendamente para ser tu primera experiencia de sumisión de verdad. Eso me ha permitido a mí soltarme un poco más que en experiencias anteriores, lo que me ha hecho disfrutar enormemente de tu sumisión, de mi dominio sobre ti y de hacer mía tu voluntad. Me ha encantado poder controlar el momento de tu orgasmo a tu antojo y también ser la primera que folla tu culo. Espero que no pienses mucho sobre ello, tan sólo hemos sido un hombre y una mujer que han disfrutado plenamente de algunas de sus fantasías sexuales. En verdad creo que tú también has disfrutado siendo mi perro, espero que me digas si ha sido así.

- Así ha sido Mistress Gladyx. – Le dije mirándola fijamente. – He tenido momentos de dudas, sobre todo cuando has penetrado mi ano, más que nada porque no me había hecho a la idea de que eso podía ocurrir. Pero te puedo decir que aunque tengo el culo aún un poco dolorido, ha sido una buena experiencia. Realmente he entendido lo que es la sumisión ante una auténtica dama, Mistress Gladyx.

A lo que ella me respondió:

- Sabía que estabas listo para terminar aceptándolo todo. Me alegra de verdad que hayamos compartido tan buen experiencia. Ahora ya, olvidando quién es ama y quién sumiso, deberíamos darnos una buena ducha y bajar a cenar, nos lo hemos ganado.

Y eso fue lo que hicimos. Durante la cena comentamos como amigos detalles de lo vivido un rato antes y terminamos de pasar una buena noche, hasta que al día siguiente nos despedimos.

No sé si volveré a tener otra experiencia así, pero en caso de repetir espero que sea de nuevo con Mistress Gladyx, por lo que me dijo ella también estaría encantada.

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