En la primera parte de
esta historia dejé a Mistress Gladyx fusta en mano y con un consolador en la otra
mano. Tenía la intención de penetrar con él por primera vez mi culo. Su idea
era colgar en él un rabo para que yo al pasear con él puesto pareciese un
auténtico perro de verdad. Me había preguntado si me gustaba la idea de tener
ese consolador en mi culo. Y yo me había quedado pensativo, con los miedos
lógicos a la primera vez, antes de responderle. Es aquí donde retomo la
historia repasando lo que le había ocurrido a mi ano previamente.
A parte de alguna
exploración anal que me habían tenido que realizar los médicos, y alguna mujer,
que con algo de curiosidad, había metido un dedo en mi ano mientras me pajeaba,
no había tenido nada similar en el interior de mi culo. Es cierto que el
consolador era más bien fino, salvo en su punta, pero no me gustaba la idea.
Por lo que por fin le contesté:
- No. No me gusta la
idea Mistress Gladyx. No hemos hablado nada de penetración anal, eso me va a
doler. Por favor noooo, Mistress Gladyx…
Dicho esto me azotó en
la nalga con la fusta. Me picó un poco. A continuación me dijo:
- No me repliques perro
malo si no quieres que te dé más así. Antes de entrar aquí te he recordado que
tu cuerpo sería mío aquí dentro, y que lo podría usar a mi antojo, para mi
placer, así que no te puedes negar aquí dentro ya no. Además te he preguntado
antes si habías roto el culo de una mujer, y cuando me has contestado que sí,
te he dicho que había que estar dispuesto a dar y a recibir placer, pues ahora
es cuando a ti te toca recibir. Sentirás lo que han sentido esas mujeres cuando
lo hacías tú.
- Por favor, no
Mistress Gladyx. – Le repliqué y justo después recibía otro fustazo en la otra
nalga que me escoció más que el anterior.
- ¡Te he dicho que no
me repliques perro! – Me gritó. – Además, como antes te has portado muy bien
deseándome lo haré con cuidado para que no te duela. Recuerdo que acordamos que
no habría dolor, tu ama no olvida esas cosas. Así que aprende a confiar en ella
perro. Primero te abriré el culo con mis dedos y luego ya llevarás puesto esto.
Al decir eso me estaba
mostrando el consolador. Yo no alcanzaba imaginar cómo podía tener todo eso
dentro de mi culo sin que me doliese, pero he de decir que Mistress Gladyx
cumplió su palabra y apenas me dolió.
La vi poner algo de
lubricante en uno de sus dedos y noté cómo me ponía algo más en mi orificio
cerrado. Llevó ahí su dedo y de forma experta empezó a masajearme
circularmente. Empezó a meter la punta de su dedo poco a poco, hasta que yo
noté que en verdad no dolía tanto y empecé a relajarme, lo que ella aprovecho
para meter más su dedo. Estuvo así moviéndolo un rato hasta que lo sacó entero.
De nuevo volvió a empujar, pero esta vez noté que no era un dedo sino dos. Poco
a poco fueron entrando con algo de molestia, hasta que los tuvo dentro por
completo. Empezó a mover y girar sus dedos dentro de mi ano y yo fui
preparándome para lo peor. Le estaba dando mi culo por primera vez a una mujer,
mi culo estaba siendo follado por sus dedos, y lo peor del caso es que no me
disgustaba tanto como pensaba.
Mistress Gladyx sacó
sus dedos de mi ano. Los puso delante de mi boca y yo entendí lo que quería por
lo que los lamí hasta dejarlos limpios. A continuación cogió el consolador. Yo
me estremecí al ver que ponía algo más de lubricante en él y que llegaba el
momento. Cuando lo apoyo en el agujero de mi culo lo noté más frío que su
guante antes. Empezó a empujar, y como la punta era algo más gruesa me dolió un
poco cuando entró. Ella siguió empujando poco a poco hasta que entró todo. Movió
un par de veces adelante y atrás hasta que lo dejó todo bien dentro. La verdad
es que sorprendentemente me estaba gustando el roce del consolador en mi
interior. Además, su curvatura estaba bien diseñada pues su punta presionaba en
mi próstata, lo que se supone que es el punto G de los hombres. Por ello, mi
polla empezó a empalmarse de nuevo. Y Mistress Gladyx se dio cuenta diciéndome:
- Vaya con el perrito.
Al final le ha gustado que le meta algo en el culo. Seguro que con el tiempo
esa mierda de polla que tienes es capaz de reaccionar así a cada uno de mis
movimientos, sean o no de penetración.
Ahora es cuando le voy a atar el rabo a mi perrito para que pasee como un
auténtico perro obediente. Y quiero que me muestre lo feliz que es ladrando
mientras camina…
Una vez dijo esto cogió
el rabo de la cama y lo ató a la anilla exterior del consolador, quedando
colgando entre mis nalgas. Luego agarró la correa y empezó a tirar de ella para
que yo caminase a cuatro patas, lo que yo empecé a hacer. Pronto empecé a
ladrar y noté que cada vez que lo hacía, Mistress Gladyx dejaba escapar un
gemido, parecían gustarle mucho mis ladridos. Era decir yo:
- ¡Guau! ¡Guau! ¡Guau!
Y ella soltaba un
gemido. Me gustó mucho saber que ella estaba disfrutando con mi sumisión. Sin
duda le debía haber gustado jugar con mi culo. Y mientras seguía paseándome yo,
entre ladridos y gemidos, me preguntaba qué más me tendría preparado Mistress
Gladyx.
Tras darme unas cuantas
vueltas por la habitación, se cansó de pasearme y desató el rabo del
consolador. La verdad es que sin el peso del rabo yo me sentía más cómodo, pues
antes pensaba que se me iba a salir del culo el consolador. Después de
desatármelo ella se sentó en una silla de la habitación y soltando mi correa me
dijo:
- Muy bien perrito. Veo
que ya has aprendido a pasear como es debido. Ahora me vas a demostrar todo lo
que me admiras. – Y señalando hacia sus botas añadió. – Venga perrito bueno,
enséñame lo que me quieres.
Entendí bien lo que
quería. Por lo que me acerqué hacia su bota izquierda y la empecé a lamer.
Lamía con cuidado su punta, su empeine, su tacón… A continuación fui subiendo
por toda la bota hasta llegar a arriba del todo, para bajar otra vez a su
tobillo. Mistress Gladyx puso la otra pierna por encima de su rodilla y yo
entendí que quería que lamiese ahora esa bota. Por supuesto que lo hice, con el
mismo cuidado de antes, sin dejarme nada: la punta, el tacón… Todo de arriba
debajo de nuevo, hasta que con la fusta levantada me indicó que parase y me
dijo:
- Perfecto perrito.
Ahora demuéstrame esa admiración internamente. Sácame las botas y repite lo
mismo.
La obedecí. Saqué
primero su bota derecha, bajando la cremallera y estirando. Cambió de pierna.
Volví a bajar la cremallera de la otra bota para sacársela a continuación. Sus
pies quedaron ante mí enfundados en sus medias de rejilla. Sin pérdida de
tiempo me agaché hacia el pie que me ofrecía tras volver a cruzar su pierna y
lo lamí. Me fui introduciendo dedo a dedo en la boca, lamiéndolos y
succionándolos. Lamí por debajo el arco de su bonito pie, luego su empeine, su
tobillo, nada quedaba sin ser recorrido por mi lengua. Seguí por su
pantorrilla, subiendo poco a poco hasta llegar a su muslo, para bajar
delicadamente de nuevo escuchando algún que otro suspiro placentero. Al llegar
a bajo cambió la pierna cruzada ofreciéndome su otro pie. Repetí exactamente lo
mismo, lamiéndolo por completo sus dos piernas, escuchando algún que otro
suspiro más. En un momento dado, Mistress Gladyx me paró y dijo:
- De nuevo te has
portado bien perrito. Ahora es cuando llega el momento de tu placer. Quiero que
te pajees y te des placer mientras me miras, siente la sensualidad de mis
piernas, de mis pies. Vamos, date fuerte y disfruta perrito.
Cuando acabó de hablar
me puse de rodillas y empecé a masturbarme mirándola bien. Me encantaban sus
ojos severos pero llenos de deseo, sus labios, sus pechos oprimidos por el
corsé, el trocito que veía de su tanga, su liguero, sus medias de rejilla sobre
sus preciosas piernas, y por supuesto, sus bonitos pies. La miraba de arriba
abajo una y otra vez mientras subía y bajaba mi mano por la polla, siempre con
su aprobación. El consolador presionando en mi culo ayudaba a que mi excitación
fuese mayor, por lo que mi dureza fue total más pronto que antes. Yo seguía
pajeándome, mano adelante, mano atrás, delante de nuevo para acariciar
suavemente mi capullo, sobre el que ya asomaban las primeras gotitas de placer.
Aceleré mis movimientos para disfrutar de un buen orgasmo, me apetecía llenar
sus pies envueltos por las medias con mi leche.
Me pajeé con más
velocidad a la vez que mi respiración se agitaba dejando escapar algún gemido,
cuando de nuevo, como antes, un fustazo dio en mi mano y la apartó de mi polla
dura. De nuevo me quedé frustrado y cariacontecido. Mi polla dura temblando en el
aire a punto de correrme. Entonces Mistress Gladyx me dijo:
- ¿Otra vez perrito
malo? Te he dicho que te pajees, no que te corras. ¿Es que tú no aprendes? Te
has ganado un castigo mayor al anterior perro malo. Vamos, vuelve a calzarme
mis botas.
La obedecí sin
rechistar. Tenía unas ganas enormes de correrme, pero mi ama no me dejaba
hacerlo, no quería que soltase mi leche, me estaba haciendo sufrir así. Y
encima sentía mi culo penetrado. Realmente estaba haciendo muchas cosas que yo
nunca habría hecho. Y ahora venía un castigo mayor, ¿qué sería?
Tras ponerle sus botas
Mistress Gladyx se levanto y me puso de nuevo a cuatro patas. Dirigiéndome con
la correa me llevó hasta la pared de enfrente donde había un banquito también
para sentarse.
- Ahora levántate perro
malo. – Me dijo. – Quiero que agarres ese banco y lo pongas en el centro de la
habitación.
Me levanté. Cogí el
banco, y sujeto por la correa, lo llevé y lo coloqué en el lugar que Mistress
Gladyx me había dicho.
- Colócate sobre él
boca abajo con los brazos y piernas separados a cada lado del banco perro.
Así lo hice. Me fijé en
que por la posición mi culo quedaba levantado, puesto que las piernas son más
largas que los brazos claro. A continuación Mistress Gladyx fue cogiendo los
trozos de tela de antes y me fue atando las manos y los tobillos a las cuatro
patas del banco. Ahora sí que estaba inmovilizado de verdad, salvo que rompiese
las patas del banco claro.
A continuación se puso
delante de mí, de espaldas, e inclinándose hacia delante fue estirando de su
tanga mientras yo lo veía bajar sin poder hacer nada. Podía ver su culo
delicioso y también su rajita, que para mi sorpresa brillaba en su centro, sin
duda prueba de que ella también lo estaba pasando bien. Se bajó el tanga del
todo y, levantando primero un pie y luego el otro, se lo sacó por debajo de sus
botas, diciéndome:
- Seguro que te ha
gustado lo que has visto perro, pero eso no es para ti. Lo único que te voy a
dar es este tanga usado por mí. ¡Lámelo perro!
Lo extendió con sus
manos, aún enfundadas en sus guantes de látex, y lo puso delante de mi boca. Yo
la obedecí y sacando mi lengua empecé a darle lametones a la tela de su tanga.
Quería saborear a mi ama, pero con la tela no conseguía apreciarla bien. Tras
unos lametones más, Mistress Gladyx añadió:
- ¡Abre bien tu boca
perro!
Y cuando lo hice arrugó
su tanga y me lo fue metiendo todo en mi boca. Una vez todo dentro cogió mi
mandíbula y me hizo cerrar la boca. Dejándome así se fue caminando de nuevo
hasta el baño, que quedaba a mi espalda. Lo único que yo escuchaba eran sus
taconeos sobre el suelo de la habitación, hasta que se paró, y un poco después
el sonido de sus tacones me decía que se acercaba. Se puso delante de mí y me
dijo:
- ¿Te gusta el sabor de
mi tanga perro malo? No me contestes. Espero que así sea, pues debes adorar
tanto a tu ama como a todo lo que te ofrezca. Abre la boca, que lo quiero
recuperar…
Abrí la boca y con sus
dedos sacó el tanga completamente mojado por mi saliva. Diciendo que menos mal
que aún llevaba los guantes lo tiró hacia la cama y de repente me puso una
mordaza en la boca. Era de ésas que llevan una bola que se introduce en la
boca, y luego unas cintas que anudó por detrás de mi nuca.
- Ahora así perrito. No
podrán molestarme tus ladridos cuando te dé tu merecido castigo por tratar de
correrte sin mi permiso. – Me dijo.
A continuación me
enseñó algo que yo no sabía muy bien lo que era. Parecía como un doble
consolador, con un pene de plástico pequeñito y otro más largo. Eran de color
rosa y formaban un ángulo como de unos noventa grados. Mistress Gladyx cogió de
nuevo el lubricante y echó sobre el artefacto, esparciéndolo con sus manos.
Cuando terminó me dijo:
- Por si no lo sabes
perro, esto es un arnés sin correa, y con él es con lo que sí te voy a follar y
romperte el culo, como el puto perro sumiso que eres. Te has ganado que te
folle, y lo voy a hacer quieras o no, pero yo pienso disfrutar mientras lo
hago.
Cuando acabó de hablar
separó las piernas delante de mí y por primera vez pude ver bien su coñito.
Pero la verdad es que en lugar de apetecerme lamerlo o follarlo, lo único en
que podía pensar es en que me iba a follar ella a mí, y yo no quería porque ese
consolador sí era más grueso y me daba miedo. Ella lo vio en mis ojos y seguro
que escucho mis gemidos tratando de decir que no, pero no podía por la maldita
bola en mi boca. Con una sonrisa malévola se introdujo el pene pequeño del
arnés en su coño, metiéndolo bien. Una vez dentro, cuando cerró las piernas le
quedaba como la polla de un hombre erecta y lista para follar.
Mistress Gladyx empezó
a andar y se encamino hacia mi parte trasera, ahí ya no podía ver lo que hacía.
Noté que se puso detrás de mí y me dio una palmada en el culo. Sacó despacio el
consolador que yo tenía en el culo y yo quedé esperando lo peor. Tras unos
segundos que se me hicieron eternos noté algo apoyarse en mi ano nuevamente.
Sin duda era el capullo de ese nuevo consolador, más grueso y más terrorífico
para mí. Traté de mover mis piernas para huir pero las tenía bien atadas. Ella empezó
a empujar despacio, intentaba penetrarme delicadamente para que no me doliese
demasiado, pero por más que ya tenía el esfínter dilatado y relajado por el que
había tenido dentro, algo sí me dolía.
Poco a poco fue
empujando y penetrándome más, hasta que tuve un buen trozo dentro. Notaba mi
culo lleno, y no me sentía bien, más bien humillado, Mistress Gladyx estaba
follando mi culo, ahora sí de verdad. Ella empezó a moverse hacia atrás
saliendo parte del arnés que yo tenía dentro, para volver a empujar y meter un
poco más. Su polla de plástico en mí. Por mi cabeza pasaban las veces que yo me
había follado a alguna mujer así a cuatro patas, pero ahora era yo el que
estaba ofrecido.
Cuando con su
movimiento de mete saca consiguió llegar ya a la profundidad que quería,
Mistress Gladyx apoyó sus manos sobre mi culo y aceleró su follada, porque sí,
me estaba follando, y yo no dejaba de pensarlo mientras su polla de plástico
entraba y salía de mí, dentro fuera, dentro fuera, sin parar, a un ritmo que ya
era algo rápido. Yo además la oía gemir y de vez en cuando me gritaba:
- ¡Ahora sí eres mi
perro sumiso! Como te disfruto, como disfruto follándote ese culo recién
estrenado que tienes. Eres un buen perro sí…
Noté como apartaba sus
manos de mí y escuché el sonido característico de desenfundar un objeto de
plástico. Instantes después vi pasar sus guantes y noté como sus manos desnudas
acariciaban la piel de mi espalda. Mientras me enculaba algunas de esas
caricias se convirtieron en suaves arañazos. Seguía escuchando de vez en cuando
algún gemido suyo fruto del placer que le estaba dando la otra parte del arnés
a ella, o de lo que estaba disfrutando con mi entrega.
Siguió embistiendo mi
culo un rato más, adelante y atrás, adelante y atrás, mientras yo notaba bambolear
mi polla morcillona y mis huevos al ritmo que marcaba. En un momento dado con
sus manos apretó mi cuello como ahogándome y tras unos empujones más sacó su
polla de plástico de mi culo. Taconeando de nuevo se puso delante de mí, y con
el arnés aún metido en su coño que seguro que estaba mucho más mojado que
antes, me dijo:
- ¿Ves? No ha sido para
tanto perrito. Y te has portado muy bien, tanto que te voy a dar lo que seguro
deseabas. Me ha encantado follarte perro.
Escuchar eso de los
labios de mi ama me gustó, pero no reparó del todo el sentimiento de
humillación que tenía. Estaba en un estado en que no me apetecía luchar con
ella, Mistress Gladyx era capaz de follarme mi culo, eso no lo había hecho
nadie. Así que para que no volviese a suceder haría lo que me pidiese y sólo lo
que me pidiese. Tenía sensaciones cruzadas: realmente me estaba gustando ser
humillado por ella, ser sólo su juguete sin voluntad, pero por otro lado no me
gustaba nada esa misma sensación de humillación con el dolor que sentía en mi
ano.
Mistress Gladyx dejó
caer al suelo su arnés y me sacó la mordaza de la boca. Luego desató mis manos
y mis pies diciéndome:
- Levántate perrito
bueno. Ahora quiero que te tumbes en el banco pero boca arriba. ¡Hazlo!
Yo me levanté y me di
la vuelta quedando como ella quería. A continuación Mistress Gladyx pasó una
pierna por encima de mí, quedando yo entre sus dos piernas. Fue avanzando hasta
tener su coño frente a mi cara y entonces se sentó. Tanto mi nariz como mi boca
estaban atrapadas por su entrepierna, apenas podía respirar y ella empezó a
moverse adelante y atrás mientras gemía.
- Cómeme bien este coño
perro. – Me dijo. – Quiero que me hagas correr con el roce de tu lengua, quiero
que me folles con tu lengua. ¡Métemela bien perro!
Y yo la obedecía como
podía, pues mes sentía muy oprimido al estar sentada sobre mi cara. Cada vez
que se separaba un poco lamía su coño de arriba abajo y de abajo a arriba. Le
rozaba su clítoris como podía, mientras ella gemía cada vez más seguido. De vez
en cuando cogía mi cabeza y la empujaba con fuerza para pegarla más a su coño.
Sus gemidos cada vez eran más cercanos, Mistress Gladyx arqueaba su cuerpo
sobre mí respirando aceleradamente. Eran señales de que su orgasmo estaba
cercano, por lo que empecé a frotar con más velocidad su clítoris hasta que
gritó:
- Siiiii, no pares
ahora perrooooooo. Me voy a correr, siiiiiiiiii, esa lengua que tienes me
encanta. ¡Jodeeeeeeeeer! Siiiiiiiiiiiiiii, mmmmmmmmmmmmmmm.
Tras ello se estremeció
y se agitó. Sus fluidos resbalaron desde su coño a mi cara, incluso se fueron
hacia su culo. Se corrió de lo lindo, y a mí me encantó. Poco a poco su
respiración fue retornando a la normalidad. Por fin podía disfrutar del
auténtico sabor de mi ama y me encantaba, tanto que me estaba empezando a
excitar después de todo.
- Límpiame bien perro.
– Dijo Mistress Gladyx. – Tienes buena lengua, úsala para dejar mi coño sin
restos de mi corrida.
Mientras yo la obedecía
hasta que dejé bastante seca toda su rajita. Cuando ella creyó que había
terminado de limpiarla se inclinó un poco hacia atrás y ofreciéndome su ano
añadió:
- No te olvides de esto
perrito. Lo quiero todo bien limpio.
Por supuesto que la
obedecí. Con mi lengua fui recorriendo la parte accesible de sus nalgas para
luego centrarme bien en su ano. Lo lamí todo bien, hasta que no quedó nada de
los restos de su corrida. En ese momento Mistress Gladyx se levantó y me miró.
Vio que mi polla se encontraba empalmada y me dijo:
- Veo que después de
todo te ha gustado esta experiencia. Habrá que darle solución a eso que tienes
ahí.
Eso que tenía ahí era
mi verga empalmada. Mistress Gladyx se fue hacia la silla donde ya se había
sentado antes, y se volvió a sentar. Desde allí me llamó:
- ¡Perrito! Levántate y
ven. Ven aquí, eso es, y ahora pajéate para mí. Muéstrame bien cuánto deseas a
Mistress Gladyx. Vamos menéate la polla para mí, así sí…
Yo me había ido
acercando a ella según hablaba. Al llegar y siguiendo sus órdenes empecé a
masturbarme mirando de nuevo todo su cuerpo. Ella se encontraba sentada sobre
la silla, con las piernas abiertas, con sus botas… Yo podía ver su coñito
abierto, sus pechos que ya se medio salían de su corsé tras todo el ajetreo,
sus labios, y sobre todo sus ojos fijos en mí. Eso hizo que empezase a
masturbarme con más vigor. El placer que sentía al subir y bajar mi mano por
toda la polla estaba haciendo que olvidase el dolor que dejaba de sentir en mi
culo.
No dejaba de pajearme
mirándola, la deseaba, y lo que era peor en ese momento lo que más deseaba era
follarme ese coño que veía ahí entreabierto. Subía y bajaba la mano una y otra
vez por el tronco de mi polla. A veces llegaba hasta la punta y acariciaba
suavemente todo mi capullo, ya algo humedecido por las babillas que empezaban a
salir de nuevo. Siendo la tercera vez que me pajeaba mi verga parecía que iba a
estallar, mis huevos tenían ganas de soltar de una vez toda su carga. Confiaba
en que esta vez Mistress Gladyx me dejará por fin correrme, así que empecé a
acelerar de nuevo los movimientos de mi mano sobre la polla.
- Muy bien perrito. –
Me dijo ella por fin. - Sigue pajeándote para mí. No sabes lo que me gusta ver
a un hombre como tú masturbarse delante de mí, deseándome, queriéndome dar toda
su leche. Sigue perrito, no pares hasta que te corras. Te doy permiso para que
lo hagas así como para hablarme.
Y yo seguí acelerando
los movimientos de mi mano, me masturbaba ya con todas las ganas que tenía. Mi
respiración se aceleraba de nuevo, mis gemidos eran más fuertes. No podía más,
necesitaba correrme ya, era demasiado…
- Estoy a punto. Me voy
a correr Mistress Gladyx. – Le dije.
- Hazlo ya perrito. –
Me contestó. – Dame toda tu leche caliente.
Me pajeé a toda
velocidad y tras unos movimientos más de mi mano, por fin descargué toda mi
leche, gritando:
- Siiiiiiiiiii. Me
corroooo. Siiiiiiiiiiii. Jodeeeeeeeeeeer, jodeeeeeeer. Uffffffffffffffffff.
De mi polla salieron
varios disparos que cayeron sobre el suelo, pero también sobre las botas de
Mistress Gladyx. Mientras me corría pude ver la cara de satisfacción de mi ama,
sus ojos fijos en os míos como haciendo mi placer suyo. Cuando terminé de
ordeñar bien mi polla y sacar toda la leche me dijo:
- Te has portado muy
bien perrito. Se nota que has disfrutado porque ha sido una buena corrida. Pero
ahora falta una última cosa. Fíjate cómo has dejado mis botas con tus
charquitos. No las quiero así. Así que como el buen perro que has demostrado
ser lámelas y déjalas tan limpias como antes de empezar todo.
Eso fue lo que hice
tras terminar de hablar Mistress Gladyx. Con mi lengua fui lamiendo los restos
de mi corrida de cada una de sus botas. Ya conocía mi sabor, pero no mezclado
con la textura del cuero. Reconozco que me gustó. Tras unos cuantos lametones
le dejé las botas tan relucientes como cuando las vi por primera vez.
En ese momento Mistress
Gladyx se levantó, se acercó a mí y me dio un apasionado beso en los labios
diciéndome:
- Muy bien perrito. Te
has ganado este beso. Te has portado estupendamente para ser tu primera
experiencia de sumisión de verdad. Eso me ha permitido a mí soltarme un poco
más que en experiencias anteriores, lo que me ha hecho disfrutar enormemente de
tu sumisión, de mi dominio sobre ti y de hacer mía tu voluntad. Me ha encantado
poder controlar el momento de tu orgasmo a tu antojo y también ser la primera
que folla tu culo. Espero que no pienses mucho sobre ello, tan sólo hemos sido
un hombre y una mujer que han disfrutado plenamente de algunas de sus fantasías
sexuales. En verdad creo que tú también has disfrutado siendo mi perro, espero
que me digas si ha sido así.
- Así ha sido Mistress
Gladyx. – Le dije mirándola fijamente. – He tenido momentos de dudas, sobre
todo cuando has penetrado mi ano, más que nada porque no me había hecho a la
idea de que eso podía ocurrir. Pero te puedo decir que aunque tengo el culo aún
un poco dolorido, ha sido una buena experiencia. Realmente he entendido lo que
es la sumisión ante una auténtica dama, Mistress Gladyx.
A lo que ella me
respondió:
- Sabía que estabas
listo para terminar aceptándolo todo. Me alegra de verdad que hayamos
compartido tan buen experiencia. Ahora ya, olvidando quién es ama y quién
sumiso, deberíamos darnos una buena ducha y bajar a cenar, nos lo hemos ganado.
Y eso fue lo que
hicimos. Durante la cena comentamos como amigos detalles de lo vivido un rato
antes y terminamos de pasar una buena noche, hasta que al día siguiente nos
despedimos.
No sé si volveré a
tener otra experiencia así, pero en caso de repetir espero que sea de nuevo con
Mistress Gladyx, por lo que me dijo ella también estaría encantada.
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