Para
ser una persona a la que le gusta el teatro, desgraciadamente no voy tanto como
quisiera. Por eso cuando mis amigos me propusieron ir a un espectáculo en el
que habría diferentes actuaciones de aficionados, no me lo pensé ni por un
segundo, acepté sin rechistar. Me pasaron el programa y era bastante
interesante: había monólogos, actuaciones de magia, obras cortas de teatro y
terminaba con una actuación de burlesque, que, aunque no tenía muy claro lo que
era, imaginé que sería algún tipo de actuación humorística. Sacamos las
entradas online y cada uno se guardó la suya. Sin duda tenía ya un buen plan
para el sábado noche…
A
veces, en la vida hay cosas que no acaban de la forma que esperas. En ocasiones
es para mal, pero otras para bien, como es el caso de la historia que voy a
contar. Cuando llegó el sábado noche, me arreglé para acudir al teatro, sin
excesos claro, que tampoco iba a la ópera. Me puse ropa interior negra,
camiseta y calcetines, además de un bóxer ceñido con franjas horizontales
negras y grises. Por fuera decidí no ir tan de negro, así que me puse unos
pantalones de color beige, una camisa que mezclaba rayas verticales marrones y
negras de forma asimétrica, unos zapatos marrones y una chaqueta de cuero
también marrón. Por último, me peiné dejando mi pelo estudiadamente despeinado,
y tras ponerme un poco de perfume, salí para ir al lugar donde había quedado.
No
podía ser de otra forma, yo llegaba cinco minutos tarde, pero de mis amigos ni
rastro, algo desgraciadamente habitual. Esperé un rato, pero no aparecieron por
lo que les mandé un whatsapp. Me contestaron que iban a llegar tarde, pues se habían
visto involucrados en un accidente de coche. Me aclararon que a ellos no les
había ocurrido nada, pero que estaban atascados, además que tenían que ejercer
de testigos, por lo que me recomendaron que me fuese yo al teatro y entrase,
que ellos ya llegarían cuando pudiesen.
Después
de un poco de cola pude entrar y me senté en mi butaca, en primera fila, con
dos butacas vacías a cada lado, así, como para no llamar la atención. Al poco
tiempo se abrió el telón y salió una especie de maestro de ceremonias que
explicó lo que íbamos a presenciar a lo largo de la velada, número tras número,
para acabar presentando al primer monologuista mientras se cerraba el telón.
Otra
vez se volvió a abrir el telón y apareció el primer artista sacándonos
carcajadas con su monólogo. Cuando terminó, tras los aplausos, le eché un ojo
al móvil, pues lo había silenciado y quería saber si mis amigos decían algo. Lo
miré con disimulo, no me gusta usar el móvil en el teatro, pero no me quedaba
otra. A lo largo de la noche lo miré más veces, pero siempre con cuidado, y más
en primera fila, para no distraer a los artistas.
Reconozco
que a medida que miraba el móvil me iba poniendo más nervioso al no tener
noticias de mis amigos. Me habían dicho que no les había pasado nada, pero
según iban saliendo a escena más monologuistas, actores y magos a escena, tenía
claro que no iban a llegar a la función. Por lo que decidí descartar el móvil y
disfrutar de lo que quedaba de espectáculo.
Antes
de la última actuación, volvió a salir el maestro de ceremonias para presentar
el número de burlesque, insistiendo mucho en que nos preparásemos bien porque
la temperatura iba a subir tanto que se iban a derretir hasta las butacas, que
las cinco mujeres que iban a salir a escena eran de armas tomar y más cosas por
el estilo que no recuerdo. En ese momento empecé a pensar que eso del burlesque
no iba a ser una actuación de humor, pero no tardé mucho en confirmarlo.
Por
última vez se marchó el presentador cerrándose el telón tras él. Se apagaron
completamente las luces que iluminaban la sala mientras se escuchaba el
trasiego de los preparativos al otro lado del telón. Unos instantes después se
volvió a abrir el telón a la vez que el escenario se iluminaba con la luz de
varios cañones de luz cálida. Cuando se abrieron del todo las cortinas pude ver
que cada luz apuntaba sobre una mujer. Había cinco mujeres de espaldas al
público, con la pierna izquierda levantada y puesta sobre una silla. Llevaban
unas faldas largas oscuras, pero con un buen corte lateral, lo que les permitía
esa libertad para subir la pierna, además así también pude apreciar que
llevaban unos zapatos de tacón de aguja de vértigo. Tras cada silla había una
mesa sobre la que pude ver una lamparita clásica, una botella de champagne y
una copa medio llena con ese líquido dorado.
Dada
la puesta en escena inicial ya no tuve ninguna duda de lo que iba a ver a
continuación, así que me recosté cómodamente en la butaca para disfrutarlo.
Prometía ser una actuación caliente, tal y como había anunciado el maestro de
ceremonias, pero aún lo tuve más claro cuando empezaron a sonar los acordes de
la música que las iba a acompañar, un par de obras de un tal Sonny Lester según
el programa. Eran acordes que invitaban a desnudarse, música que había
escuchado en películas clásicas donde se hacía algún estriptis.
Siguiendo
el ritmo de la música, las cinco chicas empezaron a contonearse sensualmente,
moviendo sus caderas a la vez que se movía su falda. Todas iban realizando los
mismos movimientos rítmicamente, aunque no fue así durante toda la actuación,
pues hubo momentos en que cada una hacía unos pasos diferentes. Además, las
cinco iban vestidas de forma similar: unos tacones, unas faldas largas y
oscuras, unas medias que se veían a través del corte de la falda, un corsé
corto sobre la falda, una especie de sujetador con flecos que se agitaban según
bailaban, unos guantes largos que les llegaban casi hasta sus codos, una estola
de plumas sobre los hombros y un pañuelo anudado o un pequeño sombrerito,
dependiendo de la chica, sobre su pelo recogido.
Las
cinco mujeres bajaron la pierna de la silla y se giraron, una tras otra, en una
secuencia estudiada, para a continuación ponerse a bailar moviendo sus estolas a
derecha y a izquierda sobre los hombros, con un movimiento que era capaz de
transmitir la sensualidad de la suave caricia de los hilos sobre la piel de sus
hombros desnudos, con un movimiento que me hizo cambiar de postura en la
butaca, pues mi sangre caliente se empezaba a alterar… Sin dejar de rozar sus
hombros con la estola se pusieron a agacharse y levantarse, doblando un poco
sus rodillas. Se giraron, dando la espalda al público, para seguir moviendo su
estola, la fueron deslizando por su espalda hasta que tras rozarlas por sus
traseros unas veces la dejaron caer sobre la silla.
Las
cinco volvieron a girarse para seguir contoneándose sensualmente al ritmo de la
música. Me fijé en que las demás parecían seguir a la rubia del centro, que
además era la que mejor se movía, pero yo decidí centrarme en la de más a la
izquierda, pues estaba justo delante de mí. Era una morena, algo más baja que
la de al lado, con un pañuelo anudado en la cabeza, que también se movía de
forma muy sexy haciendo bailar su falda al ritmo de la música. Miré hacia su
rostro, tenía un óvalo bien marcado, unos labios carnosos, perfilados y unos profundos
ojos negros muy expresivos, que pude apreciar bien cada vez que coincidía su
mirada con la mía.
Tanto
ella como las demás elevaron sus brazos sobre la cabeza y, así bailando,
rozando un brazo contra el otro, dieron una vuelta completa para acabar de
nuevo de cara al público. Con un movimiento rápido alargaron su brazo derecho
para empezar a estirar del guante con la mano izquierda, dedo a dedo, estirando
y dando un golpe de pecho a la vez, al ritmo de la música. Cuando lo tuvieron
preparado alzaron de nuevo los brazos sobre sus cabezas y estiraron suavemente
del guante, que deslizándose poco a poco terminó por salir del todo.
Una
vez el guante estuvo fuera lo giraron dándole unas cuantas vueltas antes de
tirarlo delante de ellas. Repitieron la operación para el otro guante, con los
mismos acordes de música por supuesto. En el momento de lanzarlo, la que tenía
delante de mí parecía que me lo tiraba a mí. El guante cayó casi a la punta del
escenario. Alcé la mirada y me topé con sus ojos, clavados en mí. Esa mujer
parecía que tenía fuego en la mirada, fuego que me transmitió a mí, pues un
escalofrío me recorrió el espinazo, para acabar en mi entrepierna, donde mi
pene empezó a reaccionar a lo que veía y sentía. Realmente tenía razón el
presentador cuando dijo que iba a subir la temperatura, pero no era mi butaca
lo que se derretía, sino mi cuerpo…
La
música seguía sonando y ellas bailando sensualmente. Se volvieron a poner de
espaldas para acariciar suavemente su cintura, sus caderas y su culo mientras
se inclinaban hacia delante. A continuación, se giraron un poco quedando de
lado, con la raja de la falda hacia el público. Adelantaron la pierna y se
inclinaron hacia el pie. Yo no le quitaba ojo a la bailarina de delante. Pude
ver bien su pie enfundado en una media de tono grisáceo, dentro de su zapato de
tacón. Empezó a separar las dos partes de la falda hasta medio muslo, lo que también
hacían las demás claro. En ese momento fue dando un tirón con cada golpe de la
música para soltar un botón a presión cada vez, poniendo una expresión
tremendamente sexy, hasta que llegó a su cintura. Entonces separó bien ambas
partes de la falda y pude ver toda su pierna, preciosa, bien torneada. La media
le llegaba hasta más arriba de medio muslo y su elástico negro estaba sujeto
por las pinzas de un liguero negro también. Además, pude apreciar que debajo de
esas medias llevaba otras de rejilla. Verla así, mostrando esas prendas íntimas,
y con su sensual movimiento me calentó todavía más, notaba como poco a poco mi
pene engordaba bajo mi ropa, por lo que volví a cambiar de posición.
Con
la falda abierta dieron unas vueltas hasta que quedaron de espalda al público y
desabrocharon el botón que le faltaba a su falda. Moviendo sus caderas fueron
bajando la falda moviéndola a izquierda y a derecha con sus manos, rozando su
culo. Se agacharon un poco inclinándose hacia delante y la dejaron caer al
suelo. Entonces pude ver el culo de mi bailarina favorita en todo su esplendor,
daban ganas de morderlo así como estaba, dentro de las medias de rejilla, enmarcado
por el liguero con sus tiras y apenas tapado por un tanga de encaje un poco ancho,
o una braga estrecha, no tenía muy clara la prenda. Eso era lo que me faltaba,
así que acaricié mi entrepierna por encima del pantalón con disimulo claro,
deseando poder tocar ese trasero en lugar de mi paquete.
Pero
el espectáculo continuaba. Se dieron la vuelta y cogieron de nuevo la estola
poniéndosela de nuevo sobre los hombros. La fueron pasando hacia delante
rozando su escote mientras ponían cara de placer, a la vez que se arrodillaban
de cara al público. Se sentaban y se alzaban sobre sus rodillas al ritmo de la
música levantando sus brazos por encima de la cabeza. Daba la sensación de que
estaban cabalgando, como me habría gustado que hiciera mi bailarina sobre mí.
Acabaron
de pasar la estola por su pecho y se levantaron agitándola. Dieron una vuelta
alrededor de la silla antes de volver a dejar la boa sobre ella. Se pusieron
otra vez de espaldas al público para, tras unos sugerentes movimientos de culo,
inclinarse hacia delante mientras deslizaban las manos por sus caderas, por sus
muslos, por sus pantorrillas, hasta que llegaron a sus pies. Al ritmo de la
música desabrocharon primero un zapato y luego el otro en esa posición en que
yo tenía unas ganas enormes de saltar sobre mi bailarina. Se alzaron de nuevo
contoneándose para sentarse sobre la silla y levantando una pierna se sacaron
el zapato enseñándolo al público, antes de dejarlo en el suelo. Repitieron lo
mismo con la otra pierna para dejar en el suelo el otro zapato.
Siguieron
sentadas moviendo los brazos sensualmente al ritmo de los acordes que sonaban,
hasta que la música subió de volumen. Entonces volvieron a levantar la pierna
dejándola prácticamente horizontal y fueron soltando las pinzas del liguero. La
expresión de sus caras transmitía puro placer, sobre todo la de mi bailarina,
sin duda que eran buenas actrices para conseguirlo. Una vez suelta la media,
doblaron la pierna un poco y con las dos manos la arrastraron hasta el pie. Con
una mano estiraron de la media, aún enganchada en la punta del pie, llevando el
otro extremo más arriba de sus cabezas. Vi que mi bailarina miraba hacia el
público sonriente, y a mí, por lo que le devolví la sonrisa sin poder evitar
acariciarme de nuevo la entrepierna.
Coincidiendo
con otro subidón de la música tiraron de golpe de la media y la tiraron hacia
atrás por encima de sus cabezas. Se levantaron de la silla y pusieron la otra
pierna sobre ella, en ángulo recto. Otra posición estudiadamente sexy que me puso
más cardiaco, y es que mi bailarina estaba tremenda así, mostrando culo, muslo…
Soltaron cada pinza del liguero, para a continuación bajarse la otra media
también hasta el pie. Pero esta vez, estirando del elástico con una mano, y
mientras se apoyaban en el respaldo de la silla con la otra, tiraron de la
pierna hacia atrás, quedando en una especie de posición de ballet por unos
instantes. Justo después, con un nuevo tirón soltaron la media del pie y se
pusieron a hacer unos veloces giros con ella en la mano, hasta que la dejaron
sobre la silla.
Sin
apenas pausa se pusieron de cara al público y fueron soltando todos los
enganches del corsé. Mi bailarina tenía una cara de satisfacción mientras lo
hacía que no podía con ella. Como las demás, cuando lo desabrochó por completo
se puso de espaldas al público y, al ritmo de la música, lo abrió hacia la
derecha con su mano girando también la cabeza para mirar al patio de butacas.
Después lo abrió de igual modo hacia la izquierda, repitiéndolo un par de veces
más hasta que abrió los dos lados a la vez y con una mano lo dejó sobre la
silla. Tenía una bonita espalda, pero no me dio mucho tiempo a mirarla bien
porque habían acelerado el ritmo de todo lo que hacían, sin duda porque llegaba
el final.
Llevaron
sus manos a la espalda y de golpe se desabrocharon el sujetador. Mi bailarina
preferida lo dejó caer hacia delante con unos sexys y certeros golpes de
hombro. Con sus manos se lo quitó del todo tirándolo al fondo del escenario.
Luego dio un par de pasos marcando culo para acercarse a la mesa, cogió la copa
y, girando la cabeza, bebió un trago de champagne de ella para volver a dejarla
sobre la mesa, como hicieron también las otras. A continuación, se giró y pude
ver sus generosos pechos, pero para mi sorpresa no desnudos del todo, pues
llevaba unas pezoneras con borla. Aun así, pude ver que estaban bien, no eran
demasiado grandes, pero sí de buen tamaño, de forma redondeada, unos buenos
pechos... Mi pene también lo reconoció pues la erección ya era más que
considerable por lo que cambié nuevamente de posición, cruzando las piernas
para tratar de disimularla.
En
el escenario seguía el movimiento, todas se pusieron a mover sus hombros y sus
pechos bamboleándolos, haciendo girar las borlas de las pezoneras en un
movimiento espectacular. Tras ello se fueron de nuevo hacia las mesas y cada
una cogió su botella de champagne. Con la botella en la mano derecha estuvieron
bailando con los brazos abiertos, moviendo sensualmente sus pechos. En un
momento dado, la del centro se dirigió a su silla y, quitando todo lo que había
encima, se sentó en ella sin que sus compañeras dejaran de bailar sensualmente.
Levantó la botella y dejó caer el champagne por su cuerpo a la altura de sus
pechos, por lo que el líquido fue resbalando por su abdomen y por sus bragas,
mientras ella se acariciaba sensualmente con la otra mano desde los pechos
hasta sus muslos. ¡Qué calor! Mucho calor hacía allí ya…
Las
demás hicieron algo parecido. Se pusieron de dos en dos, de pie, entrelazando una
pierna y cada una dejó caer su champagne sobre la otra, también a la altura de su
cuello, de sus pechos, por lo que el fluido dorado resbaló desde ahí hasta sus
piernas, antes de caer al suelo. Cada una se acariciaba con la mano que les
quedaba libre. Yo no quitaba ya los ojos de mi bailarina. Se estaba tocando sus
pechos, su abdomen, su muslo, y de forma muy evidente, su entrepierna por encima
de la tela. Desde mi posición pude ver cómo abría los labios de su boca en el
típico gesto de un gemido y, sin dejar de acariciarse me miró con unos ojos que
eran puro deseo. Yo ya no podía más, en ese momento sí que notaba mi polla más
que dura, necesitaba un desahogo, pero no podía hacerlo allí. Los cambios de
posición ya no funcionaban, estaba demasiado excitado con lo que estaba viendo,
consumiéndome en un auténtico infierno de placer.
Sus
botellas se vaciaron y, tras un par de notas más, en que levantaban los brazos
con la botella, la música acabó quedando con los brazos en cruz. La actuación duró
menos de diez minutos, pero a mí se me hicieron muchos más por lo intenso del
espectáculo. El público se levantó a aplaudir y ellas correspondieron mandando
besos con la mano. Yo me lo pensé bastante, aunque también me levanté a
aplaudir, las chicas se lo habían ganado de sobra, eso sí, arrepintiéndome de
no haberme puesto pantalones vaqueros, pues con los que llevaba no se
disimulaba nada el enorme bulto que llevaba en la entrepierna. Traté de coger
la chaqueta con una mano para tratar de que no se notase mucho, pero creo que
no lo conseguí, era muy evidente. Miré a mi bailarina, estaba radiante,
disfrutando de ese aplauso sostenido que les estábamos ofreciendo a todas
ellas. Mandaba besos sin parar, hasta que me miró, y así, fijándose en mí, me
mandó un beso soplando sobre su mano. Vi cómo bajaba su mirada y sonreía, sin
duda se dio cuenta de mi erección, por lo que yo alcé los hombros como para
decirle que era inevitable con lo que me había calentado. Ella, por respuesta,
me guiñó un ojo antes de seguir mandando besos a todo el público.
La
ovación duró unos minutos, hasta que el telón se fue cerrando poco a poco. Tras
él se escuchaba el ruido de todo lo que recogían, cuando por última vez salió
el maestro de ceremonias. Habló una vez más sobre la alta temperatura de la
sala y se despidió en nombre de todos los que habían actuado, deseándonos un
feliz regreso a casa. Cuando se fue se encendieron las luces y la gente empezó
a salir. Yo me hice el remolón, chaqueta en mano, esperando que bajase más mi
erección. Un poco después salí, siendo de los últimos en hacerlo.
Una
vez fuera, me puse la chaqueta y volví a coger el móvil para preguntar a mis
amigos que dónde estaban. Les dije que había sido una pena que no hubieran
podido llegar, pues se habían perdido un espectáculo tremendo. Al preguntarles
que por dónde paraban, me dijeron que todavía estaban liados con el asunto del
accidente y que no sabían lo que tardarían, por lo que les dije que yo me iba a
casa, quedando en que me avisarían cuando estuviesen libres. Colgué el móvil
todavía sorprendido de lo que duraba el papeleo de mis amigos, la función había
durado cerca de dos horas y ellos aún seguían liados. Supuse que sería por todo
el lío que se habría montado y por la intervención de la policía.
Me
giré para irme a casa y, casualidades de la vida, vi que por la acera venía mi
bailarina. Iba con su pelo negro suelto, sin el pañuelo anudado como en el
escenario, con un abrigo largo y con una mochila en la mano, en la que llevaría
toda su vestimenta. Cuando pasó por mi lado, le dije mirándole a los ojos:
-
¡Buenas noches bailarina! Me ha encantado tu danza, lo habéis hecho muy bien,
habéis conseguido hacer algo realmente excitante.
Ella
se paró a mi lado y me contestó:
-
¡Buenas noches espectador solitario! Gracias por tus palabras. La verdad es que
hemos tenido que trabajar mucho para llegar a hacerlo así.
Hizo
una pausa para añadir mientras sonreía:
-
Y de lo de que te pareció excitante, ya me di cuenta desde arriba. Como para no
verlo estando ahí solo en primera fila. Tu pantalón tenía vida propia…
Reí
ante su ocurrencia y le respondí:
-
Bueno, es así como soy, de empalme fácil cuando me pongo caliente, y lo que
veía ahí dentro era demasiado para mí, mi pene no es de mantequilla, con el
calor no se derrite, sino que crece.
-
¡Qué buena ocurrencia! - Añadió ella riendo. – Pero he de reconocer que yo
también me he calentado más que otras veces, y eso ha sido por tu culpa, por
tener tus ojos clavados en mí mostrando esa intranquilidad propia de la
calentura. Te confieso que antes de que me mojase las braguitas el champagne ya
andaban un poco mojadas…
-
Si lo llego a ver yo desde abajo no me habría podido aguantar. – Le contesté. –
Aunque no creo que hubiera sido capaz de subir al escenario a comprobarlo.
-
¿Todavía estás lo suficientemente caliente como para comprobarlo? – Me preguntó
ella.
-
Sin lugar a dudas. – Le respondí.
-
Pues ven. – Me dijo cogiendo mi mano y estirando de mí.
Me
llevó andando hasta que doblamos la primera esquina. Había menos luz que en la
calle que estábamos antes lo que creo que buscaba la bailarina. Avanzamos un
poco y se apoyó en la pared. Me miró con esos ojos de fuego que tenía, por lo
que yo no pude evitar abalanzarme sobre ella para besarla. Besé sus carnosos
labios. Ella me devolvía el beso con pasión hasta que abrió su boca dejando
escapar un gemido, momento en el que mi lengua entró para enredarse con la
suya. En ese momento el baile ya no se producía sobre el escenario, sino dentro
de su boca.
Ella
soltó su mochila y me abrazó fuertemente. Yo seguí besándola mientras sus manos
me apretaban. Separé mis labios de los suyos para mordérselos suavemente, sin
apretar demasiado. Ella gimió en señal de aprobación para luego morder mi labio
inferior con más intensidad que yo. Suspiré mientras la miraba fijamente. Ella
soltó mi labio y con sus manos me separó. Luego se fue abriendo los botones del
abrigo hasta que lo abrió del todo. Lo que vi me sorprendió pues debajo del
abrigo iba tal cual había acabado la actuación, añadiendo los tacones, eso sí.
Llevaba las sexys medias de rejilla, el liguero suelto, las braguitas y las
pezoneras aún puestas. Si tras los besos mi verga ya se había puesto bastante
dura, una vez la vi así vestida, se me puso dura del todo.
-
No me he podido duchar. – Me dijo. – Tan sólo me he secado y me he limpiado lo
suficiente como para poder llegar a casa a masturbarme tranquilamente. Pero veo
que dejarme esto puesto ha sido mejor, pues te has vuelto a alegrar…
Asentí
con la cabeza mientras ella llevaba su mano a mi entrepierna. Apretó y me sobó
todo el paquete que ya no podía ponerse más duro ahí dentro, necesitaba salir
de debajo de la tela. Lo único que quería en ese momento era meterlo en otro
sitio, en ella.
Me
lancé sobre ella. Mi lengua recorrió su cuello mientras su mano seguía jugando
sobre mi pantalón. Mordisqueé varias veces la piel de su cuello sintiendo cómo
ella dejaba escapar algún gemido, para a continuación descender por sus hombros
hacia su pecho. Lamí su canalillo, lamí sus pechos y fui hacia sus pezones. Al
pasar la lengua noté que sus pezoneras eran adhesivas, por lo que estirando de
las borlas con los dientes y con la ayuda de los dedos le quité primero una y
después la otra, cayendo ambas al suelo. Sus pezones aparecieron duros ante mí,
y se los mordí, uno, otro, uno, otro, estirando con cuidado. Ella volvió a
gemir de placer, lo que no le impidió desabrochar mi pantalón para meter su
mano dentro de mi bóxer. Me cogió bien toda la polla, me la acarició, me
masturbó lentamente siendo yo el que dejaba escapar algún gemido en ese
momento.
Llevé una mano a sus
muslos y fui subiendo por el interior de sus piernas, acariciándolas por encima
de las medias de rejilla mientras ella las separaba. Poco a poco llegué a rozar
la tela de sus braguitas. La noté muy mojada, sin duda por el champagne, pero
en parte también por los jugos que empezaba a destilar. Ella se estremeció ante
tan íntimo contacto y abrió más todavía sus piernas, como invitándome a que
siguiese. Seguí rozando su tela con mis dedos, arriba y abajo, suavemente, sintiendo
sus ojos llenos de deseo clavados en los míos. La tela de sus braguitas se
mojaba más con mis movimientos, con mis roces, sin duda ayudada por el morbo de
la situación, de estar masturbándola en plena calle. Yo la notaba muy excitada,
sus suspiros y sus gemidos era lo que me hacían pensar.
Su mano tampoco paraba
quieta. Notar cómo me tocaba por dentro de mi bóxer me tenía muy excitado. Bajó
la mano para acariciarme los huevos, me los apretó con suavidad. Luego los
soltó y se volvió a centrar en dura verga. Me la apretaba con fuerza y luego
aflojaba según su mano subía y bajaba. Cada vez que me la presionaba yo dejaba
escapar un suspiro. Yo me encontraba tremendamente cachondo, mi rabo estaba
durísimo, y la culpa no sólo era de lo que había visto, o de lo que ella me
hacía, que tenía mucho que ver, pero tenía muy claro que el morbo de estar
haciéndolo en plena calle y el riesgo de que viniera alguien y nos pillara me
tenía a mil. Ella seguía a lo suyo, masturbándome dentro de mi bóxer, lo que no
le resultaría muy fácil, pero lo hacía más que bien, mano arriba mano abajo, me
tenía a punto de explotar...
Por mi parte, yo
continuaba rozando su braguita mojada con mis dedos, frotándola ya más fuerte
con ellos, para aumentar su placer, lo que conseguía por lo seguidos que eran
sus gemidos. En un momento dado, ella me bajó el bóxer por delante, sacando
tanto mi durísima polla como los huevos y se puso a masturbarme ya con más
vigor. Yo hice algo parecido. Aparté la tela de sus braguitas con mis dedos, y
rocé la entrada de su coño sobre la rejilla. Como las medias me estorbaban para
lo que quería hacer, llevé mi otra mano y con cuidado de no lastimarla, estiré
de la rejilla, hasta que cedió y se rompió, dejando un buen agujero descubierto
en su entrepierna. Ella suspiró asintiendo con satisfacción.
Volví a rozar su
entrepierna con mis dedos, ahora ya descubierta. Noté que estaba depilada, pero
también sentí los pliegues de sus labios mojados. Los acaricié, estaban suaves,
pero pronto me supo a poco y los dejé atrás, metiendo un dedo en su coño,
tremendamente mojado. Cuando notó la penetración de mi dedo en su interior,
ella dejó escapar un fuerte gemido. Por suerte no pasaba nadie por la calle y
esperaba que los vecinos no se asomasen a la ventana para ver qué había sido
ese ruido, aunque la verdad, ya me daba igual, no pensaba parar. Y no lo hice, saqué
mi dedo de su sexo encharcado para volverlo a meter en él, empezando así un
movimiento de mete y saca, dentro, fuera, dentro, fuera.
Ella seguía pajeándome
con fuerza, subiendo y bajando una y otra vez su mano por toda mi polla. A
veces se entretenía en la punta, rozando mi glande con sus dedos y esparciendo
las primeras gotas que dejaba escapar, a la vez que algún que otro gemido
placentero. Yo continuaba follando su coño con mi dedo, pero no contento con
uno añadí otro para follarla mejor con dos de mis dedos, dentro, fuera, dentro,
fuera, sin parar. Añadí el pulgar al juego. Con él encontré su clítoris inflamado.
Se lo rocé arriba y abajo, por lo que ella dio otro fuerte gemido. Eso hizo que
yo se lo rozase con más ganas, para excitarla hasta el límite, pero lo que
conseguí fue que se abandonase al placer que recibía, que soltase mi verga y
que, desgraciadamente, perdiese el equilibrio resbalando por la pared. Fue a
caer en el hueco de una cancela de forja, cuya puerta por suerte se abrió
amortiguando así su caída, quedando ella sentada en el portal.
Nos reímos, pues fue algo
muy cómico. Pero con la calentura que llevábamos las risas se acabaron pronto. Tal
y como ella se levantaba, yo cogí su mochila invitándola a pasar dentro. Ella
aceptó pues ahí estaríamos algo más resguardados de la calle, pero no sin
riesgo, ya que si alguien abría la puerta desde el interior nos pillaría de
pleno. Dejé la mochila dentro del portal y entré yo también, dejando la puerta
de la cancela abierta, por si se imponía una huida rápida.
La repasé de arriba abajo
en la penumbra mientras ella clavaba en mí sus ojos de fuego. El liguero, las
medias de rejilla rotas, las braguitas con la tela apartada, sus pechos
desnudos y con el abrigo puesto. Era una visión tan excitante que mi verga
temblaba en el aire. Sin dejar de mirarme me hizo con un dedo el gesto de que
me acercase. Yo no lo dudé y me volví a abalanzar sobre ella besándola una vez
más, entrelazando su lengua con la mía, succionándosela, como ella a mí. Llevé mis manos a su espalda, por dentro del
abrigo, para ir bajándolas hasta llegar a su culo. Lo apreté y se lo sobé con
fuerza, arrancándole un nuevo gemido, que se intensificó cuando sintió la
presión de mi polla en su vientre. Volvió a llevar su mano hasta ella y masturbándome
nuevamente me dijo.
- ¡La tienes durísima! Me
gusta así.
- Es así como te gusta
sí, porque así la has puesto tú, desde que te vi moverte por el escenario. – Le
contesté, a la vez que volvía a llevar mi mano a su entrepierna para rozar su
clítoris una vez más. – Tú lo tienes chorreando también.
- Sí, - me respondió-, esta
situación me tiene a mil.
Y mientras acariciaba su
sexo mojado añadí:
- No aguanto más. ¡Tengo
que metértela de una vez!
- ¡Hazlo de una vez! –
Exclamó ella con energía soltando mi verga.
Me bajé el pantalón y el
bóxer hasta más abajo de las rodillas. Mientras lo hacía vi cómo ella se bajaba
sus braguitas hasta los pies a toda prisa, levantó primero un zapato y luego el
otro y se las sacó quedando en el suelo. Yo me agaché para cogerlas. Una vez
las cogí me las acerqué a la boca para olerlas y lamerlas. Me gustó tanto su
sabor como el aroma que desprendían, ese aroma inconfundible de hembra en celo.
Después de hacer eso me las guardé en un bolsillo de mi chaqueta.
Me eché sobre ella que se
había apoyado de espaldas en la pared, abriendo sus piernas para esperarme.
Agarré mi polla con la mano y la acerqué a su coño mojado. Apunté mi capullo a
su entrada, y de un fuerte empujón metí todo lo que pude de golpe. Otro fuerte
gemido placentero de ella fue la señal para empezar mis movimientos. Sujetando
mis manos en sus hombros, empecé a bombear en su coño. Mi polla entraba y salía
de ella una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, acelerando con cada
embestida. De vez en cuando me echaba más atrás para sacar toda mi verga de su
coño y poder metérsela de golpe, mientras sus gemidos se mezclaban con los míos.
Con mi mano izquierda
levanté su pierna derecha para poder follarla con más comodidad. Ella pasó su
pierna por encima de mi brazo quedando lista para el empuje final. Pero antes
llevé mi cabeza entre sus tetas, se las lamí, y volví a morder sus pezones.
Después de ello ya me la volví a follar. De otro fuerte empujón le metí toda mi
polla dura para empezar a bombear con energía, con toda la fuerza que podía
como si la quisiera atravesar y llegar hasta la pared que estaba a su espalda.
Yo estaba demasiado caliente como para penetrarla tranquilamente, necesitaba
llenarla de verga así, bien fuerte.
Entre gemidos, seguí con
mi mete saca, dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera… Su cuerpo se movía con
mis movimientos, siguiéndome hacia atrás y siendo aplastado contra la pared
cada vez que empujaba con fuerza. Mi intensidad era enorme, quería destrozarla
a base de embestidas. No paraba, pero ella pedía más, por lo que yo ya lo
estaba dando todo, follándola salvajemente contra la pared, más, más, más… Cada
vez que mi polla entraba hasta el fondo ella soltaba un gemido. Sus gemidos se
tornaron más seguidos, más fuertes. Puse mis manos en su culo para apretarla
todavía más contra mí. Así mis penetraciones fueron más profundas, más
intensas, más fuertes. Mi polla entraba y salía de ella cada vez con más
rapidez, los gemidos de uno y otro se enlazaban sin remedio. Yo no iba a poder
aguantar mucho más así, era sexo del bueno, de alto voltaje por lo que no se podía
durar mucho. Ella también estaba cerca del orgasmo. Su respiración agitada, sus
suspiros, y sus gemidos más seguidos eran la prueba, por lo que poco después
ella empezó a agitarse contra la pared y gritó:
- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Siiiiiiiiiiiiiiii!
Me voy, me voy, me voooooooooy… ¡No pareeeeeees!
Yo aguante un poco más.
Seguí embistiéndola unas veces más, pero notar las contracciones de las paredes
de su coño apretando mi polla con cada espasmo de su corrida fue demasiado. Mi
polla seguía moviéndose adelante y atrás en su empapado coño, pero tras unos
fuerte empujones más, no aguanté más y fui yo el que grité:
- ¡Aaaaaaaaaaah! Sí, sí,
siiiiii. Me corro siiiiiiii. ¡Aaaaaaaah! Siente mi leche caliente en tiiiii,
siiiiiiiiiiiii.
Noté como los disparos salían
de mí e iban entrando en ella. Su sexo quedó bien empapado tanto por su flujo
como por mi leche, que seguía saliendo de mi verga. Ella gemía con cada uno de
mis chorros, hasta que poco a poco se acabaron, al menos por el momento.
Nos quedamos así de pie,
apoyados uno en el otro, un tiempo, mientras nos fuimos relajando y recuperando
el aliento. Cuando estábamos recuperados, nos soltamos, saqué mi polla de ella
y me subí la ropa. Ella seguía con las piernas abiertas. Vi cómo llevó su mano
a la entrepierna y se metió un par de dedos, para, después de restregárselos bien,
llevárselos a la boca para lamerlos. Puso cara de agrado, le gustaba la mezcla
de sabores de nuestros fluidos.
Salí del portal con su
mochila en la mano mientras ella se abrochaba el abrigo. Después salió ella también
y recogió las pezoneras del suelo poniéndoselas en los bolsillos. Volvimos
caminando a la calle donde nos habíamos encontrado, pues ella quería ir a su
coche. De camino a él encontramos un restaurante abierto, por lo que le
pregunté:
- Aunque lo usual en una
cita es cenar y follar después. ¿Qué te parece si lo invertimos y cenamos aquí
después de follar?
- Es tarde. – Me contestó.
– No sé si nos dejarán cenar aún.
Miré la hora en el móvil
y vi que todavía no eran las once, por lo que podríamos tener suerte. Entramos
y nos dijeron que sí, que no habría problema porque los sábados cerraban
bastante tarde. Eso sí, nos dijeron que tendríamos que esperar un poco a que se
desalojase alguna mesa. Les dijimos que no había problema y nos dispusimos a
esperar. Pero momentos después ella me dijo:
- Oye, voy a ir un
momento a casa. Voy a ducharme y ponerme ropa, que así no puedo estar sin
abrigo. Tardaré menos de media hora. Si nos dan mesa antes, pide lo que más te
guste para que no se desesperen los pobres.
- De acuerdo, ve
tranquila. - Le contesté.
Ella acercó su cara a la
mía y me dio un beso antes de salir. Y con la puerta en su mano se giró y me
dijo:
- Por cierto, me llamo
Laura.
Salió tan rápida que no
me dio tiempo ni a decirle encantado ni mi nombre. La verdad es que había sido
un encuentro muy apasionado en que todo lo demás no importó, sólo las ganas de
satisfacer nuestra calentura sin modales y sin nada. Pero todavía nos podíamos
resarcir después en la cena, o eso esperaba yo.
Durante la espera
aproveché para enviar un whatsapp a mis amigos diciéndoles que, aunque me
avisasen, ya no saldría con ellos esa noche por haber quedado para cenar con
una de las actrices del burlesque. Imaginé la cara que pondrían cuando lo
leyesen, pero se lo tenía que decir. Y así con una sonrisa en los labios me
quedé esperando a Laura, que tal y como había prometido regresó al poco tiempo,
pero lo que sucedió después lo contaré en una próxima historia.
Me gusta mucho tu relato, has conseguido que quisiera estar en ese asiento vacío, a tu lado, viendo el espectáculo! Besos
ResponderEliminar¡Hola de nuevo Pandora!
EliminarMe alegra que te haya gustado mi historia. Bueno es saberlo, si otra vez voy a un espectáculo similar y me dejan en la estacada te aviso, o mejor, directamente me voy contigo, así lo vemos juntos, je, je.
Muchas gracias por tu comentario.
Besos morbosos.
Eros
No está nada mal esa forma de salir un sábado noche. Nunca he estado en un espectáculo así, lo más parecido fue un musical. Pero tal como lo describes se siente muy caliente, tendré que probarlo. Veo que has escrito nuevos relatos y si son como éste los voy a saborear poco, sintiéndome la protagonista. No me importaría bailar y desnudarme así para acabar follando sin control en un portal, con alguien a quien tampoco le importe. Siempre me ha puesto mucho que me pudieran pillar, tengo un punto exhibicionista...
ResponderEliminarSeguiré leyéndote y disfrutando de lo que escribes. Besos
¡Hola Dama!
EliminarBienvenida de nuevo por aquí. Es cierto, es una buena forma de pasar un sábado noche, pero lo que lo hace todavía mejor es lo inesperado. Cuando tienes una aventura tan intensa y no planificada es lo más.
Yo creo que todo el mundo tiene ese punto exhibicionista, unos más desarrollado, otros menos, pero todos. Además, ¿a quién no le da morbo el peligro de ser pillado?
Me alegra que sigas leyéndome y muchas gracias por tu comentario.
Besos morbosos.
Eros
Un día muy frió y no hay nada mejor que leer uno de tus relatos para entrar en calor, ese calor que recorre mi cuerpo cuando te leo y que hace que me excite muchísimo y tenga un orgasmo impresionante.
ResponderEliminar¡Hola Ana!
EliminarTienes toda la razón, en los días fríos es cuando más se requiere entrar en calor, y si mi historia ha servido para que te hayas excitado hasta tener un buen orgasmo, me doy por más que satisfecho.
Espero que sigas pasando calor con mis letras, para eso las escribo...
¡Muchas gracias por tu comentario!
Besos morbosos.
Eros