miércoles, 4 de enero de 2017

Un poco de burlesque



Para ser una persona a la que le gusta el teatro, desgraciadamente no voy tanto como quisiera. Por eso cuando mis amigos me propusieron ir a un espectáculo en el que habría diferentes actuaciones de aficionados, no me lo pensé ni por un segundo, acepté sin rechistar. Me pasaron el programa y era bastante interesante: había monólogos, actuaciones de magia, obras cortas de teatro y terminaba con una actuación de burlesque, que, aunque no tenía muy claro lo que era, imaginé que sería algún tipo de actuación humorística. Sacamos las entradas online y cada uno se guardó la suya. Sin duda tenía ya un buen plan para el sábado noche…


A veces, en la vida hay cosas que no acaban de la forma que esperas. En ocasiones es para mal, pero otras para bien, como es el caso de la historia que voy a contar. Cuando llegó el sábado noche, me arreglé para acudir al teatro, sin excesos claro, que tampoco iba a la ópera. Me puse ropa interior negra, camiseta y calcetines, además de un bóxer ceñido con franjas horizontales negras y grises. Por fuera decidí no ir tan de negro, así que me puse unos pantalones de color beige, una camisa que mezclaba rayas verticales marrones y negras de forma asimétrica, unos zapatos marrones y una chaqueta de cuero también marrón. Por último, me peiné dejando mi pelo estudiadamente despeinado, y tras ponerme un poco de perfume, salí para ir al lugar donde había quedado.


No podía ser de otra forma, yo llegaba cinco minutos tarde, pero de mis amigos ni rastro, algo desgraciadamente habitual. Esperé un rato, pero no aparecieron por lo que les mandé un whatsapp. Me contestaron que iban a llegar tarde, pues se habían visto involucrados en un accidente de coche. Me aclararon que a ellos no les había ocurrido nada, pero que estaban atascados, además que tenían que ejercer de testigos, por lo que me recomendaron que me fuese yo al teatro y entrase, que ellos ya llegarían cuando pudiesen. 


Después de un poco de cola pude entrar y me senté en mi butaca, en primera fila, con dos butacas vacías a cada lado, así, como para no llamar la atención. Al poco tiempo se abrió el telón y salió una especie de maestro de ceremonias que explicó lo que íbamos a presenciar a lo largo de la velada, número tras número, para acabar presentando al primer monologuista mientras se cerraba el telón.


Otra vez se volvió a abrir el telón y apareció el primer artista sacándonos carcajadas con su monólogo. Cuando terminó, tras los aplausos, le eché un ojo al móvil, pues lo había silenciado y quería saber si mis amigos decían algo. Lo miré con disimulo, no me gusta usar el móvil en el teatro, pero no me quedaba otra. A lo largo de la noche lo miré más veces, pero siempre con cuidado, y más en primera fila, para no distraer a los artistas.


Reconozco que a medida que miraba el móvil me iba poniendo más nervioso al no tener noticias de mis amigos. Me habían dicho que no les había pasado nada, pero según iban saliendo a escena más monologuistas, actores y magos a escena, tenía claro que no iban a llegar a la función. Por lo que decidí descartar el móvil y disfrutar de lo que quedaba de espectáculo.


Antes de la última actuación, volvió a salir el maestro de ceremonias para presentar el número de burlesque, insistiendo mucho en que nos preparásemos bien porque la temperatura iba a subir tanto que se iban a derretir hasta las butacas, que las cinco mujeres que iban a salir a escena eran de armas tomar y más cosas por el estilo que no recuerdo. En ese momento empecé a pensar que eso del burlesque no iba a ser una actuación de humor, pero no tardé mucho en confirmarlo.


Por última vez se marchó el presentador cerrándose el telón tras él. Se apagaron completamente las luces que iluminaban la sala mientras se escuchaba el trasiego de los preparativos al otro lado del telón. Unos instantes después se volvió a abrir el telón a la vez que el escenario se iluminaba con la luz de varios cañones de luz cálida. Cuando se abrieron del todo las cortinas pude ver que cada luz apuntaba sobre una mujer. Había cinco mujeres de espaldas al público, con la pierna izquierda levantada y puesta sobre una silla. Llevaban unas faldas largas oscuras, pero con un buen corte lateral, lo que les permitía esa libertad para subir la pierna, además así también pude apreciar que llevaban unos zapatos de tacón de aguja de vértigo. Tras cada silla había una mesa sobre la que pude ver una lamparita clásica, una botella de champagne y una copa medio llena con ese líquido dorado.


Dada la puesta en escena inicial ya no tuve ninguna duda de lo que iba a ver a continuación, así que me recosté cómodamente en la butaca para disfrutarlo. Prometía ser una actuación caliente, tal y como había anunciado el maestro de ceremonias, pero aún lo tuve más claro cuando empezaron a sonar los acordes de la música que las iba a acompañar, un par de obras de un tal Sonny Lester según el programa. Eran acordes que invitaban a desnudarse, música que había escuchado en películas clásicas donde se hacía algún estriptis. 


Siguiendo el ritmo de la música, las cinco chicas empezaron a contonearse sensualmente, moviendo sus caderas a la vez que se movía su falda. Todas iban realizando los mismos movimientos rítmicamente, aunque no fue así durante toda la actuación, pues hubo momentos en que cada una hacía unos pasos diferentes. Además, las cinco iban vestidas de forma similar: unos tacones, unas faldas largas y oscuras, unas medias que se veían a través del corte de la falda, un corsé corto sobre la falda, una especie de sujetador con flecos que se agitaban según bailaban, unos guantes largos que les llegaban casi hasta sus codos, una estola de plumas sobre los hombros y un pañuelo anudado o un pequeño sombrerito, dependiendo de la chica, sobre su pelo recogido.


Las cinco mujeres bajaron la pierna de la silla y se giraron, una tras otra, en una secuencia estudiada, para a continuación ponerse a bailar moviendo sus estolas a derecha y a izquierda sobre los hombros, con un movimiento que era capaz de transmitir la sensualidad de la suave caricia de los hilos sobre la piel de sus hombros desnudos, con un movimiento que me hizo cambiar de postura en la butaca, pues mi sangre caliente se empezaba a alterar… Sin dejar de rozar sus hombros con la estola se pusieron a agacharse y levantarse, doblando un poco sus rodillas. Se giraron, dando la espalda al público, para seguir moviendo su estola, la fueron deslizando por su espalda hasta que tras rozarlas por sus traseros unas veces la dejaron caer sobre la silla.


Las cinco volvieron a girarse para seguir contoneándose sensualmente al ritmo de la música. Me fijé en que las demás parecían seguir a la rubia del centro, que además era la que mejor se movía, pero yo decidí centrarme en la de más a la izquierda, pues estaba justo delante de mí. Era una morena, algo más baja que la de al lado, con un pañuelo anudado en la cabeza, que también se movía de forma muy sexy haciendo bailar su falda al ritmo de la música. Miré hacia su rostro, tenía un óvalo bien marcado, unos labios carnosos, perfilados y unos profundos ojos negros muy expresivos, que pude apreciar bien cada vez que coincidía su mirada con la mía.


Tanto ella como las demás elevaron sus brazos sobre la cabeza y, así bailando, rozando un brazo contra el otro, dieron una vuelta completa para acabar de nuevo de cara al público. Con un movimiento rápido alargaron su brazo derecho para empezar a estirar del guante con la mano izquierda, dedo a dedo, estirando y dando un golpe de pecho a la vez, al ritmo de la música. Cuando lo tuvieron preparado alzaron de nuevo los brazos sobre sus cabezas y estiraron suavemente del guante, que deslizándose poco a poco terminó por salir del todo. 


Una vez el guante estuvo fuera lo giraron dándole unas cuantas vueltas antes de tirarlo delante de ellas. Repitieron la operación para el otro guante, con los mismos acordes de música por supuesto. En el momento de lanzarlo, la que tenía delante de mí parecía que me lo tiraba a mí. El guante cayó casi a la punta del escenario. Alcé la mirada y me topé con sus ojos, clavados en mí. Esa mujer parecía que tenía fuego en la mirada, fuego que me transmitió a mí, pues un escalofrío me recorrió el espinazo, para acabar en mi entrepierna, donde mi pene empezó a reaccionar a lo que veía y sentía. Realmente tenía razón el presentador cuando dijo que iba a subir la temperatura, pero no era mi butaca lo que se derretía, sino mi cuerpo…


La música seguía sonando y ellas bailando sensualmente. Se volvieron a poner de espaldas para acariciar suavemente su cintura, sus caderas y su culo mientras se inclinaban hacia delante. A continuación, se giraron un poco quedando de lado, con la raja de la falda hacia el público. Adelantaron la pierna y se inclinaron hacia el pie. Yo no le quitaba ojo a la bailarina de delante. Pude ver bien su pie enfundado en una media de tono grisáceo, dentro de su zapato de tacón. Empezó a separar las dos partes de la falda hasta medio muslo, lo que también hacían las demás claro. En ese momento fue dando un tirón con cada golpe de la música para soltar un botón a presión cada vez, poniendo una expresión tremendamente sexy, hasta que llegó a su cintura. Entonces separó bien ambas partes de la falda y pude ver toda su pierna, preciosa, bien torneada. La media le llegaba hasta más arriba de medio muslo y su elástico negro estaba sujeto por las pinzas de un liguero negro también. Además, pude apreciar que debajo de esas medias llevaba otras de rejilla. Verla así, mostrando esas prendas íntimas, y con su sensual movimiento me calentó todavía más, notaba como poco a poco mi pene engordaba bajo mi ropa, por lo que volví a cambiar de posición.


Con la falda abierta dieron unas vueltas hasta que quedaron de espalda al público y desabrocharon el botón que le faltaba a su falda. Moviendo sus caderas fueron bajando la falda moviéndola a izquierda y a derecha con sus manos, rozando su culo. Se agacharon un poco inclinándose hacia delante y la dejaron caer al suelo. Entonces pude ver el culo de mi bailarina favorita en todo su esplendor, daban ganas de morderlo así como estaba, dentro de las medias de rejilla, enmarcado por el liguero con sus tiras y apenas tapado por un tanga de encaje un poco ancho, o una braga estrecha, no tenía muy clara la prenda. Eso era lo que me faltaba, así que acaricié mi entrepierna por encima del pantalón con disimulo claro, deseando poder tocar ese trasero en lugar de mi paquete.


Pero el espectáculo continuaba. Se dieron la vuelta y cogieron de nuevo la estola poniéndosela de nuevo sobre los hombros. La fueron pasando hacia delante rozando su escote mientras ponían cara de placer, a la vez que se arrodillaban de cara al público. Se sentaban y se alzaban sobre sus rodillas al ritmo de la música levantando sus brazos por encima de la cabeza. Daba la sensación de que estaban cabalgando, como me habría gustado que hiciera mi bailarina sobre mí. 


Acabaron de pasar la estola por su pecho y se levantaron agitándola. Dieron una vuelta alrededor de la silla antes de volver a dejar la boa sobre ella. Se pusieron otra vez de espaldas al público para, tras unos sugerentes movimientos de culo, inclinarse hacia delante mientras deslizaban las manos por sus caderas, por sus muslos, por sus pantorrillas, hasta que llegaron a sus pies. Al ritmo de la música desabrocharon primero un zapato y luego el otro en esa posición en que yo tenía unas ganas enormes de saltar sobre mi bailarina. Se alzaron de nuevo contoneándose para sentarse sobre la silla y levantando una pierna se sacaron el zapato enseñándolo al público, antes de dejarlo en el suelo. Repitieron lo mismo con la otra pierna para dejar en el suelo el otro zapato.


Siguieron sentadas moviendo los brazos sensualmente al ritmo de los acordes que sonaban, hasta que la música subió de volumen. Entonces volvieron a levantar la pierna dejándola prácticamente horizontal y fueron soltando las pinzas del liguero. La expresión de sus caras transmitía puro placer, sobre todo la de mi bailarina, sin duda que eran buenas actrices para conseguirlo. Una vez suelta la media, doblaron la pierna un poco y con las dos manos la arrastraron hasta el pie. Con una mano estiraron de la media, aún enganchada en la punta del pie, llevando el otro extremo más arriba de sus cabezas. Vi que mi bailarina miraba hacia el público sonriente, y a mí, por lo que le devolví la sonrisa sin poder evitar acariciarme de nuevo la entrepierna.


Coincidiendo con otro subidón de la música tiraron de golpe de la media y la tiraron hacia atrás por encima de sus cabezas. Se levantaron de la silla y pusieron la otra pierna sobre ella, en ángulo recto. Otra posición estudiadamente sexy que me puso más cardiaco, y es que mi bailarina estaba tremenda así, mostrando culo, muslo… Soltaron cada pinza del liguero, para a continuación bajarse la otra media también hasta el pie. Pero esta vez, estirando del elástico con una mano, y mientras se apoyaban en el respaldo de la silla con la otra, tiraron de la pierna hacia atrás, quedando en una especie de posición de ballet por unos instantes. Justo después, con un nuevo tirón soltaron la media del pie y se pusieron a hacer unos veloces giros con ella en la mano, hasta que la dejaron sobre la silla.


Sin apenas pausa se pusieron de cara al público y fueron soltando todos los enganches del corsé. Mi bailarina tenía una cara de satisfacción mientras lo hacía que no podía con ella. Como las demás, cuando lo desabrochó por completo se puso de espaldas al público y, al ritmo de la música, lo abrió hacia la derecha con su mano girando también la cabeza para mirar al patio de butacas. Después lo abrió de igual modo hacia la izquierda, repitiéndolo un par de veces más hasta que abrió los dos lados a la vez y con una mano lo dejó sobre la silla. Tenía una bonita espalda, pero no me dio mucho tiempo a mirarla bien porque habían acelerado el ritmo de todo lo que hacían, sin duda porque llegaba el final. 


Llevaron sus manos a la espalda y de golpe se desabrocharon el sujetador. Mi bailarina preferida lo dejó caer hacia delante con unos sexys y certeros golpes de hombro. Con sus manos se lo quitó del todo tirándolo al fondo del escenario. Luego dio un par de pasos marcando culo para acercarse a la mesa, cogió la copa y, girando la cabeza, bebió un trago de champagne de ella para volver a dejarla sobre la mesa, como hicieron también las otras. A continuación, se giró y pude ver sus generosos pechos, pero para mi sorpresa no desnudos del todo, pues llevaba unas pezoneras con borla. Aun así, pude ver que estaban bien, no eran demasiado grandes, pero sí de buen tamaño, de forma redondeada, unos buenos pechos... Mi pene también lo reconoció pues la erección ya era más que considerable por lo que cambié nuevamente de posición, cruzando las piernas para tratar de disimularla.


En el escenario seguía el movimiento, todas se pusieron a mover sus hombros y sus pechos bamboleándolos, haciendo girar las borlas de las pezoneras en un movimiento espectacular. Tras ello se fueron de nuevo hacia las mesas y cada una cogió su botella de champagne. Con la botella en la mano derecha estuvieron bailando con los brazos abiertos, moviendo sensualmente sus pechos. En un momento dado, la del centro se dirigió a su silla y, quitando todo lo que había encima, se sentó en ella sin que sus compañeras dejaran de bailar sensualmente. Levantó la botella y dejó caer el champagne por su cuerpo a la altura de sus pechos, por lo que el líquido fue resbalando por su abdomen y por sus bragas, mientras ella se acariciaba sensualmente con la otra mano desde los pechos hasta sus muslos. ¡Qué calor! Mucho calor hacía allí ya…


Las demás hicieron algo parecido. Se pusieron de dos en dos, de pie, entrelazando una pierna y cada una dejó caer su champagne sobre la otra, también a la altura de su cuello, de sus pechos, por lo que el fluido dorado resbaló desde ahí hasta sus piernas, antes de caer al suelo. Cada una se acariciaba con la mano que les quedaba libre. Yo no quitaba ya los ojos de mi bailarina. Se estaba tocando sus pechos, su abdomen, su muslo, y de forma muy evidente, su entrepierna por encima de la tela. Desde mi posición pude ver cómo abría los labios de su boca en el típico gesto de un gemido y, sin dejar de acariciarse me miró con unos ojos que eran puro deseo. Yo ya no podía más, en ese momento sí que notaba mi polla más que dura, necesitaba un desahogo, pero no podía hacerlo allí. Los cambios de posición ya no funcionaban, estaba demasiado excitado con lo que estaba viendo, consumiéndome en un auténtico infierno de placer.


Sus botellas se vaciaron y, tras un par de notas más, en que levantaban los brazos con la botella, la música acabó quedando con los brazos en cruz. La actuación duró menos de diez minutos, pero a mí se me hicieron muchos más por lo intenso del espectáculo. El público se levantó a aplaudir y ellas correspondieron mandando besos con la mano. Yo me lo pensé bastante, aunque también me levanté a aplaudir, las chicas se lo habían ganado de sobra, eso sí, arrepintiéndome de no haberme puesto pantalones vaqueros, pues con los que llevaba no se disimulaba nada el enorme bulto que llevaba en la entrepierna. Traté de coger la chaqueta con una mano para tratar de que no se notase mucho, pero creo que no lo conseguí, era muy evidente. Miré a mi bailarina, estaba radiante, disfrutando de ese aplauso sostenido que les estábamos ofreciendo a todas ellas. Mandaba besos sin parar, hasta que me miró, y así, fijándose en mí, me mandó un beso soplando sobre su mano. Vi cómo bajaba su mirada y sonreía, sin duda se dio cuenta de mi erección, por lo que yo alcé los hombros como para decirle que era inevitable con lo que me había calentado. Ella, por respuesta, me guiñó un ojo antes de seguir mandando besos a todo el público.


La ovación duró unos minutos, hasta que el telón se fue cerrando poco a poco. Tras él se escuchaba el ruido de todo lo que recogían, cuando por última vez salió el maestro de ceremonias. Habló una vez más sobre la alta temperatura de la sala y se despidió en nombre de todos los que habían actuado, deseándonos un feliz regreso a casa. Cuando se fue se encendieron las luces y la gente empezó a salir. Yo me hice el remolón, chaqueta en mano, esperando que bajase más mi erección. Un poco después salí, siendo de los últimos en hacerlo.


Una vez fuera, me puse la chaqueta y volví a coger el móvil para preguntar a mis amigos que dónde estaban. Les dije que había sido una pena que no hubieran podido llegar, pues se habían perdido un espectáculo tremendo. Al preguntarles que por dónde paraban, me dijeron que todavía estaban liados con el asunto del accidente y que no sabían lo que tardarían, por lo que les dije que yo me iba a casa, quedando en que me avisarían cuando estuviesen libres. Colgué el móvil todavía sorprendido de lo que duraba el papeleo de mis amigos, la función había durado cerca de dos horas y ellos aún seguían liados. Supuse que sería por todo el lío que se habría montado y por la intervención de la policía.


Me giré para irme a casa y, casualidades de la vida, vi que por la acera venía mi bailarina. Iba con su pelo negro suelto, sin el pañuelo anudado como en el escenario, con un abrigo largo y con una mochila en la mano, en la que llevaría toda su vestimenta. Cuando pasó por mi lado, le dije mirándole a los ojos:


- ¡Buenas noches bailarina! Me ha encantado tu danza, lo habéis hecho muy bien, habéis conseguido hacer algo realmente excitante.


Ella se paró a mi lado y me contestó:


- ¡Buenas noches espectador solitario! Gracias por tus palabras. La verdad es que hemos tenido que trabajar mucho para llegar a hacerlo así. 


Hizo una pausa para añadir mientras sonreía:


- Y de lo de que te pareció excitante, ya me di cuenta desde arriba. Como para no verlo estando ahí solo en primera fila. Tu pantalón tenía vida propia…


Reí ante su ocurrencia y le respondí:


- Bueno, es así como soy, de empalme fácil cuando me pongo caliente, y lo que veía ahí dentro era demasiado para mí, mi pene no es de mantequilla, con el calor no se derrite, sino que crece.


- ¡Qué buena ocurrencia! - Añadió ella riendo. – Pero he de reconocer que yo también me he calentado más que otras veces, y eso ha sido por tu culpa, por tener tus ojos clavados en mí mostrando esa intranquilidad propia de la calentura. Te confieso que antes de que me mojase las braguitas el champagne ya andaban un poco mojadas…


- Si lo llego a ver yo desde abajo no me habría podido aguantar. – Le contesté. – Aunque no creo que hubiera sido capaz de subir al escenario a comprobarlo.


- ¿Todavía estás lo suficientemente caliente como para comprobarlo? – Me preguntó ella.


- Sin lugar a dudas. – Le respondí.


- Pues ven. – Me dijo cogiendo mi mano y estirando de mí.


Me llevó andando hasta que doblamos la primera esquina. Había menos luz que en la calle que estábamos antes lo que creo que buscaba la bailarina. Avanzamos un poco y se apoyó en la pared. Me miró con esos ojos de fuego que tenía, por lo que yo no pude evitar abalanzarme sobre ella para besarla. Besé sus carnosos labios. Ella me devolvía el beso con pasión hasta que abrió su boca dejando escapar un gemido, momento en el que mi lengua entró para enredarse con la suya. En ese momento el baile ya no se producía sobre el escenario, sino dentro de su boca.


Ella soltó su mochila y me abrazó fuertemente. Yo seguí besándola mientras sus manos me apretaban. Separé mis labios de los suyos para mordérselos suavemente, sin apretar demasiado. Ella gimió en señal de aprobación para luego morder mi labio inferior con más intensidad que yo. Suspiré mientras la miraba fijamente. Ella soltó mi labio y con sus manos me separó. Luego se fue abriendo los botones del abrigo hasta que lo abrió del todo. Lo que vi me sorprendió pues debajo del abrigo iba tal cual había acabado la actuación, añadiendo los tacones, eso sí. Llevaba las sexys medias de rejilla, el liguero suelto, las braguitas y las pezoneras aún puestas. Si tras los besos mi verga ya se había puesto bastante dura, una vez la vi así vestida, se me puso dura del todo.


- No me he podido duchar. – Me dijo. – Tan sólo me he secado y me he limpiado lo suficiente como para poder llegar a casa a masturbarme tranquilamente. Pero veo que dejarme esto puesto ha sido mejor, pues te has vuelto a alegrar…


Asentí con la cabeza mientras ella llevaba su mano a mi entrepierna. Apretó y me sobó todo el paquete que ya no podía ponerse más duro ahí dentro, necesitaba salir de debajo de la tela. Lo único que quería en ese momento era meterlo en otro sitio, en ella.


Me lancé sobre ella. Mi lengua recorrió su cuello mientras su mano seguía jugando sobre mi pantalón. Mordisqueé varias veces la piel de su cuello sintiendo cómo ella dejaba escapar algún gemido, para a continuación descender por sus hombros hacia su pecho. Lamí su canalillo, lamí sus pechos y fui hacia sus pezones. Al pasar la lengua noté que sus pezoneras eran adhesivas, por lo que estirando de las borlas con los dientes y con la ayuda de los dedos le quité primero una y después la otra, cayendo ambas al suelo. Sus pezones aparecieron duros ante mí, y se los mordí, uno, otro, uno, otro, estirando con cuidado. Ella volvió a gemir de placer, lo que no le impidió desabrochar mi pantalón para meter su mano dentro de mi bóxer. Me cogió bien toda la polla, me la acarició, me masturbó lentamente siendo yo el que dejaba escapar algún gemido en ese momento.


Llevé una mano a sus muslos y fui subiendo por el interior de sus piernas, acariciándolas por encima de las medias de rejilla mientras ella las separaba. Poco a poco llegué a rozar la tela de sus braguitas. La noté muy mojada, sin duda por el champagne, pero en parte también por los jugos que empezaba a destilar. Ella se estremeció ante tan íntimo contacto y abrió más todavía sus piernas, como invitándome a que siguiese. Seguí rozando su tela con mis dedos, arriba y abajo, suavemente, sintiendo sus ojos llenos de deseo clavados en los míos. La tela de sus braguitas se mojaba más con mis movimientos, con mis roces, sin duda ayudada por el morbo de la situación, de estar masturbándola en plena calle. Yo la notaba muy excitada, sus suspiros y sus gemidos era lo que me hacían pensar.


Su mano tampoco paraba quieta. Notar cómo me tocaba por dentro de mi bóxer me tenía muy excitado. Bajó la mano para acariciarme los huevos, me los apretó con suavidad. Luego los soltó y se volvió a centrar en dura verga. Me la apretaba con fuerza y luego aflojaba según su mano subía y bajaba. Cada vez que me la presionaba yo dejaba escapar un suspiro. Yo me encontraba tremendamente cachondo, mi rabo estaba durísimo, y la culpa no sólo era de lo que había visto, o de lo que ella me hacía, que tenía mucho que ver, pero tenía muy claro que el morbo de estar haciéndolo en plena calle y el riesgo de que viniera alguien y nos pillara me tenía a mil. Ella seguía a lo suyo, masturbándome dentro de mi bóxer, lo que no le resultaría muy fácil, pero lo hacía más que bien, mano arriba mano abajo, me tenía a punto de explotar...


Por mi parte, yo continuaba rozando su braguita mojada con mis dedos, frotándola ya más fuerte con ellos, para aumentar su placer, lo que conseguía por lo seguidos que eran sus gemidos. En un momento dado, ella me bajó el bóxer por delante, sacando tanto mi durísima polla como los huevos y se puso a masturbarme ya con más vigor. Yo hice algo parecido. Aparté la tela de sus braguitas con mis dedos, y rocé la entrada de su coño sobre la rejilla. Como las medias me estorbaban para lo que quería hacer, llevé mi otra mano y con cuidado de no lastimarla, estiré de la rejilla, hasta que cedió y se rompió, dejando un buen agujero descubierto en su entrepierna. Ella suspiró asintiendo con satisfacción.


Volví a rozar su entrepierna con mis dedos, ahora ya descubierta. Noté que estaba depilada, pero también sentí los pliegues de sus labios mojados. Los acaricié, estaban suaves, pero pronto me supo a poco y los dejé atrás, metiendo un dedo en su coño, tremendamente mojado. Cuando notó la penetración de mi dedo en su interior, ella dejó escapar un fuerte gemido. Por suerte no pasaba nadie por la calle y esperaba que los vecinos no se asomasen a la ventana para ver qué había sido ese ruido, aunque la verdad, ya me daba igual, no pensaba parar. Y no lo hice, saqué mi dedo de su sexo encharcado para volverlo a meter en él, empezando así un movimiento de mete y saca, dentro, fuera, dentro, fuera. 


Ella seguía pajeándome con fuerza, subiendo y bajando una y otra vez su mano por toda mi polla. A veces se entretenía en la punta, rozando mi glande con sus dedos y esparciendo las primeras gotas que dejaba escapar, a la vez que algún que otro gemido placentero. Yo continuaba follando su coño con mi dedo, pero no contento con uno añadí otro para follarla mejor con dos de mis dedos, dentro, fuera, dentro, fuera, sin parar. Añadí el pulgar al juego. Con él encontré su clítoris inflamado. Se lo rocé arriba y abajo, por lo que ella dio otro fuerte gemido. Eso hizo que yo se lo rozase con más ganas, para excitarla hasta el límite, pero lo que conseguí fue que se abandonase al placer que recibía, que soltase mi verga y que, desgraciadamente, perdiese el equilibrio resbalando por la pared. Fue a caer en el hueco de una cancela de forja, cuya puerta por suerte se abrió amortiguando así su caída, quedando ella sentada en el portal.


Nos reímos, pues fue algo muy cómico. Pero con la calentura que llevábamos las risas se acabaron pronto. Tal y como ella se levantaba, yo cogí su mochila invitándola a pasar dentro. Ella aceptó pues ahí estaríamos algo más resguardados de la calle, pero no sin riesgo, ya que si alguien abría la puerta desde el interior nos pillaría de pleno. Dejé la mochila dentro del portal y entré yo también, dejando la puerta de la cancela abierta, por si se imponía una huida rápida.


La repasé de arriba abajo en la penumbra mientras ella clavaba en mí sus ojos de fuego. El liguero, las medias de rejilla rotas, las braguitas con la tela apartada, sus pechos desnudos y con el abrigo puesto. Era una visión tan excitante que mi verga temblaba en el aire. Sin dejar de mirarme me hizo con un dedo el gesto de que me acercase. Yo no lo dudé y me volví a abalanzar sobre ella besándola una vez más, entrelazando su lengua con la mía, succionándosela, como ella a mí.  Llevé mis manos a su espalda, por dentro del abrigo, para ir bajándolas hasta llegar a su culo. Lo apreté y se lo sobé con fuerza, arrancándole un nuevo gemido, que se intensificó cuando sintió la presión de mi polla en su vientre. Volvió a llevar su mano hasta ella y masturbándome nuevamente me dijo.


- ¡La tienes durísima! Me gusta así. 


- Es así como te gusta sí, porque así la has puesto tú, desde que te vi moverte por el escenario. – Le contesté, a la vez que volvía a llevar mi mano a su entrepierna para rozar su clítoris una vez más. – Tú lo tienes chorreando también.


- Sí, - me respondió-, esta situación me tiene a mil.


Y mientras acariciaba su sexo mojado añadí:


- No aguanto más. ¡Tengo que metértela de una vez!


- ¡Hazlo de una vez! – Exclamó ella con energía soltando mi verga. 


Me bajé el pantalón y el bóxer hasta más abajo de las rodillas. Mientras lo hacía vi cómo ella se bajaba sus braguitas hasta los pies a toda prisa, levantó primero un zapato y luego el otro y se las sacó quedando en el suelo. Yo me agaché para cogerlas. Una vez las cogí me las acerqué a la boca para olerlas y lamerlas. Me gustó tanto su sabor como el aroma que desprendían, ese aroma inconfundible de hembra en celo. Después de hacer eso me las guardé en un bolsillo de mi chaqueta.


Me eché sobre ella que se había apoyado de espaldas en la pared, abriendo sus piernas para esperarme. Agarré mi polla con la mano y la acerqué a su coño mojado. Apunté mi capullo a su entrada, y de un fuerte empujón metí todo lo que pude de golpe. Otro fuerte gemido placentero de ella fue la señal para empezar mis movimientos. Sujetando mis manos en sus hombros, empecé a bombear en su coño. Mi polla entraba y salía de ella una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez, acelerando con cada embestida. De vez en cuando me echaba más atrás para sacar toda mi verga de su coño y poder metérsela de golpe, mientras sus gemidos se mezclaban con los míos.


Con mi mano izquierda levanté su pierna derecha para poder follarla con más comodidad. Ella pasó su pierna por encima de mi brazo quedando lista para el empuje final. Pero antes llevé mi cabeza entre sus tetas, se las lamí, y volví a morder sus pezones. Después de ello ya me la volví a follar. De otro fuerte empujón le metí toda mi polla dura para empezar a bombear con energía, con toda la fuerza que podía como si la quisiera atravesar y llegar hasta la pared que estaba a su espalda. Yo estaba demasiado caliente como para penetrarla tranquilamente, necesitaba llenarla de verga así, bien fuerte.


Entre gemidos, seguí con mi mete saca, dentro, fuera, dentro, fuera, dentro, fuera… Su cuerpo se movía con mis movimientos, siguiéndome hacia atrás y siendo aplastado contra la pared cada vez que empujaba con fuerza. Mi intensidad era enorme, quería destrozarla a base de embestidas. No paraba, pero ella pedía más, por lo que yo ya lo estaba dando todo, follándola salvajemente contra la pared, más, más, más… Cada vez que mi polla entraba hasta el fondo ella soltaba un gemido. Sus gemidos se tornaron más seguidos, más fuertes. Puse mis manos en su culo para apretarla todavía más contra mí. Así mis penetraciones fueron más profundas, más intensas, más fuertes. Mi polla entraba y salía de ella cada vez con más rapidez, los gemidos de uno y otro se enlazaban sin remedio. Yo no iba a poder aguantar mucho más así, era sexo del bueno, de alto voltaje por lo que no se podía durar mucho. Ella también estaba cerca del orgasmo. Su respiración agitada, sus suspiros, y sus gemidos más seguidos eran la prueba, por lo que poco después ella empezó a agitarse contra la pared y gritó:


- ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Siiiiiiiiiiiiiiii! Me voy, me voy, me voooooooooy… ¡No pareeeeeees!


Yo aguante un poco más. Seguí embistiéndola unas veces más, pero notar las contracciones de las paredes de su coño apretando mi polla con cada espasmo de su corrida fue demasiado. Mi polla seguía moviéndose adelante y atrás en su empapado coño, pero tras unos fuerte empujones más, no aguanté más y fui yo el que grité:


- ¡Aaaaaaaaaaah! Sí, sí, siiiiii. Me corro siiiiiiii. ¡Aaaaaaaah! Siente mi leche caliente en tiiiii, siiiiiiiiiiiii.


Noté como los disparos salían de mí e iban entrando en ella. Su sexo quedó bien empapado tanto por su flujo como por mi leche, que seguía saliendo de mi verga. Ella gemía con cada uno de mis chorros, hasta que poco a poco se acabaron, al menos por el momento.


Nos quedamos así de pie, apoyados uno en el otro, un tiempo, mientras nos fuimos relajando y recuperando el aliento. Cuando estábamos recuperados, nos soltamos, saqué mi polla de ella y me subí la ropa. Ella seguía con las piernas abiertas. Vi cómo llevó su mano a la entrepierna y se metió un par de dedos, para, después de restregárselos bien, llevárselos a la boca para lamerlos. Puso cara de agrado, le gustaba la mezcla de sabores de nuestros fluidos. 


Salí del portal con su mochila en la mano mientras ella se abrochaba el abrigo. Después salió ella también y recogió las pezoneras del suelo poniéndoselas en los bolsillos. Volvimos caminando a la calle donde nos habíamos encontrado, pues ella quería ir a su coche. De camino a él encontramos un restaurante abierto, por lo que le pregunté:


- Aunque lo usual en una cita es cenar y follar después. ¿Qué te parece si lo invertimos y cenamos aquí después de follar?


- Es tarde. – Me contestó. – No sé si nos dejarán cenar aún.


Miré la hora en el móvil y vi que todavía no eran las once, por lo que podríamos tener suerte. Entramos y nos dijeron que sí, que no habría problema porque los sábados cerraban bastante tarde. Eso sí, nos dijeron que tendríamos que esperar un poco a que se desalojase alguna mesa. Les dijimos que no había problema y nos dispusimos a esperar. Pero momentos después ella me dijo:


- Oye, voy a ir un momento a casa. Voy a ducharme y ponerme ropa, que así no puedo estar sin abrigo. Tardaré menos de media hora. Si nos dan mesa antes, pide lo que más te guste para que no se desesperen los pobres.


- De acuerdo, ve tranquila. - Le contesté.


Ella acercó su cara a la mía y me dio un beso antes de salir. Y con la puerta en su mano se giró y me dijo:


- Por cierto, me llamo Laura.


Salió tan rápida que no me dio tiempo ni a decirle encantado ni mi nombre. La verdad es que había sido un encuentro muy apasionado en que todo lo demás no importó, sólo las ganas de satisfacer nuestra calentura sin modales y sin nada. Pero todavía nos podíamos resarcir después en la cena, o eso esperaba yo. 


Durante la espera aproveché para enviar un whatsapp a mis amigos diciéndoles que, aunque me avisasen, ya no saldría con ellos esa noche por haber quedado para cenar con una de las actrices del burlesque. Imaginé la cara que pondrían cuando lo leyesen, pero se lo tenía que decir. Y así con una sonrisa en los labios me quedé esperando a Laura, que tal y como había prometido regresó al poco tiempo, pero lo que sucedió después lo contaré en una próxima historia.

6 comentarios:

  1. Me gusta mucho tu relato, has conseguido que quisiera estar en ese asiento vacío, a tu lado, viendo el espectáculo! Besos

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    1. ¡Hola de nuevo Pandora!
      Me alegra que te haya gustado mi historia. Bueno es saberlo, si otra vez voy a un espectáculo similar y me dejan en la estacada te aviso, o mejor, directamente me voy contigo, así lo vemos juntos, je, je.
      Muchas gracias por tu comentario.
      Besos morbosos.
      Eros

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  2. No está nada mal esa forma de salir un sábado noche. Nunca he estado en un espectáculo así, lo más parecido fue un musical. Pero tal como lo describes se siente muy caliente, tendré que probarlo. Veo que has escrito nuevos relatos y si son como éste los voy a saborear poco, sintiéndome la protagonista. No me importaría bailar y desnudarme así para acabar follando sin control en un portal, con alguien a quien tampoco le importe. Siempre me ha puesto mucho que me pudieran pillar, tengo un punto exhibicionista...
    Seguiré leyéndote y disfrutando de lo que escribes. Besos

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    1. ¡Hola Dama!
      Bienvenida de nuevo por aquí. Es cierto, es una buena forma de pasar un sábado noche, pero lo que lo hace todavía mejor es lo inesperado. Cuando tienes una aventura tan intensa y no planificada es lo más.
      Yo creo que todo el mundo tiene ese punto exhibicionista, unos más desarrollado, otros menos, pero todos. Además, ¿a quién no le da morbo el peligro de ser pillado?
      Me alegra que sigas leyéndome y muchas gracias por tu comentario.
      Besos morbosos.
      Eros

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  3. Un día muy frió y no hay nada mejor que leer uno de tus relatos para entrar en calor, ese calor que recorre mi cuerpo cuando te leo y que hace que me excite muchísimo y tenga un orgasmo impresionante.

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    1. ¡Hola Ana!
      Tienes toda la razón, en los días fríos es cuando más se requiere entrar en calor, y si mi historia ha servido para que te hayas excitado hasta tener un buen orgasmo, me doy por más que satisfecho.
      Espero que sigas pasando calor con mis letras, para eso las escribo...
      ¡Muchas gracias por tu comentario!
      Besos morbosos.
      Eros

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