lunes, 29 de septiembre de 2014

Adosados y pegajosos



Hoy me apetece seguir con los tórridos recuerdos de este verano. El hecho de estar en un adosado compartiendo jardín y piscina con el adosado contiguo da mucho juego. Sobre todo si como ya conté en Vecinos adosados, en ese adosado vive una madurita muy deseable y con ganas de marcha…

Tras la primera aventura sexual con mi vecina veraniega Ruth, vinieron algunas más. El hecho de que su marido y sus hijos nos dejaran solos entre semana hizo que mi verano de paz y tranquilidad se convirtiera más bien en un verano de morbo y sexualidad, como nunca antes había vivido. Además ella y yo nos fuimos conociendo bien, puesto que hablábamos bastante, ya que normalmente comíamos y cenábamos juntos.

Había días que también desayunábamos juntos. De hecho, unos días después de habernos masturbado uno delante del otro por primera vez, coincidimos en el jardín a la hora del desayuno, y por supuesto, tuvimos nuestro primer desayuno a la par.

Me encontraba yo estirando sobre el césped del jardín para hacer mi entrenamiento diario, cuando escuché a mi espalda a Ruth.

- Buenos días vecino. ¿Ya te vas a correr? – dijo ella.

Me giré y allí estaba ella. En su trozo de jardín mirando hacia mí con esos ojos verdes que tanto me atraen. Me fijé en que llevaba una bata negra que llegaba hasta la mitad de  sus muslos. Era semitransparente y me daba la impresión que no llevaba nada debajo, al menos por la parte de arriba, puesto que la llevaba anudada con su cinturón por encima de las caderas, y su escote algo abierto, dejaba ver un canalillo sin que se viese nada de tela en él.

Fue una visión realmente seductora. Sus ojos claros, sus labios gruesos, su pecho insinuado, su bata negra anudada con gracia, sus piernas y sus pies desnudos sobre el césped despertaban mi libido. Sin embargo, mi vestuario no creo que le indujese a ella lo mismo, pues yo estaba sentado en el césped con mis zapatillas, mis calcetines blancos y mis mallas negras. He de reconocer que las mallas, sin nada debajo como yo las llevo para ir a correr, marcan bastante tanto mi culo como el paquete, pero en la posición en la que estaba no dejaban ver nada, por tanto no me veía nada erótico, al contrario que lo que transmitía la presencia de Ruth. Así que con estas ideas en mi cabeza, le respondí:

- Buenos días vecina. Sí, me voy a correr sí. Tengo que aprovechar que hace buena mañana.

- Te gusta mucho correr… Yo en cambio soy poco deportista, así que voy a quedarme tranquilamente tomando un buen desayuno. Si me quieres acompañar estás invitado, ya sabes. Tengo tostadas y mermelada para untar. – Y mirando el tarro que acababa de dejar en la mesa añadió. – Bueno, mermelada no, casi no me queda, y no me apetece ir ahora a comprar, ¿tú no tendrás en casa?

- Creo que no porque a mí no me gusta mucho la mermelada, pero voy a comprobarlo – le contesté. Me levanté notando sus preciosos ojos clavados en mí y me metí en casa. Tras mirar un poco por los armarios, comprobé que no había. Así que cogí un bote de Nutella y salí de nuevo al jardín.

- Lo siento Ruth, no tengo – le dije -, pero tengo esto, si te sirve, te ahorras salir.

- ¡Ah! ¡Nutella! Perfecto sí, me encanta, aunque hace mucho que no la pruebo. Acércamela, gracias – me contestó.

Y yo se la di y me puse a estirar de nuevo. La verdad es que me apetecía desayunar con ella, o más bien desayunármela, pero quería salir a correr antes de que hiciese más calor, así que me senté, esta vez de cara hacia ella y me cogí la punta del pie.

- Oye vecino, ¿has comprobado alguna vez la Ley de Murphy? – me preguntó ella, y acto seguido lanzó hacia arriba la tostada sobre la que había estado untando la crema de avellanas, que haciendo caso a la famosa ley, cayó con la parte de la crema hacia abajo sobre su escote, que al sentarse se había abierto más. 

- ¡Vaya! ¡Qué torpe soy! – añadió Ruth.

- No eres torpe vecina - le contesté -, es que esa ley se cumple siempre para nuestra desgracia, aunque no sea mantequilla, je, je. De todas formas no te preocupes, estoy seguro de que la Nutella sabe mucho mejor sobre tu piel que sobre la tostada, así que no se ha perdido nada.

- ¡Pues eso habrá que comprobarlo! – exclamó Ruth, para a continuación despegar la tostada con crema de su pecho y darle un lametón. – Ummmmm, sí que ha mejorado su sabor sí, pero creo que le falta crema. – Y tras decir eso se desanudó la bata sentada como estaba, y la echó hacia atrás. Tal y como yo imaginaba no llevaba nada debajo, pues ahora tenía ante mis ojos sus pechos, grandes y suaves, y también su entrepierna depilada.

A continuación, con un grácil movimiento sacó el brazo derecho de la bata sin levantarse de la silla, para después hacer lo mismo con el izquierdo, de modo que la bata quedó colgando sobre el respaldo de la silla. Y yo, quedé de nuevo alucinado al volver a ver su cuerpo desnudo ante mí. Eso sí, esta vez tenía bien claro que sabía que yo la estaba viendo, aunque la reacción era la misma: mi sangre, en lugar de ir hacia los músculos para hacer deporte, empezaba a acumularse en mi entrepierna, lo que hacía notar un pequeño bulto en mis mallas ajustadas.

Ese bulto fue todavía más evidente cuando vi como ella cogía el cuchillo, sacaba con él una buena cantidad de crema del bote y se la puso sobre su piel por encima de sus pechos. A continuación con sus manos se esparció la crema por sus hombros y por su cuello masajeándose. Cuando se le terminó, se volvió a poner más, esta vez sobre sus pechos y con sus manos, esparciéndola bien, magreándose, acariciándose sus pechos lentamente mientras sus pezones se iban poniendo duros. De nuevo se puso más crema por su abdomen, y yo me excitaba más al verla mientras se la iba esparciendo masajeándose lentamente.

Siguió con su operación. Se embadurnó bien la mano y el brazo derechos, para luego hacer lo mismo con los izquierdos. Después se echó crema por las piernas y fue esparciéndola con ambas manos: sus pies, sus pantorrillas, sus muslos… Todo ello con un movimiento lento y lleno de sensualidad, mientras ella iba suspirando y yo me relamía de gusto desde mi posición. 

Por último cogió un poco más de crema, la puso sobre su mano y se la restregó por su entrepierna. Iba esparciendo la Nutella arriba y abajo por su rajita, mientras suspiraba placenteramente, mmmmmm… Entonces me levanté y le dije:

- Vecina, creo que así no puedo salir a correr – señalando el enorme bulto que destacaba en mis mallas –. Así que voy a aceptar tu invitación y voy a saborear al completo el desayuno de Ruth con Nutella, si te parece bien…

- Ya estás tardando vecino – me contestó ella. – Ven aquí.

Y yo, obediente, fui allí. Me ofreció una mano, y yo la tomé. Empecé a chupar sus dedos y a lamer el dorso de su mano. Realmente estaba buena la Nutella sobre su piel, mmm. Fui lamiendo su antebrazo, lentamente, saboreándolo bien, y luego su brazo, hasta llegar a su hombro. Ella me miraba apasionadamente, con esos ojos, ahora grises por la manera en que les daba la luz, y suspiraba, mmmmm. Me ofreció el otro brazo y se lo lamí entero de nuevo hasta llegar a sus hombros. Ella seguía suspirando deseosa, mmmm.

En ese momento decidí darle a probar el sabor de cacao y avellanas que se encontraba en mi boca. Así que puse mis labios sobre los suyos y la besé. Ella separó sus labios y mi lengua se abrió paso hasta enroscarse con la suya, mmmmm, me gustó ese beso. Me separé, la miré fijamente y baje hacia su cuello embadurnado de crema. Mi lengua lo recorrió recogiendo toda la crema que pudo impregnada del sabor de Ruth, mientras ella seguía suspirando, mmmmm.

Con mi lengua descendí entre sus pechos, lamiendo el canalillo hasta su barriguita y se la lamí y relamí, le dejé limpio hasta el ombligo y de nuevo subí. Paseé mi lengua otra vez por su canalillo y desde arriba pasé a sus pechos. Se veían más grandes así recostada, con los pechos caídos sobre ella. Y yo disfrutando lamiéndole primero uno y luego el otro, y ella también, mmmmm.

Le limpié bien sus pechos, no dejé nada en ellos con mi lengua ayudada por mis labios, incluso dejé bien limpios los pezones, tan duros como para cortar cristal. Se los lamí y les di mordisquitos succionando, como amamantándome de ella, aunque con un sabor de puro deseo rematado con chocolate. Estuve mamando unas cuantas veces así, de un pezón al otro, mientras ella gemía, mmmm, mmmmmmm, y con su mano me acariciaba la cabeza por el cogote.

Me separé de nuevo de ella y la miré. Me devolvió su mirada tan sugerente y levantó su pierna izquierda. No hizo falta que dijese nada. Cogí su pie con mi mano y empecé a lamérselo, sus dedos, mmmm, su empeine, mmmm… Continue por su pierna, lamiéndola bien, hasta llegar a su muslo. Se lo lamí entero y lo acariciaba también con mi mano mientras Ruth suspiraba de placer, mmmm. Cuando lo tuve bien limpio, alcé más su pierna y la llevé hacia atrás hasta dejarla apoyada sobre el reposabrazos de la silla. Entonces Ruth levantó la otra pierna y repetí la operación, lentamente lamí los dedos de sus pies, todo su pie, su pierna y su muslo, mmmmm. Y de nuevo puse su otra pierna sobre el otro reposabrazos.

Así la miré. Ruth estaba desnuda ante mí, deseosa y con toda la entrepierna bien abierta y cubierta de crema esperando que yo me la comiese. Me fijé en que ella miraba hacia mi entrepierna, y al mirar yo me di cuenta de que el norme bulto estaba amenazando con romper mis mallas. Miré hacia sus ojos, le sonreí, acaricié mi paquete por encima de la tela y me arrodillé ante ella.

Acerqué mi lengua a su rajita embadurnada y se la lamí de abajo a arriba. Ruth pegó un respingo y suspiró, mmmmm. Me puse a darle lametones así, limpiándoselo bien mientras ella iba gimiendo más, mmmm, mmmmm… Vi su clítoris ya hinchado, como un botón y se lo lamí también. Se lo seguí lamiendo notando como ella iba respirando más aceleradamente, pero yo no paraba, rozándole una y otra vez su clítoris fuertemente con mi lengua. Ella gemía más, mmmm, mmmmmm, mmmmmmm.

Con mis dedos abrí más sus labios vaginales y metí lo que pude mi lengua en su agujero, bastante mojado ya. Metí y saqué mi lengua más veces de su coñito rozando su clítoris continuamente con mi pulgar, cada vez más rápido, más, más, mmmmmm… Hasta que ella me dijo:

- ¡Sigue, sigue! No pares ahora cielo. ¡Me voy a correeer!

Y yo pasé mis manos por detrás de su culo, a la altura de sus caderas y la apreté más contra mi boca, mmmmm. Empecé a lamer con más vigor, toda su rajita y su clítoris, en él me entretenía dando lametones circulares y succionándolo con mis labios. Ella iba acelerando sus jadeos, alternándolos con gemidos, mmmmm, aaaaah, mmmmm, aaaaah, mmmm, mientras yo seguía lamiéndola bien, rozando su clítoris sin descanso, hasta que la noté arquearse, tembló, y gritó: Siiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaaah, me corroooooo, siiiiii, mmmmmmmm. Y yo apreté bien mis labios contra su coño y disfruté de la mezcla del sabor de su placer con el sabor del chocolate, mmmmmm, delicioso.

Me levanté, la miré y cuando su respiración ya estaba más o menos normalizada le dije:

- Vecina, gracias por invitarme al desayuno. Has sido el mejor de mi vida. Pero me parece que con este bulto aún no me puedo ir a correr…

- Tienes razón vecino, no te puedo dejar sin correr. Además, yo aún tengo hambre, quiero desayunar como tú. – me contestó.

Entonces Ruth fue hacia la mesa y cogió el tarro de Nutella mientras yo me sacaba a toda velocidad mis zapatillas y mis calcetines, para después bajar y sacarme las mallas de un tirón, lo que dejó mi pene totalmente erecto a la vista de Ruth.

- Bien, así me gusta, que tu erección me muestre tu deseo. Siéntate aquí que me voy a preparar el desayuno, eso sí – dijo señalando al bote -, tendré que administrarla bien pues queda poca crema, por eso te la voy a poner yo empezando por lo que más quiero desayunar.

Y eso hizo. Tras sentarme yo sobre la silla con las piernas separadas, Ruth se embadurnó las manos en crema y empezó a repartirla por todo el tronco de mi pene. Subía y bajaba sus manos esparciéndome la crema, mientras yo gemía ante tal caricia viendo como me quedaba todo de color chocolate. Cogió un poco más de crema y tras echar la piel para atrás dejó libre mi capullo rosáceo, sobre el que puso más crema dejándolo bien recubierto con sus dedos. Parecía un helado de chocolate. Esparció un poco más por el tronco subiendo y bajando las manos de nuevo, mientras yo suspiraba y gemía, mmmmm, y por último embadurnó mis huevos con una mano sin dejar de restregarme más por el tronco con la otra, mano arriba, mano abajo. Menos mal que paró, porque estaba tan caliente ya que de haber seguido me habría corrido sin remedio, como se lo indicaban ya mis gemidos, mmmm, mmmmm, mmmm.

Miró al tarro y me miró a mí. Desde esa posición veía sus ojos verdes de nuevo, tan seductores, tan sugerentes… Con el cuchillo fue sacando lo poco que quedaba ya en el tarro y lo fue poniendo sobre mi pecho y mi abdomen. Cuando lo hubo vaciado llevó sus manos sobre mi pecho y masajeándome lentamente esparció la crema tanto por el pecho, como por los hombros y el cuello, hasta donde llegó. Y por ultimo me embadurnó el abdomen con la caricia de sus manos.

- Bueno, ya está listo mi desayuno – dijo ella -, ahora es cuando me lo como-. Y tras decirlo se abalanzó sobre mí. Su lengua experta empezó a lamer mi cuello. Me excitaba más, sobre todo cuando también daba suaves mordiscos sobre la piel de mi cuello. Poco a poco, con sus lametones me dejó limpio el cuello y descendió a los hombros, que también lamió lentamente. Se entretuvo de nuevo en mi pecho, me lo lamió y lo relamió, su lengua jugueteó con mis pezones un poco, para seguir bajando de nuevo, entre mis suspiros de placer, mmm. Siguió descendiendo mientras me lamía y me limpiaba el abdomen, hasta que llegó a la zona del pubis, y ahí es cuando se arrodilló delante de mí.

Ruth empezó a darme lametones que iban desde la base subiendo hasta el capullo. Me hizo eso por varios lados, hasta que lo tuvo completo. Yo estaba más excitado si cabe con el pene bien duro, y disfrutando con la limpieza, mmmm. Entonces ella agarró el pene por el tronco y metió el capullo en su boca. Comenzó a subir y bajar sus labios limpiándome bien la crema por fuera, mientras que por dentro su lengua iba acariciando circularmente la punta de mi capullo llevándose con ella toda la crema. El placer era indescriptible, pocas veces había sentido yo una mamada como esa, y me gustaba, mmm, se lo hacía saber con mis gemidos, mmmm, mmmmm. Me seguía lamiendo la punta con su lengua mientras sus labios subían y bajaban por mi capullo, hasta que se puso a hacerlo mirándome con esos ojos claros que tanto me ponen, mmmmm. Le tuve que decir que parase o me corría ya sin terminar su desayuno, y ella paró y separó sus labios color chocolate de mi pene más duro que el acero. Empezó a lamerme los huevos con su lengua, también chocolateada ya, incluso se los introdujo en la boca, primero uno, jugaba con su lengua con él, luego el otro, mmmmmm, hasta que se los sacó de la boca y de nuevo los lamió por fuera. Paró, me miró y me dijo:

- Bien, ya he saboreado tu piel con el sabor de la crema y me encanta, pero ahora quiero tener en mi boca chocolate con leche, es más nutritivo. ¡Quiero que me des la leche de tu polla!

Y dicho esto Ruth apoyó sus labios sobre mi capullo y fue descendiendo lentamente por todo el tronco de mi pene duro, hasta llegar a la base. ¡Se metió toda mi polla en su boca! Mmmmmmm. Mi pene no es que sea muy grande pero todavía menos es pequeño, ¡y lo tenía todo dentro! La imagen de sus ojos mirándome con toda mi polla dentro de su boca no se me olvidará nunca, mmmm. 

Entonces fue hacia atrás saliendo todo mi miembro de su boca menos el capullo y empezó a mamármelo así. Sin dejar de mirarme en ningún momento volvió a subir y bajar sus labios por mi polla, rápidamente y apretándome, a la vez que su lengua me rozaba la punta, mmmmmmmm. No contenta con ello, con una mano empezó a apretarme los huevos mientras con la otra masturbaba la parte de pene que su boca dejaba libre, mmmmmm, cada vez más rápido, mmmmm, su mano, mmmmm, su boca, mmmm, su lengua, mmmmmmmm.

- Me voy a correr ya -, dije. Y Ruth todavía aceleró más sus movimientos, mmmmm, hasta que exploté sin remedio en su boca, mmmmmm, siiiiiiiiiiiiiiiiii, aaaaaaaaah, mmmmmmmmmmmmm. Ella seguía con su boca sobre mi polla mientras mis chorros iban a su garganta, mmmmmm, hasta que me la dejó seca y ya no salió más.

Mi respiración aún estaba agitada cuando Ruth se levantó y vino hacia mí. Buscó mi boca con sus labios y me besó, compartiendo lo que había en su boca conmigo, esto es el sabor de mi propia leche caliente mezclada con el regusto a chocolate de sus labios, mmmmmm.

- ¿Te gusta este sabor? – preguntó y yo asentí con la cabeza. – A mí también, ha sido un buen desayuno. Pero, ¿sabes qué? Con tanto tocarte, lamerte y mamarte me he vuelto a calentar, ¡sigo cachonda vamos! Y por lo que veo tú también, porque tu polla sigue dura y desafiante – dijo pasando su mano por toda ella.

- Así es vecina – contesté yo, - me has puesto tan caliente que no se baja la erección.

- Me gusta saber el efecto que causo en ti vecino – me contestó, - y es más, me alegro de ello porque quiero tener todo eso bien dentro de mí, pero aquí – dijo señalando hacia su entrepierna. 

- Y lo tendrás, vaya que si lo tendrás vecina, aunque una ducha antes no nos vendría mal, que estamos muy pegajosos – dije y me levanté para buscar el segundo asalto del día, pensando en la suerte que tuve al alquilar ese adosado. Ese segundo asalto se puede leer en Ducha caliente conjunta.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Si lo que acabas de leer te ha provocado alguna sensación, ¡no lo dudes y cuéntamelo!
Gracias