jueves, 25 de junio de 2015

Una limpieza en profundidad



No sé si os pasa, pero es algo que a mí me ocurre frecuentemente. Cuando se me mete algo en la cabeza, no puedo descansar tranquilo hasta que lo hago realidad. Y quién dice algo, dice alguien, dice mujer pues. A veces veo una mujer que, sin saber el motivo, ejerce ese poder sobre mí. No puedo apartar mi mirada de ella, no puedo dejar de pensar en ella, es decir, se convierte en ese algo que debo convertir en realidad. Tengo que poseerla, no puedo descansar tranquilo hasta que consigo follármela y hacerla disfrutar. Y eso me ocurrió hace unos días…


Aprovechando que salí pronto del trabajo, después de comer para no encontrarme con mucha aglomeración de gente, fui a un conocido centro comercial. Dado que ya empieza a subir la temperatura del ambiente, la mía interna siempre anda subida, fui a renovar mi ropa de salir a correr. Por ello, fui a la sección de deportes y escogí algunas mallas cortas y algunas camisetas transpirables sin mangas para llevármelas al probador.



Una vez en el probador siempre me tomo mi tiempo. Tras sacarme la ropa que llevo, me gusta probarme cada prenda una y otra vez hasta que estoy plenamente convencido de que me está estupenda. Así, con las camisetas me miré por delante, por detrás, lo ceñida que me quedaba, cómo me paraba en los hombros… Y con las mallas tres cuartos de lo mismo. Me probé una, otra y así. Miré si ajustaban bien, cómo me dejaban el culo, si me apretaban el paquete, etc.


Antes corría con slips debajo de las mallas, pero desde el día en que probé a hacerlo sin ellos, con las mallas solas, ya nunca más me los volví a poner, pues esa sensación de libertad corriendo es inigualable. Eso sí, probándome las mallas no se me ocurre hacerlo sin slips, por cuestión de higiene claro. Pero claro, a veces al bajarlas para sacarlas y probarme otras arrastran el slip hacia abajo dejándolo todo al aire.


En ésas estaba, sin camiseta y con mallas y slips bajados, cuando la puerta del probador se abrió de golpe. ¡Se me había olvidado pasar el pestillo! Una limpiadora casi se había metido en el probador y me miraba sorprendida. Y yo a ella, allí estaba ante mí con su atuendo de trabajo, un pantalón azul marino, una camiseta amarilla por la que incluso vi transparentarse un sujetador negro, y su cabeza tapada por un pañuelo, dejando ver parte de su pelo corto tintado de rojo. Tras mirarnos así ella dijo:


- Disculpe caballero, he abierto sin tocar al ver en la puerta el indicador de que estaba libre. Quería recoger, disculpe.


- No se preocupe, ha sido culpa mía. – Le contesté yo tras recordar que esa puerta tenía un pestillo que al pasarlo cambiaba una señal de libre a ocupado. – Se me ha olvidado pasar el pestillo.


Fue un instante un tanto incómodo, por eso se me hizo largo, como si pasase a cámara lenta. Además, pillado así de sopetón, ni caí en la cuenta de llevar una mano a mi entrepierna para tapar lo que mostraba. Pero me dio la sensación de que a la limpiadora no le importó mucho, pues me pareció que sus ojos oscuros me miraban justo ahí con una sonrisa en las labios, aunque tal vez fuesen imaginaciones mías, ya que soy demasiado morboso.


Tras ese incómodo instante, la limpiadora salió del probador cerrando la puerta tras de sí, mientras me decía:


- Disculpe de nuevo. Cierre con pestillo.


Cuando cerró la puerta y se fue pasé el pestillo, para no tener nuevas interrupciones. Me quedé pensativo. En mi mente ya estaba esa mujer, analizaba cómo me había mirado a la entrepierna sin ruborizarse, sin importarle, por lo que mi deseo por ella ya estaba activo, y se empezaba a notar, pues el rabo me empezaba a crecer. Esos ojos oscuros mirándome…


Como ya me había probado todas las prendas y me estaban bien decidí llevármelas para poder centrarme en buscar a esa mujer que estaba cautivando ya mi mente. Pagué todo y lo llevé al maletero de mi coche en el parking. Después volví a entrar con el único objetivo de buscar a esa limpiadora.


Di varias vueltas por el centro comercial sin suerte, hasta que por fin la encontré. Andaba con un carrito con unos cubos y sus utensilios de limpieza. Me mantuve a distancia mientras ella limpiaba por aquí y por allá, donde encontraba algo que limpiar claro. Así la podía observar, realmente su uniforme no era nada sexy, pero empezaba a sentir la erótica de los uniformes con ella. Es cierto que ni era bombera, ni policía, ni militar, pero el movimiento de ese pantalón azul y de su camiseta amarilla, me estaban poniendo, aunque no fueran para nada ceñidos.


Estuve así un rato espiándola, decidiendo de qué manera abordarla sin que avisase a seguridad claro, por lo que decidí aguardar a que saliese del trabajo. Sería lo más adecuado, además, yo tampoco tenía nada mejor que hacer mientras mi polla se iba poniendo dura dentro de mi slip, pensando en lo que le haría a esa limpiadora si caía en mis manos. 


Un rato después, dos limpiadoras más, con sus respectivos carritos, se unieron a ella. Charlaron y juntas se dirigieron hacia un extremo del centro comercial. Yo las seguía a una distancia prudente hasta que las vi meterse en unos vestuarios. Me quedé fuera disimulando, esperando que saliese la limpiadora que yo deseaba. Al final las que salieron fueron las otras dos, por lo que decidí no esperar más y entrar yo a buscarla. Había un cartel de reservado, pero no hay nada como entrar como Pedro por su casa, como si fueses alguien acostumbrado a hacerlo, para que nadie se fije en ti. Así que entré al vestuario, la puerta no tenía pestillo por lo que pude abrir, viendo a la limpiadora que me había sorprendido antes en ropa interior, un sujetador y un tanga negros. Tras verla y comprobar que no había allí nadie más, le dije:


- Disculpe, no se enfade, pero por justicia, yo también quería abrir una puerta sin pestillo y ver de igual modo a quien me había visto a mí desnudo. No lo he conseguido, porque se encuentra en ropa interior, que le sienta muy bien, eso sí.


- Si es para hacer justicia, eso tiene fácil solución. – Dijo sacándose el sujetador despacio y dejando ver unas tetas de buen tamaño con areolas oscuras y unos pezones que se endurecían por momentos. 


A continuación se giró mostrándome su espalda y un bonito culo. Se agachó tirando de su tanga hacia abajo, viendo yo cómo descendía despacio por sus muslos y por sus pantorrillas en esa pose tan sexy, hasta que llegó a sus tobillos. Levantó un pie tras otro y lo dejó en el suelo quedando ya completamente desnuda. Se volvió a girar y me dijo:


- Bien, ya me puede ver desnuda. ¿Está usted satisfecho? Aunque yo no le vi desnudo del todo.


Yo la miré bien. Era una mujer de piel morena, como bronceada por el sol. Miraba su pelo corto de color rojo, sus ojos que me miraban a mí, sus pechos grandes y algo caídos ya por los más de cuarenta años que tendría, sus piernas y por supuesto su entrepierna, que me fijé que estaba totalmente depilada y accesible. Tras mirarla bien le contesté:


- Sí, totalmente satisfecho en cuanto a la visión. Me gusta lo que veo. Como por su mirada vi que le gustaba lo que vio en el probador. Ahora, debajo de mi ropa, está más grande…


Me saqué mi camiseta, mis zapatos y mis calcetines. Luego desabroché mi pantalón y lo bajé hasta los pies, para acabar quitándome el slip. Mi polla salió ya algo endurecida por la situación y lo que veía claro. Vi a la limpiadora mirar de nuevo hacia mi entrepierna, y le dije:


- Veo que ahora la mira más interesada… Si le parece yo creo que podríamos tutearnos ya, dado que su jornada laboral terminó y mis compras también.


- De acuerdo. La verdad que antes me pareció que tu polla necesitaba un calentamiento para mostrarse como en verdad era. – Me contestó. – Ahora ya se ve bastante mejor.


Después de decir esto se acercó a mí y se agachó. Con sus manos cogió mi polla y empezó a masturbarme mientras se me ponía dura. No cabía duda de que la limpiadora tenía ganas de polla. Con una mano me empezó a acariciar los huevos mientras la otra iba y venía a lo largo de mi polla, lo que hizo que junto a la visión de su cuerpo desnudo se me pusiese ya como una piedra.


Abrió su boca y la acercó a mi capullo. Se metió mi polla en la boca y empezó a avanzar y retroceder sus labios por ella. Una y otra vez veía cómo el tronco de mi verga iba desapareciendo dentro de su boca para volver a aparecer. Su lengua empezó a jugar con mi glande dándome más placer. La verdad es que me estaba poniendo a tope con todo lo que me iban haciendo sus labios, sus manos, su lengua… Hasta que de repente se sacó toda la polla de la boca y, tras mirarla bien, me dijo con sus ojos clavados en los míos:


- Me encanta la forma en que se te marcan las venas en tu polla cabronazo… Nunca había visto unas venas tan marcadas como las tuyas, incluso las estaba notando con mi lengua. Y verlas ahora así, no sabes cómo me está mojando el coño…


Oír esto yo creo que todavía me las marcó más pues mi verga dio un respingo en el aire. Sin duda que la limpiadora era una mujer bien caliente sí. La intuición de mi polla no se suele equivocar, y esta vez no había sido menos. Yo le contesté:


- Tú eres la que me la está poniendo así. Y como no pares mi verga va a chorrear más que tu coño.


- Eso es lo que quiero. – Me contestó. Y tras decir eso se volvió a meter toda mi polla en su boca.


De nuevo mi rabo aparecía y desaparecía dentro de su boca. La engullía con ansias como si en verdad me quisiera devorar a través de ella. Y lo estaba haciendo, sus labios rozaban mi glande dando placer a la vez que una de sus manos acariciaba mis huevos y la otra masturbaba la parte visible de mi miembro. Una vez más su boca avanzó por mi polla, su lengua se encargó de rozar de nuevo el capullo y yo no podía más con tanto placer.


Alargué mi mano y rocé su cuello, descendí con ella por su hombro, por delante, hasta llegar a su pecho. Agarré su teta y la apreté, sentirla en mi mano todavía me excitó más, era grande y blanda, con el pezón tan duro que podría cortarme la mano. Y su boca no paraba de mamarme como una auténtica experta, por lo que entre gemidos le dije:


- Si no paras me voy a correr ya…


Ella no sólo no paró, sino que aceleró los movimientos de su mamada. Su mano subía y bajaba acompañando los rápidos e intensos movimientos de su boca. De pronto alzó su mirada y encontró la mía, fijó los ojos en los míos sin dejar de mover sus labios sobre mi verga. Fue en ese momento cuando no pude más y grité:


- ¡Jodeeeeer! Me corroooooo, no pares ahora. Siiiiiii.


Por supuesto que no paró, me succionó la polla mucho más fuerte y yo, soltando su pecho, cogí su cabeza por detrás para que no se apartase y llenarle bien esa boca de mamona experta. Ella no hizo nada por apartarse, al contrario, según mis chorros de leche llenaban su garganta su mirada se tornaba más perversa, le estaba gustando sentir mi corrida en su boca…


Cuando mi verga dejó de escupir, se echó para atrás y abriendo su boca me mostró los restos de mi leche, una visión nuevamente excitante. Movió su lengua relamiéndose los labios y tragó buena parte de mi corrida. Luego dejó de mirarme y miró hacia mi polla. Acercó su lengua y con ella fue limpiándola bien, recogiendo los restos de semen que quedaban. 


Una vez terminó cogí sus manos y la levanté. La apreté contra mí y besé su boca, notando el sabor de mi leche mezclada con su propia saliva. Mientras nuestras lenguas se entrelazaban con deseo llevé mi mano a su entrepierna. Separé sus labios con mis dedos y la acaricié de abajo a arriba, notando lo mojada que estaba, hasta rozar su clítoris. Ella dio un respingó y separó su boca de la mía para decirme:


- Me gustan los hombres que no temen lamer su propia leche de mi boca, no sabes cómo me pone eso.


- Sí lo sé, - le contesté yo. – Lo he notado en tu coño mojado, sé cuánto te has excitado sí. - A lo que ella me respondió:


- Pues igual que tú has sentido tu propio sabor en mis labios, yo quiero notar el mío en los tuyos…


No la dejé acabar. Volví a besarla apasionadamente metiendo mi lengua en su boca, jugando con la suya. Mi excitación era tal con esa mujer, que mi polla seguía bastante dura a pesar de la reciente corrida. La apreté contra mí para que notase bien mi erección en su vientre escapándosele a ella un suspiro de aprobación. Dejé de comerme los labios de su boca para pasar a comerme sus otros labios, pero antes, inclinándome, me entretuve en su pecho. Esas dos tetas que habían acompañado a mi vista según me mamaba también merecían ser comidas. Por lo que acerqué mis labios a ellas y se las lamí. Primero una, luego la otra. Con mis manos se las apretaba mientras ella gemía, hasta que mordisqueé y succione sus duros pezones, volviendo a gemir.


A continuación me alcé y la llevé a uno de los bancos que había en el vestuario, tumbándola de espaldas. Por sus rodillas separé sus piernas, abriendo sus muslos. La miré, su entrepierna estaba ofrecida, abierta para mí, así que llevé ahí mi boca. Pasé mi lengua recorriéndola de arriba abajo y de abajo arriba. La entrada de su coño estaba mojada, deliciosa, con ese toque salado que tanto me excita, lo que seguía manteniendo mi polla dura.


Estuve un rato lamiéndola, escuchando sus gemidos, hasta que llevé mi mano y separé los pliegues de su coño para poder saborearla mejor. La penetré un poco con mi lengua, metiendo y sacando un trocito de ella. De nuevo volví a lamerla, un lametón de abajo arriba hasta que llegué a su clítoris endurecido. No me lo pensé y me puse a rozarlo con mi lengua, hacía círculos sobre él mientras notaba como ella se iba agitando presa del placer que estaba recibiendo. Pero no por eso paraba yo, es más empecé a darle mordisquitos que la hacían dar respingos como si estuviese recibiendo sacudidas eléctricas, pero no, tan sólo era placer. 


Volví a lamer su clítoris sin piedad, rozándolo una y otra vez, hasta que se empezó a arquear anunciándome así que se iba a correr. Bajé un poco mis labios para poder saborear bien el fruto de su corrida sin dejar de lamer su coño cada vez más mojada. Ella se agitaba, suspiraba con fuerza dejando escapar cada vez más gemidos, hasta que cogiéndome la cabeza grito:


- ¡Vamos cabrón! Qué bien me comes, siiiiiii. Me voy a correr ya, siiiiii. Cómeme más, más, maaaaaaaaas…


Y yo apreté bien mis labios contra su entrepierna elevada, dejando que su flujo entrase en mi boca. Lo saboreaba y me gustaba. No hay mejor sabor que el de la corrida de una mujer caliente por ti, y ése era el que ahora saboreaba.


Cuando sus espasmos terminaron y su respiración volvió más o menos a la normalidad, la levanté y la apreté contra mí. Por supuesto le comí la boca como ella quería. La besé y compartí el sabor de su corrida con ella, como ella había hecho antes conmigo. Ahora notaba su lengua entrar en mi boca buscando su premio, y mi polla no podía estar más dura de nuevo en esa situación. Tenía una enorme necesidad de follarme ese coño jugoso, y eso fue lo que hice.


La empujé hacia atrás hasta dar contra una pared y levanté su pierna izquierda. Apunté mi verga erecta hacia la entrada de su coño y apreté. Entró fácilmente por lo mojado que estaba por su corrida. Cuando se la metí toda gemimos los dos placenteramente y busqué su boca con la mía para comérmela de nuevo. La besé con pasión con toda mi polla dentro de ella. Me separé para mordisquear sus labios con mis dientes, y luego le volví a comer la boca jugando con su lengua.


Empecé a moverme en su interior. Movía mi polla hacia dentro y hacia fuera penetrándola lenta pero profundamente, como si la quisiera atravesar y llegar hasta la pared. Con cada embestida ella gemía, lo que me animaba a mí a seguir empujando cada vez más fuerte. Bajé mi boca para morder la piel de su cuello mientras la penetraba, lo que a ella le gustó pues levantó su barbilla para facilitarme el mordisco.


Ella pasó sus brazos por encima de mis hombros para apoyarse en mí, y yo tras separar mi cabeza de ella la penetraba con fuerza. Mi polla se movía adentro y afuera, una y otra vez, embistiéndola vigorosamente, más, más… Con cada una de mis embestidas sus nalgas golpeaban contra la pared y sus tetas acompañaban el movimiento como si fuesen de gelatina. Yo seguí  follándomela así hasta que casi perdemos el equilibrio, y entre risas cambiamos de posición.


Saqué mi polla dura de ella y la miró, seguro que se fijó en lo marcadas que estaban mis venas, como al principio, porque sonrió maliciosamente. En verdad estaban marcadas, además, me gustó como brillaba mi verga impregnada por las babas de su caliente coño. Ella se giró y apoyó sus manos en la pared, levantando su culo hacia mí. En esa posición estaba muy penetrable, tan ofrecida…


Paseé de nuevo mis dedos por su entrepierna. ¡Qué mojada estaba! Sin esperar más aparté mi mano y empujé mi capullo, entrando de nuevo en su coño, pero desde atrás. Puse mis manos en sus caderas para apoyarme bien y embestir fuerte de nuevo. Empujaba con fuerza cada vez que mi polla entraba en su coño para salir de él más despacio. Ella gemía con cada embestida, sin duda estaba disfrutando, como yo, claro. 


Yo seguía a lo mío, metiendo y sacando la polla de ese coño encharcado, adelante y atrás, dentro y fuera, una y otra vez. Para follarla mejor solté las manos de sus caderas y las llevé a sus tetas, así como estaba, desde atrás. Movía mis caderas adelante y atrás para embestirla con fuerza mientras mis manos estrujaban sus tetas. Las tenía bien agarradas, y podía pellizcar con mis dedos esos pezones tan duros. Pero no por hacer eso cesaban mis embestidas, no paraba de follarme ese coño que sonaba ya como un charco. Como yo me había corrido ya, esta vez aguantaba bastante más, pero ella parecía que no, porque con un par de empujones salvajes más empezó a gemir cada vez más fuerte, hasta que de nuevo gritó:


- Más fuerte, más fuerte… Me voy a correr ya. ¡Qué bien me follas cabronazo! Sigue, sigue… Rómpeme el coño, siiiiiiiiiiiiii.


No sé cómo no me corrí yo también al escuchar esas palabras y los espasmos de su coño apretando mi polla, pero aguanté, y seguí embistiéndola mientras notaba como su corrida mojaba mi verga. Seguí con mi mete saca en esa posición mientras ella terminaba de correrse. Con cada una de mis embestidas ella gemía. A mí me parecía increíble estar follando así con esa mujer que tan bien lo pasaba y que tanto me estaba haciendo disfrutar.


Seguí tratando de atravesarla a pollazos hasta que levantó la mano y me hizo parar. Quería cambiar de posición nuevamente. Saqué mi polla mojada, que bien dura y horizontal apuntaba hacia ella. Se giró y con el dedo me señaló el banco de antes. Me empujó y me hizo tumbarme en él bocarriba, para a continuación pasar una pierna por encima de mí y subirse ella al banco. Estaba claro que me iba a cabalgar y a mí me encantaba la idea.


Se acuclilló sobre mí y cogiéndome la polla con una mano la apuntó hacia su coño. Se dejó caer sobre mí entrando mi verga despacio en ella. Eso hizo que se escapase mi primer gemido en esa posición, pues el roce que sentí en el capullo fue indescriptible. Cuando la tuvo toda dentro me miró a los ojos y se relajó un poco. Empezó a mover sus caderas adelante y atrás. Se rozaba sobre mí y le gustaba por su expresión, pero a mí también, pues su coño apretaba y aflojaba la presión sobre mi polla.


Una vez se cansó de moverse así, es cuando en verdad empezó a cabalgarme, primero despacio para luego ir acelerando. Yo había puesto mis manos sobre sus muslos y según se levantaba para dejarse caer la iba apretando. Ella a su vez tenía sus manos sobre mi pecho, y así inclinada iba subiendo y bajando sobre mi polla. Subía despacio para dejarse caer con más fuerza, en un movimiento más que estudiado, y que cada vez aceleraba más. Yo empezaba a sufrir de placer, mis gemidos se mezclaban con los suyos, y notaba que no podría aguantar mucho sin correrme de nuevo mirando cómo me estaba cabalgando.


Como podéis imaginar, es muy difícil aguantar mucho cuando una mujer de grandes tetas te está cabalgando. El movimiento de esas tetas descompasadas, arriba y abajo, como si te fuesen a dar en la cara es lo más. Si además a ello se suma que estás viendo aparecer y desaparecer tu polla en el interior de su coño la cosa se complica. Y todo eso es lo que estaba viendo yo, además de escuchar sus gemidos de placer. Pero por si fuera poco, también veía los jugos blancos que su coño dejaba escapar y que se deslizaban por mi polla. Todo ello hizo que mi respiración se acelerase, que mis gemidos aumentasen de volumen, y ella se dio cuenta de que me iba a correr…


En ese momento ella se alzó y sin sacarse la polla de dentro se echó un poco para atrás. Apoyó sus manos entre mis piernas y volvió a cabalgarme así. Sus movimientos se aceleraban más y más, mi verga aparecía y desaparecía dentro de su coño mojado mientras se escuchaban nuestros gemidos cada vez más fuertes. Sin duda ella se recostó así para que mi polla le rozase según me cabalgaba en su parte delantera, y por sus gemidos le estaba gustando esa sensación. Pero no contenta aún con eso, se quedó apoyada sólo con una mano y llevó la mano derecha hacia su entrepierna empezando a frotar fuerte su clítoris a la vez que seguía cabalgándome.


Mi excitación era máxima. No podía más. Ella me cabalgaba salvajemente, con brío, apretando y aflojando mi polla según subía y bajaba sobre ella. Arriba y abajo, arriba y abajo, una y otra vez. Empecé a gemir mucho más fuerte mientras veía desparecer mi verga en su interior mojada por su flujo blanquecino, así, dentro fuera, dentro fuera… 

Su mano no dejaba de frotar salvajemente y sus tetas se balanceaban adelante y atrás por sus movimientos, arriba y abajo, arriba y abajo, hasta que grité:


- ¡Jodeeeeeeeer! No puedo más, me corroooo. Te voy a llenar de leche ese coño que tienes. Siiiiiiiiiiiiii, mmmmmmmmmmm…


Y así fueron entrando en su coño mis chorros calientes, mojándola por dentro, en una corrida bestial. Pero más bestial fue la suya, pues cuando notó mis disparos en su coño, empezó a correrse ella también entre gritos:


- ¡Aaaaaaaaah, aaaaaaaaaaaaaah, aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! Siiiiiiiiiiiiiiiiiiiii.


Sin yo esperarlo me sentí tremendamente mojado, puesto que por mi polla empezaba a chorrear su corrida. Ella, con los ojos en blanco, seguía frotando su clítoris con la mano según se iba levantando de mi polla, hasta que vi como disparaba unos chorros sobre mí, parecía que estaba meando sobre mí, pero no, esa mujer era capaz de hacer un squirt, y lo estaba haciendo sobre mí, ufffffff.


Mi bajo vientre estaba empapado por sus fluidos y yo estaba alucinado. Ella acabó con unos gritos agudos diciendo:


- ¡Aaaaaaaah! ¡Qué placer me has dado cabronazo! Mmmmmmmmmmm.


- Y qué placer me acabo de dar yo viéndoos follar como locos a los dos... – Se escuchó desde las cercanías de la puerta del vestuario.


Creo que los dos miramos con sorpresa hacia allí, pues ninguno de los dos nos habíamos percatado durante el fragor de la batalla que había entrado otra limpiadora. Pero sí, allí estaba ella. Tenía los pantalones azules bajados a la altura de los tobillos, las bragas bajadas a la altura de los muslos y una mano rozando suavemente su entrepierna, sin duda porque se acababa de correr ella también. Se encontraba apoyada sobre la puerta. Su otra mano estaba acariciando sus pechos por el interior de su camiseta amarilla que tenía algo levantada. Y tenía la típica expresión de felicidad que se tiene tras un buen orgasmo. Sin duda se había masturbado al vernos disfrutar a nosotros. 


- No os preocupéis. – Añadió. – Aquí estamos acostumbrados a escuchar parejas follar los domingos de madrugada, en los servicios, sólo que esta vez, además de escuchar lo he podido ver y no me he podido aguantar las ganas de pajearme…


- Ja, ja, ja. – Se rió mi limpiadora. – Me alegra que lo hayas pasado bien, ya has visto cómo lo hemos pasado nosotros también. 


Y así conversando amigablemente nos vestimos para salir de allí, no sea que viniera más gente. Intercambié el móvil con la limpiadora que me había follado tan salvajemente y tras despedirme me marché. No creo que tarde mucho en llamarla, porque sólo de recordar todo lo que hicimos me he vuelto a poner caliente. Aunque tal vez sea mejor que en lugar de llamarla me vuelva a presentar en el centro comercial y la acompañe a los vestuarios. Sabiendo el tipo de compañeras que tiene, tal vez nos podríamos montar una fiesta donde no participen sólo dos personas. La idea me seduce…

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