Seguro que la casi
totalidad de quienes me leéis tenéis vecinos, salvo que viváis en una isla
paradisiaca para vosotros solos. Como éste no es mi caso, he de decir que yo sí
los tengo: vecinos por arriba, vecinos por abajo y vecinos por los lados. Es lo
que tiene la vida moderna, vivimos todos hacinados en colmenas. Eso sí, el
vivir así también da pie a historias como la que me sucedió el pasado fin de
semana.
Tengo una vecina al
lado llamada Ana, más o menos es de mi edad aunque un poco más joven. No diría
yo que es guapa, pero tampoco fea. Tiene una larga y rizada melena negra que se
le mueve salvajemente cuando anda. Si su cara no es su mayor atractivo sí lo es
su cuerpo: es delgada con piernas largas y aunque no suele vestir ceñida se le
adivina un buen culo. Pero hay algo de ella que atrae la mirada de todos los
hombres y es su pecho. La verdad es que tiene unas tetas enormes y eso sí que
no puede evitar que se le note a través de su ropa. A mí, en cuanto a tetas, no
me gustan tan grandes, las prefiero más manejables, pero no voy a negar que las
suyas tienen su morbo, puesto que alguna vez había imaginado si se podría ver
alguna parte de mi polla, una vez dura, metida entre semejantes tetas.
El problema de tener
vecinos como ella, pared con pared, es que se escucha todo. Aunque suene a
tópico las viviendas de hoy día no son como las de antes. Con el boom del
ladrillo no se preocuparon demasiado en seguir la legislación acústica y parece
que tengamos paredes de papel, ya que a través de ellas se escucha todo. Y
dentro de ese todo evidentemente está el sexo claro.
Mi piso comparte con el
de Ana un patio interior y la pared del salón. Es por esa pared por la que
hasta hace un par de años empecé a escuchar gemidos sospechosos. Así que arrimé
la oreja a la pared, como buen cotilla, para escuchar mejor y oí los gemidos
apasionados de Ana con el que entonces era su novio. Se escuchaba a ambos
gemir. Aunque al principio no me decía nada, al final escuchar a los dos gemir,
pero sobre todo a ella que gritaba y jadeaba más fuerte, me terminaba
excitando. Tras eso no era raro que yo acabase con mi polla en la mano
masturbándome con placer, ya fuera imaginando que su novio era yo, o ya fuera imaginando
cualquier otra historia.
Escuché esos gemidos
placenteros durante meses. Los de él más flojos, los de Ana más salvajes. Por
lo que cuando tenía tiempo yo empezaba a acariciar mi pene a la vez. Se iba
poniendo duro, gemían, mmmm, y yo más lo acariciaba, hasta que ya bien duro con
los gemidos de fondo, mmmm, lo masturbaba más y más, no pudiendo evitar que los
chorros de mi leche caliente ensuciasen mi salón acompañados de los gemidos,
mmmmm.
Pero un buen día esto
se acabó. Los gemidos ya nunca más se escucharon. O bien se habían dado cuenta
de que yo les escuchaba, cosa complicada, o bien habían roto. Fue lo segundo lo
ocurrido. Ana dejó de tener novio y yo ya no les escuché más. Perdí la
complicidad de esos gemidos hasta hace poco más de un mes, cuando de nuevo
reaparecieron tras un par de años ausentes.
Cuando escuché de nuevo
los gemidos, con alegría, volví a arrimar mi oreja contra la pared. Por más que
agucé el oído sólo escuché gemir a Ana, en ningún momento a otro. El hombre
sería tímido pensé yo, pero nada, hasta que ella acabó con sus jadeos y sus
gemidos a todo volumen no escuché a nadie más. Por ello empecé a pensar en que
lo que hubiera ocurrido fuera que Ana se hubiera masturbado. Y no me
equivocaba…
La vuelta de los
gemidos sucedió un domingo tarde, para luego repetirse otros dos domingos. Yo
ponía bien la oreja, pero lo único que oía eran los gemidos de Ana, de modo que
cada vez tenía más claro que ella estaba sola. La verdad es que era tal mi
curiosidad que en lugar de masturbarme como antes, lo único que hacía era
escuchar para tratar de oír a su hombre, hasta que decidí que no había ningún
hombre. Por ello cuando por cuarto domingo tarde empecé a escuchar sus gemidos,
la cosa cambió.
Así fue como el pasado
domingo decidí dar rienda suelta a mi calentura. A eso de las seis de la tarde
me dispuse a aprovechar sus gemidos. Ana no faltó a su cita y un rato después
ya empecé a escuchar los sonidos de su placer. Primero flojos, mm, mmm, para
luego ir subiendo de volumen, mmmmm, mmmmm, se escuchaban sus gemidos. Yo bajé
mi pantalón, bajé mi bóxer y empecé a tocar mi pene. Subí y bajé mi mano por él
mientras iba creciendo. Al otro lado de la pared seguían los gemidos. Subían de
intensidad y bajaban, de repente gritaba y luego se cortaba para volver a
seguir, mmmm. Por mi parte yo empezaba a masturbarme, hasta que me di cuenta de
lo absurdo que era que dos personas se estuviesen masturbando solas a ambos
lados de una fina pared.
Decidí probar suerte.
Los gemidos de Ana se seguían oyendo al otro lado, mmm, mmmm, pero yo guardé mi
pene endurecido en el bóxer, me subí el pantalón, me arreglé los cabellos con
la mano y armándome de valor abrí mi puerta, salí y cerré tras de mí para
dirigirme a la puerta de Ana, caliente y temeroso de su reacción a la vez.
Llegué, toqué su timbre y aguardé. Sabía que le iba a molestar la interrupción,
pero con ello ya contaba.
Tuve que volver a
insistir con el timbre porque no venía a abrirme. Pero tras la segunda llamada
escuché pasos que se acercaban. Se escuchó el sonido de la llave en la
cerradura y abrió la puerta. Delante de mí apareció Ana, con expresión
contrariada y con una bata negra anudada a la cintura que llegaba hasta medio
muslo. Con la mano derecha parecía sujetarse la bata a la altura del pecho para
que nada quedase a la vista. Lo único que llevaba además de la bata eran unas zapatillas
destalonadas de color gris oscuro. Estaba sexy así vestida, y si a eso le
sumaba que sabía lo que había estado haciendo, pues es normal que mi deseo
empezase a aumentar.
- ¡Hola! ¿Qué quieres?
– Me dijo Ana en un tono bastante seco, a lo que yo le contesté:
- Verás, llevo unos
domingos en que estoy escuchando en mi salón unos gemidos de placer desde tu
lado de la pared. Como sólo te escucho a ti gemir pienso que estás sola y que
los gemidos son fruto de una masturbación. Por mi parte yo al escuchar tus
gemidos me voy calentando hasta que me tengo que masturbar también. Así que, si
no estoy equivocado, vamos a acabar hoy dándonos placer tú y yo solos cuando
podíamos aprovechar y disfrutar juntos. ¿Qué te parece la idea?
Según yo iba soltando
mi discurso los ojos de Ana me miraban cada vez más asombrados, pero luego su
expresión se fue tornando hacia el enfado, hasta que se echó un poco para atrás
y me gritó:
- ¡Serás cerdo!
A la vez que daba un
portazo y giraba la llave en la cerradura. Yo me volví para dirigirme hacia mi
casa. Iba pensativo, lo había intentado y me había salido mal. Además, estaban
las consecuencias de mi acción, pues tras lo que le había dicho a Ana me temía
que nuestra buena relación de vecinos se iba a esfumar. Cogí mis llaves y cuando
ya iba a abrir mi puerta escuché de nuevo el sonido de la cerradura de Ana. Me
giré y vi que se abría la puerta. Allí estaba ella con su bata. Con el dedo
índice de su mano derecha me hacía un gesto para que fuese. Mientras ya iba
hacia su puerta me dijo:
- Ven. Sólo por esta
vez.
Evidentemente yo fui
antes de que se arrepintiese de habérselo pensado mejor. Entré rápido en su
casa y ella cerró la puerta tras de mí. La miré, me miró. Nuestros ojos ardían
de pasión. Me abalancé obre ella y la besé. Nuestros labios parecían tratar de
comerse unos a otros hasta que las lenguas entraron en juego, empezando a
buscarse y rozarse una a la otra.
Sus manos fueron a mi
cintura y empezaron a subir mi camiseta. Separamos nuestros labios y así ella
pudo sacar la camiseta por encima de mi cabeza, quedando yo con el torso
desnudo. Pasó sus dedos por él rozando suavemente mi pecho con sus uñas, lo que
hizo que mientras mi piel se erizaba a su paso se me escapase mi primer gemido,
mmm.
Tras esto Ana cogió mi
mano y me llevó hasta el salón, donde pude ver lo que usaba para masturbarse.
En la mesa de café había dos vibradores y un bote de lubricante. El primero de
ellos era de esos que denominan realísticos, de la tonalidad de la piel y de un
tamaño considerable, mayor que mi pene seguro. El otro tenía pinta de ser anal.
Era como una sucesión de cuatro bolas que iban aumentando de tamaño hasta
llegar a la base donde había como una anilla, y era de color negro. Al ver todo
eso le dije:
- Con razón escucho tus
gemidos desde mi casa. No me extraña que lo pases bien con estos aparatos.
- Claro. – Me contestó
ella. – Por el hecho de estar sola no me voy a privar de los placeres más
refinados. Además, no son los únicos que tengo, pero hoy me dio por estos.
Aunque ahora espero tener uno mejor de carne auténtica.
Una vez dicho esto me
acercó hasta su sofá y de un empujón sobre mi pecho me tiró sobre él. Luego se
arrodilló delante de mí y pude ver bien su canalillo, por así llamarlo. Era una
visión espectacular la que dejaba entrever su bata a la altura de sus pechos,
mmm. Subió las manos por encima del pantalón acariciándome hasta que llego a la
entrepierna, donde apretó, haciéndome sentirlo, mmmm, y subió más hasta llegar
a la correa. Me la desabrochó, la sacó de un tirón y la echó lejos. Después me
desabrochó el botón del pantalón y bajó la cremallera. Aprovechó para meter su
mano por la bragueta y acariciar mi miembro sobre la tela del bóxer. No se
contentó con ello, sino que cogió con su mano mi pene cautivo dentro del bóxer
y apretándolo me dijo:
- Yo ya estoy bastante
caliente, ahora hay que calentarte a ti también. Esto tiene que crecer más…
Tras decir esto apretó
un poco más y por efecto de eso, además de sus palabras, mi pene empezó a
crecer entre su mano mientras ella sonreía con agrado, mmm. Me lo soltó para
llevar sus manos a la cintura de mi pantalón. Como entendí lo que iba a hacer
me alcé un poco del sofá y sus manos estiraron hacia abajo del pantalón. Éste
fue bajando por mis piernas hasta llegar a mis pies. Me senté y los levanté
para que lo pudiera sacar. Pero antes me sacó un zapato, luego el otro,
lanzándolos ambos a un lado del salón. Lo mismo hizo con los calcetines,
dejando mis pies desnudos. Y por fin me sacó el pantalón. No se contentó con
eso claro. Volvió a llevar sus manos a mi cintura empezando a bajarme el bóxer.
De nuevo me alcé y de un tirón me lo bajó hasta el muslo quedando por fin mi
pene ante sus ojos. Lo miró y se relamió dando un leve gemido, mmmm.
Me volví a sentar para
que Ana pudiese sacarme del todo el bóxer, lo que ella hizo dejándome ya
totalmente desnudo. A continuación se acercó más a mí y volvió a coger mi
miembro con su mano, acariciándolo de arriba abajo, de abajo a arriba.
Naturalmente mi pene crecía más y más con su masturbación. Pero cuando ya me
puso la polla bien dura fue cuando se inclinó y lamió mi glande para a
continuación metérselo entre sus labios, mmmmm. Un escalofrío recorrió mi
espalda ante el sabio roce de su lengua.
Su boca estuvo subiendo
y bajando por mi polla hasta que me la puso durísima, mmmm. ¡Cómo me la mamaba!
Lo hacía bien, se estaba dejando el alma en ello… Se paró, se sacó mi polla de
su boca para girarse a coger de la mesa el bote de lubricante. Lo abrió, lo
inclinó dejando caer un poco sobre mi capullo que lo recibió con agrado. Con su
otra mano empezó a esparcir el lubricante, arriba y abajo, mmmmm, mientras
echaba un poco más.
Cuando pensó que estaba
listo apartó su mano y dejó el bote a un lado. Se llevó las manos al cinturón
de su bata y lo desató. Ésta se abrió dejando ver ya buena parte de sus grandes
tetas. Acto seguido se sacó del todo la bata con sus manos y por fin quedó
desnuda, arrodillada ante mí. Yo no podía quitar la mirada de esas dos tetas
tan enormes pues nunca había estado con una mujer que las tuviese de ese
tamaño. Estaban un poco caídas dado su tamaño claro, pero aún mantenían una
forma redondeada. Sus areolas también eran bastante grandes, como una galleta,
de color chocolate oscuro. Y sus pezones estaban ya endurecidos, eran gruesos y
del mismo tono. Si describo esto ahora es porque yo estaba embobado en ese
momento mirando esas tetas, cautivado por ellas, mmmm.
Ana volvió a coger el
bote de lubricante y dejó caer un chorro entre sus tetas. Ahora ya entendía lo
que quería hacer y me gustaba, era mi fantasía con ella, mmm. Me dejé caer
hacia atrás de modo que mi polla apuntaba su dureza hacia el techo, mis piernas
caían por delante del sofá y mi espalda quedaba girada sobre él. Con su mano
izquierda esparcía lubricante por el canal interior de sus tetas a la vez que
con la derecha me volvía a restregar la polla. Tras un placentero momento así,
soltó mi polla, se inclinó y con sus manos separó esas dos grandes tetas hasta
dejar mi polla entre ellas. Una vez así, apretó quedando toda mi polla
aprisionada por sus dos tetas apoyadas en sus manos, mmmm. La sensación era
placentera de nuevo, a la par que deseada, y mi duda quedó satisfecha. Sobre su
canalillo tan sólo asomaba la punta rosácea de mi capullo, todo lo demás estaba
cubierto por su carne…
Por estar tumbado tenía
acceso a las partes bajas de Ana, así que con la mano subí por su muslo, por la
parte interior hasta llegar a su entrepierna. Comprobé que antes no me había
mentido pues su coñito, sin vello por cierto, estaba bien caliente y mojado.
Empecé a rozárselo con mis dedos a la vez que ella subía y bajaba sus tetas por
mi polla, mmmm. La sentía aprisionada entre ellas, pero en una buena prisión.
Notaba el roce de su piel, según las subía y las bajaba. Creo que nunca me
habían hecho un masaje así tan cálido, mmmm.
Sus tetas no cesaban el
movimiento, arriba, abajo, arriba, abajo, dirigidas por sus manos, apretándome
más la polla, relajándomela, una y otra vez. Cada vez me ponía más caliente y
ella lo sabía. De la misma forma yo notaba lo mismo, pues mi mano la hacía
disfrutar rozando sin descanso ya su clítoris. Ana de vez en cuando dejaba
escapar uno de esos gemidos culpables de que yo estuviese en ese momento con
ella, mmmm. Hasta que de repente paró. Se las soltó y apartó mi mano. Se puso
de pie admirando yo su sexy cuerpo mientras pasaba la lengua por mis labios
relamiéndome de deseo, mmm. Estirando de mis manos me levantó dejándome sentado
en su sofá y cogiendo el vibrador negro me dijo:
- Cuando me has
interrumpido lo tenía dentro de mi ano. Quiero que lo vuelvas a poner ahí, ¿lo
harás?
- Por supuesto Ana.- Le
contesté mientras lo cogía de su mano para poner un poco de lubricante sobre
él.
Una vez bien lubricado
ella se subió de rodillas al sofá dejando su culo ofrecido a mi lado. Con sus
manos separaba sus nalgas expectante… Así que yo acerqué el vibrador a su ano.
Empujé mientras se le escapaba a Ana un gemido y entró la primera bola
fácilmente porque su ano ya estaba dilatado. Empujé un poco más entrando la
segunda bola con un nuevo gemido, mmmm. Un nuevo apretón y la tercera bola
estaba ya dentro, mmmmm. Sólo faltaba el último que también entró fácilmente
con un nuevo gemido, mmmmm. Estaba así excitante a cuatro patas y con una
anilla negra colgando de su culo. Estiré de la anilla y saqué tres bolas
despacio, para volverlas a meter del mismo modo. Lo hice un par de veces
mientras Ana jadeaba como una perra, hasta que me dijo:
- ¡Para! Déjalo dentro
y conéctalo, que voy sobre ti…
Obedeciéndola giré el
botoncito y el vibrador se puso en marcha poniendo Ana sus ojos en blanco por
un instante. Cuando se acostumbró a esa sensación en su ano que tanto parecía
gustarle, me miró y vino hacia mí. Pasó su pierna izquierda por encima de mí quedando
yo en medio para luego bajar la pelvis. Yo, con la mano, guiaba mi polla a la
entrada de su húmedo coño. Cuando iba a entra decidí rozarla un poco por su
clítoris, a derecha a izquierda, hasta que Ana vio que no le entraba y me
arengó:
- ¿Qué haces golfo? ¡La
quiero dentro ya!
Y por supuesto yo se la
metí. Apunté a su agujero y ella hizo el resto dejándose caer hasta que entró
toda, gimiendo los dos por el placer, mmmm, mmmmm. Se quedó quieta un momento que
se me hizo eterno porque notaba en mi polla la vibración de lo que tenía en su
culo. Era una sensación suave pero placentera, mmm.
Tras la pequeña pausa
Ana empezó a moverse adelante y atrás frotándose sobre mí. Yo aprovechaba para
acercarme mis labios a sus tetas y mordisquear sus pezones, primero uno, luego
el otro… Hasta que se puso en marcha y me empezó a cabalgar. Empezó despacio,
con un ritmo acompasado que hacía que sus tetas se moviesen suavemente. Su coño
subía y bajaba por mi polla despacio, subía de nuevo hasta que casi se le salía
y para abajo despacio otra vez, mmmm. Pero de pronto empezó a acelerar, sus
jadeos aumentaban al mismo ritmo que sus movimientos. Notaba como mi polla
entraba y salía de ella, cada vez más rápido, más rápido. Con sus subidas y
bajadas apenas sentía ya la vibración de su ano, pero no hacía falta, el placer
que me daba su cabalgada era mucho, mmmmm.
Ana seguía subiendo y
bajando sobre mí, parecía que se quería empalar con mi polla de los golpes que
me daba cuando se dejaba caer, mmmm. Yo ahora veía el movimiento salvaje de sus
enormes tetas, desacompasadas, cada una a su aire, pero tremendamente
excitante. Es una sensación que hay que vivir aunque sea sólo una vez, ver esas
tetas moverse así… Pero Ana seguía subiendo, seguía bajando, salvaje sí, cada
vez más. Mi respiración se aceleraba, y la suya ya parecía una tormenta con sus
jadeos, sus suspiros y sus gemidos, mmmm, mmmmm, mmmm. No tenía ninguna duda de
que ella era una mujer caliente que sabía disfrutar. Su coño seguía subiendo y
bajando por mi polla, una vez, otra, otra y otra. Ella dominaba el tempo, bajó
un poco el ritmo de su cabalgada para poco después volver a acelerar. Sus gemidos
parecían ser ya uno solo, pero no paraba, seguía y seguía subiendo y bajando,
mmmmm, hasta que noté como espasmos y Ana gritó:
- ¡Sí, sí, sí, sí!
¡Aaaaaaaaaaah! Me corrooooooo… Siiiiiiiiiiiiiii. ¡Jodeeeeeeeeer!
Y así lo estaba
haciendo, se quedó prácticamente inmóvil con mi polla dura en su interior
temblando sobre mí. Se le pusieron los ojos en blanco por unos instantes
mientras yo notaba como su coño apretaba y aflojaba mi polla. Volvía a notar de
nuevo la vibración de lo que llevaba en su culo. De seguir así, podría llegar a
correrme con eso ayudado por verla disfrutar de su orgasmo con esa cara. Pero
no, no me dejó. Cuando se recuperó un poco se levantó y sacó mi polla mojada,
bien dura de su coño. Yo protesté:
- ¡Eh! ¿Me vas a dejar
así? Ya no me faltaba mucho.
- No quiero que te
corras aún. – Me contestó Ana. – Quiero otra cosa de ella y la necesito dura.
- No hay problema en
que me corra y se me ponga dura otra vez. – Dije yo.
- Prefiero no arriesgar,
no te conozco en la cama. – Me replicó, para a continuación acercar su pelvis a
mi cara y añadir. - ¡Cómemelo y déjamelo limpito! Que no sabes lo mojada que
quedo cuando me corro con algo en mi culo…
- Ya lo he visto Ana,
un orgasmo bestial.
Casi antes de acabar mi
última frase ya tenía su coño sobre mi boca, por lo que no tuve más remedio que
callar y lamer su sabroso y mojado coño. Tal y como me había dicho se había
corrido con ganas pues lo tenía chorreando. Pero yo se lo lamía bien, me gustaba
el sabor del líquido blanquecino que escapaba de su coño, mmmmm. Pasaba mi
lengua hacia arriba y hacia abajo limpiando bien sus labios. Puse sus manos en
sus nalgas y la apreté más contra mi cara, incluso le metí un poco de la lengua
y ella volvió a gemir, mmm. Entonces subí un poco la lengua y me encontré con
su clítoris hinchado. Estaba así seguro que por el placer de su reciente
corrida. Se lo lamí y ella dio un respingo.
Me di cuenta de que era
ella la que llevaba las riendas, tal vez porque era su casa, algo así como mi
casa mis reglas. Pero yo estaba disfrutando. Es cierto que estaba ahí tumbado
sin correrme y con la polla todavía dura por la excitación, pero sentía placer
al lamerle su jugoso coño, mmm, y ella también claro. Por eso empecé a rozar su
clítoris con mi lengua. Giraba sobre él como un carrusel de placer, me gustaba
hacerle eso, y a ella también porque empezó a gemir de nuevo, mmm, mmmm. Pero
yo seguía lamiéndoselo. Incluso le di algún mordisquito con mis labios
estirando suavemente pues lo tenía realmente hinchado.
Tras un rato frotando
su clítoris se separó y cogió de la mesa el otro vibrador, el grande. Lo apunto
hacia su coño y lo fue metiendo todo ante mi sorpresa, pues no esperaba que le
entrase entero. Lubricación no le hacía falta con lo mojado que estaba claro.
Se lo metió todo y lo conectó delante de mi cara gimiendo profundamente, mmmmm,
para a continuación empezar a metérselo y a sacárselo. Yo al ver que no
participaba protesté:
- Ana, ¿y qué hago yo
con mi polla? ¿Recuerdas que sigue dura?
- Lo sé bien. No seas
impaciente. – Me contestó. – En un momento le daremos acomodo.
Y tras masturbarse un
poco más delante de mi cara, metiendo y sacando ese vibrador tan grande, lo
sujetó con una mano mientras con la otra paró el vibrador anal y estirando de
la anilla lo sacó entre suspiros y gemidos, mmm, mmmm.
- ¡Vamos! ¡Ahora es el
turno de tu polla! – Me gritó. – Lubrícatela y métemela en mi culo.
Cogí el tubo de
lubricante y eché un nuevo chorro sobre mi capullo. Con mi mano lo fui
esparciendo dejando toda mi polla resbaladiza. A la vez, Ana se había quitado
de encima de mí. En un gracioso movimiento se puso a tres patas apoyando una
mano sobre el brazo opuesto del sofá. Y digo bien a tres patas porque la otra
mano la tenía sujetando el vibrador de su coño, metiéndolo y sacándolo lentamente.
A continuación me levanté admirando su culo en pompa y, aunque veía su ano
dilatado por el vibrador de bolas, eché más lubricante. Lo fui metiendo en su
ano girando mi dedo índice. Luego lo lubriqué más con el índice y el corazón
que entraban sin problemas. Ana se impacientó:
- ¡Venga! ¿No ves que
ya lo tengo dilatado? ¡Métemela ya!
- Ya voy, ya te la meto…
- Le contesté.
Eso fue lo que hice. Me
coloqué de rodillas en el sofá tras ella. Llevé mi polla a su culo y apunté mi
capullo gordo a su ano. Empecé a empujar, poco a poco metí todo el capullo con
un placentero roce, mmm. Seguí empujando metiéndole cada vez un poco más de mi
polla dura en su estrecho culo, mmmm. Ella me acompañaba en los gemidos según avanzaba
mi polla, mmm, hasta que toda estuvo dentro de ella, ¡uf! Me quedé quieto un
momento con toda la polla dentro, notándola placenteramente aprisionada y
notando también la vibración del aparato de su coño, que ella seguía teniendo
sujeto por la mano.
Empecé a bombear despacio
sujetándola por las caderas. Mi polla iba hacia atrás con mucho placer por el
roce de las paredes de su año, pero todavía más placer cuando mi polla iba
hacia adelante rozando aún más mi capullo, mmmm, mmmmm. Ella también disfrutaba
pues escuchaba cómo jadeaba y gemía, mmmmm. Empecé a embestir con más ímpetu,
metía y sacaba la polla de su culo una y otra vez, adelante y atrás, adelante y
atrás, mmmmm, mmmmmm. El sexo anal con Ana era tremendamente placentero, ufff.
Nuestras respiraciones
cada vez eran más agitadas. Mis embestidas continuaban metiendo y sacando mi
polla. A la vez podía ver el bamboleo de sus tetas sobresaliendo por los
laterales de su espalda, de nuevo una visión excitante, mmmmm. Y la verdad que
no necesitaba más excitación, el roce de las estrechas paredes de su ano me
tenía a mil, mmmmm. Seguía metiendo y sacando mi polla en él, una vez, otra,
otra, y otra. Adelante y atrás para ir de nuevo hacia delante, ufffff, ¡qué
placer! Traté de concentrarme en otra cosa para no correrme tan pronto mientras
seguían mis duras embestidas sobre su ano, mmmmm. Pero no podía aguantar ya
mucho más, así que tras un par más de embestidas grité:
- ¡No puedo más! ¡Me
voy a correr ya!
A lo que Ana me
contestó:
- Siiiii, córrete, lléname
el culo con tu leche, siiiiii. Mmmmm.
Tras escuchar esto no
pude más y me corrí sin remedio. Noté como mi polla iba soltando mis chorros de
leche caliente y espesa en el interior de su ano mientras yo gritaba:
- ¡Siiiiiiiii, me
corroooooooo, siiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaah! Mmmmmmmmmmm.
Y al poco tiempo,
imagino que tras notar el calor de mi leche en su interior noté como ella
también se corría. Empezó a temblar más fuerte que la vez anterior. Se agitó
fuertemente y se le cayó el vibrador de su coño sobre el sofá escuchándola decir:
- ¡Aaaaaaaaaaaaah!
Siiiiiiiii, diooooooooos, siiiiiiiiiiiiii, ¡jodeeeeeeeer!
Imaginé que tras esto
sus ojos quedaron en blanco como antes pues este orgasmo fue más intenso que el
anterior. Tras ello se echó sobre el sofá todavía jadeando y con ese movimiento
mi polla salió aun dura de su ano. Mi respiración seguía agitada, la suya
también, pero poco a poco empezamos a recuperar el aliento.
Me fijé en el vibrador
que estaba en marcha sobre el sofá. Lo cogí y lo paré. Estaba muy mojado, como
también lo estaban los muslos de Ana y parte del sofá. No había duda de que se
había pegado una buena corrida. Me senté y le di una palmada suave en su
culete. Ella empezó a incorporarse también.
- Vaya orgasmo hemos
tenido. – Le dije yo. Y ella me contestó:
- Ya te había dicho que
cuando tengo algo en mi culo me corro de lo lindo. Y más aún si lo que tengo es
una polla dura como la tuya moviéndose en mi culo.
- Sí. – Le contesté. –
Ya lo he visto, necesitas tener tus dos agujeros llenos a la vez, te gusta la
doble penetración.
- Pues aunque te
sorprenda nunca la he probado. – Me confesó Ana. – No me gustan los tríos,
prefiero tener sexo sólo con mi pareja cuando la hay. Que me la meta en un
sitio y con mis vibradores ya me ocupo yo del otro lugar. E insisto en lo de mi
pareja, lo de hoy ha sido una cosa rara que, aunque placentera, no se volverá a
repetir. Pero llevaba ya demasiado tiempo sin sexo.
- ¡Vaya! – Exclamé. –
Pues me alegro de que haya venido a escuchar tus gemidos sin pared de por
medio. Cuando te apetezca repetimos…
- No, - me contestó
ella. – Ya te dije al entrar que sólo por esta vez. No busco ninguna relación contigo
más allá de la que tenemos como buenos vecinos. Lo que ha pasado ha sido una
cosa rara que debe quedar entre tú y yo, así que espero tu discreción. Y ahora vístete
y vete a tu casa que yo tengo que salir en un rato y necesito una ducha, como tú.
Escuché eso con
asombro, más que nada por la claridad de ideas que tenía Ana. Algo me decía que
era de las mías, una mujer caliente y que sabe disfrutar de su sexualidad
distinguiéndola del amor, aunque fuese de recatada, pero lo ocurrido reafirmaba
mis tesis. Fui recogiendo mi ropa esparcida por el salón y me fui vistiendo.
Mientras lo hacía pensaba en que realmente ella me había utilizado a su antojo
esta tarde, que se había permitido dejarme entrar porque le apetecía más la
carne que el plástico, pero en absoluto me importaba, más bien al contrario, yo
había disfrutado más de lo esperado. Cuando me puse toda la ropa del salón, Ana se puso la bata por
encima y me acompañó hasta la puerta. Allí, recogí la camiseta y me la puse también. Una vez vestido me despedí de ella:
- Adiós Ana. Puedes
estar tranquila que no le contaré a nadie nuestra aventura.
- Eso espero. – Me contestó.
– Adiós vecino…
Me acerqué a ella y
besé sus labios. Ella me devolvió el beso y me indicó la puerta. La abrí y salí,
cerrando ella tras de mí. Según avanzaba por el pasillo hasta mi casa oí como
cerraba con llave. Entré en mi piso y me di la merecida ducha que ella también
se iba a dar.
Un rato después escuché
sus tacones por el pasillo. Tal y como me había dicho se iba ya. Y como veis,
tal y como yo le dije, no le he contado a nadie lo ocurrido entre ella y yo, a
nadie conocido claro, porque a quienes me leéis os lo tenía que contar. Pero me
guardareis el secreto, ¿verdad?
Hola Eros! Me siento muy identificada con tu vecina y sus juegos solo me falta un vecino tan predispuesto como tú a acompañarme. Sigue escribiendo y calentando me .Besos dulces. FANTASÍA
ResponderEliminar¡Hola Fantasía!
ResponderEliminarMuchas gracias por tu comentario. Me gusta que te identifiques con mi vecina viciosa y perversa. Hoy es domingo, lo más probable es que esta tarde de nuevo me seduzcan sus gemidos...
Seguro que tienes vecinos que de escucharte gemir se masturbarían al otro lado de la pared, y de eso a lo otro hay un paso. De ser yo tu vecino estaría más que claro, con sólo escuchar un gemido tuyo...
Besos morbosos.
Eros