sábado, 4 de abril de 2015

La soledad de mi vecina



Seguro que la casi totalidad de quienes me leéis tenéis vecinos, salvo que viváis en una isla paradisiaca para vosotros solos. Como éste no es mi caso, he de decir que yo sí los tengo: vecinos por arriba, vecinos por abajo y vecinos por los lados. Es lo que tiene la vida moderna, vivimos todos hacinados en colmenas. Eso sí, el vivir así también da pie a historias como la que me sucedió el pasado fin de semana.


Tengo una vecina al lado llamada Ana, más o menos es de mi edad aunque un poco más joven. No diría yo que es guapa, pero tampoco fea. Tiene una larga y rizada melena negra que se le mueve salvajemente cuando anda. Si su cara no es su mayor atractivo sí lo es su cuerpo: es delgada con piernas largas y aunque no suele vestir ceñida se le adivina un buen culo. Pero hay algo de ella que atrae la mirada de todos los hombres y es su pecho. La verdad es que tiene unas tetas enormes y eso sí que no puede evitar que se le note a través de su ropa. A mí, en cuanto a tetas, no me gustan tan grandes, las prefiero más manejables, pero no voy a negar que las suyas tienen su morbo, puesto que alguna vez había imaginado si se podría ver alguna parte de mi polla, una vez dura, metida entre semejantes tetas.



El problema de tener vecinos como ella, pared con pared, es que se escucha todo. Aunque suene a tópico las viviendas de hoy día no son como las de antes. Con el boom del ladrillo no se preocuparon demasiado en seguir la legislación acústica y parece que tengamos paredes de papel, ya que a través de ellas se escucha todo. Y dentro de ese todo evidentemente está el sexo claro.


Mi piso comparte con el de Ana un patio interior y la pared del salón. Es por esa pared por la que hasta hace un par de años empecé a escuchar gemidos sospechosos. Así que arrimé la oreja a la pared, como buen cotilla, para escuchar mejor y oí los gemidos apasionados de Ana con el que entonces era su novio. Se escuchaba a ambos gemir. Aunque al principio no me decía nada, al final escuchar a los dos gemir, pero sobre todo a ella que gritaba y jadeaba más fuerte, me terminaba excitando. Tras eso no era raro que yo acabase con mi polla en la mano masturbándome con placer, ya fuera imaginando que su novio era yo, o ya fuera imaginando cualquier otra historia.


Escuché esos gemidos placenteros durante meses. Los de él más flojos, los de Ana más salvajes. Por lo que cuando tenía tiempo yo empezaba a acariciar mi pene a la vez. Se iba poniendo duro, gemían, mmmm, y yo más lo acariciaba, hasta que ya bien duro con los gemidos de fondo, mmmm, lo masturbaba más y más, no pudiendo evitar que los chorros de mi leche caliente ensuciasen mi salón acompañados de los gemidos, mmmmm.


Pero un buen día esto se acabó. Los gemidos ya nunca más se escucharon. O bien se habían dado cuenta de que yo les escuchaba, cosa complicada, o bien habían roto. Fue lo segundo lo ocurrido. Ana dejó de tener novio y yo ya no les escuché más. Perdí la complicidad de esos gemidos hasta hace poco más de un mes, cuando de nuevo reaparecieron tras un par de años ausentes.


Cuando escuché de nuevo los gemidos, con alegría, volví a arrimar mi oreja contra la pared. Por más que agucé el oído sólo escuché gemir a Ana, en ningún momento a otro. El hombre sería tímido pensé yo, pero nada, hasta que ella acabó con sus jadeos y sus gemidos a todo volumen no escuché a nadie más. Por ello empecé a pensar en que lo que hubiera ocurrido fuera que Ana se hubiera masturbado. Y no me equivocaba…


La vuelta de los gemidos sucedió un domingo tarde, para luego repetirse otros dos domingos. Yo ponía bien la oreja, pero lo único que oía eran los gemidos de Ana, de modo que cada vez tenía más claro que ella estaba sola. La verdad es que era tal mi curiosidad que en lugar de masturbarme como antes, lo único que hacía era escuchar para tratar de oír a su hombre, hasta que decidí que no había ningún hombre. Por ello cuando por cuarto domingo tarde empecé a escuchar sus gemidos, la cosa cambió.


Así fue como el pasado domingo decidí dar rienda suelta a mi calentura. A eso de las seis de la tarde me dispuse a aprovechar sus gemidos. Ana no faltó a su cita y un rato después ya empecé a escuchar los sonidos de su placer. Primero flojos, mm, mmm, para luego ir subiendo de volumen, mmmmm, mmmmm, se escuchaban sus gemidos. Yo bajé mi pantalón, bajé mi bóxer y empecé a tocar mi pene. Subí y bajé mi mano por él mientras iba creciendo. Al otro lado de la pared seguían los gemidos. Subían de intensidad y bajaban, de repente gritaba y luego se cortaba para volver a seguir, mmmm. Por mi parte yo empezaba a masturbarme, hasta que me di cuenta de lo absurdo que era que dos personas se estuviesen masturbando solas a ambos lados de una fina pared.


Decidí probar suerte. Los gemidos de Ana se seguían oyendo al otro lado, mmm, mmmm, pero yo guardé mi pene endurecido en el bóxer, me subí el pantalón, me arreglé los cabellos con la mano y armándome de valor abrí mi puerta, salí y cerré tras de mí para dirigirme a la puerta de Ana, caliente y temeroso de su reacción a la vez. Llegué, toqué su timbre y aguardé. Sabía que le iba a molestar la interrupción, pero con ello ya contaba.


Tuve que volver a insistir con el timbre porque no venía a abrirme. Pero tras la segunda llamada escuché pasos que se acercaban. Se escuchó el sonido de la llave en la cerradura y abrió la puerta. Delante de mí apareció Ana, con expresión contrariada y con una bata negra anudada a la cintura que llegaba hasta medio muslo. Con la mano derecha parecía sujetarse la bata a la altura del pecho para que nada quedase a la vista. Lo único que llevaba además de la bata eran unas zapatillas destalonadas de color gris oscuro. Estaba sexy así vestida, y si a eso le sumaba que sabía lo que había estado haciendo, pues es normal que mi deseo empezase a aumentar.


- ¡Hola! ¿Qué quieres? – Me dijo Ana en un tono bastante seco, a lo que yo le contesté:


- Verás, llevo unos domingos en que estoy escuchando en mi salón unos gemidos de placer desde tu lado de la pared. Como sólo te escucho a ti gemir pienso que estás sola y que los gemidos son fruto de una masturbación. Por mi parte yo al escuchar tus gemidos me voy calentando hasta que me tengo que masturbar también. Así que, si no estoy equivocado, vamos a acabar hoy dándonos placer tú y yo solos cuando podíamos aprovechar y disfrutar juntos. ¿Qué te parece la idea?


Según yo iba soltando mi discurso los ojos de Ana me miraban cada vez más asombrados, pero luego su expresión se fue tornando hacia el enfado, hasta que se echó un poco para atrás y me gritó:


- ¡Serás cerdo!


A la vez que daba un portazo y giraba la llave en la cerradura. Yo me volví para dirigirme hacia mi casa. Iba pensativo, lo había intentado y me había salido mal. Además, estaban las consecuencias de mi acción, pues tras lo que le había dicho a Ana me temía que nuestra buena relación de vecinos se iba a esfumar. Cogí mis llaves y cuando ya iba a abrir mi puerta escuché de nuevo el sonido de la cerradura de Ana. Me giré y vi que se abría la puerta. Allí estaba ella con su bata. Con el dedo índice de su mano derecha me hacía un gesto para que fuese. Mientras ya iba hacia su puerta me dijo:


- Ven. Sólo por esta vez.


Evidentemente yo fui antes de que se arrepintiese de habérselo pensado mejor. Entré rápido en su casa y ella cerró la puerta tras de mí. La miré, me miró. Nuestros ojos ardían de pasión. Me abalancé obre ella y la besé. Nuestros labios parecían tratar de comerse unos a otros hasta que las lenguas entraron en juego, empezando a buscarse y rozarse una a la otra.


Sus manos fueron a mi cintura y empezaron a subir mi camiseta. Separamos nuestros labios y así ella pudo sacar la camiseta por encima de mi cabeza, quedando yo con el torso desnudo. Pasó sus dedos por él rozando suavemente mi pecho con sus uñas, lo que hizo que mientras mi piel se erizaba a su paso se me escapase mi primer gemido, mmm.


Tras esto Ana cogió mi mano y me llevó hasta el salón, donde pude ver lo que usaba para masturbarse. En la mesa de café había dos vibradores y un bote de lubricante. El primero de ellos era de esos que denominan realísticos, de la tonalidad de la piel y de un tamaño considerable, mayor que mi pene seguro. El otro tenía pinta de ser anal. Era como una sucesión de cuatro bolas que iban aumentando de tamaño hasta llegar a la base donde había como una anilla, y era de color negro. Al ver todo eso le dije:


- Con razón escucho tus gemidos desde mi casa. No me extraña que lo pases bien con estos aparatos.


- Claro. – Me contestó ella. – Por el hecho de estar sola no me voy a privar de los placeres más refinados. Además, no son los únicos que tengo, pero hoy me dio por estos. Aunque ahora espero tener uno mejor de carne auténtica.


Una vez dicho esto me acercó hasta su sofá y de un empujón sobre mi pecho me tiró sobre él. Luego se arrodilló delante de mí y pude ver bien su canalillo, por así llamarlo. Era una visión espectacular la que dejaba entrever su bata a la altura de sus pechos, mmm. Subió las manos por encima del pantalón acariciándome hasta que llego a la entrepierna, donde apretó, haciéndome sentirlo, mmmm, y subió más hasta llegar a la correa. Me la desabrochó, la sacó de un tirón y la echó lejos. Después me desabrochó el botón del pantalón y bajó la cremallera. Aprovechó para meter su mano por la bragueta y acariciar mi miembro sobre la tela del bóxer. No se contentó con ello, sino que cogió con su mano mi pene cautivo dentro del bóxer y apretándolo me dijo:


- Yo ya estoy bastante caliente, ahora hay que calentarte a ti también. Esto tiene que crecer más…


Tras decir esto apretó un poco más y por efecto de eso, además de sus palabras, mi pene empezó a crecer entre su mano mientras ella sonreía con agrado, mmm. Me lo soltó para llevar sus manos a la cintura de mi pantalón. Como entendí lo que iba a hacer me alcé un poco del sofá y sus manos estiraron hacia abajo del pantalón. Éste fue bajando por mis piernas hasta llegar a mis pies. Me senté y los levanté para que lo pudiera sacar. Pero antes me sacó un zapato, luego el otro, lanzándolos ambos a un lado del salón. Lo mismo hizo con los calcetines, dejando mis pies desnudos. Y por fin me sacó el pantalón. No se contentó con eso claro. Volvió a llevar sus manos a mi cintura empezando a bajarme el bóxer. De nuevo me alcé y de un tirón me lo bajó hasta el muslo quedando por fin mi pene ante sus ojos. Lo miró y se relamió dando un leve gemido, mmmm.


Me volví a sentar para que Ana pudiese sacarme del todo el bóxer, lo que ella hizo dejándome ya totalmente desnudo. A continuación se acercó más a mí y volvió a coger mi miembro con su mano, acariciándolo de arriba abajo, de abajo a arriba. Naturalmente mi pene crecía más y más con su masturbación. Pero cuando ya me puso la polla bien dura fue cuando se inclinó y lamió mi glande para a continuación metérselo entre sus labios, mmmmm. Un escalofrío recorrió mi espalda ante el sabio roce de su lengua.


Su boca estuvo subiendo y bajando por mi polla hasta que me la puso durísima, mmmm. ¡Cómo me la mamaba! Lo hacía bien, se estaba dejando el alma en ello… Se paró, se sacó mi polla de su boca para girarse a coger de la mesa el bote de lubricante. Lo abrió, lo inclinó dejando caer un poco sobre mi capullo que lo recibió con agrado. Con su otra mano empezó a esparcir el lubricante, arriba y abajo, mmmmm, mientras echaba un poco más. 


Cuando pensó que estaba listo apartó su mano y dejó el bote a un lado. Se llevó las manos al cinturón de su bata y lo desató. Ésta se abrió dejando ver ya buena parte de sus grandes tetas. Acto seguido se sacó del todo la bata con sus manos y por fin quedó desnuda, arrodillada ante mí. Yo no podía quitar la mirada de esas dos tetas tan enormes pues nunca había estado con una mujer que las tuviese de ese tamaño. Estaban un poco caídas dado su tamaño claro, pero aún mantenían una forma redondeada. Sus areolas también eran bastante grandes, como una galleta, de color chocolate oscuro. Y sus pezones estaban ya endurecidos, eran gruesos y del mismo tono. Si describo esto ahora es porque yo estaba embobado en ese momento mirando esas tetas, cautivado por ellas, mmmm.


Ana volvió a coger el bote de lubricante y dejó caer un chorro entre sus tetas. Ahora ya entendía lo que quería hacer y me gustaba, era mi fantasía con ella, mmm. Me dejé caer hacia atrás de modo que mi polla apuntaba su dureza hacia el techo, mis piernas caían por delante del sofá y mi espalda quedaba girada sobre él. Con su mano izquierda esparcía lubricante por el canal interior de sus tetas a la vez que con la derecha me volvía a restregar la polla. Tras un placentero momento así, soltó mi polla, se inclinó y con sus manos separó esas dos grandes tetas hasta dejar mi polla entre ellas. Una vez así, apretó quedando toda mi polla aprisionada por sus dos tetas apoyadas en sus manos, mmmm. La sensación era placentera de nuevo, a la par que deseada, y mi duda quedó satisfecha. Sobre su canalillo tan sólo asomaba la punta rosácea de mi capullo, todo lo demás estaba cubierto por su carne…


Por estar tumbado tenía acceso a las partes bajas de Ana, así que con la mano subí por su muslo, por la parte interior hasta llegar a su entrepierna. Comprobé que antes no me había mentido pues su coñito, sin vello por cierto, estaba bien caliente y mojado. Empecé a rozárselo con mis dedos a la vez que ella subía y bajaba sus tetas por mi polla, mmmm. La sentía aprisionada entre ellas, pero en una buena prisión. Notaba el roce de su piel, según las subía y las bajaba. Creo que nunca me habían hecho un masaje así tan cálido, mmmm. 


Sus tetas no cesaban el movimiento, arriba, abajo, arriba, abajo, dirigidas por sus manos, apretándome más la polla, relajándomela, una y otra vez. Cada vez me ponía más caliente y ella lo sabía. De la misma forma yo notaba lo mismo, pues mi mano la hacía disfrutar rozando sin descanso ya su clítoris. Ana de vez en cuando dejaba escapar uno de esos gemidos culpables de que yo estuviese en ese momento con ella, mmmm. Hasta que de repente paró. Se las soltó y apartó mi mano. Se puso de pie admirando yo su sexy cuerpo mientras pasaba la lengua por mis labios relamiéndome de deseo, mmm. Estirando de mis manos me levantó dejándome sentado en su sofá y cogiendo el vibrador negro me dijo:


- Cuando me has interrumpido lo tenía dentro de mi ano. Quiero que lo vuelvas a poner ahí, ¿lo harás?


- Por supuesto Ana.- Le contesté mientras lo cogía de su mano para poner un poco de lubricante sobre él.


Una vez bien lubricado ella se subió de rodillas al sofá dejando su culo ofrecido a mi lado. Con sus manos separaba sus nalgas expectante… Así que yo acerqué el vibrador a su ano. Empujé mientras se le escapaba a Ana un gemido y entró la primera bola fácilmente porque su ano ya estaba dilatado. Empujé un poco más entrando la segunda bola con un nuevo gemido, mmmm. Un nuevo apretón y la tercera bola estaba ya dentro, mmmmm. Sólo faltaba el último que también entró fácilmente con un nuevo gemido, mmmmm. Estaba así excitante a cuatro patas y con una anilla negra colgando de su culo. Estiré de la anilla y saqué tres bolas despacio, para volverlas a meter del mismo modo. Lo hice un par de veces mientras Ana jadeaba como una perra, hasta que me dijo:


- ¡Para! Déjalo dentro y conéctalo, que voy sobre ti…


Obedeciéndola giré el botoncito y el vibrador se puso en marcha poniendo Ana sus ojos en blanco por un instante. Cuando se acostumbró a esa sensación en su ano que tanto parecía gustarle, me miró y vino hacia mí. Pasó su pierna izquierda por encima de mí quedando yo en medio para luego bajar la pelvis. Yo, con la mano, guiaba mi polla a la entrada de su húmedo coño. Cuando iba a entra decidí rozarla un poco por su clítoris, a derecha a izquierda, hasta que Ana vio que no le entraba y me arengó:


- ¿Qué haces golfo? ¡La quiero dentro ya!


Y por supuesto yo se la metí. Apunté a su agujero y ella hizo el resto dejándose caer hasta que entró toda, gimiendo los dos por el placer, mmmm, mmmmm. Se quedó quieta un momento que se me hizo eterno porque notaba en mi polla la vibración de lo que tenía en su culo. Era una sensación suave pero placentera, mmm.


Tras la pequeña pausa Ana empezó a moverse adelante y atrás frotándose sobre mí. Yo aprovechaba para acercarme mis labios a sus tetas y mordisquear sus pezones, primero uno, luego el otro… Hasta que se puso en marcha y me empezó a cabalgar. Empezó despacio, con un ritmo acompasado que hacía que sus tetas se moviesen suavemente. Su coño subía y bajaba por mi polla despacio, subía de nuevo hasta que casi se le salía y para abajo despacio otra vez, mmmm. Pero de pronto empezó a acelerar, sus jadeos aumentaban al mismo ritmo que sus movimientos. Notaba como mi polla entraba y salía de ella, cada vez más rápido, más rápido. Con sus subidas y bajadas apenas sentía ya la vibración de su ano, pero no hacía falta, el placer que me daba su cabalgada era mucho, mmmmm.


Ana seguía subiendo y bajando sobre mí, parecía que se quería empalar con mi polla de los golpes que me daba cuando se dejaba caer, mmmm. Yo ahora veía el movimiento salvaje de sus enormes tetas, desacompasadas, cada una a su aire, pero tremendamente excitante. Es una sensación que hay que vivir aunque sea sólo una vez, ver esas tetas moverse así… Pero Ana seguía subiendo, seguía bajando, salvaje sí, cada vez más. Mi respiración se aceleraba, y la suya ya parecía una tormenta con sus jadeos, sus suspiros y sus gemidos, mmmm, mmmmm, mmmm. No tenía ninguna duda de que ella era una mujer caliente que sabía disfrutar. Su coño seguía subiendo y bajando por mi polla, una vez, otra, otra y otra. Ella dominaba el tempo, bajó un poco el ritmo de su cabalgada para poco después volver a acelerar. Sus gemidos parecían ser ya uno solo, pero no paraba, seguía y seguía subiendo y bajando, mmmmm, hasta que noté como espasmos y Ana gritó:


- ¡Sí, sí, sí, sí! ¡Aaaaaaaaaaah! Me corrooooooo… Siiiiiiiiiiiiiii. ¡Jodeeeeeeeeer!


Y así lo estaba haciendo, se quedó prácticamente inmóvil con mi polla dura en su interior temblando sobre mí. Se le pusieron los ojos en blanco por unos instantes mientras yo notaba como su coño apretaba y aflojaba mi polla. Volvía a notar de nuevo la vibración de lo que llevaba en su culo. De seguir así, podría llegar a correrme con eso ayudado por verla disfrutar de su orgasmo con esa cara. Pero no, no me dejó. Cuando se recuperó un poco se levantó y sacó mi polla mojada, bien dura de su coño. Yo protesté:


- ¡Eh! ¿Me vas a dejar así? Ya no me faltaba mucho.


- No quiero que te corras aún. – Me contestó Ana. – Quiero otra cosa de ella y la necesito dura.


- No hay problema en que me corra y se me ponga dura otra vez. – Dije yo.


- Prefiero no arriesgar, no te conozco en la cama. – Me replicó, para a continuación acercar su pelvis a mi cara y añadir. - ¡Cómemelo y déjamelo limpito! Que no sabes lo mojada que quedo cuando me corro con algo en mi culo…


- Ya lo he visto Ana, un orgasmo bestial. 


Casi antes de acabar mi última frase ya tenía su coño sobre mi boca, por lo que no tuve más remedio que callar y lamer su sabroso y mojado coño. Tal y como me había dicho se había corrido con ganas pues lo tenía chorreando. Pero yo se lo lamía bien, me gustaba el sabor del líquido blanquecino que escapaba de su coño, mmmmm. Pasaba mi lengua hacia arriba y hacia abajo limpiando bien sus labios. Puse sus manos en sus nalgas y la apreté más contra mi cara, incluso le metí un poco de la lengua y ella volvió a gemir, mmm. Entonces subí un poco la lengua y me encontré con su clítoris hinchado. Estaba así seguro que por el placer de su reciente corrida. Se lo lamí y ella dio un respingo. 


Me di cuenta de que era ella la que llevaba las riendas, tal vez porque era su casa, algo así como mi casa mis reglas. Pero yo estaba disfrutando. Es cierto que estaba ahí tumbado sin correrme y con la polla todavía dura por la excitación, pero sentía placer al lamerle su jugoso coño, mmm, y ella también claro. Por eso empecé a rozar su clítoris con mi lengua. Giraba sobre él como un carrusel de placer, me gustaba hacerle eso, y a ella también porque empezó a gemir de nuevo, mmm, mmmm. Pero yo seguía lamiéndoselo. Incluso le di algún mordisquito con mis labios estirando suavemente pues lo tenía realmente hinchado. 


Tras un rato frotando su clítoris se separó y cogió de la mesa el otro vibrador, el grande. Lo apunto hacia su coño y lo fue metiendo todo ante mi sorpresa, pues no esperaba que le entrase entero. Lubricación no le hacía falta con lo mojado que estaba claro. Se lo metió todo y lo conectó delante de mi cara gimiendo profundamente, mmmmm, para a continuación empezar a metérselo y a sacárselo. Yo al ver que no participaba protesté:


- Ana, ¿y qué hago yo con mi polla? ¿Recuerdas que sigue dura?


- Lo sé bien. No seas impaciente. – Me contestó. – En un momento le daremos acomodo.


Y tras masturbarse un poco más delante de mi cara, metiendo y sacando ese vibrador tan grande, lo sujetó con una mano mientras con la otra paró el vibrador anal y estirando de la anilla lo sacó entre suspiros y gemidos, mmm, mmmm.


- ¡Vamos! ¡Ahora es el turno de tu polla! – Me gritó. – Lubrícatela y métemela en mi culo.


Cogí el tubo de lubricante y eché un nuevo chorro sobre mi capullo. Con mi mano lo fui esparciendo dejando toda mi polla resbaladiza. A la vez, Ana se había quitado de encima de mí. En un gracioso movimiento se puso a tres patas apoyando una mano sobre el brazo opuesto del sofá. Y digo bien a tres patas porque la otra mano la tenía sujetando el vibrador de su coño, metiéndolo y sacándolo lentamente. A continuación me levanté admirando su culo en pompa y, aunque veía su ano dilatado por el vibrador de bolas, eché más lubricante. Lo fui metiendo en su ano girando mi dedo índice. Luego lo lubriqué más con el índice y el corazón que entraban sin problemas. Ana se impacientó:


- ¡Venga! ¿No ves que ya lo tengo dilatado? ¡Métemela ya!


- Ya voy, ya te la meto… - Le contesté.


Eso fue lo que hice. Me coloqué de rodillas en el sofá tras ella. Llevé mi polla a su culo y apunté mi capullo gordo a su ano. Empecé a empujar, poco a poco metí todo el capullo con un placentero roce, mmm. Seguí empujando metiéndole cada vez un poco más de mi polla dura en su estrecho culo, mmmm. Ella me acompañaba en los gemidos según avanzaba mi polla, mmm, hasta que toda estuvo dentro de ella, ¡uf! Me quedé quieto un momento con toda la polla dentro, notándola placenteramente aprisionada y notando también la vibración del aparato de su coño, que ella seguía teniendo sujeto por la mano.


Empecé a bombear despacio sujetándola por las caderas. Mi polla iba hacia atrás con mucho placer por el roce de las paredes de su año, pero todavía más placer cuando mi polla iba hacia adelante rozando aún más mi capullo, mmmm, mmmmm. Ella también disfrutaba pues escuchaba cómo jadeaba y gemía, mmmmm. Empecé a embestir con más ímpetu, metía y sacaba la polla de su culo una y otra vez, adelante y atrás, adelante y atrás, mmmmm, mmmmmm. El sexo anal con Ana era tremendamente placentero, ufff.


Nuestras respiraciones cada vez eran más agitadas. Mis embestidas continuaban metiendo y sacando mi polla. A la vez podía ver el bamboleo de sus tetas sobresaliendo por los laterales de su espalda, de nuevo una visión excitante, mmmmm. Y la verdad que no necesitaba más excitación, el roce de las estrechas paredes de su ano me tenía a mil, mmmmm. Seguía metiendo y sacando mi polla en él, una vez, otra, otra, y otra. Adelante y atrás para ir de nuevo hacia delante, ufffff, ¡qué placer! Traté de concentrarme en otra cosa para no correrme tan pronto mientras seguían mis duras embestidas sobre su ano, mmmmm. Pero no podía aguantar ya mucho más, así que tras un par más de embestidas grité:


- ¡No puedo más! ¡Me voy a correr ya!


A lo que Ana me contestó:


- Siiiii, córrete, lléname el culo con tu leche, siiiiii. Mmmmm.


Tras escuchar esto no pude más y me corrí sin remedio. Noté como mi polla iba soltando mis chorros de leche caliente y espesa en el interior de su ano mientras yo gritaba:


- ¡Siiiiiiiii, me corroooooooo, siiiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaah! Mmmmmmmmmmm.


Y al poco tiempo, imagino que tras notar el calor de mi leche en su interior noté como ella también se corría. Empezó a temblar más fuerte que la vez anterior. Se agitó fuertemente y se le cayó el vibrador de su coño sobre el sofá escuchándola decir:


- ¡Aaaaaaaaaaaaah! Siiiiiiiii, diooooooooos, siiiiiiiiiiiiii, ¡jodeeeeeeeer!


Imaginé que tras esto sus ojos quedaron en blanco como antes pues este orgasmo fue más intenso que el anterior. Tras ello se echó sobre el sofá todavía jadeando y con ese movimiento mi polla salió aun dura de su ano. Mi respiración seguía agitada, la suya también, pero poco a poco empezamos a recuperar el aliento. 


Me fijé en el vibrador que estaba en marcha sobre el sofá. Lo cogí y lo paré. Estaba muy mojado, como también lo estaban los muslos de Ana y parte del sofá. No había duda de que se había pegado una buena corrida. Me senté y le di una palmada suave en su culete. Ella empezó a incorporarse también.


- Vaya orgasmo hemos tenido. – Le dije yo. Y ella me contestó:


- Ya te había dicho que cuando tengo algo en mi culo me corro de lo lindo. Y más aún si lo que tengo es una polla dura como la tuya moviéndose en mi culo.


- Sí. – Le contesté. – Ya lo he visto, necesitas tener tus dos agujeros llenos a la vez, te gusta la doble penetración.


- Pues aunque te sorprenda nunca la he probado. – Me confesó Ana. – No me gustan los tríos, prefiero tener sexo sólo con mi pareja cuando la hay. Que me la meta en un sitio y con mis vibradores ya me ocupo yo del otro lugar. E insisto en lo de mi pareja, lo de hoy ha sido una cosa rara que, aunque placentera, no se volverá a repetir. Pero llevaba ya demasiado tiempo sin sexo.


- ¡Vaya! – Exclamé. – Pues me alegro de que haya venido a escuchar tus gemidos sin pared de por medio. Cuando te apetezca repetimos…


- No, - me contestó ella. – Ya te dije al entrar que sólo por esta vez. No busco ninguna relación contigo más allá de la que tenemos como buenos vecinos. Lo que ha pasado ha sido una cosa rara que debe quedar entre tú y yo, así que espero tu discreción. Y ahora vístete y vete a tu casa que yo tengo que salir en un rato y necesito una ducha, como tú.


Escuché eso con asombro, más que nada por la claridad de ideas que tenía Ana. Algo me decía que era de las mías, una mujer caliente y que sabe disfrutar de su sexualidad distinguiéndola del amor, aunque fuese de recatada, pero lo ocurrido reafirmaba mis tesis. Fui recogiendo mi ropa esparcida por el salón y me fui vistiendo. Mientras lo hacía pensaba en que realmente ella me había utilizado a su antojo esta tarde, que se había permitido dejarme entrar porque le apetecía más la carne que el plástico, pero en absoluto me importaba, más bien al contrario, yo había disfrutado más de lo esperado. Cuando me puse toda la ropa del salón, Ana se puso la bata por encima y me acompañó hasta la puerta. Allí, recogí la camiseta y me la puse también. Una vez vestido me despedí de ella:


- Adiós Ana. Puedes estar tranquila que no le contaré a nadie nuestra aventura.


- Eso espero. – Me contestó. – Adiós vecino…


Me acerqué a ella y besé sus labios. Ella me devolvió el beso y me indicó la puerta. La abrí y salí, cerrando ella tras de mí. Según avanzaba por el pasillo hasta mi casa oí como cerraba con llave. Entré en mi piso y me di la merecida ducha que ella también se iba a dar.


Un rato después escuché sus tacones por el pasillo. Tal y como me había dicho se iba ya. Y como veis, tal y como yo le dije, no le he contado a nadie lo ocurrido entre ella y yo, a nadie conocido claro, porque a quienes me leéis os lo tenía que contar. Pero me guardareis el secreto, ¿verdad?

2 comentarios:

  1. Hola Eros! Me siento muy identificada con tu vecina y sus juegos solo me falta un vecino tan predispuesto como tú a acompañarme. Sigue escribiendo y calentando me .Besos dulces. FANTASÍA

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  2. ¡Hola Fantasía!
    Muchas gracias por tu comentario. Me gusta que te identifiques con mi vecina viciosa y perversa. Hoy es domingo, lo más probable es que esta tarde de nuevo me seduzcan sus gemidos...
    Seguro que tienes vecinos que de escucharte gemir se masturbarían al otro lado de la pared, y de eso a lo otro hay un paso. De ser yo tu vecino estaría más que claro, con sólo escuchar un gemido tuyo...
    Besos morbosos.
    Eros

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