Tras
un tiempo de ausencia, ha llegado el momento de caldear el ambiente recordando
los encuentros calientes de mis últimas vacaciones. La verdad es que no me las
prometía muy felices porque no tenía ningún plan a la vista, pero bueno, tampoco
viene mal pasar unos días tranquilos en casa. Además, seguro que charlando con
los amigos se nos ocurría una buena idea para disfrutar de las vacaciones.
Cogí
el móvil y empecé a sondearlos, pero nada, no estaban por la labor de hacer
nada interesante. Entonces recordé que hacía ya unos meses que no hablaba con
mi amiga Nuria. Tuvo que irse a México hace ya un par de años debido a que no
encontraba ningún trabajo por aquí, y allí le hicieron una estupenda oferta.
Desde entonces apenas nos habíamos visto, lo cual es una pena puesto que entre
ella y yo existía algo más que amistad, habíamos compartido ratos de buen sexo
sin ningún compromiso.
Intercambiamos
unos whatsapps y tras contarle a Nuria que no tenía ningún plan a la vista me
propuso ir a México a visitarla y de paso conocer el país. Yo nunca había estado
allí, además de que ya hacía tiempo que no nos veíamos. Como me dijo que tenía
ganas de verme acepté su propuesta. Ya tenía plan y seguramente un plan de lo
más caliente con ella, mi polla se alegraba por ello, pues cada vez que lo
pensaba empezaba a crecer.
Unos
días después ya estaba yo estirando de mi maleta por el aeropuerto Benito
Juárez de la Ciudad de México. No me lo pensé mucho, me gustó la propuesta de
Nuria y en el primer avión que encontré billete me embarqué. Allí estaba yo, un
viernes por la tarde, de pie en el aeropuerto, buscando a mi amiga con la
mirada, cuando por fin la vi tal y como la recordaba: su pelo rubio, su cuerpo
delgado, sus típicos vaqueros ajustados… Tan atractiva como siempre, y yo iba a
poder disfrutar de ese cuerpo como hacía unos años, mi polla se alegraba de
nuevo.
Cuando
Nuria me vio, vino corriendo hacia mí, nos dimos un fuerte abrazo y los dos
besos de rigor. Tras besarnos me dijo:
-
¡Vamos a tomarnos algo y nos ponemos al día!
Afirmé
con la cabeza y ella me llevó a una cafetería. Nos sentamos y nos contamos cómo
nos iba todo. Hablamos de cómo estaban los amigos, de los que no sabía mucho;
de cómo nos iba en el trabajo, a ella francamente bien; de la familia, y por
supuesto hablamos de nuestra vida sentimental y sexual. Fue en este tema cuando
yo me llevé una desagradable sorpresa, pues llegado el momento Nuria levantó su
mano y enseñándome el anillo que brillaba en su dedo me dijo:
-
¡Mira! ¡Estoy comprometida!
Según
lo decía y señalaba el anillo, su sonrisa se hacía más y más grande, de hecho
su cara ilusionada brillaba más que el anillo. Por lo que yo, un poco confuso,
dado que evidentemente me alegraba mucho por mi amiga, pero por otro lado me
sentía desilusionado porque no iba a poder disfrutar de su cuerpo en este
viaje, me levanté, me acerqué a ella y dándole un fuerte abrazo le dije:
-
¡Enhorabuena Nuria! ¡Me alegro mucho por ti!
-
¿Seguro? Me da a mí que has dudado… - Me preguntó.
-
Bueno, es que… - Acerté a balbucear.
-
Es que, - siguió Nuria -, te habías hecho a la idea de que te ibas a follar
este cuerpo todos los días que estuvieses en México, y claro, ahora ya sabes
que no me vas a sobar este culo ni estas tetas, ni vas a poder meter nada en el
coño que se esconde debajo de estos vaqueros, ¿verdad?
Según
decía eso se iba riendo más, por lo que yo le contesté siguiendo la broma:
-
Pues sí, así es. De verdad que me alegro mucho por ti, por tu compromiso, pero
es cierto que entre mis planes, además de hacer turismo por este país en el que
nunca he estado, pensaba hacer de nuevo turismo a diario por ese cuerpo tan
sexy que tienes, y el cambio de planes impacta así de golpe. Además, si me
dices cosas como la de antes y tengo que ver a diario ese delicioso culo
apretado por tus pantalones, no me va a quedar otra que matarme a pajas para no
saltar sobre ti.
Nos
reímos, acabamos el café y fuimos a su casa. Me la enseñó y me pareció moderna
y acogedora. La verdad es que Nuria vivía muy bien, se notaba que le iba todo
de cine. Me fijé en lo cómodos que parecían los sofás de su salón y también sus
camas, aunque ya sabía que no iba a poder comprobar su comodidad para tirármela,
para la tristeza de mi polla. Me instalé en la habitación que me indicó, y tras
darme una ducha nos fuimos a cenar.
Tal
y como me había avisado, en la cena conocí a su prometido Néstor. Era un hombre
atractivo y encantador, por lo que entendí que Nuria se hubiese enamorado
locamente de él, un mexicano al que conoció gracias a su trabajo, pues
trabajaban en empresas del mismo sector.
En
la cena me contaron el plan de viaje. El fin de semana iríamos con Néstor ya
que no trabajaba, pero de lunes a miércoles solos Nuria y yo, que se había
cogido tres días libres en su trabajo para hacer turismo conmigo, jueves y
viernes me encargaría yo de conocer los mejores lugares de la ciudad, para de
nuevo el siguiente fin de semana rematar el viaje los tres juntos hasta que
cogiese el avión de vuelta el domingo por la mañana.
No
era mal plan. Lo pasé muy bien conociendo los lugares más emblemáticos del
país, disfrutando de su gastronomía y también de sus bebidas, el tequila y el,
hasta entonces desconocido para mí, pulque. Mientras estuvo Néstor me controlé
y no dije nada inapropiado, sobre todo porque aunque él sabía que Nuria no era
una santa, ella nunca le había contado lo especial que había sido nuestra
amistad a lo largo de los años. De haberlo hecho seguramente no le habría
parecido nada bien que me quedase a solas con Nuria en su casa.
Pero
cuando no estaba Néstor yo me comportaba con ella como siempre lo había hecho,
piropos, comentarios subidos de tono, incluso propuestas de sexo en plan jocoso
de vez en cuando. Por supuesto no tenía ya ninguna intención de que pasase nada
entre Nuria y yo, tenía claro que se iba a casar y lo pensaba respetar. Además
ella correspondía a mis comentarios con otros suyos más fuertes si cabe, como
siempre había hecho también. Eso sí, lo que no me esperaba es lo que ocurrió el
jueves, cuando Nuria ya se disponía a volver al trabajo.
Tras
desayunar, yo salí a despedirla envuelto en una toalla anudada a la cintura y
con mi neceser de ducha en la mano. Dándole dos besos y riendo le dije:
-
Bueno Nuria, espero que disfrutes de un buen día de trabajo, porque lo que es
de este cuerpo serrano no vas a disfrutar nada, a no ser que quieras una última
despedida de soltera caliente. Pero como va a ser que no, lo único caliente que
va a haber aquí es la ducha que me voy a dar antes de salir a pasear.
-
¡Mira! Una ayuda para que tu ducha sea más caliente. – Dijo esto mientras se
giraba, desabrochaba sus vaqueros y se los bajaba inclinándose para mostrarme
su deseable culo tapado únicamente por la delgada línea del tanga negro que
llevaba.
-
Ahora sí que va a ser caliente mi ducha, y no por la temperatura del agua. – Le
contesté. – Si te arrepientes de ir a trabajar y me quieres acompañar, ya
sabes…
-
Va a ser que no, - me miró y se rió -, ¡chao!
Se
acabó de enfundar los vaqueros y entre risas cerró la puerta y se fue. Yo me
quedé entre divertido y caliente, así que tras un poco me fui al baño, me metí
en la bañera y cuando el agua tibia empezó a mojar mi espalda desnuda, bajé mi
mano y empecé a acariciar mi polla, que comenzó a crecer poco a poco entre mis
dedos pensando en la excitante visión del culo de Nuria en pompa. Según iba
subiendo y bajando mi mano por mi polla, mi excitación iba en aumento, y la
dureza de mi rabo también. Estaba disfrutando del placer solitario de una buena
masturbación, acariciándome mientras recordaba ese culo, e imaginaba que su
dueña entraba en la bañera y disfrutábamos de una follada salvaje como hacíamos
años atrás. Mmmm, estaba caliente y duro sí, cuando sonó el timbre de la
puerta…
¿Quién
sería? Decidí no hacer caso y seguir dándome placer imaginando que era Nuria la
que tocaba y yo iba a abrirle desnudo, ella se me tiraba encima y
disfrutábamos… De nuevo sonó el timbre. ¡Joder! ¡Así no había manera! Salí de
la bañera con la polla dura y descalzo mientras trataba de envolverme con la
toalla me dirigí a la entrada. Me fijé en que sobre el mueble de la entrada
estaba su juego de llaves, pero también el mío, por lo que ya tuve claro que
era Nuria que volvía a por sus llaves. Así que, con confianza, abrí la puerta
mientras decía:
-
Por fin te has decidido a pasar del trabajo y venir a disfrutar de este cuer…
No
pude acabar la frase. Tras el umbral de la puerta había una mujer pero no era
Nuria. Era una mujer de unos treinta
años, de pelo negro, como sus ojos. Llevaba unos tacones negros, que junto a su
corta falda también negra mostraban unas piernas bien torneadas y deseables,
pero todavía más deseable era su generoso escote, el que dejaba ver unos pechos
que se intuían grandes y apetecibles, debajo de la apretada tela de su camisa
verde claro, tan apretada iba que parecía que el botón que se encontraba a la
altura de sus pechos iba a saltar en cualquier momento y darme en uno de mis
ojos, esos ojos que se la estaban comiendo.
Tal
vez mi recuerdo sea exagerado, y su visión no fuese tan excitante, pero claro,
con lo excitado que estaba yo en ese momento, sólo la veía así, una mujer tremendamente
sexy y deseable. Tanto que ni me fijé en que en la parte izquierda de su pecho
llevaba una placa con su nombre. Puede que por eso me puse nervioso y no acerté
a atarme bien la toalla, por lo que se soltó y se deslizó hasta mis pies
dejando ver todo mi cuerpo mojado por el agua y desnudo, y lo que era peor, mi
polla bastante dura y apuntando hacia ella en el aire.
-
Lo siento, no ha sido algo intencionado… - Acerté a articular mientras recogía
la toalla del suelo y me la ponía delante de la entrepierna.
Ella
me vio un poco avergonzado y con su acento mexicano me dijo:
-
No se preocupe. Veo que se ha confundido y se ha puesto nervioso. – Y con una
sonrisa añadió. - Creo que aunque la visión de su cuerpo y de su verga dura
resulta apetecible no voy a dejar mi trabajo ni disfrutarle. Así que si hace el
favor de avisar a la señorita Nuria podré entregarle estos documentos.
-
Disculpe de nuevo Desirée, - contesté tras acertar a leer su nombre en la placa
de su pecho -, pero Nuria ha salido para trabajar y no estará en casa hasta la
tarde. Si no quiere volver más tarde se los puedo dar yo.
Ella
puso una mueca de desagrado y me dijo:
-
¡Lástima! Quedé con ella en que me pasaría esta semana porque me dijo que no
trabajaba. Mejor volveré más tarde cuando esté ella, pues ya hablamos de la
oferta que le traigo y era para que mirase las modificaciones que me propuso y
si estaba de acuerdo lo firmase todo para ponerlo en marcha. Gracias de todos
modos, dígale que he venido. ¡Chao! – Para añadir entre risas. - ¡Y tápese bien
antes de abrir!
-
Sí, je, je, lo siento. Yo se lo diré a Nuria. – Le contesté mientras cerraba la
puerta.
Tras
asimilar lo sucedido me volví a dirigir al cuarto de baño. Mi polla ya no
estaba tan dura como hacía un rato. Me metí en la bañera y volví a abrir el
agua, que de nuevo empezó a caer sobre mi piel. Pensando en lo sucedido me
volví a excitar para acabar lo que había empezado antes. Pero ahora a mi mente
no acudía el culo en pompa de Nuria. Las imágenes que iban pasando por mi mente
eran los ojos y los labios de esa mujer, de Desirée, su mirada asombrada, su
lengua sobre el labio… Y por supuesto sus piernas, su falda apretando sus
muslos, su camisa oprimiendo sus pechos, su escote sí. Ya estaba de nuevo
empalmado pensando en Desirée, esa sexy mexicana sería la que hiciera que mi
leche saliese de mí con placer, según mi mano iba masturbando de nuevo mi
polla. Otra vez la sentía dura entre la presión de mis dedos, aunque en verdad
imaginaba que ahora estaba entre las tetas de Desirée, mmmm.
Y
de nuevo sonó el maldito timbre, y además varias veces de forma insistente.
¡Mierda! A este paso no me iba a correr en todo el día creo que pensé con
frustración. Volví a cerrar el grifo, salí y atándome bien la toalla fui a la
entrada y abrí de nuevo la puerta de un tirón. Al otro lado de la puerta estaba
Desirée de nuevo. Sorprendido la saludé de nuevo, y ella tras saludarme con la
mano me dijo:
-
Tengo claro que la dureza de la verga que he visto antes no era por mí, lo que
no sé es si su verga ahora sí se mantiene dura debajo de la toalla por mí. De
todas formas me ha agradado lo que he visto y su forma de mirarme deseoso, por
lo que si le parece bien he vuelto dispuesta a olvidar mi trabajo y disfrutar
de lo que me ha ofrecido al abrir antes la puerta.
Asombrado
por mi suerte le contesté tuteándola ya:
-
Así es. La erección que tengo aquí abajo esta vez es por ti. Me estaba
masturbando pensando en ti, pero lo que propones es mucho mejor.
Ella
entró y cerró la puerta tras de sí para a continuación decirme:
-
Bien, he tardado porque he tenido que pensarme bien lo que iba a hacer. Tengo
claro que tú no eres la pareja de Nuria, así que por ahí no había problema, y
he decidido que el anillo que ves aquí tampoco sea problema, porque hace tiempo
que sólo es decorativo, y aunque sé que mi marido ha estado con otras, yo nunca
le he traicionado, hasta hoy. Por ello, espero que esa verga dura tuya esté a
la altura conmigo en el día de hoy. He llamado para anular todas mis citas de
de trabajo, así que espero que en lugar de jalar tú solo esa verga, me dejes
ser yo la que la vacíe del todo.
Tras
escuchar eso mi polla se endureció totalmente. Al final sí que iba a usar la
casa de Nuria para follar como había imaginado, pero no con Nuria, sino con la
caliente Desirée.
Allí
estábamos ella y yo. Nuestras miradas se buscaron encontrándose llenas de
deseo. Me abalancé sobre ella y mis labios fueron a por los suyos, que se
ofrecieron, muy receptivos por supuesto. El deseo repentino hacía que nuestras
bocas se fundiesen, por lo que nuestro deseo se encendía todavía más. Nuestras
bocas seguían juntas, a la vez que nuestras lenguas jugaban a rozarse, mientras
los brazos recorrían nuestras espaldas.
La
cogí de la mano y estiré de ella para llevarla al salón. Una vez allí, empecé a
desnudarla, desabrochando los botones de su camisa, que poco después cayó tras
su espalda. Se desabrochó los zapatos y con dos movimientos rápidos de pie
salieron volando no demasiado lejos. Bajé la cremallera de su falda y mientras
se echaba de espaldas al sofá tiré de la falda, que también salió volando. Así
ella quedó vestida únicamente por un sujetador y un tanga blancos que dejaban
ya poco a la imaginación. Entonces Desirée se levantó y se me acercó. Llevó su
mano a mi toalla agarrando mi polla erecta por encima.
-
Me gusta, - dijo -, está bien dura. Pero, ¿sabes? Me gusta lamer su primera
gotita, saborearla y sentirla mía.
Tras
decir eso, me soltó la polla y tiró de la toalla, que se llevó en la mano desanudándola
con su tirón. Mi corazón se aceleró porque sabía lo que iba a hacer. Ella se
quedó mirando mi polla bailar en el aire, hasta que se puso en cuclillas
delante de mí, con su mano echó para atrás la piel dejando mi capullo visible,
y acercando ya su lengua la pasó por la punta una y otra vez, para volver a
decir:
-
Mmmm, me encanta esa primera gota tan llena de deseo…
Sí,
la primera gota fue suya. La saboreó bien pasando la lengua alrededor de sus
labios. Y sus ojos miraban a los míos. Acercó de nuevo sus labios a mi polla.
Me gustaba el tacto cálido de sus manos subiendo y bajando a la vez que posó
sus labios y se fue introduciendo un poco de mi carne dura en su boca. Sus ojos
seguían clavados en los míos, y eso me excitaba más.
Empezó
a succionarme la punta mientras sus manos iban y venían girando alrededor de mi
tronco. Su mamada me estaba poniendo a mil, aunque también se notaba que ella
estaba disfrutando. Siguió comiéndomela, cada vez su boca avanzaba más por mi
polla, y yo cada vez más salido, tanto que la cogí del pelo y le dije:
-
Sí, vamos, trágatela toda…
Desirée
así lo hizo. Su boca avanzó succionando y lamiendo, poco a poco. Me estaba
volviendo loco de placer, hasta que llegó hasta su garganta y sufrió una
arcada. Retrocedió, pero poco después volvió a avanzar de nuevo hasta el fondo.
Tenía ante mí a una experta come pollas. Aproveché que estaba quieta para
soltar su pelo y desbrochar su sujetador. Ella ayudó con sus manos a que cayese
por delante, y desde esa posición pude ver por primera vez sus pechos al
completo. Eran grandes, con la belleza de lo natural, nada de silicona, una
aureola oscura y grande como una galleta Oreo, y unos pezones excitados ya del
tamaño de un dedal. ¡Qué buenas tetas!, pensé.
Sus
ojos se volvieron a clavar en los míos, así pudo comprobar lo complacida que
estaba mi mirada por lo que veía y por lo que sentía. Sin previo aviso su boca
empezó a moverse adelante y atrás, apretando sus labios cada vez más fuerte. A
veces salía del todo y succionaba con fuerza mi glande, lo que hacía que se me
escapasen gemidos cada vez más seguidos. Entonces Desirée me lamía con su
lengua y de nuevo se ponía a subir y bajar por mi polla una y otra vez. Me di
cuenta de que si seguía así no iba a aguantar mucho, por lo que entre gemidos
le dije:
-
Si no paras me voy a correr rápidamente…
-
Sí, - me contestó -, ya me doy cuenta por tus gemidos. Pero es lo que quiero,
deseo que te corras así y que me llenes la boca con lo que salga de tu verga.
Después
de escuchar eso, apenas tardé en soltar mi leche caliente en su boca, bastaron
un par de movimientos y me puse a descargar abundantemente mientras gemía con
la respiración acelerada. Pude ver como su boca no pudo con todo y parte de mi
leche resbalaba por la comisura de sus labios. Una vez me la dejó seca, se
levantó y me besó, pasando parte de la leche que había recibido a mi boca. Yo
no hago ascos a eso, por lo que también la besé apasionadamente compartiendo mi
sabor con ella.
-
¿Te gustó como lo hice? – Me preguntó una vez se separaron nuestros labios. A
lo que yo le contesté:
-
Claro, pero esto no se ha acabado aún.
Una
vez pronuncié mi última frase la volví a besar apasionadamente. Me daba la
impresión de que el salón estaba en llamas de tanto deseo que se respiraba.
Después de besarle los labios, mi lengua descendió lamiendo su cuello, hasta
llegar a sus hombros que también lamí, entre mordisquitos suaves. Notaba como
su respiración se empezaba a acelerar, según iba bajando hasta llegar a sus
pechos. Una vez allí me puse a lamer con dedicación subiendo hasta la cima,
llegando a su pezón de chocolate, el que mordisquee dando un tironcito. En ese
momento ella dio un respingo, lo que me gustó.
No
quería envidias de su otro pecho, por lo que cambié y le di el mismo
tratamiento, mordisqueando también su otro pezón mientras a Desirée se le
escapaba un gemido más agudo. Me agaché un poco y empecé a descender por su
abdomen, superando y jugando con su ombligo, bajé más hasta que entre su excitación llegué a su tanga blanco,
que aún tenía puesto.
Fui
lamiendo por encima de la tela. Mi lengua la notaba humedecida, incluso mojada
cuando tras separar sus muslos con mis manos pude lamer más certeramente en la
zona de su entrada. Me gustó sentirla mojada y excitada por mí. En ese momento
empecé a lamer sobre su tela hacia arriba. Con mis manos comencé a bajar su
tanga desde sus caderas, por sus muslos, por sus piernas, hasta llegar a sus
pies, que levantó uno tras otro para que lo pudiera sacar. Me lo acerqué, lo
lamí y lo lamí, lo que a ella le gusto. Pero estaba tan mojada su prenda que no
pude evitar darle un último lametón.
En ese momento Desirée separó un poco más sus piernas, y yo acepté la
invitación. Con mis manos en sus muslos, acercándose a su entrepierna, volví a
acercar mi boca, mis labios, mi lengua… Tras separar sus pliegues con mis dedos,
por fin lamí su coño depilado y desnudo, me encantó su sabor, el sabor de su
humedad. Empecé a subir y bajar la lengua, le gustaba, lo notaba en la
expresión de sus ojos, de puro placer, y en sus gemidos por supuesto.
Así que me volví a centrar en su rajita. Bajé la lengua, subió, bajó, y volvió
a subir, hasta que encontré su clítoris, hinchado. Mi lengua se dedicó a él, lo
lamió dándole vueltas, rozándolo sin parar entre gemidos. A la vez empecé a
llevar un dedo hacia más abajo, justo a su entrada. Lo empujé y entró con
facilidad, estaba muy mojada. La miré otra vez, y su mirada me decía que no parase,
lo que yo no hice. Volví a lamer, mientras mi dedo empezaba a entrar y salir de
ella. Los gemidos empezaban a inundar el silencio del salón.
Acerqué otro dedo, y empezó a entrar, entraron los dos, y seguí con ese mete
saca sin parar de rozar con mi lengua en su clítoris. Le gustaba tanto que me
cogió la cabeza y la empujó aún más contra su coño, como si no quisiera que me
separase nunca. Pero yo no lo iba a hacer, no, Me encantaba lamerla. Además,
estaba buscando saborear su corrida, como ella antes la mía. Quería que su
néctar regase mis labios. Por eso no paré, cada vez se lo lamía más rápido,
cada vez, mis dedos entraban y salían más rápido hasta que Desirée no pudiese
más. Entonces seguiría hasta el final, hasta que ella apretase mi cara contra
sí, para disfrutar más mi roce. Sus fuertes gemidos y su respiración acelerada
me anunciaban que su orgasmo estaba cercano, por lo que la lamí más y más,
entrando y saliendo a la vez con los dedos. Su pelvis se arqueó indicándome que
venía su corrida, sus piernas temblaron, y la escuché gritar:
- ¡Siiiiiiiiiiiiii! ¡Me corroooooooo!
Aún así mi
lengua no paró hasta que por fin me dio lo que quería. Su abundante corrida. Lamí
más, quería todo lo que pudiera salir. Y salía más, todo para mí… La miré. La
vi disfrutar, jadear, mientras recuperaba el aliento. Y una vez lista, más
relajada, la volví a besar, para que ella supiera también a qué sabía su
corrida, mmmmm. Volví a mirar a sus ojos, y la vi feliz, como lo estaba yo.
Pero no sólo estaba feliz, también seguía a tope, puesto que el ponerme a darle
placer había hecho que mi polla resucitase con toda su energía.
- ¿Cómo lo
llevas? – Pregunté a Desirée.
- Muy bien,
- me contestó -, pero tengo ganas de más, y por lo que veo ahí abajo tú
también. Me gusta lo fácil que se pone dura tu verga.
- Se pone
dura por ti. – Le dije sonriendo. – Por esa mujer casada que me he encontrado
por casualidad tan lejos de mi casa. Eres como la fruta prohibida que no puedes
evitar morder.
Una vez dije
eso me abalancé una vez más sobre ella y besé sus labios, pero también los
mordí, estirando de ellos. Lo mismo hice con sus orejas y la piel de su cuello,
lo que a ella pareció gustarle porque dio unos gemidos de aprobación. Pasé mi
mano por su entrepierna y por supuesto que seguía mojada, subí la mano y
nuestras lenguas se rozaron al devorar mis dedos con el sabor de su coño.
Tras ello la
cogí de la mano y la arrastré a mi habitación. Cuando estuvo a la altura de la
cama la empujé cayendo hacia atrás sobre el colchón. Yo me puse sobre ella en
la cama, de rodillas, y ella mirándome la polla me dijo:
- Quiero
volver a chupártela, que antes me ha gustado mucho. – Y con su dedo me hizo un
gesto para que me acercase.
Fui
avanzando por encima de su cuerpo con mi polla tiesa. Al llegar a la altura de
sus pechos me estorbaron. Es que sus tetas eran bastante grandes. Cogí mi rabo
y rocé con el capullo en sus pezones, primero en uno y luego el otro. En ese
momento Desirée me la agarró y escupió sobre ella y entre sus pechos. Me la
puso ahí y me empezó a masajear apretando con sus tetas. Yo empezó a moverme
como si me follase sus pechos y ella empezó a lamerme la polla cada vez que
avanzaba. Era un masaje muy placentero.
- Así, una
rusa y un oral al mismo tiempo. – Dijo.
Tras un rato
así me volvió a agarrar la polla y la llevó a su boca. De nuevo me la lamió y
la chupó. Se la metía y la sacaba de su boca una y otra vez, hasta que se la
sacó del todo para ir lamiéndomela por debajo. Cuando llegó a mis testículos me
estremeció el roce de su lengua. Me lamió los huevos, uno tras otro y su lengua
se fue de nuevo hasta mi polla. Yo empezaba a gemir, por lo que tras lamerla un
poco más paró. Levantándose un poco se acercó a mí y me preguntó:
- ¿Tienes
preservativos?
La pregunta
me pilló desprevenido, pero no desprovisto, por lo que le contesté:
- Sí, tengo
una caja de condones. No los traía para usarlos contigo, pero me van a servir
contigo.
- ¡Calla y
póntelo! – Me gritó.
Obedecí. Saqué
la caja de mi bolsa y tras abrir el envoltorio de uno de los condones me lo
puse con cuidado. Desirée me volvió a gritar una vez me lo vio puesto.
- ¡Me urges!
¡Tómame!
Yo me fui
hacia ella con la polla enfundada. Cuando iba a penetrarla decidí que aún no,
por lo que me agaché y llevé mi cara entre sus muslos. Separé sus pliegues con
mis dedos para que mi lengua la lamiese mejor. Ella levantó las piernas y las
separó dejándolas dobladas por las rodillas. Así estaba tremendamente ofrecida.
La seguí lamiendo un poco más mientras ella gemía. Encontré su clítoris
bastante hinchado y lo rocé circularmente con mi lengua, lo rocé más, hasta que
de nuevo Desirée me gritó:
- ¡Vamos!
¡Cógeme de una vez!
Y eso hice.
Acercaba mi polla dura a su coño, pero
ello alargó su mano y me la agarró diciéndome:
- Me gusta
ser yo quien la guíe. Subirte la temperatura más al sentirla entre mis dedos.
Acariciarla según la llevo.
Yo gemía por
la caricia y por lo que me estaba diciendo, hasta que la puso en su puerta. En
ese momento de un empujón se la metí entera.
-
¡Aaaaaaaah! – Gritó.
Una vez toda
dentro de ella, la miré y vi fuego en sus ojos. Sin duda quería marcha de la
buena, por lo que empecé a bombear. La sacaba despacio y se la metía de golpe,
hasta que mis huevos chocaban contra ella. Así una y otra vez, acelerando con
cada embestida, mientras ella gemía. Pasó sus piernas por detrás de mi espalda
apretándome más contra ella. Yo seguía follándola, bombeando, adelante y atrás
una y otra vez, una y otra vez, más rápido, más fuerte, mientras sus gemidos se
mezclaban con los míos…
- ¡Ahora no
pares! ¡Me voy a correeeeer! ¡No pares! Siiiiii. – Gritó Desirée.
Su cuerpo se
arqueó, empezó a temblar y se corrió como una posesa. Una auténtica pasada.
- No te
preocupes. Tú sigue. Soy multiorgásmica. – Me dijo. – Haz conmigo lo que
quieras.
Tras decir
eso, saqué mi polla de su empapado coño y le di la vuelta poniéndola a cuatro
patas. Me puse tras ella y se la volví a meter de golpe. Según la metía y la
sacaba se escuchaba el chapoteo de su encharcado coño, y los gemidos, los suyos
y los míos, pero sobre todo los suyos. La verdad es que ya no supe si hasta el
final de la follada se corrió más, o estaba en un orgasmo constante. Me eché
sobre ella y cogí sus pechos desde atrás manoseándolos, estrujándolos, sobándolos
bien sin dejar de follarla, hasta que decidí cambiar de agujero.
Mi anterior y
abundante corrida hacía que ahora tuviese mucho más aguante, aunque ya veía
cerca el momento. Parar me vino bien. Empecé a meter un dedo en su coño para
luego, así mojado, meterlo en su ano e ir dilatándolo.
- ¿Quieres
cogerme el culo? – Me preguntó Desirée. – Bien, hazlo bien fuerte, cógemelo
bien duro. Me quiero volver a correr.
- Y lo
harás. – Le contesté. – Cuando yo me corra dentro de ti.
Fui llevando
el dedo de su coño a su culo una y otra vez. Luego empecé a meterle dos dedos,
a girarlos, sacarlos y volverlos a meter. Cuando consideré que estaba lista
llevé mi capullo a su ano y poco a poco empujé. Desirée gritó por la impresión
y acaricié su clítoris desde atrás mientras poco a poco iba empujando metiéndole
toda mi polla por su culo estrecho.
Una vez la
tuve toda dentro llevé mis manos a sus nalgas y empecé a bombear. Desirée llevó
su mano a su entrepierna para sustituir el roce de mis dedos en su clítoris y
disfrutar más de la enculada. Yo seguí metiendo y sacando mi dura verga de su
culo, una y otra vez, empujando con ganas, como ella quería. Me encantaba
escuchar sus gritos y jadeos según mi polla entraba en su culo, pero ya me
quedaba poco, por lo que empecé a acelerar mis embestidas.
- Uuuuuuuf,
no puedo más, me voy a correr yaaaaaa. – Le grité.
- Sí, ¡hazlo!
– Me contestó ella. – Dale fuerte a mi culo y llénamelo de leche, de tu leche
de macho. Yo también estoy a punto… ¡Dioooooooos! ¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii!
Y ella se
corrió una vez más justo antes que yo. Que tras un par de embestidas, notando
las contracciones de su ano sobre mi polla, debidas a su corrida, no pude
aguantar y me corrí llenando el condón con los chorros de mi leche.
-
Siiiiiiiiiiiii, yo también, siiiiiiii, ¡qué placeeeeeeer!
Por un
momento nos quedamos los dos así, inmóviles, disfrutando de nuestros orgasmos,
hasta que ella se dejó caer sobre la cama. Mi polla salió de su culo y yo me
saqué el condón y lo tiré. Después me eché a su lado boca arriba acariciando su
culo mientras comentábamos lo sucedido.
Estuvimos
hablando así un rato mientras recuperábamos energía. Ella me preguntó qué es lo
que me había llevado a México y yo se lo conté todo, escuchando su risa
divertida. Desirée también me contó cómo iba su relación matrimonial, y que
tenía sexo casi por obligación sin apenas ya pasión, no como lo que había
sucedido conmigo. Me preguntó hasta cuándo estaría yo allí, y le dije que hasta
el domingo, a lo que ella me contestó, que el sábado volvía a casa su marido,
pero que antes podríamos repetir. Yo le dije que no sería fácil porque Nuria
tenía planes conmigo por las tardes, y ella me pidió por favor que no le
contase nada a Nuria, le di mi palabra de que no lo haría y así lo hice.
Poco después
Desirée me dijo que se iba a dar una ducha para vestirse y seguir con su vida.
Le indiqué dónde estaba el baño y yo me quedé un rato descansando sobre la
cama. Cuando se levantó me quedé alucinado de la mancha que su corrida había
dejado sobre la cama. Era una mujer de grandes y múltiples orgasmos, no tenía
yo mucha experiencia con mujeres así, pero me gustó claro. Cerré los ojos para
decidir si iba y la acompañaba en su ducha con la intención de follármela una
vez más dentro de la bañera, pero por lo visto me quedé dormido, ya que cuando
desperté un buen rato después, tenía a mi lado una tarjeta de visita de
Desirée, con su teléfono claro, y por detrás había escrito: “Antes de irte a
España llámame. Un beso.”
Sólo de
pensar en llamarla mi pene se estremeció y aunque estaba algo dolorido, empezó
a empalmarse. Aparté la idea de mi mente y comencé a recoger y ordenar lo que
habíamos revuelto con semejante follada. Me fui al baño y me di una ducha lenta
y relajante. Al poco de salir de la ducha, aún envuelto en la toalla mientras
me secaba la cabeza, volvió a sonar el timbre. Pensé, no puede ser otra vez
Desirée…
Y no lo era.
Tras abrir la puerta vi a Nuria que me dio dos besos y me dijo que se había
dejado las llaves. Poco después me arreglé y nos fuimos a comer. Le conté que
al final me había quedado descansando en casa y no había salido, y que había
venido una comercial, una tal Desirée a traerle unos documentos, pero que volvería
a pasar en otro momento para dárselos en persona. Y mientras lo decía pensé que
el momento podría ser al día siguiente por la mañana, cuando de nuevo no
estaría Nuria, aunque seguramente debería volver otro día, porque aquí podéis ver lo que pasó.
He caído por aquí sin saber muy bien lo que buscaba, pero a nadie le amarga un dulce, así que me ha gustado lo que he leído. ¿Sensación que has provocado? Calor, mucho calor con tu relato..
ResponderEliminarVolveré a seguir leyéndote.
¡Hola Dama En La Calle! Muchas gracias por tu comentario. Espero que cuando leas más cosas mías también te gusten como ésta. Me alegra haberte producido calor, es uno de los objetivos, je, je.
EliminarBesos morbosos.
Eros