El pasado miércoles me
miré al espejo mientras me peinaba y vi que ya me tocaba un buen corte de pelo.
De normal me gusta llevar el pelo corto, y esta vez me había pasado un poco
pues por el cuello asomaban unos pelos desastrosos y por encima de las orejas
ya asomaban también los pelos. ¡A veces soy un desastre! Y no es porque no me
guste ir a la peluquería, al contrario, con lo bien que me trata mi peluquera.
Así que cogí mi móvil y llamé a mi peluquera. Me contestó y me dijo que tenía
una semana complicada, pero me podía coger el jueves a última hora de la tarde,
a eso de las ocho, a lo que yo le contesté que bien, que no había problema.
La verdad es que voy
muy a gusto a que me corte el pelo mi peluquera María. De pequeño iba a una
barbería, a la que me empezó a llevar mi padre. Pero una vez llegué a la edad
del pavo, ésa ya no me valía, así que tras probar alguna que otra peluquería,
me quedé en la de María, a la que siempre le he sido fiel, y eso que estamos
hablando ya de una relación de unos 25 años, ¡mucho más de lo que duran algunas
relaciones de pareja!
Creo que en todo este
tiempo nunca me ha hecho un corte de pelo que me disguste, así que confío
plenamente en ella, tanto en sus tijeras como en su asesoramiento para mi
corte. Por supuesto, tanto año cortándome el pelo, ha hecho que tengamos una
gran confianza y por qué no decirlo una enorme complicidad. María y yo podemos
hablar de cualquier cosa, y más aún si como en esta ocasión, me corta el pelo a
última hora. Durante años siempre fue así, ya que yo estudiaba fuera, y volvía
al pueblo los viernes bien entrada la tarde, por lo que solía ser su último
corte del viernes.
Como decía, María y yo
podemos hablar de cualquier tema. A lo largo de los años los hemos tocado
todos: de cómo marcha el pueblo, de cómo va su negocio, de la familia, de su
hija, de política, de cine, de literatura, de nuestras relaciones e incluso de
sexo. Eso sí, todo siempre con muy buen rollo y también con mucha complicidad.
Es por ello que muchas veces he pensado que de no haberla conocido yo
felizmente casada, entre ella y yo podía haber pasado algo. Pero siempre me
pareció algo imposible puesto que por lo que siempre me había contado María,
era muy feliz en su matrimonio y estaba muy enamorada de su papi, como ella
llama a su marido. Al que por cierto, también conozco porque algún viernes
venía a buscarla a la peluquería, y entre los tres nos pegábamos una buena
hartada a reír. Además, siempre le he señalado la suerte que había tenido de
encontrar a María antes que yo, a lo que él me contestaba que en verdad no
sabía lo que me perdía, ya que ella era una mujer fantástica, y en la cama una
auténtica fiera llena de imaginación.
Todo esto siempre de
buen rollo y con mucho humor. Pero la verdad es que a mí María siempre me pareció
una mujer muy deseable y sexy. Es cierto que yo empecé a ir a que me cortase el
pelo a eso de los 15 años y que uno a esas edades anda más salido que un mono,
pero el paso del tiempo no me ha hecho verla de forma diferente, y si entonces
más de una vez acabé empalmándome por sus mimos, no voy a negar que a día de
hoy también me ocurre.
A mí me parece de lo
más normal que me suceda, puesto que como ya he dicho María ha sido y es una
mujer muy sexy. Su pelo ha ido cambiando de formas y colores a lo largo del
tiempo, para algo es una buena peluquera, y hoy en día es de color negro
azabache y muy rizado. A veces lleva gafas, no siempre, que disimulan unos
expresivos ojos marrones. Tiene una bonita nariz sobre una boca de labios
sensuales, cuya sonrisa es capaz de derretir el hielo. De cuerpo es
espectacular, y eso que ya ha superado los cuarenta años. Es delgada, de poco
culo pero con unas buenas tetas que nunca ha disimulado, ya que si no lleva un
buen escote, lleva un jersey ceñido, a juego con sus pantalones también
ajustados para dejar poco espacio a la imaginación.
Si al cuerpazo que se
gasta le añadimos que se pasa todo el tiempo tocándote, pues uno sale la mayor
parte de las veces caliente de la peluquería, y lo peor es que sé bien que a
ella le gusta que así sea. El masaje sobre el cuero cabelludo cuando me lava el
pelo, los roces de sus pechos sobre mi cabeza, mis hombros o mis brazos, sus
manos sobre mis muslos cuando me gira en la silla, sus dedos acariciando mis
mejillas o mi barbilla cuando me cambia la posición de la cabeza acompañado de
la visión de su escote en el espejo, o cuando sin ningún pudor se recoloca las
tetas delante de mí diciendo que ya está cansada y le pesa todo, son cosas que
han hecho que me caliente y me empalme a veces de forma evidente, sobre todo si
llevo algún pantalón ceñido que marca el bulto, o algún chándal o bermudas que
sin disimulo muestran la tienda de campaña.
María nunca se ha
tomado mis empalmes a mal pues me ha dicho cosas como apunta con tu arma para
otro lado que estoy en la línea de fuego o que me tendría que cobrar un plus
por lo que disfruto sus cortes. Yo tampoco me he quedado corto nunca y le
contestaba cosas como que si no tuviese marido seguro que no salía de la pelu
empalmado o que si no llevase unas tijeras en las manos iba a ver bien lo que
guardaba bajo la capa… Todo ello siempre entre risas y bastante cachondeo, sin
intención de pasar nunca de ese juego cómplice, al menos hasta esta última vez…
Como es de imaginar,
más de una vez tras cortarme el pelo y llegar a casa, me he masturbado pensando
en María, en su cuerpo y en todos sus roces. Y es que es algo que no se puede
evitar, llegas caliente con algo duro en la entrepierna que pide ser aliviado.
Entro a casa y me saco los pantalones en un instante, voy al baño, me bajo mis
bóxers y cojo mi polla morcillona. La acaricio mientras se pone dura por pensar
en María. Empiezo a subir y bajar mi mano por la polla despacio, saboreando el
momento mientras rememoro en mi mente su escote reflejado en el espejo, mmmm.
Acelero los movimientos de mi mano subiendo y bajando por todo lo duro al
pensar en los roces de sus tetas en mis brazos, en la presión de su pecho en mi
cabeza, mmmmmm. Acaricio mi capullo cuando recuerdo como me acariciaba la cara
con sus manos, mmmm, para ya masturbarme salvajemente cuando recuerdo las
palabras calientes que ha dicho sobre mi empalme, con esa voz tan sensual,
mmmm, mmmmmm. Hasta que subo y bajo a toda velocidad mi mano por toda mi polla,
apretándola, exprimiéndola, mmmmm, pensando de nuevo en su escote, en su
canalillo, mmmmmm, para correrme sin remedio, disparando mis chorros de leche
caliente, mmmm, ahhhhh, siiii, María como me pones, uffffff. Y ya bien
aliviado, tras limpiar el estropicio, puedo seguir con mi rutina.
Cuando llegué este
jueves, ya me imaginaba saliendo empalmado de nuevo. Llegué unos minutos tarde.
Toqué el timbre y me abrió. Le pedí disculpas por el retraso, ella me dijo que
no pasaba nada y tras cerrar con llave se metió hacia la zona de corte. Miré
hacia dentro y comprobé que no quedaba nadie, así que como casi siempre
estábamos solos. Me fijé en ella según caminaba. Llevaba unos vaqueros azules
algo ajustados que mostraban bien la forma de sus piernas y su culito. En la
parte de arriba llevaba un jersey gris con mangas que llegaban hasta un poco
más bajo de sus codos y con un buen escote, que dejaba ver bien buena parte de
su canalillo. Estaba que lo rompía…
Dejé mi chaqueta en una
percha del armario y me dirigí hacia dentro. Me senté en la silla delante del
lavabo y María me puso una toalla blanca sobre los hombros, antes de echarme la
cabeza hacia atrás. Abrió el grifo y escuché el chorro del agua caer, hasta que
cayó sobre mi cabeza mojando todo mi pelo. María me preguntó si estaba bien el
agua y yo le dije que sí. Empezó a lavarme el pelo, echó el champú y empezó a
masajearme como ella sabe, haciendo que la piel de mi nuca y de mi espalda se
erizase. Me lo enjuagó y de nuevo me echó el acondicionador, masajeándomelo
suavemente de nuevo. Ese roce tan sensual, ya estaba haciendo que buena parte
de mi sangre se fuese a mi entrepierna, y empezaba a llamar la atención el
bulto que se estaba formando en los vaqueros ceñidos que llevaba.
- ¡Vaya! – Exclamó
María. – Veo que hoy tu empalme no se ha hecho de rogar. ¡Si apenas te he
tocado aún! – Añadió mientras ya me enjuagaba nuevamente.
- ¿Y qué quieres? – Le
contesté yo. – Es algo que no se puede evitar. Además, tienes unas manos que
levantan pasiones y lo que no lo son. – Dije señalando hacia mi entrepierna.
Ella se rió y terminó
de enjugarme. Me echó la cabeza hacia delante y con otra toalla me secó un poco
el cabello. Después me hizo pasar al sillón de corte. Yo me senté mientras ella
iba al armario. Cogió una capa de una percha y volvió con ella. Me la puso por
encima, por delante y cerró la parte del cuello mientras me decía:
- ¡Listo! Así ni te
caerán pelos ni sabré lo que se cuece por ahí abajo.
- No lo verás María,
pero seguro que tu imaginación supondrá bien lo que pasa cada vez que me tocas.
– Le contesté yo.
De nuevo se rió y se
preparó para cortarme el pelo cogiendo las tijeras y el peine. Ya me estaba
cortando el pelo, cuando paró y me dijo:
- Uf, hoy ha sido un
día duro. Estoy cansada y ya no soporto más la presión. Espero que no te
importe pero me lo tengo que quitar ya.
Y dicho esto pude ver
por el espejo como llevó sus manos a la espalda por el interior del jersey para
desabrochar su sujetador. Luego con una mano por delante bajo el tirante por
dentro de la manga y lo sacó de ese brazo para repetir lo mismo con el otro
tirante y sacar el sujetador por debajo del jersey diciendo:
- Ya está, por fin
libres, ¡qué ganas tenía!
Yo tras ver la escena,
estaba más cachondo todavía. ¡María se había quitado el suje conmigo! Ella tiró
su sujetador a otra silla y de nuevo se puso a cortarme el pelo. Se puso a
cortar desde atrás y yo notaba la presión de sus tetas en mi cabeza y en mi
nuca. Eso me gustaba, y me estaba excitando más, mmm. Se puso a cortarme por a
lado con sus tetas sobre mi mano mientras yo veía cómo sus pezones se marcaban
a través del jersey, mmmm. Eso ya no era soportable, así que procurando que no
se diera cuenta desabroché la correa y los botones de la cremallera porque la
presión en el vaquero era insoportable, uffff. De paso aproveché para darme
alguna que otra caricia claro. Ella se puso al otro lado y me cortó por ahí
para terminar igualándome el flequillo. Y mientras yo con una calentura de mil
demonios…
Tras ello María cogió
el secador y me apuntó con él como si fuese una pistola diciéndome:
- ¡Deje todo lo que
tenga entre manos y ponga las manos donde yo las pueda ver!
- ¡A sus órdenes! – le
contesté yo mientras sacaba las manos por los laterales de la capa y las ponía
hacia arriba.
- ¡Vaya!, - añadió
María mientras tiraba de la capa hacia atrás haciendo que se notase mi bulto, -
parece que escondes un arma.
Dicho esto soltó la
capa de mi cuello y me la quitó. Entonces vio que tenía mi pantalón
desabrochado y la tienda de campaña plantada en el bóxer. Dejó la capa en otra
silla y sensualmente se dirigió a mí:
- Ummmm, venga vaquero,
vamos a ver quien desenfunda primero. Tres, dos, uno…
Y como ella se había
puesto su secador-pistola detrás fui yo el que desenfundó primero. Bajé mi
bóxer y salió mi pene duro como un resorte moviéndose agradecido por estar al
aire libre. Pero para mi sorpresa María no sacó el secador. Sus manos fueron a
su pecho y mientras una mano bajaba el escote de su jersey con la otra sacó
primero una teta y luego la otra, quedándose apuntando hacia mí con ellas. Como
siempre había intuido tenía dos tetas grandes y bien puestas, con unas areolas
grandes rematadas por unos pezones bien duros, tanto que parecían dos dedales.
- Tú disparo me ha
rozado, pero los dos míos te han dado de lleno, así que ya eres mío. Y no
pongas esa cara, ¿es que creías que solo tú tenías cosas duras hoy? – Dijo
María.
- Pues ya veo que no.
Vaya par para comérselo… - Contesté yo. - ¿Qué te pasa hoy María? Te veo más
caliente y descarada que nunca.
- La verdad es que sí,
- me respondió ella, - pero espera que recoja un poco esto. Tú no te muevas de
ahí.
Cogió la escoba y el
recogedor y limpió todos los pelos que quedaban por el suelo. Después ya se
puso delante de mí y me hizo señas para que mirase. Se desabrochó el pantalón y
lo dejó caer sobre sus pies, para a continuación sacarse los zapatos y el
pantalón. Quedó ante mí con un tanga negro y su jersey bajado a la altura del
escote enseñando sus pechos. Además como estaba delante del espejo, la podía
ver por detrás. Así vi que tenía un culito de vicio, ¡qué ganas de meterle
mano, mmmm! A continuación María separó un poco sus muslos y con una mano
apartó el tanga dejándome ver su rajita depilada. Era deliciosa, mi polla
estaba ya más que dura, y yo no me creía lo que María estaba haciendo. Pero aún
quedaba más. Con sus dedos separó sus labios vaginales y estiró de un palito negro
que se veía. Ante mi sorpresa aparecieron unas bolas chinas que salieron
mojadas de su coño.
- Mmmmmm. – Gimió
María mientras sacaba sus bolas. – Ya
ves por qué estaba hoy tan caliente. Tenía que hacer gimnasia para reforzar el
perineo. ¿Qué te parece?
- Buena gimnasia sí. –
Le contesté. – Pero no tengo claro a dónde nos va a llevar esto.
- Si no eres tonto lo
tienes más que claro. – Me replicó ella. – Tú no pienses en nada de lo que pase
aquí hoy. Disfruta y déjate llevar que llevábamos tiempo rondándolo.
Yo asentí y me decidí a
disfrutar del increíble cuerpo de María y de su calentura. Mientras yo me
sacaba mis zapatos y toda mi ropa hasta quedar desnudo, ella se sacó las mangas
y las enrolló en el jersey bajándolo un poco. Le quedó como una especie de
cinturón en el abdomen. Luego se quitó el tanga y vino hacia mí. Me empujó
suavemente sobre el sillón y me besó. Nos comimos la boca y jugamos con
nuestras lenguas hasta que se separó y se arrodilló. Cogió mi polla dura con la
mano y llevó su boca. Me empezó a besar el capullo hasta que abrió la boca y se
metió mi polla entre sus labios, mmmmmmmm, ¡qué sensación! ¡Mi peluquera me
estaba comiendo la polla!
Por mi parte, alargué
la mano y la llevé al coñito de María. Pasé mis dedos, y al instante se me mojaron.
Los acerqué a mi boca y los lamí quedándome ya con el sabor de su coño. Ella me
miraba a los ojos mientras me la mamaba y le gustó lo que hice porque gimió,
mmmmmm. Pero no por ello dejó de apretarme la polla con su mano y de subir y
bajar con su boca por todo mi tronco, en una de las mejores mamadas que
recordaba, mmmm. Devolví mi mano a su entrepierna y comencé a frotar su
clítoris a la vez que María gemía ahogadamente por la presencia de mi dura
polla en su boca, mmm, mmmm.
Seguí rozando su clítoris
a la vez que metí un dedo en su mojado coño, y luego dos. Metía y sacaba los
dedos como si la estuviese follando con ellos, y ella gemía, mmm, mmmm. Pero no
por ello dejaba de mamar, su boca subía y bajaba por toda mi polla una y otra
vez, mmmm, mmmm, mmmmm. Si seguía mamándome así me iba a correr sin remedio, y
yo quería follarme ese coño empapado antes de hacerlo. Se lo dije y María se
levantó. Fue hacia el baño, saliendo al instante con unos condones. Abrió uno y
con gracia me lo puso con la mano colocándolo bien, uffff.
Sin mediar palabra
María se subió al sillón y pasó sus piernas a ambos lados de mí. Yo cogí mi
polla y le di unos golpecitos con el capullo a su clítoris para luego apuntarlo
en su húmeda entrada. Cuando estuvo ahí, ella se dejó caer metiéndose toda la
polla de golpe, mmmmmm, mmmmmm. Y después empezó a levantarse y agacharse, a
subir y bajar por mi polla como una experta jinete. Yo veía su cabalgada en el
espejo de detrás, ese culo subiendo y bajando, y mi polla apareciendo y
desapareciendo, mmmmm. Con mis brazos eché a María hacía mí de modo que sus
tetas quedaron a la altura de mi boca. Así mientras ellas me cabalgaba, yo
apretaba sus tetas entre mis manos y con mis labios mordisqueaba esos pezones
tan duro que tenía entre los gemidos de ambos, mmm, mmm, mmmmm. Ella seguía
cabalgándome sin pausa, arriba, abajo, arriba, abajo, mmmm, mmmm. En un momento
dado paró diciéndome:
- Me gustaría que me
metieses un dedito en el culito y me lo dilatases bien, mmmm.
Y yo así lo hice
pensando que me iba a follar ese culo que veía en el espejo. María volvió de
nuevo a subir y bajar sobre mí mientras yo ensalivé uno de mis dedos y lo llevé
a su ano varias veces poniéndole saliva y masajeándoselo bien, hasta que vi que
el dedo entraba ya bien y se lo metí moviéndolo dentro de su culo. Luego probé
con dos y entraron bien, los metía y los sacaba suavemente mientras ella me
cabalgaba. Hasta que de nuevo María se paró y me dijo:
- Ummmmm, como estoy
disfrutando, ¿y tú?
- Enormemente María, me
tienes a mil, mmmm. – Contesté yo. Y a continuación ella gritó:
- ¿Ves papi? Él se lo
está pasando bien con su polla follándome el coño. ¿Por qué no vienes y me
follas el culo?
Ante mi estupor, del baño
oscuro salió su marido completamente desnudo con su polla dura en la mano.
Estuvo a punto de pasárseme la calentura por el susto pero su marido me saludó
tranquilamente. Estaba claro que todo esto lo habían planeado y que yo había
sido la víctima de su juego, una víctima con mucha suerte por supuesto. Ahora
entendía bien lo que había querido decir María con que me dejase llevar…
- ¡Qué cabrones! – dije
yo. Ellos sonrieron y se prepararon para seguir con la diversión.
El marido se puso tras
el culo de su mujer y, tras ensalivar bien su capullo, apuntó al ano que yo
había dilatado y empujó lentamente hasta meterle toda su polla.
- ¡Vamos papi! ¡Rómpeme
el culo como tú sabes! – Gritó María. Para luego decirme a mí. – ¡Y tú fóllame
desde abajo cabrón!
Y eso hicimos. Yo subía
y bajaba mi pelvis metiendo y sacando la polla del su coño, mientras su marido
empujaba fuerte desde atrás metiendo y sacando su polla del culo de su mujer.
Además, a cada empujón del papi, las tetas de María golpeaban en mi cara
placenteramente, mmmmm. Estuvimos follándola así entre los dos acoplando
nuestros movimientos hasta que María grito:
- Seguid así, no
paréis. Siiiiii, aaaaaaaah, me corrooooo, seguid cabrones, siiiiiiiiiiiiiii.
Mientras su marido la
enculaba con más vigor María se corrió sobre mí, que ya estaba a punto. Así que
con las contracciones de su vagina apretando y aflojando sobre mi polla dura yo
también me corrí.
- Me corrooooo,
uffffffffff, siiiiiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaah, aaaah, aaaaaaaaaaaah.
Así me corrí
abundantemente con el movimiento del cuerpo de María sobre mí y mientras ella
me miraba a los ojos. Cuando su marido decidió, sacó la polla del culo de su
mujer y la llevó para atrás, lo que yo aproveché para levantarme. Luego puso a
María con los brazos apoyados en el sillón y de un golpe le metió toda la polla
en su coño para empezar a follársela así.
El marido se la follaba
como un campeón, con unas embestidas bestiales, metiendo y sacando toda su
polla del coño bien mojado de María. Yo observaba la escena desde al lado. Me
había sacado el condón y estaba masturbándome viendo la escena. El papi
embestía a María fuertemente y yo podía ver la follada y cómo bailaban las
tetas de ella adelante y atrás. Era muy excitante, tanto que ante la atenta
mirada de María pronto se me puso bien dura de nuevo. En un momento dado María
me dijo:
- ¿Qué haces ahí tú
solo? ¡Ven y cómeme el coño!
Le hice caso. Me senté
delante del sillón con mi cara a la altura de su coño. Veía entrar y salir la
polla del papi del coño de María, una y otra vez, mientras escuchaba sus
gemidos, mmm, mmmmm, mmmmm. Acerqué mi lengua a ese coño que tanto estaba
disfrutando y empecé a lamer. Estaba jugosito, mmmm. A la vez yo me masturbaba
puesto que estaba muy excitado y no quería que bajase mi erección.
La polla de su marido entraba
y salía una y otra vez. Seguro que algún lametón mío se llevó mientras le comía
el coño a María, pero son cosas que pasan. Mi lengua encontró su clítoris y lo
lamí con pasión, frotando, una y otra vez, más, más. A la vez la polla de su
marido no dejaba de bombear, dentro, fuera, dentro, fuera… Y María gemía cada
vez más seguido: mmm, mmmm, mmmm, mmmm, lo que anunciaba que se iba a correr de
nuevo, como así fue al gritar:
- ¡Jooooder! ¡Qué
gusto! Me voy a correr ya de nuevo. ¡Joooooder dos veces! Me corro, sii, siiii,
siiiiiiii, aaaaaaaaaaaaaaaaah.
Así mientras su
marido la seguía embistiendo, yo seguía lamiendo y saboreaba los restos de su
corrida. Poco después su marido le sacó del coño y tras decirle que le iba a
llenar el culo de leche, se la metió allí de golpe empezando de nuevo un fuerte
mete saca. Cuando yo le dejé el coño bien limpio a María me levanté para
masturbarme viendo bien la escena de pie, pero ella me hizo gestos para que le
metiese mi polla en su boca, y así lo hice.
María volvió a comerse
mi polla como lo dejaban las embestidas de su marido. Con cada penetración mi
polla se metía más en su boca, incluso le producía alguna arcada. Se empezaron
a escuchar suspiros cada vez más seguidos del marido hasta que ciando ya no
pudo más dijo:
- ¡Me voy a correr!
Toma mi lecheeee.
- Sí papi, dame toda tu
leche caliente, siiii. ¡Lléname el culo papi siiiiii! – Dijo María.
Y con un gran bufido el
papi se corrió llenándole el culo. La estuvo embistiendo mientras se corría
hasta que paró y se quedó quieto con su polla dentro del culo, para un poco
después sacársela y quedarse ahí de pie.
María miró mi polla
dura y la cogió de nuevo con su mano. Empezó a masturbarme con furia, con ganas
locas porque me corriera de nuevo. Era increíble como su mano subía y bajaba
por mi polla, mmmmm, hasta que nuevamente se la metió en la boca empezando la
mamada final. Mientras sus labios iban y venían, con una mano me masturbaba al
mismo tiempo y con la otra me apretaba los huevos, mmmmmm. Era una sensación
increíble, mmmmm, veía entra y salir mi polla de su boca, cada vez con más
intensidad, más, más… Hasta que empecé a suspirar y gemir con más fuerza, ufff,
uffffff, mmmmmm, mmmmmm, mmmmmmm, lo que anunciaba que ya venía mi corrida.
Entonces María dejó de mamar y dijo:
- Eso es. A las chicas
buenas les dan su ración de lechita antes de dormir, mmmm.
Una vez dijo eso,
puso sus labios alrededor de mi capullo y empezó a pelármela rápidamente,
mmmmmm, más movimientos de sus manos, mmmmm, subió y bajó más y me corrí:
- Siiiiiiii, siiiiiiii,
aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah, dioossssssssssssss.
Cuando María me
exprimió hasta la última gota de mi leche caliente separó su boca de mi polla
la abrió enseñándonos a ambos el fruto de su corrida en su boca abierta. Cerró
la boca y se tragó toda mi corrida enseñándonos de nuevo su boca abierta para
que comprobásemos que no quedaba nada.
Con esto terminó
nuestra gran sesión de sexo. Tras lavarnos un poco y vestirnos estuvimos
hablando y me contaron que ya tenían alguna experiencia similar. Habían hecho
un trío con un chico de color, que era una fantasía de ella. Pero luego empezó
a darles morbo la idea de hacer otro trío con un cliente, y tras meditarlo
mucho decidieron que el elegido debería ser yo, puesto que tenían claro que no
me asustaría y que entraría al trapo, ¡y no se equivocaron! Me contaron también
que la próxima vez buscarían hacerlo con una mujer para que el papi disfrutase
de dos mujeres y tras un poco más de charla nos despedimos. Con la emoción del
momento me fui sin pagar el corte de pelo, pero como hay confianza la próxima
vez le pagaré los dos claro. La verdad es que no sé si podré volver a repetir
esto con ellos, pero lo que tengo claro es que esta experiencia permanecerá
para siempre en mi memoria.
Y... ¿donde dices que esta esa peluquería?
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarPues la peluquería está en mi pueblo claro, jajaja.
Gracias por tu comentario. Un saludo.
Eros
vaya...más que una invención, de lo bien que te describen, parece un hecho real...y que calenton me di leyendo. hermosa maria, eres tan sensual que inspiras a poetas, felicio al escritor.
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarMe alegra que te hayas calentado con la lectura, para eso lo escribí. Y todavía me alegra más que llegues a dudar si fue real, jeje.
Te agradezco tu felicitación y por supuesto tu comentario.
Un saludo.
Eros
Hola Eros. .ya te he felicitado por tu relato. ..pero quería hacerlo también aquí. ..muchas gracias por escribir pensando en mi. ...besos de. ..Maria♡♥♡♥♥♥
ResponderEliminar¡Hola María!
EliminarNo tienes por qué darlas, uno escribe sobre lo que más morbo le produce, y una peluquera que te masaje con tanta sensualidad la cabeza, que te roza y te roza mientras te corta el pelo, pues no merece más que quedar inmortalizada en uno de mis relatos.
Gracias por tu comentario María.
Besos de ,
Eros
Excelente cuento, Eros. Felicitaciones!
ResponderEliminar¡Hola!
EliminarMe alegra que te haya gustado.
Gracias por tus felicitaciones y por tu comentario.
Un saludo.
Eros
Hola Eros! He disfrutado doblemente con tu relato, primero leyéndolo y luego al masturbarme.Quien fuera María para poder disfrutar así.
ResponderEliminar¡Hola Venus!
ResponderEliminarGracias por tu comentario. Me encanta que hayas disfrutado doblemente con este relato, sobre todo de la segunda forma. Para poder ser María deberías ser mi peluquera, pero eso siempre es posible si tienes unas tijeras a mano y te atreves a cortarme el pelo claro... Lo demás vendría así sin quererlo...
Besos morbosos.
Eros
Llevo un tiempo leyendote y no hay forma de poder hacerlo sin masturbarme, me estare haciendo adicta a tus relatos?
ResponderEliminar¡Hola Anónima!
EliminarPues me alegra que sea así, pues con mis relatos estoy contribuyendo a tu felicidad. Me gusta que mis historias no te dejen indiferente, que te exciten tanto que te lleven a masturbarte. Para mí es un gran halago saberlo...
Espero que sigas por aquí y que relato tras relato consiga el mismo efecto.
Muchas gracias por tu comentario.
Besos morbosos.
Eros